REDES SOCIALES: LA VIDA EN CRISIS
© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando en Brasilia© Traducción del texto original en portugués: Wilson García Mérida
La tragedia no pudo haber sido más al estilo griego: Los esposos muriendo con las manos agarradas, como significando que ni la muerte les podrá separar, a pesar del suicidio acordado entre ellos como un último acto de amor en sus destruídas vidas, después del cyber suicidio perpetrado por la hija de ambos. Suicidio contra suicidio.
Ni Esquilo ni Sófocles habrían concebido un cuadro tal, con sus clásicos héroes de tragedia —un hombre y una mujer llegados del Estado Pará, el subteniente del Ejército brasileño Marcio Brito Borges y la enfermera Claudineia Borges— tomándose de las manos y apretándolas con toda la fuerza del suspiro final, al momento de dejarse caer con la soga en el cuello, a la una de la tarde del viernes. Fue así cómo su hija Bruna se había suicidado dos días antes, a las cinco de la tarde del miércoles, en ese mismo garage, con la diferencia de que Bruna transmitió su muerte en vivo y directo, desde la cámara de video del Instagram activada en su celular; minutos antes había anunciado su muerte en el muro de su Facebook.
Aquel garage de una casa ubicada sobre la calle Don Bosco del barrio Bosque, en Rio Branco, fue el lugar de esa tragedia que estremeció a todo el Estado do Acre, generando grandes titulares en la prensa nacional. El barrio Bosque es una de las zonas más apacibles y bien provistas de la capital acreana. Aquí habita una clase media rio-branquense culta y laboriosa. Personalidades como Merica, ídolo popular del fútbol acreano en los años noventa, son representativos del paisaje humano en este hermoso barrio con nombre de aldea forestal. Aquí habitan también los miembros del Ejército brasileño que ocupan la llamada Villa Militar, donde vivia la familia Borges. La tragedia que protagonizaron en sorprendentes episodios sucesivos, hicieron del barrio Bosque un foco de tristeza colectiva en toda la urbe y sus entornos en las estradas del Acre. Los vecinos, como buenos aldeanos, no hablan con nadie mientras hacen respetuosa vigilia en las pueirtas del fatídico garage, reserváindose sus comentarios o juicios de valor —o todo lo que saben— para la intimidad de sus hogares.
Sin embargo en las redes sociales, la tragedia fue el show “viral” de la semana.
Los héroes trágicos y el corifeo de las gorgonas digitales
“Estudiante transmite suicidio en vivo en la red social”, “Suicidio en vivo – Antes de matarse estudiante dijo que quiere ser libre y feliz“, eran algunos de los titulares de la prensa acreana que, como todo el periodismo en el mundo contemporáneo, tiene en las redes sociales (Facebook, Twitter, WhatsApp, Instagram o YouTube) sus fuentes primarias de noticias de nueva generación. Sin embargo en este caso las fuentes fueron, además, el escenario de una tragedia griega con sus actores virtuales, pero horrendamente reales. Los periódicos reflejaron los hechos tal cual, mientras las redes sociales proyectaron la teatralización masiva de una desvalorización de la vida humana y una consagración de la muerte como espectáculo circense.
Estamos asistiendo al surgimento de una generación que va construyendo una cruel realidad en las redes sociales, donde la prodigiosa revolución tecnológica del Internet va chocando con una retrógrada involución ética, moral e intelectual fruto de la crisis estructural en la sociedad actual, en un mundo donde ISIS decapita en nombre de Alá, lo mismo que el cartel de Sinaloa en nombre de la cocaína. En un mundo donde la corrupción y el abuso poder pudren la sangre y enturbian el pensamiento. Y todo eso “posteado” y “viralizado” en las redes digitales. Ya no es solamente una crisis social, política, económica y moral. Esta es la crisis de la vida misma, de su concepto humano, más allá de las calles y los hogares, en una dimensión aún desconocida pero cotidiana ya.
Nuestros hijos están atrapados —en total “soledad asistida”— dentro esa deprimente trampa llamada redes sociales. Ahí es donde Bruna Borges, alejada de sus padres aunque vivía con ellos bajo un mismo techo, halló como lo más normal del mundo desfogar su crisis de angustia —que a lo mejor fue algo fugaz— en la “biografia” de su Facebook, “posteando” en el muro un anuncio de su muerte (“¿Ya han visto a alguien morir en vivo?”) y luego ahorcarse ante la cámara del Instagram.
