Data: septiembre 14, 2023 | 11:35
COCHABAMBA, LUGAR DE ADORACIONES | Una investigación publicada en 2001 por el periodista Wilson García Mérida, estableció que la identificación del valle cochabambino con el vocablo “llajta” (o “llacta”) se remonta a los tiempos del inca Huayna Cápac…

¿QUÉ SIGNIFICA “LLAJTA”?

Cochabamba fue lugar encuentro entre las antiguas deidades matriarcales puquina-aymaras con el Inti quechua. Fue también una fortaleza militar de la expansión incaica y un centro productivo donde regía el culto a la fertilidad. Todo eso es una Llacta. | Fotomontaje Sol de Pando

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© Redacción Sol de Pando | Servicio Informativo Datos & Análisis

Llacta significaría para Cochabamba, en el contexto fundacional de Huayna Cápac, algo así como el santuario territorial de los dioses locales (‘huacas’) que gobiernan sobre esta tierra, incluidos los ayllus devotos que los adoran bajo la cotidianidad de la fertilidad agrícola”, escribió el periodista Wilson García Mérida dentro el ensayo “En los umbrales del horizonte utópico” compilado en su libro “Historia del Milagro” (Ed. Los Tiempos, 2001).

Según aquella definición del investigador cochabambino, una “Llacta” es un complejo espacio sacral, militar y productivo. “La expansión incaica, quechua, fue un proceso de conquista sobre los pueblos puquina-aymaras del Collasuyo que combinó la persuasión de las armas con el consenso religioso y la abundancia productiva, especialmente maicera”, dice García Mérida.

Cochabamba fue el lugar de un encuentro estratégico entre las antiguas deidades matriarcales puquina-aymaras con el dios Inti quechua —un pacto entre el politeísmo comunitario y el monoteísmo estatal, en el proyecto de un singular Estado Comunitario frustrado por la irrupción europea—, y en este punto el inca Huayna Cápac estableció su ‘sede’ para consolidar administrativamente la obra expansiva de su abuelo Pachacutec y su padre Tupac Yupanki, buscando luego llegar a Moxos y a las tierras chiriguanas. Entonces, Cochabamba fue también una fortaleza militar cuyo ejército era alimentado con una intensa producción agrícola, arando en los ayllus que eran al mismo tiempo centros ceremoniales del culto a la fertilidad; todo eso es una Llacta”, sostiene el periodista.

El Jazz de la Llacta | VIDEO

El eco ancestral del perpetuo vocablo

Aquella definición de García Mérida se relaciona con su hallazgo —también descrito en el libro Historia del Milagro— sobre el origen precolombino de la Virgen de Urkupiña, que resulta ser el sincretismo católico del culto puquina-aymara a una antigua diosa de la fertilidad, propiciado en tiempos de Huayna Cápac. “Urkupiña era una huaca muy importante en esta Llacta, a su alrededor se instalaron enormes silos de almacenamiento de maíz para alimentar a las tropas y a los mitimaes del Inca, y era un lugar de peregrinación de miles de llameros puquinas que bajaban desde las punas de Tapacarí y Paria para celebrar el inicio de la siembra, en agosto”, afirma el autor.

El periodista investigador sustenta su tesis en varios conceptos que desarrolló el filólogo y quechuista francés Gerald Taylor en torno a la palabra “llacta”, vocablo que aparece con distintas acepciones en el célebre Manuscrito de Huarochiri.

En una gran mayoría de textos académicos contemporáneos, así como en los manuscritos coloniales, se lee la palabra “llacta”, no “llajta”; esta última es peculiar del habla mestizada del cochabambino actual.

En la castellanización de vocablos originarios que provienen del quechua, el aymara o el puquina, no hay normas establecidas que definan sus maneras ortográficas y gramaticales, por el simple hecho de que las lenguas andinas no se escribían sino se transmitían por la tradición oral. La castellanización escrita de estas lenguas es por tanto convencional y casi siempre arbitraria”, dice García Mérida.

Así, el vocablo “llacta”  —tal como figura en todos los textos antiguos y en modernos estudios antropológicos y etnolinguísticos— en Cochabamba se dice “llajta”, voz suavizada por el señorío hispano-urbano de esta localidad fundada por Huayna Cápac. “Llacta” resulta más cercana a la fonética quechua-aymara-puquina, “pues así la pronunciaban los incas y sus súbditos según las crónicas de Guaman Poma de Ayala”, concluye García Mérida.

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