ALBERTO BONADONA | El segundo aguinaldo o cómo se abrió la caja de Pandora de la jubilación

EL AUTOR
Alberto Bonadona Cossío es economista. Se desempeñó como Instructor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en formulación, monitoreo, gestión y evaluación de proyectos. Fue Interventor del Servicio Nacional del Sistema de Repartos (Senasir) en el 2004 y se lo considera uno de los artífices de los nuevos modelos de Pensiones en Bolivia, materia de su especialidad. En la actualidad es columnista en varios periódicos bolivianos.
Me parece tan lógico que ahora todos reclamen el segundo aguinaldo, lo que confirma mi fuerte sospecha de que esta medida se improvisó al calor de las próximas elecciones. Incluso es muy posible que se hiciera con la idea de ayudar al financiamiento de la campaña oficialista, porque permitirá que, voluntariamente, una fracción del mismo sea descontada con ese propósito.
Sin embargo, más allá de este motivo esencialmente político, se exhibe la medida como fundamentalmente redistributiva. El medio para lograr esta redistribución es regalar un sueldo a los que aportaron al crecimiento del PIB, el cual crecerá 6,5% este año, y, por lo tanto, se afirma que son los actuales trabajadores los que han logrado este sustancial crecimiento de la producción nacional.
Esto es cierto sólo en parte. En un país con tan alto grado de informalidad (80% de la población económica trabaja en actividades que no pagan impuestos y no contribuyen a la seguridad social), ni siquiera se puede decir que los informales no contribuyeron a alcanzar esa tasa de crecimiento.
Tampoco es riguroso señalar que los jubilados no apoyaron a lograrlo. Ya sea los que se jubilaron este año o los que lo hicieron hace 30 años o más, todos han contribuido a lo que hoy se tiene y se produce.
Es una creación colectiva e histórica de las bases materiales productivas. Todo el que trabaja en cualquier sociedad contribuye al crecimiento actual y futuro del PIB.
Se ha refregado tanto con la abundancia de la economía boliviana, que ahora todos quieren una rebanada de ella. Dada esta circunstancia es imposible que la concesión de un segundo aguinaldo no hubiera causado tanto revuelo.
Lo que corresponde cuando se quiere introducir esquemas redistributivos es desarrollar sistemas sólidos, técnicamente viables, esto es, económicamente sostenibles, dirigidos a ese propósito.
Si se va a redistribuir vía salarios se requiere establecer un sistema impositivo progresivo (que pague más el que más recibe) que afecte al ingreso personal y no al proceso productivo. A éste se lo debe alentar, no perjudicar. Es al fruto del proceso, que se traduce en un ingreso particular, al que se debe aplicar un tributo progresivo. Como también es a la acumulación de gran riqueza, a la que se le debe exigir creciente tributación.
No es el proceso productivo al que se debe sacrificar sino, más bien, con el fruto de los impuestos imputados al ingreso y a la riqueza otorgarle el mayor apoyo para su expansión, con criterios claros de alcanzar mayor eficiencia productiva a la vez que mayor equidad.
Es imposible hacer retroceder a los jubilados en su exigencia de un segundo aguinaldo. En la medida que se retrase la solución, distintos sectores exigirán, a su manera, una fracción de la abundancia proclamada.
La caja de Pandora de los males de la jubilación está abierta. La abrió el Gobierno y, sin quererlo ni desearlo, está permitiendo mostrar las deficiencias del sistema de jubilación. En la medida que la respuesta se atrase, los males seguirán brotando.
Artículo publicado originalmente en Página Siete, 30 de noviembre, 2013
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