Data: diciembre 25, 2025 | 13:24
SINCRETISMO EN EL VALLE DE COCHABAMBA | En diciembre de 1918, el río Huateka se desbordó abrupta y letalmente. El pueblo atribuyó la tragedia a un castigo de Jesús que caminaba con apariencia de un mendigo anciano y había sido maltratado por los lugareños. La historia es idéntica a una leyenda del dios Huiracocha que se remonta al Tiahuanaco…

EL DÍA EN QUE JESUCRISTO INUNDÓ TAPACARÍ

Los periódicos de la ciudad, como El Heraldo, dieron la noticia con cierto retraso. Accedimos a las crónicas del caso, escudriñando en la Hemeroteca Municipal de Cochabamba. | Foto Sol de Pando

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© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando

1918 fue un año particularmente lluvioso en Cochabamba. Aquel año aconteció uno de los episodios más catastróficos del fenómeno de El Niño, después de varios siglos. Era el mismo año en que había estallado la gran pandemia del siglo XX llamada Gripe Española, asolando al planeta en plena Primera Guerra Mundial. 1918 fue el año de una gran anomalía global: Un disturbio climático trajo la peste universal; y una crisis de conciencia entre los hombres que gobernaban al mundo puso a la humanidad al borde de su auto-extinción.

A la media noche del 6 de diciembre de 1918, cuando todos dormían, después de un día con radiante sol, una abrupta tormenta de lluvia desbordó el caudaloso río Huateka hasta inundar el pueblo de Tapacarí, destruyendo casas y causando decenas de muertes.

Los periódicos de la ciudad dieron la noticia con cierto retraso. Accedimos a las crónicas del caso, escudriñando en la Hemeroteca Municipal de Cochabamba.

En su edición del 11 de diciembre de 1918, El Ferrocarril transcribió un informe que el Agente Fiscal de Tapacarí había dirigido al Prefecto del Departamento. En partes del reporte se lee lo siguiente:

“Tengo a bien detallarle la horrible catástrofe sucedida la noche del 6.

La tarde del indicado día se presentó serena; a horas 7pm comenzaron a aparecer pequeñas nubecillas oscuras; a horas 9 poco más o menos se divisó en las cabeceras del río Huateka una nube negra, a horas 11 comenzó la tempestad con truenos estruendosos, habiendo durado hasta la una y media. La inundación comenzó a horas 12 y cuarto, rompiendo el reparo en tres partes.

La primera rotura se produjo en la mitad del reparo al Oeste de la plaza inundando todas las casas que se encuentran al Sud del templo, y destruyendo completamente las casas comerciales de Tomás Hinojosa, Damiana Vargas, la sucursal de la señora Costa Durán, la pulpería que se hallaba en la acera Oeste de la plaza. La  segunda rotura de muy poca consideración se había verificado a distancia de unos 30 metros de la primera y que no ha debido causar ninguna pérdida de consideración. La tercera se produjo con la misma cabecera del reparo, o sea al Noroeste de la población y que fue la que inundó más de la mitad del pueblo entrando a las casas.

Las pérdidas son incalculables, los cadáveres, los materiales de construcción de las casas destruidas, mercaderías, artículos de abarrotes y animales se han encontrado diseminados en toda la Quebrada hasta una distancia de cuatro leguas, sin contar los muchos objetos que han podido pasar a Parotani. Han quedado sumidos en el dolor más profundo la mayor parte de las familias, existiendo personas que no tienen abrigo que ponerse ni pan que comer, pues, es imposible traducir los sentimientos de tristeza que se notan en cada uno de los vecinos, porque el que más o el que menos, si no ha perdido a toda su familia y sus bienes, como ha pasado con el notario Zenón Aliendre, Tomás Hinojosa y otros siquiera han sufrido la pérdida de algún pariente, la destrucción de sus casas, de sus sementeras, o algunos objetos de su propiedad.

Los cadáveres recogidos el día 7 alcanzan a 36, correspondiendo a los siguientes nombres: Damiana Vargas, Mica Vargas, Francisca A. de Aliendre, María Aliendre, Julio Aliendre, Francisca Sevillano. Felicidad Argote, Sofía Argote, Olimpia Marañón, Carmen Fernández, Úrsula Fernández, José Tapia, Domitila Guzmán, Paulina Guzmán, Amelia de La Fuente, Ema de La Fuente, Tráncito de la Fuente, Marcian de La Fuente, Margarita Sejas, Efrocina Rueda, Gregoria Rueda G., Mercedes Castro, Lucas Arce, Domingo Arce, Eusebio Condori, Pablo Hinojosa, Walter N., Lucia Barrionuevo, Lucio Soto, Rosa Sejas, Isabel Rodríguez, Domitila Fuentes, NN (indio).

