A TRES SIGLOS | Recordando a Tereza de Benguela, la reina quilombera del Guaporé…

Memoria del quilombo o la lucidez libertaria de 50 millones de mujeres negras del Brasil

Almerinda Cunha, le legendaria luchadora por los derechos de las mujeres afrodescendientes en el Estado do Acre, rodeada por otras liderezas del movimiento feminista negro brasileño. | Foto Sejdhu

Almerinda Cunha, la legendaria luchadora por los derechos de las mujeres afrodescendientes en el Estado do Acre, rodeada por otras liderezas del movimiento feminista negro brasileño. | Foto Jeanduly Mendes – Sejudh

La densidad poblacional de afrobrasileñas representa una cantidad cinco veces mayor a la población de Bolivia, con 10 millones de habitantes según el último Censo de Población y Vivienda en nuestro país, y diez veces mayor a la población completa de Noruega. El 25 de julio se celebró el Día de la Mujer Negra Brasileña, ocasión en la que Sol de Pando entrevistó a Almerinda Cunha, una de las lideresas afrodescendientes más destacadas del Acre…

© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando en Rio Branco | Fotos: Jeanduly Mendes – Sejudh

Mulher Negra BannerYa en el siglo XVII los esclavos traídos del África por los negreros portugueses al territorio de la Amazonia lanzaron los primeros gritos libertarios del continente —nadie más que ellos junto a los indígenas igual esclavizados— y así surgieron los quilombos: insurrecciones negras que son auténticas precursoras de las guerras de Independencia acaecidas en Latinoamérica dos siglos después. Aunque con pocos años de diferencia, los quilombos negros del Brasil estallaron con anterioridad a los levantamientos indígenas de Tupac Amaru y Tupac Katari en el Alto y Bajo Perú.

Según coinciden todos los historiadores brasileños, los quilombos eran más que revueltas de una turbamulta enardecida y desorganizada: consistían más bien en comunas autogestionarias y silenciosas que los esclavos negros compartían con indígenas y mestizos empobrecidos, organizando no solamente la resistencia contra el etnocidio de los esclavistas sino también sistemas productivos de autoabastecimiento alimentario y una estructura política deliberante y de representación democrática directa.

El quilombo de Los Palmares es el más conocido en la historia brasileña. Fue acaudillado por el esclavo insurrecto Zumbi dos Palmares, en Serra da Barriga, actual Estado de Alagoas, sobre la costa del océano Atlántico hasta donde llegaban inmensos cargamentos de esclavos capturados en el continente africano, al otro lado del mar (proviniendo mayormente de Angola, Congo y Mozambique). Varios especialistas definen a ese quilombo como un “Estado africano dentro del Brasil” y otros lo denominan “República de Palmares”. El caudillo Zumbi murió decapitado el 20 de noviembre de 1695, fecha en que se conmemora el Día de la Conciencia Negra en el Brasil.

El quilombo de la reina Tereza de Benguela

Imagen oficial de Tereza de Benguela. Su memoria y la figura son una luz que resplandece eternamente en el firmamento de las 50 millones de mujeres negras del Brasil, en este siglo XXI. | Foto Sejdu

Imagen oficial de Tereza de Benguela. Su memoria y su figura son una luz que resplandece eternamente en el firmamento de las 50 millones de mujeres negras del Brasil, en este siglo XXI.

Algunas décadas antes de 1770, dentro la espesura del bosque amazónico bañado por el rio Guaporé, al otro lado del Iténez en la actual Bolivia, se produjo otro de los quilombos más recordados en la historia negra del Brasil, pues la encabezó una legendaria mujer de raza africana: Tereza de Benguela, esposa de José Piolho, jefe del quilombo de Quariteré en los alrededores de Villa Bella de la Santísima Trinidad, cerca a Cuiabá, Mato Grosso. José Piolho había creado un sistema parlamentario registrado en un documento colonial que se halló en la parroquia de Villa Bella, donde se lee lo siguiente:

“Governava esse quilombo a modo de parlamento, tendo para o conselho uma casa destinada, para a qual, em dias assinalados de todas as semanas, entravam os deputados, sendo o de maior autoridade, tido por conselheiro, José Piolho, escravo da herança do defunto Antônio Pacheco de Morais. Isso faziam, tanto que eram chamados pela rainha, que era a que presidia e que naquele negral Senado se assentava, e se executavam à risca, sem apelação nem agravo”.

