Data: julio 24, 2018 | 23:49
COLUMNISTA INVITADO | ¿Cuál es la revolución que Ortega y los suyos enarbolan para reprimir letalmente a los manifestantes? ¿Qué es lo que se disputa? ¿La supresión del capitalismo para imponer el comunismo? ¿O simplemente la conservación de ese monopolio de la fuerza...?

Carlos Soria Galvarro | NICARAGUA: ES HORA DE NO CALLAR

© Tomado del original publicado en el portal oficial de CSG

ACERCA DEL AUTOR
Carlos Soria Galvarro Terán, escritor, historiador y periodista, nació en Parotani, Cochabamba, 1944. Su vasta producción bibliográfica constituye una monumental narrativa de la historia boliviana a partir de los movimientos de emancipación social y de resistencia a las dictaduras.
Habiendo militado en las Juventudes del PCB durante la Guerrilla del Che, a pesar de su decisión tomada junto con Ramiro Barrenechea y otros integrantes de la “Jota” no pudo ingresar al campo de batalla, debido a la obstaculización de los jerarcas comunistas de Bolivia (Monje y Kolle) que conspiraban contra al liderazgo del Che en la campaña foquista. Su vivencia y cercanía con Ñancahuazú marcó su vida intelectual y política. Se constituyó en el principal documentalista e investigador de cada uno de los episodios de la presencia de Ernesto Che Guevara en Bolivia, tema del cual es un referente indispensable para la historiografía latinoamericana.
Durante la narco-dictadura de García Meza y Arce Gómez fue confinado en el norte amazónico del país, y luego exiliado en México.
Tras la recuperación de la democracia con el advenimiento de la UDP, logró una entrevista con Klaus-Altman Barbie a bordo del donde el avión en que el criminal nazi fue deportado. Aquel histórico reportaje se plasmó en un libro galardonado en el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí, en 1986.
Desde su juventud idealista se fogueó como periodista trabajando en las beneméritas radios mineras “21 de diciembre” de Catavi y “La Voz del Minero” de Siglo XX, emisoras desde las cuales contribuyó a la resistencia contra la dictadura de Banzer. Años después fue director de Canal Universitario de La Paz y luego Jefe de Prensa del Canal 7; integró el staff del periódico “Aquí” fundado por Luis Espinal; y fue director del Centro de Documentación e Información (CEDOIN).
En el ámbito gremial, se desempeñó recientemente como Presidente del Tribunal de Honor de la Asociación de Periodistas de La Paz (APL), institución que en 1998 le otorgó la medalla Franz Tamayo en mérito a su creación intelectual.
También fue catedrático de Periodismo en las carreras de Comunicación Social de la Universidad Técnica de Oruro (UTO) y de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).
Actualmente dirige el sistema radial del Programa de Apoyo a la Democracia Municipal (PADEM).

Al hacer un recuento del cambiante panorama latinoamericano, sostuve en esta columna que algo tiene que estar demasiado mal para entender lo que está ocurriendo en Nicaragua. Dije también que no caben explicaciones simplistas que lo explican todo denunciando muy posibles conspiraciones imperialistas.

Días después, no por casualidad el 24 de junio (aniversario de la Masacre de San Juan), hice circular un artículo del periodista uruguayo Raúl Zibechi referido al país centroamericano, quien considera inaceptable que “intelectuales que van y vienen con sus opiniones sobre los más diversos temas rehúyan una opinión contundente sobre la brutal represión”. Y añade: “No tengo la menor duda de que Washington desea la caída de Ortega-Murillo y trabaja para ello, pero el argumento según el cual todo lo que perjudica a la izquierda es obra del imperio está en franca decadencia” (en Bolivia todavía está muy de moda, habría que agregar).

Envié ese material por correo electrónico a una decena de compañeros de la “vieja guardia” a objeto de provocar reacciones. El primero, y hasta ahora el único en responder desde Santa Cruz, fue Ramiro Barrenechea. Y lo hizo en términos que bien vale la pena compartir: “Hace tiempo que Ortega dejó de ser sandinista”. He ahí su primera aseveración que desmarca a la actual dirigencia nicaragüense tanto del gran patriota latinoamericano Augusto César Sandino, como de sus seguidores que en los años 80 desalojaron del poder a la tiranía de Anastacio Somoza, sostenida por Estados Unidos. Barrenechea prosigue: “No son las estadísticas, sino las razones que generan la violencia… Pol Pot (el genocida camboyano, CSG) fue la más catastrófica expresión de la desnaturalización de la violencia. La violencia revolucionaria es contestataria a la reaccionaria, no al revés. Se vuelve contrarrevolucionaria cuando las ‘razones de Estado’ son sobrepuestas a la conciencia liberadora. Y el poder (con el monopolio de la fuerza…), cuando se convierte en la única fuente de sustento de un gobierno, es solo dominación y deja de ser dirección. Pierde legitimidad”. sol

Y el interlocutor interroga: “¿Cuál es la revolución que Ortega y los suyos enarbolan para reprimir letalmente a los manifestantes? (aunque muchos seguramente están siendo instrumentados por el enemigo de clase). ¿Qué es lo que se disputa? ¿La supresión del capitalismo para imponer el comunismo? ¿O simplemente la conservación de ese monopolio de la fuerza?”.

“Qué hermosa era la consigna que los sandinistas pusieron —recuerda Barrenechea— en la puerta del Ministerio de Gobierno, cuando derrotaron a Somoza: ‘ahora nuestras armas protegen la alegría del pueblo’. La leí y me saltaron las lágrimas de emoción. No podemos ofrecer una nueva sociedad, libre e igualitaria, haciendo lo mismo que quienes lo impidieron secularmente. Sería simplemente sustituirlos en el ejercicio de la fuerza, sin transformar estructuras y superestructuras opresoras”.

Y para dar cima a su reflexión, Barrenechea evoca una situación que le tocó vivir en el país cuando era parte del gabinete ministerial. “Se me viene a la memoria lo que un día dijera Hernán Siles Zuazo a sus ministros que exigían reprimir a la COB y a la CSUTCB, que estaban violando la legalidad: ‘no permitiré que se dispare un solo tiro contra mi pueblo, prefiero ser yo el que lo reciba, pues si quienes me llevaron al poder se alzan contra mí, yo soy el equivocado’. Tal expresión de Siles me inspiró profundo respeto aunque yo lo criticara con vigor por resistirse a aplicar el programa revolucionario de la Unidad Democráticas y Popular (UDP) y obedecer a los ‘gradualistas’”. Tal cual. El debate está abierto.

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