Data: octubre 2, 2022 | 14:08
EL VOTO DE LA SOBREVIVENCIA | Políticas etnocidas del actual presidente Jair Bolsonaro unifican a las 280 naciones indígenas del Brasil, especialmente a los pueblos en aislamiento voluntario de la Amazonia, con la decisión colectiva de apoyar en las urnas el retorno del ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva…

EL 100% DE INDÍGENAS BRASILEÑOS VOTARÁ POR LULA

El joven candidato Junior Manchineri es representante de los pueblos Yaminahua y Machineri, etnias de lengua Pano que habitan sobre las orillas brasileña y boliviana del rio Acre. | Foto Sol de Pando

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© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando

Como nunca antes en la historia del Brasil, los pueblos indígenas que habitan sobre el territorio federal de 26 estados y más de 5.000 municipios que conforman el país, han manifestado una decisión colectiva de votar este domingo por el ex presidente Luis Inacio Lula da Silva.

Votar por Lula en este momento histórico es una cuestión de vida o muerte para los pueblos indígenas del Brasil, es el único camino que podemos tomar para salvarnos del infierno genocida al que nos ha llevado el gobierno de Bolsonaro”, afirma Junior Manchineri, un joven candidato a diputado por el Estado do Acre en la lista del Partido de los Trabajadores (PT).

Junior Manchineri es representante de los pueblos Yaminahua y Machineri, etnias de lengua Pano que habitan sobre las orillas brasileña y boliviana del rio Acre.  En el lado brasileño ocupan el municipio de Assis Brasil, concentrándose en la comunidad de Santa Rosa; mientras en el lado boliviano pertenecen al municipio de Bolpebra, en la comunidad de San Miguel, departamento de Pando.

En contacto con Sol de Pando, Junior informó que, en todos los territorios indígenas del Brasil, líderes y lideresas han convocado a cabildos y asambleas comunitarias donde los pueblos tomaron la decisión de votar en consenso por Lula.

El voto indígena por Lula no es solamente un voto castigo contra el etnocidio y los avasallamientos a nuestras tierras que caracterizó al gobierno genocida de Bolsonaro; es también un voto por la restauración de nuestros derechos constitucionales que eran promovidos por los anteriores gobiernos de Lula y Dilma, y totalmente conculcados por este gobierno fascista”, dice el candidato indígena acreano, de 21 años de edad.

Junior recordó que durante un encuentro en Brasilia con líderes indigenales de todo el país, el 12 de abril, Lula anunció que, de ser elegido, creará el Ministerio de los Pueblos Indígenas con el objetivo de desmontar las intrincadas políticas etnocidas de Bolsonaro.

Durante un encuentro en Brasilia con líderes indigenales de todo el país, el 12 de abril, Lula anunció que, de ser elegido, creará el Ministerio de los Pueblos Indígenas para desmontar las intrincadas políticas etnocidas de Bolsonaro. | Foto Sol de Pando

La realidad indígena del Brasil

En Brasil existen 256 pueblos indígenas que hablan más de 150 diferentes idiomas agrupados en 44 familias lingüísticas. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE),  la población indígena del país representa apenas el 0,47% de la población total; es decir que de los actuales 214 millones de habitantes que se estima es la población brasileña en base a los datos el Censo de 2010, poco más de un millón son indígenas.

Sin embargo, considerando la magnitud territorial y poblacional del Brasil, aquel millón de indígenas representa un valor más cualitativo que cuantitativo, más cultural que político, ya que en su mayoría los pueblos indígenas son guardianes naturales de las grandes extensiones forestales y reservas naturales en el territorio brasileño, especialmente en la Amazonia.

Sin contar la capital federal Brasilia, los 26 estados en los cuatro puntos cardinales del Brasil poseen población indígena. Los estados con mayor prevalencia indígena son los de la región amazónica como el Estado de Amazonas con 61 pueblos, Mato Grosso y Mato Grosso do Sul con 47 pueblos, Pará con 36, Rondônia con 29 y Acre con 12. Los estados menos indígenas son  Rio de Janeiro y Rio Grande do Norte con sólo dos pueblos indígenas en sus territorios, y Paraíba, Piauí y Sergipe, con apenas un pueblo indígena en cada territorio.

Gran parte de aquella población originaria se distribuye en miles de aldeas situadas al interior de 726 Tierras Indígenas, de norte a sur de territorio nacional.

Aquella capacidad de gestión autónoma territorial promovida durante los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, permitió a más de una generación de indígenas acceder a la educación superior en las universidades de todo el país, e incursionar en el escenario político brasileño.

Sólo en el año 2000, alrededor de 800 líderes indígenas fueron elegidos alcaldes y concejales municipales. En la elección de 2018 llegó al Congreso Nacional la primera diputada indígena del Brasil, Joenia Wapichana, proveniente del Estado de Roraima.

En 2014, 85 candidatos registrados ante el Tribunal Superior Electoral (TSE) se declararon indígenas. Para las elecciones de este domingo se produjo un salto del 119%, con 186 candidatos legislativos.   

“El voto indígena por Lula no es solamente un voto castigo contra el etnocidio y los avasallamientos a nuestras tierras que caracterizó al gobierno genocida de Bolsonaro; es también un voto por la restauración de nuestros derechos constitucionales conculcados”, dice el candidato indígena acreano de 21 años. | Foto Sol de Pando

La gestión etnocida de Bolsonaro

Apenas había sido posesionado el 1 de enero de 2019, el presidente Jair Bolsonaro anunció que cumpliría su promesa electoral de abrir los territorios indígenas —en proceso de demarcación— para la inversión privada destinada a la agroindustria, la minería y la explotación maderera.

El Presidente alentó oficialmente el avasallamiento minero para la explotación aurífera en los territorios indígenas, recordando que él mismo había sido “un garimpeiro más” en su juventud.

Bolsonaro declaró en suspenso la demarcación de tierras, privando a los indígenas —en especial a los pueblos en aislamiento voluntario de la Amazonia— el derecho a la gestión autónoma de su territorialidad ancestral que está consagrada en la Constitución de 1988.

En abril de 2019, el Presidente anti-indígena decretó una normativa para autorizar la certificación de tierras privadas en áreas indígenas no homologadas. Esa medida desató una ola de avasallamientos promovidos desde el mismo Estado. Los indígenas se hallaron en indefensión, viéndose obligados a asumir la auto-defensa de sus comunidades que a su vez desató una escala represiva con el uso de violencia militar y policial, lo cual se agravó con la aparición de grupos paramilitares financiados por los avasalladores.

Bolsonaro cerró su tenaza maldita desmantelando la Fundación Nacional del Indio (Funai), mediante un drástico recorte presupuestario y una masacre blanca que despojó a este organismo estatal de personal altamente calificado para las tareas de demarcación territorial. Bolsonaro designó como director de la Funai a un ex policía militar con más experiencia en represión que en asuntos indígenas.

El antropólogo Bruno Pereira fue uno de los profesionales despedidos de la Funai, pero continuó asesorando independientemente a organizaciones indígenas en el Valle del Javarí, y terminó siendo asesinado el pasado 4 de junio, junto al periodista británico dom Phillips.

El resultado de esta política fue trágico. Decenas de líderes indígenas han sido asesinados en el curso de los avasallamientos promovidos por Bolsonaro. El discurso de odio que tuvo un perfil alto en la rutina pública el Presidente, creó las condiciones para una alianza activa entre los empresarios agroindustriales, auríferos y madereros con el narcotráfico, generando un escenario de cotidiano terror para los pueblos indígenas.

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