Carlos D. Mesa Gisbert | PERIODISMO Y LITERATURA
Debemos partir de la premisa de que periodismo y literatura son dos universos inseparables. No se puede decir que, en su esencia, uno es totalmente distinto del otro. La médula de ambos -y esto tiene que ver con el periodismo escrito, con la radio, con la televisión y con las redes sociales- es la palabra, la construcción de una idea transmitida a través de la palabra, a veces convertida en una imagen o en una sucesión encadenada de acontecimientos que esa palabra describe, sea por escrito, sea visualmente.
La idea de periodismo y literatura en el siglo XXI, no puede asumirse en una separación rigurosa entre la definición de lo que entendemos tradicionalmente por palabra, sino manejar el concepto más amplio, el lenguaje. Literatura y periodismo se nutren y expresan a través de modos diversos de tratar el lenguaje.
Cuando hablamos de lenguaje no estamos ante una abstracción teórica. El lenguaje transmite ideas, las construye y les da sentido. Ese sentido es la forma de narrar una historia. En el caso de periodismo y literatura de lo que estamos hablando es de narrar historias. Pero también estamos hablando de reflexionar sobre esas historias, de pensar sobre ellas. Suele asumirse que el periodismo de investigación es uno de los caminos fundamentales del periodismo actual, pero hay otro menos épico, menos aventurero, pero indispensable, el periodismo que trabaja la opinión, los editoriales, las columnas. Y hay más, cualquier tema, cualquier ventana, cualquier género, deben contar con la fuerza imprescindible para construir la totalidad de lo que entendemos por periodismo.
En ese contexto el hecho periodístico tiene que considerar “varias puntas”, no puede entenderse solamente como un tipo de actividad. Tiene que estar acompañado de una intensa pasión y fe en lo que se hace. Esa pasión que es lo que define la vida de un periodista, establece realmente su vocación. Es la pasión por descubrir el mundo, narrarlo, interpretarlo y construir universos consistentes y veraces a partir de esas lecturas, la que hace posible el periodismo.
Hay historias periodísticas que son en realidad grandes relatos literarios que no permiten el discernimiento entre el uno y el otro, más allá de lo que puede significar su ritmo interno, su forma, su destinatario, aún sabiendo que cuando un periodista lo trabaja tiene que pensarlo para lo inmediato. El periodista escribe una nota, un reportaje, una columna, o un artículo pensando en el lector de mañana, en el instante, en suma. Pongamos el ejemplo extremo: twitter. El mensaje que escribe un periodista es un mensaje de twitter de –digamos- 140 caracteres (o lo que la voracidad de la empresa que lo hace posible decida), el mensaje describe algo que está sucediendo ahora y que muy probablemente dentro de diez minutos será pasado, se habrá diluido entre millones de mensajes escritos y enviados simultáneamente. Quizás esa sea una diferencia a considerar entre literatura y periodismo. El periodista sabe que es un esclavo de un tiempo efímero y piensa que ese momento efímero desaparece, no ya a media mañana, sino –en el absurdo- a la posibilidad de que el periódico deja de ser importante incluso antes de salir impreso, porque ya sus noticias han sido conocidas a través de la radio, la televisión, el facebook, el twitter…Hoy los periódicos están compitiéndose a sí mismos en sus ediciones impresas y sus ediciones en línea, con equipos diferentes con formas de tratamiento del lenguajes también diferentes, en un proceso de cambio dramático.
En la comparación, el periodista tiene que pensar que no es cierto que sus reportajes y que su trabajo desaparecerán siempre en lo efímero de las próximas horas después de su publicación. Kapuscinski para poner el ejemplo evidente, o Alexsievich, o García Márquez, o el propio Vargas Llosa, han escrito crónicas periodísticas que se han convertido en clásicos y que están a caballo entre la literatura y el periodismo, porque en realidad no existe tal distancia entre literatura y periodismo, se trata de escribir, narrar una historia, haberla vivido o haberla inventado y escribir sobre ella. En última instancia cuando uno lee algunas novelas célebres del canon universal, no sabe si el autor hace crónica o literatura. Hace crónica dentro de la literatura. Dentro de cincuenta años ese testimonio literario será equivalente a las reportajes de investigación más relevantes que se han publicado en medios periodísticos.