Data: octubre 11, 2023 | 11:06
HOMENAJE A LA HEROÍNA PACAHUARA | Hace más de 50 años, el clan Yacu fue despojado de su bosque originario en Pando y trasladado a una comunidad evangélica en Riberalta. En aquel destierro, la sabia indígena supo preservar su memoria y cultura de pueblo en aislamiento voluntario…

BUSI YACU, MUJER DE LA NACIÓN SIN TERRITORIO

Busi Yacu, la última heroina Pacahuara que se negó conscientemente, junto a su esposo Buca, a aprender a rezar el Padre Nuestro. Murió en diciembre de 2012. | Foto archivo Sol de Pando

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© Redacción Sol de Pando en Riberalta

La tumba de Busi Yacu es un promontorio de tierra que no tiene cruz. Es una tumba en aislamiento voluntario, sin ninguna señal cristiana ni pompa alguna. Brota del túmulo un gajo de jazmín que al enraizarse aflorará el alma de la deidad que yace ahí. Es una tumba sin nombre, anónima, perdida en el tiempo, sin fecha, sin nada. Le llevamos en vez de flores, un ejemplar del periódico que veneró su imagen en primera plana. “Aquies”, nos indica Buca Yacu, su viudo, hablando un singular y precario español de pacahuara en el que toda frase corta se convierte en monosílabo.

Busi Yacu falleció en diciembre de 2012, sin un certificado de defunción que acredite la causa de su muerte. “Antes de morir, Busi sufrió y agonizó de la misma manera en que usted encontró agonizando a su prima Toi Guadalupe, no había un médico que la asista”, me dice Erlin Ortiz Aviana, nuestro joven guía asignado por la Central Indígena de la Región Amazónica de Bolivia (CIRABO).

Busi era hermana de Baji y Busi Pistia, las tres hijas de Papa Yacu y Cai Baji. Sus primos cruzados Buca, Toi y Maro, eran hijos de Papa Yacu y Cai Xacu. Papa Yacu era un jefe guerrero Pacahuara que llegó a Alto Ivon a fines de los años sesenta del siglo pasado, junto a sus siete hijos y sus dos esposas, las hermanas Cai Baji y Cai Xacu.

Busi y su hermana Baji (fallecida en 2016), eran las últimas indígena bolivianas amazónicas que todavía conservaba parte del atuendo ancestral de los pueblos en aislamiento voluntario, luciendo en su rostro un septo nasal con una fina caña de tacuara atravesada por una pluma roja de tucán; ambas arreglaban su pelo a la antigua usanza pacahuara con un cerquillo en la frente. Busi se distinguía por su infaltable collar de perlas rosadas de plástico que, decía, había heredado de su madre. Junto con su esposo-primo-hermano Buca Yacu (los Pacahuara eran una etnia endogámica), Busi conservaba su lengua materna de raíz Pano y solía narrar cantando en ese idioma la historia de su pueblo, incluyendo el episodio del asesinato de su padre y de las matanzas que presenció a fines de los años sesenta del siglo pasado en su territorio despojado de Pando.

Dolorosas enfermedades y heridas, las mismas que se llevaron las vidas de Busi en diciembre 2012 y de su hermana Baji el 31 de diciembre de 2016, no parecían más que una rutina en la prolongada resistencia que este clan Pacahuara carga desde hace más de 50 años cuando ellos, niños aún, fueron arrancados de su bosque originario en Pando.

La de Busi, es una tumba en aislamiento voluntario, sin ninguna señal cristiana ni pompa alguna… | Foto Paul H. Alejandro García | Sol de Pando

El destierro y el impune etnocidio

En 1968, estos pacahuaras habían sido relocalizados forzadamente hacia una reducción evangélica dentro el territorio del pueblo Chacobo, en el Beni —Alto Ivon—, donde fueron obligados a transformarse en campesinos agrícolas, sobreviviendo en parcelas cada vez más reducidas, obligados a abandonar su cultura bosquímana de pueblo en aislamiento voluntario, pueblo de flecheros, cazadores, pescadores, recolectores de siringa y castaña, viviendo su vida en un espacio territorial irrestricto. Los Chacobo y los Pacahuara tienen en común la lengua de raíz Pano, pero con sustanciales diferencias gramaticales y fonéticas.

En Pando, los pacahuaras estaban librando las últimas batallas de una intensa guerra contra el avance exterminador del extractivismo. En medio del sangriento genocidio, fueron capturados por un pastor protestante norteamericano que andaba a la caza de “especies en extinción” para domesticar esa fauna abandonada de la mano de Dios en su iglesia evangélica de Alto Ivón. Era Gilbert Prost, un pastor fundamentalista del Instituto Lingüístico de Verano (ILV).

A orillas del rio Ivon, en Riberalta, el norteamericano soñaba instaurar un modelo judeo-cristiano del paraíso terrenal, habitado por devotos indígenas profiriendo parábolas bíblicas en sus lenguas nativas, como si fueran menonitas, con la bendición y el financiamiento de USAID. Prost había concebido una utopía monstruosa, funcional a los propósitos etnocidas del extractivismo en ascenso. Logró su nefasto propósito con los Chacobo, pero no pudo con los Pacahuara.

Gere Ortiz: así cantaba Busi | VIDEO

Los cantos de Busi y una memoria de resistencia

Sin embargo, el evangelista gringo no había logrado cristianizar a los Pacahuara, menos a Busi, que asumió el liderazgo del clan preservando su cultura y su memoria de pueblo en aislamiento voluntario.

Las mujeres del clan Yacu seguían caminando desnudas, con los senos al aire, con el septo nasal en el rostro y sus cantos animistas desafiando a la moral cristiana que reinaba en el lugar. Era como si nunca hubiesen salido de su bosque a orillas del rio Negro, en Pando; eran el persistente pueblo en aislamiento voluntario, resistiendo el embate etnocida, aferrados a su identidad guardiana del bosque. Ninguno de ellos aprendió a rezar. Le pregunto al traductor Carmelo Ortiz, otro nieto de Caco Ortiz, si Buca puede recitar el Padre Nuestro en lengua pacahuara, se niega a hacerlo. “No sabe”, afirma Carmelo. Una poderosa fuerza irreductible borró de la escena a Gilbert Prost.

Busi Yacu era la matriarca en la comarca. Contaba cantando la historia del trágico éxodo de su clan, y sus cantos narrativos hicieron gustar a los chacobos el modo de hablar pacahuara. Al momento de morir aún lucía en su rostro aquel septo nasal de una tacuara con plumas rojas. “Colocarse el septo nasal era una costumbre pacahuara que se quedó en mis tías Bosé y Baji” —explica Carmelo Ortiz, nuestro traductor, hijo de Gerë—. “El adorno se comenzaba a colocar cuando las niñas alcanzaban la pubertad, cuando empezaban a menstruar y, a medida que ellas crecían, la perforación se iba abriendo poco a poco hasta que la tacuara pudiera atravesar la membrana que está en la parte inferior del tabique nasal; esa costumbre era propia de los abuelos que vinieron de Pando”.

Busi Yacu, identidad Pacahuara

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