Ruego quiera mandar fondos para proteger a las víctimas, indicando para los efectos de la contabilidad del tesoro la forma del presupuesto que sería subsanado inmediatamente por el próximo correo.

También le insinúo quiera mandar un piquete para recoger algunos objetos que han sido encontrados por los indios de la Quebrada y que se resisten entregar, haciéndose en esta completamente nugatoria la acción de la Policía; puesto que el Intendente que también desempeña el cargo de Subprefecto accidental, por licencia del titular, poco o nada se preocupa, y los dos últimos gendarmes que tiene son también inútiles para el objetivo mencionado.

En espera de sus órdenes, lo saludo y me suscribo atento servidor

G. Revollo”.

Ese mismo día, El Heraldo, informó:

“Damos la sensible y dolorosa noticia, que ha entristecido a más de un corazón, de la terrible catástrofe que el viernes pasado sucedió en el pintoresco pueblo de Tapacarí.

El torrentoso río Huateka, la continua amenaza de este progresista pueblo, ha salido de los límites que la naturaleza le señalara, invadiendo una extensa región de Tapacarí y arrastrando en sus turbias y torrentosas aguas a más de 200 habitantes, de los que han perecido 38 entre ancianos, mujeres y niños.

Sepultadas entre los escombros de sus viviendas, han desaparecido para siempre cinco familias completas, sin que siquiera se hayan dado cuenta del inmenso peligro. Otras han quedado truncas, existiendo muchos padres sin hijos y varios hijos sin sus padres,

En desastre en más de la mitad del pueblo ha sido completo. El aspecto que presenta es desolador y triste.

No puede haber auxilio oportuno ni siquiera pequeño, por razón de que la catástrofe sorprendió a todos en momentos de profundo sueño.

Por nuestro órgano imploramos a las diferentes sociedades de caridad, al comercio y al pueblo en general, se levante inmediatamente una suscripción para enviar socorro a cientos de personas que a consecuencia del desastre del viernes, están en la calle, sin hogar y faltos de alimento. No dudamos que nuestra sociedad responderá al llamado que se hace con un fin altamente cristiano.

Seguiremos dando detalles”.

Según explica el arquitecto Carlos Aliendre Lafuente, aquel desborde del río Huateka fue tan drástico que modificó radicalmente el damero urbano del pueblo, y el área destruida por la inundación se convirtió en una “playa” desierta.

Doña Albina Lafuente de Aliendre recordaba el relato que le contó su abuela, acerca del desconocido mendigo que pasó por Tapacarí el día festivo en que se produjo la devastadora inundación. «Se dieron cuenta que era el Señor Jesús porque tenía puesta una capa blanca», narró. | Fotomontaje Sol de Pando

EL RELATO DEL JESÚS MENDIGO EN TAPACARÍ

Después de aquella catástrofe, Tapacarí nunca más lució el esplendor que había heredado del Incanato y la Colonia. La tragedia golpeó la conciencia de sus habitantes y en el imaginario popular —buscando una explicación desde la fe religiosa— resurgió una leyenda propia del Tiahuanaco, relacionada con el dios Huiracocha, pero el protagonista no era la antigua deidad andina sino el Dios Cristiano, Jesucristo.

La entidad divina bajaba del cielo en día de fiesta, con apariencia de un mendigo anciano y andrajoso, pidiendo comida y cobijo en las casas para poner a prueba la calidad humana de los devotos. Si eran buenos con él, los bendecía con abundantes cosechas y mucha fertilidad, si lo maltrataban, los castigaba con desastres como sequías, hambrunas e inundaciones. Y eso exactamente fue lo que sucedió en Tapacarí, el 6 de diciembre de 1918.

La leyenda pervive en la tradición oral. Entre varios testimonios, con la colaboración de sus hijos Carlos y Romer y su nieto Vladimir que grabaron su voz el 20 de agosto de 2021, hemos recogido la versión de doña Albina Lafuente de Aliendre, quien a sus 91 años recordaba aquella historia que le había contado su abuela:

“Yo tendría unos ocho años… un día en que llovía mi abuela se puso a recordar esa inundación diciendo que un señor, ya de edad, caminaba casa por casa pidiéndose, y nadie le daba importancia… dice que era el Señor Jesús. Si mal no recuerdo, mi abuela dijo que ese día era la fiesta de Santa Bárbara, en diciembre. De por sí dicen que apareció… Nadie le conocía, por eso es que no le daban importancia. Y como no le dieron ni un plato de comida, ha ocurrido esa inundación. Después desapareció y todos dijeron que ese hombre mendigo era el Señor Jesús, se dieron cuenta porque tenía puesta una capa blanca”.

