Data: febrero 27, 2016 | 13:54
COLUMNISTA INVITADA | cualquier controversia que afecta la vida pública o privada de personajes ligados directa o indirectamente al accionar político impacta diferenciadamente sobre las mujeres y los hombres involucrados. Su manejo está profundamente marcado por estereotipos y prejuicios que colocan a las mujeres bajo un juicio severo, revelando su naturaleza misógina, sexista y a veces profundamente racista...

ERIKA BROCKMANN QUIROGA | Lo público y lo privado: el legado feminista y de la CIDH

"Las leyes contra toda forma de violencia doméstica e intrafamiliar fueron el corolario -no siempre eficaz- de una lucha que posicionó en el debate público esta temática y avanzó hacia el reconocimiento de las desigualdades, la violencia y la violación a derechos fundamentales que experimentaban cotidianamente miles de mujeres en sus familias y en sus actividades extra familiares..."

«Las leyes contra toda forma de violencia doméstica e intrafamiliar fueron el corolario -no siempre eficaz- de una lucha que posicionó en el debate público esta temática y avanzó hacia el reconocimiento de las desigualdades, la violencia y la violación a derechos fundamentales que experimentaban cotidianamente miles de mujeres en sus familias y en sus actividades extra familiares…»

Artículo publicado originalmente en el diario Página Siete | 19 de febrero, 2016

SOBRE LA AUTORA | Erika Brockman Quiroga es Psicóloga de profesión, cursó estudios de post grado sobre género y desarrollo, ciencia política y estudios de la democracia. Fue parlamentaria entre 1997 y 2005 por el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), organización socialdemócrata en la que militó 30 años. Fue la cuarta Senadora Mujer titular en la historia de la República. Presidió, durante cinco años, la Comisión de Descentralización y Desarrollo Local del Senado y promovió la constitución de las primeras comisiones de Ética Parlamentaria en el Senado y en la cámara de Diputados. Ha sido impulsora y proponente de importantes iniciativas legislativas en áreas política, municipal, territorial y pro equidad de género, reformas constitucionales 2002-2004. Actualmente abandonó la militancia partidaria, participa del Consejo del Instituto PRISMA comentarista en varios círculos políticos académicos de reflexión. Tiene diversas publicaciones y es columnista de importantes medios de prensa escrita; consultora, facilitadora de eventos interpartidarios y conferencista en distintos foros nacionales e internacionales. Es Fundadora y miembro del Directorio del Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza, del Foro Político Nacional de Mujeres y de la Coordinadora de la Mujer. Reconocida, junto a otras personalidades por su aporte a los 25 años de construcción democrática ( Medalla al Mérito Democrático) Octubre, 2007.

SOBRE LA AUTORA
| Erika Brockman Quiroga es Psicóloga de profesión, cursó estudios de post grado sobre género y desarrollo, ciencia política y estudios de la democracia. Fue parlamentaria entre 1997 y 2005 por el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), organización socialdemócrata en la que militó 30 años. Fue la cuarta Senadora Mujer titular en la historia de la República. Presidió, durante cinco años, la Comisión de Descentralización y Desarrollo Local del Senado y promovió la constitución de las primeras comisiones de Ética Parlamentaria en el Senado y en la cámara de Diputados. Ha sido impulsora y proponente de importantes iniciativas legislativas en áreas política, municipal, territorial y pro equidad de género, reformas constitucionales 2002-2004. Actualmente abandonó la militancia partidaria, participa del Consejo del Instituto PRISMA comentarista en varios círculos políticos académicos de reflexión. Tiene diversas publicaciones y es columnista de importantes medios de prensa escrita; consultora, facilitadora de eventos interpartidarios y conferencista en distintos foros nacionales e internacionales. Es Fundadora y miembro del Directorio del Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza, del Foro Político Nacional de Mujeres y de la Coordinadora de la Mujer. Reconocida, junto a otras personalidades por su aporte a los 25 años de construcción democrática ( Medalla al Mérito Democrático) Octubre, 2007.

Cuando el movimiento feminista lanzó la consigna «lo privado es también público” y se  apuntaló  la estrategia de «politizar la vida privada” no se preveía la rápida repercusión  que  tendría sobre los fundamentos doctrinarios de una legislación que blindaba el ámbito familiar privado a la intervención jurisdiccional.  Desde la perspectiva feminista, era imperativo cuestionar y trastocar la  mirada dicotómica del ámbito público respecto al privado (doméstico) que naturalizaba el confinamiento de las mujeres a este último y legitimaba la autoridad del «jefe de familia”.

En otras palabras, en la corriente feminista no liberal la única manera de comprender estructuralmente la realidad de subordinación, desigualdad y formas múltiples de discriminación (laboral, económica y política) de las mujeres pasa por  analizar las relaciones  de poder  y los roles socialmente  asignados a hombres y mujeres por el orden patriarcal al interior de la familia, y la reproducción de estas formas de dominación y desigualdad en el mundo público.

De hecho, las leyes contra toda forma de violencia doméstica e intrafamiliar fueron el corolario -no siempre eficaz- de una lucha que posicionó en el debate público esta temática y avanzó hacia el reconocimiento de las desigualdades,  la violencia y la violación a derechos fundamentales que experimentaban cotidianamente miles de mujeres  en sus familias y en sus actividades extra familiares.

Similar enfoque garantista de los derechos humanos aplicable a los derechos de la infancia ha prevalecido a la hora de juzgar el  cumplimiento de deberes y responsabilidades paternales.

En el campo político y, a partir de este razonamiento, queda claro  que ni  la vida privada de políticos ni gobernantes escapan del escrutinio público, más aún cuando los límites de lo privado se confunden con asuntos de interés público. Cuando ello ocurre, sean hombres o mujeres, no tienen otra salida que asumir la responsabilidad de sus actos y evitar la victimización para eludir los controles sociales, y políticos que impone la vida republicana.

A propósito de estos dilemas, hace unos días Julieta Montaño, jurista boliviana de prestigio, señalaba que en 2011, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió un fallo que ha sentado jurisprudencia en el caso de controversias que tocan asuntos privados y que directa o indirectamente comprometen intereses de orden público.  El fallo se tramitó en años, ante una denuncia hecha por dos periodistas argentinos contra el expresidente Carlos Saúl Menen, sobre la existencia de un hijo extramatrimonial y presuntos favores económicos y políticos recibidos por la madre.

Otro aporte del pensamiento feminista tiene que ver con la constatación empírica de que las políticas de desarrollo o cualquier acontecimiento que altere la coyuntura política no tienen un efecto neutral sobre hombres y mujeres.

De hecho, cualquier controversia que afecta la vida pública o privada de personajes ligados directa o indirectamente al accionar político impacta  diferenciadamente sobre las mujeres y los hombres  involucrados. Su manejo está profundamente  marcado por estereotipos y prejuicios que colocan a las mujeres bajo un juicio severo, revelando  su naturaleza misógina, sexista y a veces profundamente racista.

Ejemplos patéticos y vulgares de este tipo abundaron estos días.  La atracción por la farandulización machista de un reciente escándalo, además de la respuesta que, a modo de pregunta , espetó una diputada del MAS para minimizarlo, («¿Cuántas Cholas habrán tenido el Tuto, Berzaín, Costas?”) naturaliza y concibe a la mujer como objeto sexual (o victimadora) del poderoso,  dejando en el aire varios temas pendientes para reflexionar e interpelar.

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