Pero además de los héroes trágicos, los Borges, en esta tragedia griega no pueden faltar las arpías y las gorgonas, sin cuyo corifeo perverso las redes sociales no podrían tener el éxito que tienen en el cyber-espacio, cual Hades del siglo XXI. La inocente joven dio su vida para saciar la sed mórbida de aquella plaga de predadores cibernautas que, sueltos de cuerpo, son jueces y verdugos de vulnerables honras y vidas privadas que caen en este pozo de infortunio virtual. Hablando de ellos, Humberto Eco escribió:
«Las redes sociales les dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados; pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles».
Dilemas éticos que quedan después del cyber suicidio
El suicidio como tal es materia de una reflexión intensa en círculos intelectuales del Estado do Acre, debido a la prevalencia del fenómeno en esta región del Brasil; pero un “cyber suicidio” como el que protagonizó la hermosa joven Bruna Borges, y el gran impacto público que el hecho alcanzó, no era algo previsto en la mente de nadie. Los últimos “posteos” que Bruna dejó en el muro de su Facebook antes de morir, tuvieron miles de compartidas, “likes” y “reacciones”, y otros tantos miles de “comentarios”, piadosos y afectuosos unos, condenatorios e injuriosos otros, y muchos de ellos cargados de frívolo e irrespetuoso morbo.
“Ya existe un batallón de gente asquerosa haciendo mil hilvanaciones sobre la tragedia que envolvió a una joven y sus padres” —protestaba el periodista Altino Machado—. “Son mensajes que les ofenden estando muertos. Como yo no conocí a esa familia, es mi deber no comentar la decisión de ella ni mucho menos juzgarla. Corresponde a la policía realizar la investigación del caso, incluyendo la eventualidad de que se hubiera cometido un crimen”.
“Esa información debería ser canalizada en un tono mucho más reflexivo de lo que es un simple hecho en si, o sea el suicidio”, comentó por su parte el periodista Luciano Tavares al observar la labor de sus colegas de la prensa local, y remarcó: “sinceramente, ¿saben lo que me molesta? Esa sed que tienen las personas por tener acceso al video del suicidio”.
Efectivamente, entre más de 15.000 “comentarios” al último posteo de Bruna, hallamos la siguiente conversación que es muy similiar a muchas otras de ese mismo tono:
Un muchacho escribe pidiendo le ayuden a conseguir el video del suicidio: —“Dónde tendrán ese video?” Y genera las siguientes respuestas: —“Yo también quiero”, decía otro muchacho. —“Pero ese video ya no está disponible. En el Instagram los videos emitidos en vivo se borran automáticamente una vez que termina la transmisión”, aclara una muchacha que parece experta en la materia. —“Ah, entendi. Gracias”, reponde el solicitante. —“Creo que alguien grabó, pues escuché que lo están compartiendo” agrega otra chica asistente al “velorio digital” de Bruna, y un cuarto “condoliente” remata: —“El vídeo sólo se salva si la persona que transmite quiere archivarlo. Pero como ella murió, no tuvo ocasión de salvarlo y se me hace que el video se ha borrado cuando terminó la transmisión”.
Esta irrupción masiva tan impertinente a un espacio reservado normalmente para el duelo familiar en un ámbito estrictamente privado, podría haber sido la causa por la cual los padres de Bruna enfrentaron un cuadro de angustia sobrecargada que les llevó a la determinación de suicidarse ellos también, en el mismo garage, pero de un modo más discreto y en la intimidad, dejando cartas póstumas personales dirigidas a sus familiares más estrechos.
Al sentimento de culpa por dejar a la hija divagando con su soledad en los sinuosos laberintos de las redes sociales, se agregó el efecto devastador de un cyber suicidio pasional que terminó desencadenando una onda larga suicida que, incluso, alcanzó al mismo enamorado de la joven —al parecer el eslabón perdido en esta tragedia griega—, quien también intentó suicidarse después de eliminar su cuenta de Facebook, ingiriendo un veneno en las últimas horas; pero el muchacho fue salvado a tiempo por sus padres.
El escritor y promotor cultural acreano Isaac Melo, expresó la sensación de que “todos nosotros estamos muertos con esa familia. Muertos por la incomprensión, por el odio, por la insensibilidad”.
Las estadísticas del suicidio en el Acre y el resto del Brasil
Estadísticas oficiales señalan que el Estado do Acre registra una prevalencia de suicidios entre jovenes y adolescentes, mayor al promedio en todo el Brasil. A nivel nacional, la tasa de suicidios en la población de 15 a 29 años subió de 5,1 por 100 mil habitantes en 2002, a 5,6 en 2014, es decir un increnento de casi el 10%, según el Mapa de Violencia 2017. En el Estado do Acre la tasa es de 5,8.
