HALLAZGO ARQUEOLÓGICO AL CONSTRUIR UNA CARRETERA | En la amazonia de Moxos se descubrieron collares elaborados, en tiempos del imperio tiahuanacota, con sodalita extraída en una cantera de Ayopaya, Cochabamba. Tras dos años, no se informa sobre la datación precisa realizada en la Universidad de Berkeley…

EL IMPERIO DE TIAHUANACO FUE TAMBIÉN AMAZÓNICO

Los hallazgos al construir la carretera contienen urnas funerarias y restos óseos de cinco mujeres amazónicas que vivieron hace 1.500 años; junto a fitolitos de cacao, yuca y motacú. Además 25.000 fragmentos de diversas cerámicas estratificadas en 88 puntos excavados. | Fotomontaje Sol de Pando

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© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando | Servicio Informativo Datos & Análisis

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Hallazgos arqueológicos que se han producido durante la reciente década en la región de Moxos, Bolivia, arrojaron evidencias inequívocas de que los antiguos pueblos amazónicos y andinos compartían técnicas y hábitos en un escenario de constante interacción. Los descubrimientos de Casarabe, cerca a Trinidad, la capital del Beni, establecieron la existencia de estructuras urbanas basadas en terraplenes y montículos artificiales para el desarrollo agrícola y ritual, similares a los “kollus” o “mounds” hallados en antiguos territorios del Collasuyo, especialmente en Cochabamba y Oruro, que se habían formado durante el esplendor de las culturas puquina-uru-chipaya-aymara (tiahuanacotas), anterior a los incas quechuas.

En julio del 2022, los arqueólogos Delfor Ulloa Vidaurre y Róger Cossío Carrillo anunciaron el descubrimiento de un yacimiento compuesto por 38 sitios arqueológicos sobre una carretera en construcción entre los municipios San Ignacio de Moxos y San Borja, cuya data coincide con el periodo imperial tiahuanacota, estimativamente entre los siglos V y XIII de nuestra era.

Las excavaciones a lo largo de la obra vial, arrojaron un enorme tesoro patrimonial consistente en urnas funerarias con restos óseos de cinco jóvenes de sexo femenino, unos 25.000 fragmentos cerámicos de diverso estilo y uso, incluyendo una estatuilla antropomorfa, además vestigios fitolíticos referentes a plantas de cacao, yuca y motacú cultivadas en aquella época.

Entre las piezas encontradas, se registraron unos collares de adorno elaborados con sodalita obtenida en el Cerro Sapo, una cantera ubicada en la provincia Ayopaya, en el valle de Cochabamba. Ese dato es altamente revelador. “Indica cómo los habitantes de esa época se movían fluidamente en distintos pisos ecológicos”, dijo Róger Cossío.

Según Cossío, el hallazgo abarca un periodo de 900 años, del 500 al 1400 de nuestra era. Su colega Delfor Ulloa estableció un lapso de 800 años, entre el 400 y el 1200 de nuestra era. La discrepancia se origina en las pruebas de carbono 14 realizadas preliminarmente en capas geológicas diversas del yacimiento. Se informó que el Ministerio de Culturas envió muestras de los diferentes sedimentos a la Universidad de Berkeley, para obtener dataciones más precisas sobre los distintos periodos visualizados en cada nivel.

Han transcurrido dos años del descubrimiento, y aún se desconocen los resultados de los estudios de carbono 14 encomendados a la universidad norteamericana.

EL EVIDENTE NEXO ANDINO AMAZÓNICO EN EL ACRE

En las vestimentas de los indígenas acreanos aparecen textiles con características aymaras, tal como se mostró este patriarca de la aldea Mutún, municipio de Tarauacá. | Foto Sergio Viale

Adentrarse en los pueblos indígenas del Acre, en el extremo oeste de la Amazonia brasileña, deja percibir que —en su remota antigüedad— estos pueblos formaron parte de una civilización donde las categorías de lo andino y lo amazónico no tenían las fronteras mentales que hoy las separan. Todo indica que eran parte integral de Tiahuanaco, el imperio politeísta que había florecido desde su fase estatal tres siglos después de Cristo, en los alrededores del lago Titicaca.

