Sol de Pando revela secretos de la Guerra del Acre y demuestra que Estados Unidos la causó
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Una comparación estratégica entre “las dos guerras del Acre”, realizada por Wilson García Mérida, establece que el Brasil respetó los derechos territoriales de Bolivia en el Acre —legados por la colonia española en sus acuerdos con Portugal— tanto así que cuando los filibusteros encabezados por el mercenario español Luís Galvez Rodríguez se negaron a pagar impuestos al gobierno boliviano de Fernández Alonso (hostigado por los liberales en la Guerra Federal) por la intensa explotación del caucho en los siringales a orillas del Río Acre, el ejército brasileño colaboró con Bolivia para desactivar la “revolución acreana” de los filibusteros durante la campaña que ensangrentó la región entre 1899 y 1900. Tras ese “triunfo boliviano” en la primera guerra del Acre, y luego de derribar a Fernández Alonso en la Guerra Federal, los liberales encabezados por José Manuel Pando e Ismael Montes —políticos representantes del poder minero occidental— contrataron en 1901 a una empresa norteamericana para administrar las recaudaciones aduaneras en el Acre boliviano. Esa dependencia de la oligarquía minera boliviana del capital financiero norteamericano obligó al Brasil volver al conflicto en una segunda etapa de la crisis acreana, y esta vez la guerra fue de verdad. El ejército brasileño atacó a Bolivia para impedir la presencia norteamericana en esta zona de la Amazonia exuberante de recursos naturales, y entonces Bolivia terminó perdiendo incluso los territorios que el Brasil respetó en la primera campaña, incluyendo Puerto Alonso en el extremo norte del Acre. La actual ciudad de Cobija, Puerto Bahía, se salvó de ser anexada al Brasil gracias a los flechazos incendiarios de indígenas tacanas que formaron parte de la Columna Porvenir, un ejército financiado por Nicolás Suárez, el cauchero mayor de Bolivia y envidia de los oligarcas mineros de Oruro, La Paz y Potosí.