Otro testimonio muy parecido nos brindó el periodista Nicolás Torrez Velasco. Hace un par de décadas conducía el programa televisivo “La hora de las provincias” en un canal de Cochabamba. Recuerda haber entrevistado entonces a una lúcida ancianita llamada Agustina Herbas, quien dio su propia versión del mito del Dios Mendigo. El acucioso periodista rememoró el relato:

“Era la fiesta de Santa Bárbara, 1918. Pasado el mediodía se presenta un anciano andrajoso y desgreñado. La señora Agustina Herbas cuenta que el mendigo empieza a pedir limosna a la gente que estaba en la fiesta, muchos de ellos con desprecio empujan al anciano y lo sacan de la fiesta. En ese instante, una mujer humilde cargando su wawa se acerca al anciano y observa que de sus fosas nasales colgaba moco congelado, inmediatamente se dispone a limpiarlo con su mandil y tal fue la sorpresa de la humilde mujer al ver que el moco que limpió se había convertido en oro puro y el anciano andrajoso, que era Jesús, se perdió en el instante.

Siguiendo la narración de doña Agustina, en horas de la tarde el sol desapareció abruptamente comenzando una tempestad con granizadas y lluvia torrencial, y al anochecer el rio Huateka arrasa a la población con mazmorra haciendo desaparecer el pueblo de Tapacarí, que tardaría décadas en reconstruirse. Era el castigo por el desprecio con que habían tratado a Jesús Mendigo en aquella fiesta”.

Hemos recogido un tercer testimonio con el relato del profesor Félix Angulo Deza, registrado en un documental de la televisión universitaria el 16 de octubre de 2013:

Había llegado un pobre mendigo, una noche de esas; nadie le quería dar caridad, nadie le quería alojar. Entonces el hombre, al que le ha dado algo, le había dicho: ‘Usted váyase allí arriba, al cerro, esta noche va a desaparecer el pueblo’. Pero no le han obedecido; y en la noche, como estaba le cielo despejado, inmediatamente se había nublado, y empezaron los rayos, y empezó a llegar el río Huateka, se lo arrastró todo”.

El periodista Nicolás Torrez Velasco, que dirigía el programa televisivo «La hora de las provincias», recuerda haber entrevistado a una lúcida ancianita llamada Agustina Herbas, quien dio su versión de lo acontecido aquel 6 de diciembre de 1918. | Fotomontaje Sol de Pando

LA LEYENDA DE HUIRACOCHA QUE DATA DE 1608

No era la primera vez que un ser divino con forma humana de mendigo, bajó a la tierra para poner a prueba la bondad de los hombres.

En el capítulo 2 del manuscrito de Huarochirí, el cura Francisco de Ávila escribió en 1608 que el dios Huiracocha —que  había creado el Imperio del Tiahuanaco en el origen del Tiempo— andaba por los ayllus del Inca haciendo lo mismo que había hecho el Jesús Mendigo en 1918:

“Dicen que en tiempos muy antiguos, Cuniraya Huiracocha, tomando la apariencia de un hombre muy pobre, se paseaba con su capa y su túnica hechas harapos. Sin reconocerlo, algunos hombres, lo trataban de mendigo piojoso. Ahora bien, este hombre animaba a todas las comunidades. Con su sola palabra preparaba el terreno para las chacras y fructificaba las sementeras. Con sólo arrojar una flor de un cañaveral llamado ‘phuphuna’, abría una acequia desde su fuente. Así, realizando toda clase de hazañas, andaba humillando a los demás huacas locales con su saber…”.

Aquel relato continúa con una escena, en el mismo capítulo 2 del manuscrito de Huarochirí, según la cual Cuniraya Huiracocha  se enamora de una doncella muy bella llamada Kawillaca. Al no poder poseerla, la fecunda haciendo caer el fruto de un árbol de lúcumo bajo cuyas ramas ella tejía. Cuando nace el bebé, Kawillaca convoca a los todos dioses para que reconozcan al hijo, y ahí estaba Cuniraya con sus harapos de viejo mendigo. Es el niño quien reconoce al padre, se acerca a Huiracocha gateando; pero Kawillaca al ver la apariencia deplorable del progenitor, toma a su hijo en brazos, se mete en un cuerpo de agua y se petrifica. A partir de ello, Cuniraya ordena a sus devotos rendir culto a su diosa amada, con su niño en brazos, ofrendándola con una competencia de llamas cerreras. Ese culto es ahora la fiesta de Urkupiña.

Tal, el poder del Sincretismo en nuestra “Llacta” de Cochabamba.

__________

Fragmento del libro, inédito, “Huiracocha y Kawillaca: Dualidad y sincretismo en el horizonte utópico”. Investigación del periodista Wilson García Mérida. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización del autor.


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