Carlos D. Mesa Gisbert | BOLIVIA Y BRASIL: NUEVOS DESAFÍOS
El próximo encuentro entre los mandatarios de Bolivia y Brasil debería ser el relanzamiento de una relación de la mayor importancia para nuestro país. Hagamos un recuento de algunos de los temas principales de la agenda bilateral.
El gas sigue siendo el cordón umbilical económico entre ambos países. Bolivia ha perdido relevancia en el contexto regional por una disminución de sus reservas y un cambio de sus perspectivas de mercado, en virtud del nuevo papel del gas como comoditie, las nuevas tecnologías no convencionales y el dramático escenario internacional de caída de precios de los hidrocarburos (hemos perdido casi 3.000 millones de dólares de ingresos por esa razón), que repercutirán en una eventual nueva negociación de contratos para la exportación a partir de 2019. Por su parte, Brasil trabaja en hacer realidad su propio abastecimiento de gas. Además, la matriz energética global está cambiando y eso tendrá consecuencias. Bolivia debe encarar una estrategia nueva si no quiere enfrentar un futuro poco alentador.
El narcotráfico y el tema de la coca ya no pueden soslayarse entre los temas comunes. Los volúmenes de incremento del narcotráfico y la violencia consecuente, uno de cuyos destinos principales es el Brasil, coloca la cuestión en el más alto nivel de importancia.
La irrupción de nuevos jugadores internacionales, especialmente China, generan un escenario más complejo en la vinculación con Brasil y su natural influencia geográfica y múltiple en Bolivia. La declinación del protagonismo venezolano marca, a su vez, un interrogante sobre la estrategia de alianzas del país. La demanda boliviana ante la CIJ debe ser explicada en detalle por el Presidente, pues Brasil es uno de las naciones más influyentes de la región.
Las condiciones de inversión en Bolivia, aún complejas, se han visto desafiadas positivamente por la invitación de compartir un emprendimiento petroquímico binacional que debería ser concebido como un primer paso de una nueva relación comercial. Es un camino de ida y vuelta que tiene que enfrentar la lógica maximalista (que vale para la inversión externa en general) en la que se mueve la Constitución.
El tema de la migración se ha vuelto crucial. Debe desarrollarse una política migratoria, sobre todo para los bolivianos que van a trabajar a Brasil (hoy un número muy significativo) en el marco de un proceso de integración que considere las reglas sobre el tema que contempla el Mercosur. Más que eso, hay que concretar políticas del gobierno brasileño que salvaguarden las condiciones de derechos humanos (salud, trabajo por ejemplo) de los migrantes, lo que no excluye las complejas relaciones dentro de la propia comunidad boliviana en Brasil.
Las iniciativas brasileñas para incrementar la generación de energía eléctrica en el río Madera tendrán un impacto fundamental en el ecosistema de la región y en todo el sistema fluvial boliviano de la Cuenca del Amazonas. Lo esencial es la definición de una política medioambiental boliviana sobre el particular que es hoy por hoy contradictoria entre la retórica preservacionista y la lógica desarrollista.
El proceso de integración tanto binacional como el que les toca a ambos países en virtud de su presencia en mecanismos regionales como CELAC, UNASUR y Mercosur, debe ser parte de una definición a futuro que supere la retórica política y las trabas que han frenado el éxito de acuerdos económicos. Está claro que la idea global de integración está pendiente y que hay que evaluar la propuesta de sudamericanización de la integración que inició Brasil en 2000.
El corredor bioceánico es hoy fundamental para el futuro de Bolivia. Debe considerar dos realidades: el trabajo en el sur que hacen Chile, Argentina, Paraguay y Brasil para un corredor por carretera, y los acuerdos entre Brasil y Perú para la construcción de un ferrocarril en el norte. Es imprescindible que Bolivia logre concretar un corredor central, tanto por tren como por carretera, que parece el más práctico y rentable de los tres proyectos en ejecución. En ese contexto, no se debe olvidar la importancia de privilegiar la relación entre los departamentos y estados fronterizos de Brasil y Bolivia (cuya potencialidad económica es inmensa) y que encuentre mercados para los productos bolivianos más allá de la actual dependencia energética.
Lo que Bolivia y Brasil deben recuperar es un clima de confianza mutua que diversos acontecimientos de los últimos años han debilitado.