A la muerte de su compañero, Tereza erigida como reina de los esclavos libertarios, tomó el mando del quilombo manteniendo un sistema de defensa con armas arrebatadas a los esclavistas blancos. Parte de esas armas —machetes y otros objetos de fierro— era transformada en instrumentos de trabajo para labrar la tierra, ya que el quilombo había desarrollado su propia industria para fundir metales. Tereza de Benguela luchó por mantener el sistema parlamentario (diputados) y un consejo de ancianos y jefes tribales negros (senadores) que era permanentemente consultado por la reina quilombera. Dentro esa autonomía política y económica democráticamente muy avanzada para su tiempo, el quilombo de Quirateré consolidó una agricultura para la cosecha de algodón y fabricación de textiles que, junto a los excedentes de la producción agrícola abundante en maíz, banana, feijó (poroto) y mandioca (yuca), era comercializada en todo el Pantanal, sobre el valle del Guaporé.

Los biógrafos de la reina quilombera no han logrado establecer si esta esclava libertaria nació en el África o en el Brasil. Se sabe sin embargo que murió el año 1770 atrincherada en el quilombo de Quirateré; un ejército esclavista comandado por Luiz Pinto de Souza había atacado la comuna de Tereza matando a 79 negros y 30 indios de la etnia Xavante, ella fue capturada y a los pocos días su cabeza decapitada fue exhibida en la plaza del quilombo “em um alto poste, onde ficou para memória e exemplo dos que a vissem”, según narra el registro colonial en los anales de Villa Bella sin especificar el día exacto ni la causa de su muerte.

Algunos quilombolas que huyeron de la matanza de Quirataré lograron reconstruir la comuna libertaria siete años después de la muerte de su reina Tereza —consta en los documentos de Villa Bella— siendo exterminados definitivamente por el ejército colonial en 1795.

La memoria y la figura de Tereza de Benguela son una luz que resplandece eternamente en el firmamento de las 50 millones de mujeres negras del Brasil, en este siglo XXI.

El Día de la Mujer Negra en el Brasil

El Secretario de Justicia y Derechos Humanos del Estado do Acre, Nilson Mourão, presidió las actividades de la Quincena de la Mujer Negra. Foto Jeanduly Mendes – Sejudh

El Secretario de Justicia y Derechos Humanos del Estado do Acre, Nilson Mourão, presidió las actividades de la Quincena de la Mujer Negra en Rio Branco. | Foto Jeanduly Mendes – Sejudh

El 25 de julio de 1992, en la República Dominicana, se celebró el Primer Encuentro de Mujeres Afro Latino Americanas donde se inició un debate continental sobre el feminismo de las mujeres negras que se hallan inmersas en una lucha de género por la igualdad real en todos los ámbitos. En el Brasil aquella fecha, 25 de julio, ha sido instituida como el Día Nacional de Tereza de Benguela mediante ley promulgada por la presidenta Dilma Roussef el año 2014, reivindicando para la historia contemporánea la memoria épica de la reina quilombera del Guaporé.

Este año, todas las organizaciones de la sociedad civil e instituciones estatales celebran desde el pasado 15 de julio la Cuarta Quincena de la Mujer Negra. En Rio Branco, la ciudad capital del Estado do Acre, las actividades son organizadas por las direcciones de género e igualdad racial de la Prefeitura (Alcaldía) y del Gobierno Estadual a través de la Secretaría de Estado de Justicia y Derechos Humanos (Sejudh). Dos de los intelectuales de la izquierda libertaria más esclarecidos del Acre —Fabio Fabricio, director de la Secretaría Municipal de Assistencia Social (Semcas), y Nilson Moura Leite Mourão, Secretario estadual del Sejdhu— fueron los principales impulsores del evento.

Sol de Pando asistió a una de las conferencias centrales dictadas en la Biblioteca Pública el pasado lunes, con el tema “Objetificação e Empoderamento da Mulher Negra” que fue expuesto por tres panelistas afrobrasileñas de primer nivel como Jaycilene Brasil, Elza Lopes y Almerinda Cunha.

