Data: julio 12, 2015 | 5:43
COLUMNA VERTEBRAL | Cuando la cabeza de la Iglesia Católica dice que un problema como este nunca debe ser motivo de agresividad, rencor o enemistad, sabe perfectamente que el hecho de que un país inicie un proceso jurídico ante la CIJ, no indica acto inamistoso alguno...

Carlos D. Mesa Gisbert | EL PAPA Y EL MAR

http://carlosdmesa.com/«Bienvenido a una parte de la Patria Grande, a la que se le ha mutilado su derecho de acceso al mar mediante una invasión», le dijo el Presidente al Papa Francisco nada mas pisar este nuestro territorio. El Primer Mandatario, consecuente con la idea de que la causa marítima de Bolivia es, con mucho, el tema mas importante de la política exterior de Bolivia, abordo ante el Pontífice con claridad y sin eufemismos la cuestión de nuestro enclaustramiento forzado.

El riesgo era alto. Bien podía haber sido un paso en falso, una mención de esa naturaleza podía haberse interpretado como «políticamente incorrecta», como inconveniente ante una personalidad de esa dimensión, que debía medir con exactitud si una respuesta era o no pertinente y si esta guardaba o no equidistancia con Chile, el país aludido.

https://twitter.com/carlosdmesag“Hay que construir puentes en vez de levantar muros. Todos los temas, por más espinosos que sean, tienen soluciones compartidas, razonables, equitativas y duraderas. Y, en todo caso, nunca han de ser motivo de agresividad, rencor o enemistad que agravan más la situación y hacen más difícil su solución».

“El desarrollo de la diplomacia con los países del entorno, que evite los conflictos entre pueblos hermanos y contribuya al diálogo franco y abierto de los problemas….Estoy pensando en el mar, diálogo, diálogo….es indispensable”.

https://www.facebook.com/people/Carlos-D-Mesa-Gisbert/623809066La respuesta de Francisco a la bienvenida de Morales fue rápida, clara e inequívoca. Dejo de lado sin temor alguno lo que podía haberse entendido como «políticamente incorrecto». Quien hablaba en la Catedral de La Paz era el líder de la Iglesia Católica, pero era también un Jefe de Estado.

Las palabras papales deben leerse en el contexto de la situación actual entre los dos estados y sobre la base de su relación histórica.

Antes de nuestra demanda y también ahora que esta ha sido instalada en La Haya, Chile hizo cuestión de Estado sobre la intervención de terceros. No ya sobre una eventual mediación o la acción facilitadora de países u organismos multilaterales, sino sobre la simple mención de apoyo a la reivindicación boliviana, o la expresión de deseos de que Chile y Bolivia busquen, mediante el diálogo, una solución al problema pendiente.

Cuando Chile decidió basar su política exterior con Bolivia sobre la idea de que no hay ningún asunto pendiente entre los dos países, reforzó esa estrategia con una presión directa sobre Bolivia, la idea de que en el marco de una cuestión estrictamente bilateral, cualquier expresión -solo expresión- de terceros entorpecía las opciones de una solución. El éxito de ese camino dependía de que Bolivia mantuviera silencio en los foros internacionales y en lo posible nadie dijera una palabra sobre la cuestión. Esta línea de acción tenía, sin embargo, una contradicción fundamental, si no había problema alguno entre ambos países, era absurdo afirmar que se trataba de un asunto bilateral. Decirlo era aceptar de hecho que el problema existía.

Cuando Bolivia dio el giro histórico de romper la cápsula de la negociación bilateral que no era otra cosa que la del congelamiento indefinido por parte de Chile de nuestra causa centenaria, la estantería del «no problema» se vino abajo. No solo logramos que Chile tuviera que explicarle al mundo en un tribunal internacional porqué no quiere negociar con Bolivia, sino que hicimos pedazos la piedra fundamental de su diplomacia con Bolivia. Hoy es mas que evidente que si hay un problema entre ambas naciones, problema que afecta seriamente la integración continental.

Apoyado en una demanda cuya argumentación jurídica tiene gran consistencia, el Presidente Morales ha conseguido apoyos explícitos de países como Perú, Uruguay, Paraguay, Ecuador y Venezuela, para mencionar solo a naciones de América del Sur, que han expresado su solidaridad con nosotros, en tanto que Chile no ha escuchado una sola voz que vaya más allá de la idea de que este es un asunto bilateral, lo que, una vez mas, ratifica la aceptación de que el problema existe.

Pero las palabras comentadas tienen sin duda mas relevancia que cualquier otra. Quien las dice es una de las figuras más influyentes del mundo. Cuando el Papa Francisco habla de diálogo, pero sobre todo habla de soluciones razonables, equitativas y duraderas, parafrasea casi exactamente la Memoria Boliviana presentada ante la Corte Internacional de Justicia. No ha olvidado el «homo políticus» que el caso está en una corte internacional y sabe perfectamente, porque se así se lo ha hecho conocer el Presidente en su momento, que lo que Bolivia pide es que el fallo de esa Corte lleve a Chile a una negociación para encontrar una solución definitiva a nuestro enclaustramiento forzado. Las premisas bolivianas para que ese diálogo sea fructífero, expresadas en la demanda, se refieren a la buena fe de las partes y sobre todo a las bases razonables sobre el que este debe fundarse.

Cuando la cabeza de la Iglesia Católica dice que un problema como este nunca debe ser motivo de agresividad, rencor o enemistad, sabe perfectamente que el hecho de que un país inicie un proceso jurídico ante la CIJ, el máximo organismo mundial para la solución pacífica de controversias, no indica acto inamistoso alguno sino, por el contrario, el deseo de que el problema pendiente llegue a una solución. Si, como de hecho ocurre, el corazón de la demanda es el inicio de una negociación, es muy difícil que alguien le crea al ministro de Relaciones Exteriores de Chile cuando, claramente tocado por las palabras del Papa, intenta decirle a la comunidad internacional que es Bolivia la que ha frustrado el diálogo.

Francisco ha puesto sobre el tapete la realidad. La demanda de Bolivia prueba la existencia de un problema y su contenido se basa en la búsqueda de una solución negociada y pacífica de ese problema.

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