EL ABUELITO TINO, UNA MEMORIA PATERNA
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© Redacción Sol de Pando
Durante la pandemia, en 2021, el actor Tino Lozada Gómez, recordado entre varias generaciones como el “Abuelito Tino”, escribió las primeras páginas de una autobiografía que no logró culminarse debido a la salud del inolvidable pionero del teatro popular boliviano.
Sin embargo, la obra no quedó inconclusa. Su hija Katherine Lozada de Tabera, que radica en Nueva York, se encargó de reconstruir episodios trascendentales en la vida de su ilustre padre, conjurando contra el olvido junto al periodista investigador Wilson García Mérida, quien tomó en sus manos la redacción final y edición del libro que fue publicado en octubre del pasado año.
Según el periodista y escritor, la hija de Tino Lozada “fue la voz que completó las frases sueltas del actor, estructurando un testimonio de vida que, así visualizado como está en su más plena y completa dimensión, dio como resultado las páginas de este libro”.
“Que Dios me agarre confesado”, es el título de la biografía del maestro Lozada, quien a sus 90 años recibió de manos de su hija aquel libro que inmortaliza al Abuelito Tino y Jhony Taicons, personajes icónicos creados por el talento pedagógico y humorístico del artista.
“La vida de Tino Lozada nos muestra un teatro que nace en lo más profundo de la entraña nacional, con una mirada descolonizadora del mundo que nos rodea. Es un teatro químicamente puro, orgánico, natural. Es el teatro esencial de la Bolivia siempre emergente”, escribió García Mérida en el prólogo del libro.
EL TEATRO EN TODAS SUS FORMAS
Constantino Lozada Gómez, su nombre propio, tenía apenas 12 años cuando escribió su primer libreto para un radioteatro infantil, en 1945. A partir de entonces —con un designio marcado— su razón de existir, el medio para ganarse la vida, el fundamento para construir su hogar y el modo de llegar triunfal a la vejez, será el teatro en todas sus formas, incluyendo el cine. Es inolvidable su rol en la película Chuquiago, en dúo con el también genial David Santalla.
En la intrepidez de su decisión vital, y movido también por una poderosa pulsión lúdica en sus convicciones, atravesó géneros y técnicas aprendiendo en su adolescencia a fabricar títeres para darles múltiples voces, además que era un imitador prodigioso; un maestro guatemalteco le enseñó los secretos de la ventriloquía a la vez que le bautizó con el nombre artístico de Tino Lozada, pues Constantino era una gracia muy larga.
“No cabe la menor duda de que Tino Lozada, como impulsor de la compañía La Familia Pérez junto a sus compadres Roberto Cuevas y Rafo Mory, fue un puntal de la época de oro de la comedia boliviana especialmente focalizada en La Paz”, escribió García Mérida.
En su generación brillan otros nombres como David Santalla, Hugo Eduardo Pol, Tito Landa, Rodolfo Serrano, Pablo Dávila, Agustín “Cacho” Mendieta, Hugo Pozo, Carlos Pumarino, Lucho Espinoza, Félix Barrera, Rolando Quiroga, José Luis Cassis, entre muchos más.
CUANDO EL ARTE ES INTEGRIDAD
En el cénit de su evolución creativa, Tino Lozada ha dado vida a un personaje que en sí mismo es una obra de arte, un patrimonio educativo, una reserva moral y una semilla comunicacional. El Abuelito Tino.
El Abuelito Tino surgió como un programa radial en los años sesenta, cuando el actor no había cumplido aún los 30 años, una vez que La Familia Pérez descollaba en las tablas con su gracioso Jhony Taicons. Era muy joven para encarnar a un anciano dedicado a conquistar “nietecitos” mediante la onda radial, lo cual ponía en evidencia su calidad humana al decidir poner su talento de imitador de voces al servicio de la educación de los niños.
El éxito del Abuelito Tino radiofónico, muy pronto derivó en el fenómeno de masas del Abuelito Tino televisivo, cuando el actor fue invitado para adaptar su programa a un formato audiovisual convirtiéndose en el primer programa de producción nacional que fue emitido en la inauguración del canal 7, Televisión Boliviana, propiedad estatal. Al mismo tiempo, el Abuelito Tino fue el primer programa infantil en la historia televisiva del país.
El programa tenía un contenido eminentemente pedagógico, se convirtió en una herramienta del sistema escolar, alumnos y docentes de los establecimientos educativos participaban de la programación en forma protagónica. También era un semillero de talentos artísticos ocultos entre la muchedumbre estudiantil…
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