LA CALIDEZ DEL FRIAJE EN RIO BRANCO
Al comenzar junio, los curiós dejaron de cantar con sus trinos mañaneros cobijándose en sus nidales; fue el anuncio de que el Friaje estaba por llegar. “Friagem”, en português. De entre las maravillas naturales del territorio amazónico, es la más sorprendente. Hace que Rio Branco se parezca a Oruro, Manaos a La Paz o Porto Velho a Potosí. Una corriente helada sube desde el Polo Sur acumulándose como una gigantesca nube negra que se pegará cual poderoso imán sobre el gran bosque amazónico.
La temperatura oscilará entre los 21 y 12 grados centígrados, con una humedad absoluta.
En su trayecto al norte sudamericano, esta corriente que nace en los glaciares antárticos va adquiriendo distintas formas y denominaciones. Es el “Surazo” en Bolivia, donde se presenta a modo de un ventarrón tormentoso y muy lluvioso en Santa Cruz, Beni, el Chapare y los Yungas de La Paz. A medida que sube, el “Surazo” —llegando a Pando y cruzando la frontera por el Acre y Rondonia—, se hace más “Friagem”, es menos lluvioso; una suave brisa congelada toma el lugar del viento inclemente y es cuando los cuerpos saturados por el cotidiano sol a quemarropa se alivian con una gratitud ritual.
En los pueblos indígenas aledanhos a Rio Branco, en las comunidades vecinas de Quenarí, Sena Madureira, Feijó, Taracuá y Cruzeiro do Sul, y abarcando también Capixaba, Xapurí, Brasiléia y Epitaciolandia —más cerca a Pando—, los chamanes almacenan en los payoles todos los cítricos y vitaminas concentrados en el copuazú, el sinini y el abacate, con mucha miel de abeja, para proteger a los ninhos de inminentes afecciones respiratorias. Y al igual que los curiós que se abrigan en sus nidos bajo las hojas del castanhal, los pueblos en aislamiento voluntario, sin renunciar a su desnudez ancestral, han reforzado los techos de sus palhoças con las palmas del platanal que es el mejor abrigo para la ocasión.
Mas para abrigarse en la gran ciudad capital del Estado do Acre, la gente saca del ropero gruesas chompas de lana que llegan del Perú, chamarras y camperas, gorros y guantes que harán resistir la brisa helada del Friaje con alegre calidez. Y los más abrigados son los niños.
El tiempo es otro en el paisaje urbano amazónico
Con el Friaje a cuestas, el paisaje se ha transformado radicalmente en Rio Branco. Es una ciudad en penumbras desde que comienza y acaba el día. Y entonces el tiempo parece haberse detenido, se ha congelado. El tiempo.
Habitualmente el tiempo transcurre aquí en otra dimensión. Es otro tiempo. El día termina a las cinco de la tarde, hora en que la noche comienza a caer de sopetón, como si alguien hubiera apagado la luz sin preguntar a nadie. Y el día mismo comienza antes de la madrugada en el horario boliviano. A las cinco de la mañana los curiós cantan sus trinos despertadores que forman el sonido de la energía solar para la nueva jornada.
Los vidrios de los ventanales, los parabrisas y los capôs de los autos, las aceras y los muros exhudan gotas de agua, como si hubiese llovido toda la noche pero no llovió, es la garúa: el rocio que se prende al cemento, es lo que queda del bosque en la gran ciudad llena de pulmones verdes en su alrededor, abrazada por el grandioso río Acre.
El matiz del Friaje consiste en que el sol está ausente y los curiós guardan un prudente silencio bajo el abrigo de sus nidos.
Cuando retorne el sol
La inmensa neblina que llegó del Polo Sur domina el panorama en la ciudad principal del Acre. Los autos y las motos transitan por las limpias y ordenadas avenidas con los faroles encendidos todo el día, abriéndose paso entre la fría penumbra. Mas lo cotidiano sigue su ritmo habitual. La eficiente maquinaria administrativa del Estado do Acre y de la Prefeitura Municipal —al abrigo de sus gentiles funcionarios, decorosamente humildes y siempre serviciales— mantiene el dinamismo de una metrópoli apacible y acogedora. La clase trabajadora, mayoría poblacional, hace que el clima helado amazônico sea un motivo de laboriosa celebración.
Y cumpliéndose el pronóstico metereológico, después de dos semanas, la nube polar se diluye entre los rocíos de la garúa y resulta que el sol no estaba ausente sino apenas en un repliegue táctico necesario para que los curiós cantarines se tomen una corta vacación.
De pronto, una mañana cualquiera, el azul del cielo vuelve a resplandecer límpido y abrasador. Entonces las calles de Rio Branco volverán a semivestirse de soleras y bermudas los hombres, sutiãs y bermudinhas las mujeres, hasta la próxima emanación polar. Y así el ciclo de la vida sigue dando vueltas a orillas del río Acre.
Es por todo esto que nuestra Amazonia es una de las más grandes maravillas del mundo.
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