José Antonio Quiroga | DE LA DERROTA A LA ESPERANZA
La demanda marítima de Bolivia fue derrotada judicialmente. Con este fallo se cierra una larga y conflictiva etapa en las relaciones de Bolivia con Chile y comienza una nueva era que requiere enfoques distintos a los del pasado para atender los temas pendientes. Es inevitable que en un primer momento hagamos la cuenta de ganadores y perdedores en este juicio, pero una vez que se asienten las aguas los dos países seguirán allí, frente a frente o lado a lado, con viejos y nuevos desafíos. Para ambos países, este fallo podría convertirse en una nueva oportunidad para la construcción de un futuro compartido.
Esta derrota tiene un agravante: el fallo del Tribunal de La Haya no nos devuelve al statu quo prevaleciente antes del inicio de la acción legal, sino que implica un retroceso de alcance histórico. Al haber ratificado la vigencia del Tratado de 1904 mediante nuestra adhesión al Pacto de Bogotá, hemos cerrado algunas de las opciones que teníamos abiertas antes de presentar la demanda. ¿Cuán significativas eran esas opciones? Tal vez nulas o destinadas a un diálogo interminable, sin resultados. La apuesta fue muy elevada y las consecuencias de la derrota no lo serán menos.
Pero antes de encarar los desafíos del futuro, será inevitable sacar las consecuencias políticas de orden interno. Si el fallo de hoy hubiese sido distinto, Evo Morales habría añadido un argumento favorable a su reelección inconstitucional. Ahora tiene un argumento adicional en contra. Es muy temprano para saber el impacto que este fallo tendrá en otros actores importantes de la demanda y en sus pocos, pero convencidos detractores, que advirtieron desde un inicio los riesgos de que un Tribunal dictamine que Chile no tiene obligación alguna de negociar. Pero de lo que no hay duda es que Evo Morales tendrá que asumir una dura sanción política. Las posibilidades de su reelección se han recortado dramáticamente y hasta su permanencia en el poder está en entredicho. Fingir que aquí no pasó nada o que hubo un nuevo empate sólo acentuaría el malestar en el que estamos instalados desde que el gobierno desconoció los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016. Hemos perdido la demanda marítima, pero tenemos un nuevo motivo para ganar la demanda democrática.
Por eso éste también es un día de esperanza. Tenemos la oportunidad de encarar con Chile y Perú un nuevo esquema de integración en los territorios afectados por la guerra del Pacífico. Una opción que tome en cuenta los intereses y expectativas de los tres Estados y no sólo los de Bolivia, que fueron cuestionados en su viabilidad. Existen alternativas mejores para los tres Estados que el centenario reclamo de un corredor o enclave soberano para Bolivia. El fallo de La Haya nos saca del tablero de negociación en el que fracasamos a lo largo de más de un siglo y nos abre una perspectiva más amplia de gestión territorial compartida, comenzando por el tema pendiente de las aguas del Silala.
Pero esas son opciones de futuro. Previamente, Bolivia debe resolver el problema interno creado por el prorroguismo inconstitucional del gobierno de Morales, el más serio desde que se instaló la democracia en 1982. Tenemos hoy mayores motivos para alentar la transición democrática que demanda Bolivia. Convertir la derrota en una esperanza es nuestro deber cívico: tal vez no estamos ni más lejos ni más cerca del mar que lo que estuvimos antes, pero sí estamos con mejores posibilidades de restablecer el orden democrático y constitucional, sin el cual no podemos encarar un diálogo legítimo con nuestros vecinos. Enhorabuena.
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