Al escuchar las exposiciones, pudimos comprender que la lógica ancestral del quilombo —como estructura autorepresentativa y autogestionaria en lo político y económico, y como estrategia libertaria en lo ideológico y social— ha logrado pervivir venciendo los siglos en la memoria afrobrasileña, y sobre todo entre las mujeres negras que, siguiendo el ejemplo de Tereza de Benguela, han desarrollado una potencialidad de resistencia y de organización capaz de ser transversal en la sociedad civil y de producir efectos estatales a pesar del racismo y la discriminación que también perviven en las estructuras neocoloniales de poder político y dominación social.

Los colectivos de mujeres negras dispersos en todo el territorio brasileño son los quilombos del siglo XXI. Se refuerzan estas organizaciones de base con la acción directa de los “Empates” o cordones de indios, negros y mestizos pobres con que los siringueros de los años 80 en el pasado siglo, a la cabeza de Chico Mendes, revolucionaron el Acre desde Xapurí en torno a la defensa del bosque amazónico.

Una mayoría poblacional expuesta al feminicidio

Fabio Fabricio, director de la Secretaría Municipal de Assistencia Social (Semcas), junto al público en un conversatorio. | Foto Jeanduly Mendes – Sejudh

Fabio Fabricio, director de la Secretaría Municipal de Assistencia Social (Semcas), junto al público en un conversatorio. | Foto Jeanduly Mendes – Sejudh

Uno de los datos que nos sorprendió en la conferencia a tres voces de la Biblioteca Pública de Rio Branco fue la cantidad de mujeres negras que viven en el Brasil: 50 millones, de un total de 200 millones de habitantes que tiene el territorio brasileño, de los cuales el 51% son mujeres de todas las razas. Las afrobrasileñas bordean el 25% del total nacional de la población. Las 50 millones de mujeres negras del Brasil representan una cantidad cinco veces mayor a la población de Bolivia, con poco más de 10 millones de habitantes según el último Censo de Población y Vivienda en nuestro país, y diez veces mayor a la población completa de Noruega.

Y no obstante su predominancia poblacional, las afrodescendientes —de la mano con las mujeres indígenas— siguen siendo la población más excluida y discriminada en la política y la sociedad. Su presencia legislativa no supera el 9% de los curules parlamentarios, explicó Jaycilene Brasil.

Datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), expuestos en el foro, indican que ser mujer negra en el Brasil significa sufrir intensas desigualdades y severa exclusión, como en el campo profesional y laboral por ejemplo. El 71% de ellas  sobrevive en ocupaciones precarias e informales frente al 54% de mujeres blancas en la misma situación laboral y 48% de hombres blancos. El salario promedio de una trabajadora negra continúa siendo la mitad de salario de una trabajadora blanca en el mismo puesto dentro el sector privado. Las diferencias raciales en cuanto a escolaridad y acceso a la Universidad son similares a las del ámbito laboral. El feminismo negro del Brasil, por tanto, se funda en una realidad de discriminación entre razas que cuestiona muchos paradigmas conservadores dentro el feminismo en general.

Agregada a la exclusión racial y la discriminación, el feminicidio se ha convertido en el genocidio del siglo XXI para las mujeres negras del Brasil.

Según un “Mapa de Violencia” elaborado el año pasado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) respecto a las tasas de homicidios de mujeres brasileñas, las afrodescendientes son las menos protegidas ante la ola de crímenes: Durante la década 2003-2013 —apunta dicho documento auspiciado por la ONU— el asesinato de mujeres negras se incrementó en un 54,2%, es decir de 1.864 asesinatos el 2003 a 2.875 muertes violentas el 2013. Y la paradoja es que en ese mismo lapso la tasa de crímenes similares perpetrados contra mujeres blancas bajó en un 9,8%: de 1.747 mujeres blancas asesinadas el 2003 a 1.576 el 2013.

Este panorama es el contexto en el cual las 50 millones de mujeres negras del Brasil, representadas de mil maneras, han venido desarrollando en la última década estrategias de “empoderamiento y visibilización” que se tradujeron en importantes leyes aprobadas e instituciones creadas para evitar un nuevo decapitamiento —simbólico y masivo— de Tereza de Benguela. Mas los avances logrados siempre están bajo la sombra del retroceso.