Según el Núcleo de Prevención contra el Suicidio del Hospital de Urgencias de Rio Branco (Huerb), en el año 2015, sólo en la capital, se registraron 180 tentativas de suicidio y 32 casos consumados con muerte por suicidio. En 2016 se dieron 141 tentativas y 26 muertes. Este año 2017 el Huerb atendió 50 tentativas y registró siete muertes hasta abril, cuando el periodista Marcio Souza publicó estos datos en el periódico AC-24Horas, sin contar los recientes casos de la familia Borges.
Sin embargo la situación del Acre, no obstante la prevalencia mayor al promedio nacional, es parte integral de una problemática creciente en todo el Brasil. Vayamos por esta comparación: unos grados más o menos de baja temperatura en uno u otro Estado, no hace que el clima sea distinto. El invierno es invierno para todo el país. El suicidio también. Durante un diálogo entre los periodistas Altino Machado y Carlos Wagner, el colega gaúcho explicó lo siguiente al acreano: “En Rio Grande do Sul, especialmente la región de donde vengo (el Valle del Rio Parto), el suicidio es una epidemia…”.
Esa epidemia tiene características regionales, pero es la misma enfermedad nacional.
La causa principal de las muertes auto infringidas es la depresión; pero la causa de la depresión es diversa y compleja. En general, la crisis económica es el factor que desencadena tendencias suicidas, o por lo menos genera debilidades y vulnerabilidades físicas y morales, individuales y coletivas.
El padre Massimo Lombardi ante la asesina Ballena Azul
Durante las crisis, el aprecio por la vida y por la dignidad de las personas tende a perder la esencia de su valor, inclusive cultural. Es creciente el número de niños y adolescentes que se suicidan, generalmente por causas sentimentales o muy subjetivas. Es el síndrome del joven Werther, personaje de una clásica novela de Goethe que se quita la vida por causa de una decepción amorosa. Versiones modernas de Werther en el cine y la TV, y ahora también en las redes sociales, pusieron “de moda” a idea que que “morir por amor” es un acto heroico y romántico. Esta tendencia está incorporando a menores de edad cada vez más numerosos en la población potencialmente suicida. Se trata de una generación sin una debida educación para el apego a la vida.
En abril de este año, tanto en el Estado do Acre como en otras regiones del Brasil explotó una onda suicida con el juego viral de la “Ballena Azul” en las redes sociales, Facebook y WhatsApp principalmente. Niños en edad escolar fueron manipulados mental e psicológicamente por delincuentes “hackers” que desarrollaban actividades de extorsión mediante “desafios” en red, induciendo a los niños infringirse heridas hasta morir inclusive, o asesinar a otros niños. Las víctimas, en Acre, Rio de Janeiro, Minas Gerias y Pará, oscilaban entre 10 y 16 años de edad.
La Diósesis de Rio Branco, mediante el prestigioso sacerdote Massimo Lombardi, moviilizó a los padres de familia organizándoles para asumir control sobre el acceso de sus hijos a las redes sociales, mientras la Policía procuraba desbaratar la banda criminal que generaba esa escalada suicida entre la niñez. “El joven se entrega a la Ballena Azul porque perdió sus ideales. Un joven normal, que tiene ideales, no se va a entregar a una facción criminal, o a la Ballena Azul. Falta ideales. Cuando una persona pierde el ideal para vivir, y el respeto a sus propios padres, se entrega a las drogas, se hace vulnerable. Falta orientación. A veces se siente decepcionado con la religión, con la política, con la escuela”, reflexionó el sacerdote, invocando un retorno a la Fé en los ideales éticos del cristianismo “para recuperar el gusto por la vida”.
En un artículo escrito por la prestigiosa pediatra y psicóloga brasileña Ana Escobar en el periódico O Globo, el 24 de abril de este año (cuando se producían los ataques de la “Ballena Azul), la científica afirma que las redes sociales vienen suplantando el rol de los padres en la formación de la personalidad hoy vulnerabilizada de los niños. “Los cientos de ‘amigos’ que hacen en las redes sociales no son garantia para salir del aislamiento y la soledad que muchos jovenes sienten. De hecho, en las redes sociales, la regla general es travestirse en el mejor ‘personaje’ de sí mismos, con la mejor foto, donde todos se muestran exitosos, fuertes, vigorosos, vencedores, pasando por el mundo con una felicidad infinita”.
En el fondo de esa aparente fortaleza, sólo virtual, aparente, se esconde una personalidad solitaria y deprimida, la “soledad multitudinaria”, potencialmente suicida.
Para Umberto Eco, el problema de las redes sociales “no es sólo reconocer los riesgos evidentes, sino también decidir cómo acostumbrar y educar a los jóvenes para que las usen de una manera crítica».
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