Data: septiembre 18, 2012 | 14:33

CLAUDIO FERRUFINO COQUEUGNIOT | Tiempo de soluciones

Claudio Ferrufino-Coqueugniot nació en Cochabamba, Bolivia, en 1960, y desde 1989 reside en Denver, Colorado. Como todo inmigrante ha tenido que encontrar su lugar en este país trabajando como traductor, escritor de cuentos infantiles, estibador, albañil, panadero, repartidor de periódicos, especialista en frutas y verduras frescas, pequeño empresario y mucho más. En esta charla, el autor nos cuenta de su trabajo, de su impresión de los latinos viviendo en este país y de la experiencia del ser migrante. Entre sus obras se encuentran «Virginianos», 1991, «Años de mujer», 1989, «Diario en cinco y epílogo», 1989, una serie de artículos publicados en periódicos locales recopilados bajo el título de «Ejercicios de memoria», 1989. En 2009 obtuvo el Premio de Novela Casa de las Américas por “El exilio voluntario”; en el 2011 fue galardonado con el Premio Nacional de Novela por su reciente obra «Diario Secreto». Actualmente varios periódicos de Bolivia como El Día de Santa Cruz, Los Tiempos y Opinión de Cochabambna, La Razón de La Paz, entre otros, publican sus textos literarios y ensayos políticos.

Nos desgañitamos criticando al régimen, pero el amo del Palacio Quemado parece reírse. Hace mucho que Morales ha perdido su derecho a ser Presidente. Y no es asunto de remover la democracia de su ya endeble pedestal, sino de removerlo. Razones sobran, pero luego de algún hervor, que pudo convertirse en infierno para su señoría a tiempo de la marcha de los indígenas de tierras bajas, vuelve la calma, que se dirá chicha, calma chicha, porque así sucede en el Ande.

A no confiarse, sin embargo, la aparente desidia, inercia, de los pueblos indios suele hacer explosión cuando menos se lo espera. Pero para ello, dado el caso, tiene que haber no una vanguardia estilo leninista para guiarla sino un conjunto de gente con capacidad de saber qué se quiere y cómo solucionarlo. Se dejó pasar la oportunidad, allí cuando La Paz recibió a los marchistas y los jerarcas se orinaban a puertas cerradas, sin ánimo siquiera de mirar al pueblo que tal vez entonces habría ejercido la brutal justicia de las masas. Pienso en los agitadores rusos de fines del XIX y principios del XX; jamás habrían dejado escapar algo así. La mesa estaba servida, y se habían dado demasiadas muestras de qué sucedería. Mucha antelación para muy poco organizado. Pero es que aún no dejamos de lado la cuasi divinidad del curaca. Evo representó, y todavía lo hace en el subconsciente, el gran anhelo de los bolivianos, de haber, en su patética mitomanía íntima, alcanzado visos que parecían imposibles.

Mentira, todo mentira casi a ritmo de bolero. Para crecer hay que desgajarse de la provincia, de la mentalidad infantil. Y no se malentienda que implica ir contra valores culturales, ancestrales, ni nada por el estilo. Pensamos en términos locales, cerrados, nimios, mezquinos. Incluso en la soberbia puesta en escena del masismo para dar un estrado internacional, universal, a su letanía enfermiza, jamás se superaron los límites de la idiosincrasia de pueblo. Sus caciques, de abarca y poncho, o pantalón y aretes, no dejan de ser pedigüeños que no miran más allá de la jeta, rastreros, corruptos, ladrones, malandrines, marxistas de tres por cuatro, medios hombres, payasos, bufones, eterna corte de milagros.

Si es de no creer, al verlos, y verlas, ya que Evo tiene a bien poner masculino y femenino a todo, que los individuos estos nos representan. No hay crisis política ni moral, esta es una crisis humana, porque somos un colectivo que se ha acostumbrado a las migajas, a idolatrar a cualquier invertido (pies por cabeza), a creer lo mínimo, a ensalzar lo poco, a magnificar el detalle. ¿Por qué? Porque es más fácil. En gobierno, deporte, literatura, y añadan la lista al infinito. Tanta la aflicción al contemplarlo que hasta semeja que, como dicen, vamos doscientos años detrás, y al ritmo que va el mundo iremos aumentando centurias a la diferencia.

Ahora bien, hay que ser prácticos y saber que no lograremos mucho de golpe, que este es un proceso largo y penoso, pero que en el momento actual se debe decidir, como primer paso profiláctico, que el gobierno actual no va más, no puede ir más, porque de hacerlo dejará ruinas, campesinos que no saben sembrar, naturaleza destruida, riqueza innombrable de pocos y cimientos destrozados. Quitar el poder a Morales no es asunto ya de matiz ideológico-político. Hablamos de supervivencia. Y si no lo hacemos nosotros lo harán de afuera, dejándonos mal parados, dependientes como siempre, huérfanos y fracasados. Si en verdad hay oposición, gente que quiere a esta tierra pobre, pobre tierra, debe utilizar de inmediato los recursos legales para terminar la parodia. O, ya que las cuerdas se van estirando demasiado, lo hará Brasil bajo presión, Estados Unidos, cualquiera menos los que estamos obligados a hacerlo. Y si hay sangre, que corra sangre, que los ídolos también la tienen.

El presente texto fue originalmente publicado el 10 de enero del 2012 por el diario El Día de Santa Cruz, y fue motivo de que el autor, Premio Nacional de Novela 2011, fuera censurado por el diario Página Siete de La Paz, aun pese a que dicho periódico no tuvo relación alguna con este artículo satanizado públicamente por el viceministro neo-estalinista de «descolonización» Félix Cárdenas. Sol de Pando reproduce el polémico texto dada la actualidad latente de las ideas libremente expresadas por el reconocido escritor boliviano, en el marco de un descarnado debate nacional, necesario en la actual coyuntura.
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