Data: febrero 19, 2025 | 13:54
EDITORIAL | Es mucho dinero que está en juego, a medida que se incrementa la cristalización de la hoja de coca. No es mala la idea del presidente colombiano, Petro, de negociar el arrepentimiento de los narcos. En el caso de Bolivia, hay que pactar con los empresarios de la cocaína un destino menos nefasto de sus excedentes….

LA SANGRIENTA QUERELLA POR EL NARCO-EXCEDENTE

Hay que ver un mecanismo honesto y racional para impedir que el monstruoso excedente financiero del narcotráfico nos bañe en sangre. | Foto Sol de Pando

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© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando 

El sicariato y los ajustes de cuentas se imponen porque el Estado ha creado vínculos de extorsión mutua con el narcotráfico.

La política de aparente interdicción que no ha variado desde las épocas de la DEA, es una fábrica de nuevos ricos entre funcionarios de los tres poderes del Estado encargados de reprimir el tráfico de drogas.

Es mucho dinero que está en juego, a medida que se incrementa la cristalización de la hoja de coca. Bolivia produce 500 toneladas de clorhidrato de cocaína al año y genera un ingreso clandestino equiparable a la exportación de gas.

Esa plata que los gobernantes de derecha y de izquierda —desde Banzer y García Meza a Evo Morales y Luis Arce— confiscan inmoralmente a los pichicateros como si fuera un tributo de facto, por medio de la extorsión y los sobornos a cambio del libre tráfico, es la causa de la violencia que está amenazando al país con una sangrienta «mexicanización».

Urge romper ese vínculo corrupto entre el Estado y la cocaína. Hay que ver un mecanismo honesto y racional para impedir que el monstruoso excedente financiero del narcotráfico nos bañe en sangre.

No es mala la idea del presidente colombiano, Petro, de negociar el arrepentimiento de los narcos; pero no necesariamente legalizar la droga. En el caso de Bolivia, hay que pactar con los empresarios de la cocaína un destino menos nefasto de sus excedentes. Que ese dinero se destine a eliminar radicalmente la mendicidad en las calles, a mejorar la educación y la salud, en vez de enriquecer a políticos y gobernantes mediocres y sinvergüenzas.

Cediendo esos excedentes al Estado de forma transparente, los narcotraficantes, especialmente los del Chapare, pueden cambiar sus vidas reorientando sus actividades para obrar como empresarios productivos y generadores de empleos. No podrían desperdiciar esa oportunidad para salir de este círculo vicioso. Están a tiempo, estamos a tiempo.

Simultáneamente, hay que descolonizar la hoja de coca, liberarla del estigma corrupto y neo-colonial de la maldita cocaína. Transformar la sagrada hoja de coca en esa droga capitalista, fascista e imperialista debería ser un delito penado como traición a la patria.


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