La lucidez de Almerinda Cunha

Almerinda Cunha es una leyenda viviente en el Estado do Acre, orgullo del Partido de los Trabajadores, cuyo gobierno le confirió el Premio Estadual de Derechos Humanos el año 2012. | Foto Jeanduly Mendes – Sejudh

Almerinda Cunha es una leyenda viviente en el Estado do Acre, orgullo del Partido de los Trabajadores, cuyo gobierno le confirió el Premio Estadual de Derechos Humanos el año 2012. | Foto Jeanduly Mendes – Sejudh

Ella es responsable ejecutiva de la Dirección de Promoción de Igualdad Racial de la Sejudh. Almerinda Cunha recorrió el largo camino de las luchas sociales sobre la misma senda de Tereza de Benguela y miles de mujeres afrodescendentes que derramaron su sangre exigiendo igualdad para su género y su raza.

Es una leyenda viviente en el Estado do Acre, orgullo del Partido de los Trabajadores, cuyo gobierno le confirió el Premio Estadual de Derechos Humanos el año 2012. Maestra de profesión con un posgrado en Enseñanza Superior, está casada con el pedagogo Luiz Carlos de Oliveira y tiene dos hijos. Forjó su figura combativa en las luchas sindicales y en su densa trayectoria se concentra casi toda la problemática de la mujer negra brasileña desde que llegó al Acre en 1971 de su natal Porto Velho (Estado de Rondonia).

Almerinda Cunha: “El golpe contra nuestra Presidenta fue un golpe de género, de raza y de clase... Fue un golpe misógino”. | Foto Jeanduly Mendes – Sejudh

Almerinda Cunha: “El golpe contra nuestra Presidenta fue un golpe de género, de raza y de clase… Fue un golpe misógino”. | Foto Jeanduly Mendes – Sejudh

En la década de los ochenta le persiguió la muerte durante una manifestación estudiantil frente al Palacio de Rio Branco, a la que apoyó como lidereza del magisterio acreano, y de las luchas gremiales pasó a involucrarse con  la defensa de las mujeres campesinas en su lucha por la tierra; y una experiencia propia en su primer matrimonio la convirtió en militante inclaudicable de la lucha contra la violencia de género que sufre una mayoría de mujeres negras en el Brasil. Participó en la creación de la Associaçião de Mulheres Negras do Acre.

Sol de Pando ha tenido el privilegio de conversar con ella a pocas horas de concluídos los actos centrales del 25 de julio. La lucidez con que desmenuza la coyuntura es singular. En la realidad cotidiana de la mujer negra brasileña permanecen los preconceptos que justificaban ideológica y moralmente el esclavismo de hace cuatro siglos. “El racismo, para justificar la esclavitud”, dice, “ha creado un patrón de belleza donde la mujer negra es para transar y la mujer blanca para casar”. Es la esclavitud moderna, agravada por el alto índice de mortandad, criminalización y encarcelamiento de los varones negros.

Según Almerinda rige para la mujer negra “una situación de desventaja en el mercado matrimonial, y es por ello que existe un alto índice de madres solteras que ingresan al mercado laboral en condiciones de terribles desventajas y desigualdades en comparación a las mujeres blancas. Y para colmo nuestro hijos son los que más sufren la violencia del bullying en las escuelas”.

Su lucha comenzó a tener sentido histórico y resultados efectivos a partir del año 2012, cuando el gobierno de Lula Inacio da Silva promulgó la Ley que da creación al Sistema Nacional de Promoción de la Igualdad Racial (Senapir), lo que permitió poner en vigencia el Estatuto de Igualdad Racial que reconoce y promueve los derechos históricos de la denominada oficialmente Población Negra. En ese marco se instituyó, por ejemplo, el Plan Nacional de Salud Integral de la Población Negra, y con similar espíritu están vigentes planes educativos, económicos y culturales con presupuestos acordes a la magnitud de esos programas.

La abrupta destitución de la presidenta Dilma Rousseff pone en la penumbra del retroceso aquellos avances notables del movimento feminista negro del Brasil, advierte Almerinda Cunha.

El Ministerio de las Mujeres, de la Igualdad Racial y los Derechos Humanos, también creado por Lula, ha sido eliminado de la estructura estatal en el actual Gobierno, y por tanto cientos de programas y proyectos aprobados para avanzar en las conquistas de las mujeres negras especialmente, quedaron sin sus presupuestos o sufren drásticos recortes que los condenan a la ineficiencia.

“El golpe contra nuestra Presidenta fue un golpe de género, de raza y de clase”, sentencia Almerinda. “Fue un golpe misógino”, dice, repitiendo palabras de Nilma Lino Gomes, la primera y última afrodescendiente que fue Ministra de la Mujer en el Brasil, bajo el gobierno de Dilma Rousseff.

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