Pueblos indígenas del Acre como los Huni Kuin, Yawanawa, Kaxinawa, Yaminawa, Katicuna o los Machineri ocupan este territorio que antes perteneció a Bolivia, y actualmente su cercanía con el Perú, especialmente los que habitan dentro el municipio acreano de Tarauacá, los mantiene al día en contacto con los aymaras y quechuas que transitan en el lado peruano del Acre.

En las vestimentas de los indígenas acreanos aparecen textiles con características aymaras, confeccionados con lana procedente del Perú y de origen camélido sin duda. Gorros con orejeras y ponchos parecidos a  los que usan los indígenas altiplánicos de Perú y Bolivia, son elaborados por los Yaminawa, por ejemplo, para protegerse de la corriente polar que congela el bosque amazónico en los días del Friaje. El fotógrafo Sergio Viale registró una  imagen elocuente en la aldea Mutún, en Tarauacá.

Otra presencia andina inobjetable en la cultura amazónica del Acre, es el uso cada vez más frecuente del charango en la música chamánica, que los jóvenes artistas indígenas traen o hacen traer del Perú.

Los chamanes del rapé y el charango | VIDEO

TRAS LAS HUELLAS GENÉTICAS

Otra evidencia significativa del componente andino-amazónico de Tiahuanaco, fue aportado recientemente por científicos polacos del Centro de Estudios Andinos de la Universidad de Varsovia. Danijela Popović y Mariusz Ziolkowski descubrieron presencia genética de habitantes amazónicos en una zona andina del Perú, durante el remoto Tiahuanaco.

Aquella investigación fue reseñada en un artículo publicado por la revista Science Advances, que National Geographic reprodujo en octubre de 2021.

Descubrimos la presencia de gente recién llegada del sur de Perú, e incluso de un individuo procedente de la cuenca del Amazonas. Este último fue sacrificado”, explicó la genetista Danijela Popović. Estudios de los restos de otras dos personas tiahuanacotas, prueban que también tuvieron ancestros originarios de la Amazonia.

Esta es una información interesante, porque hasta el momento no se sabía si los artefactos asociados con la región amazónica —como un collar de dientes de jaguar—, sólo indicaban comercio o también la presencia de personas de aquella zona”, comentó el antropólogo Mariusz Ziolkowski.

Los tiahuanacotas lograron establecer una interacción fluida entre los habitantes de las montañas nevadas y de las selvas tropicales, que eran los pisos ecológicos de una sola cadena geográfica. | Foto Sergio Vale

TEORÍAS SOBRE LA EXTINCIÓN DE LA CIVILIZACIÓN TIAHUANACOTA

Los investigadores polacos sostienen una hipótesis sugestiva acerca de la extinción de la civilización tiahuanacota, uno de los grandes misterios en la historia universal que se perdió en el silencio de los tiempos. Descartan la posible consecuencia de un catastrófico cambio climático, y se inclinan más bien por una eclosión social plagada de sacrificios humanos.

La posibilidad de que una sequía de décadas haya causado la desintegración del sistema agrícola en la llanura aluvial, es rechazada por Popović y Ziolkowski; se trata de una teoría “demasiado simple y ambientalmente determinista”, observan. Según los académicos polacos, un estudio reciente en Tiahuanaco “reveló que los campos todavía estaban cultivados”.

Indicios arqueológicos apuntan a una revolución social que hundió a las élites tiahuanacotas en la fase decadente del poder imperial. Esta deducción podría extraerse al observarse “la destrucción intencional de ciertos templos”, según el profesor Ziolkowski. Más adelante en la historia del imperio, “es posible que el surgimiento de una nueva élite social haya causado el colapso del imperio, evidenciado por el repentino aumento e intensificación de los rituales de sacrificios humanos”.

En la Teoría del Pachacuti, en todo caso, ambas tesis son complementarias.

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