Data: enero 21, 2017 | 4:54
COLUMNA VERTEBRAL | deberíamos recordar los momentos cruciales que hicieron posible la realidad que vivimos hoy…

Carlos D. Mesa Gisbert | 22 DE ENERO. DESDE LA HISTORIA

Si, dado el enfoque que se le ha dado al 22 de enero de 2017, tuviéramos que hacer un balance de los ciento noventa y un años de la República (que nunca dejó de serlo), deberíamos recordar los momentos cruciales que hicieron posible la realidad que vivimos hoy.

En 1825 nace el proyecto histórico que le ha dado sentido a Bolivia. Entonces se definió un largo horizonte de futuro al estructurar un país que decidió desprenderse de sus “imanes naturales”, los dos antiguos virreinatos, el del Perú y el del Río de la Plata. Estableció también el modelo político y social que quería para sí, la democracia republicana sobre la base de la igualdad. Propuesta que tardó muchísimo en perfilarse y hacerse realidad y que, en realidad, sigue como uno de los principales desafíos de la nación hoy.

En 1836 se encara la idea integracionista que por tres años recuperó el ideal de la unión panandina heredado del periodo prehispánico y colonial. La Confederación entre Bolivia y Perú no prosperó. Dos guerras, la una contra Argentina y la otra contra Chile, anunciaron ya la complejidad de la argamasa geográfica y geopolítica del nuevo Estado. En 1841 se consolidó, en cambio, la independencia lograda dieciséis años antes.

En 1879-1880 estalla guerra provocada por la invasión chilena de la costa boliviana. El cercenamiento de nuestro acceso al Océano y nuestra condición de país protagonista en la cuenca del Pacífico Sur, fue una de las mayores laceraciones de toda nuestra vida republicana. Las tensiones entre proteccionismo y librecambio del periodo 1825-1879, se decantaron por una franca apuesta liberal y la construcción de una democracia controlada y restringida por las elites. El ideario de la independencia no sólo no se cumplió sino que se asentó sobre las espaldas de la mayoría indígena andina, explotada y expoliada.

En 1899 una guerra civil resuelve los problemas del péndulo de poder político y económico norte-sur. La Paz emergió victoriosa y construyó su poder anclada en la minería del estaño y el nuevo latifundismo. El proyecto modernizador avanzó a costa de los más, de nuestra soberanía en el Pacífico y de la cesión del territorio del noreste a manos de la primera potencia sudamericana. Estaba basada en la solidez de un sistema partidario que con sus variantes dominó la escena por casi medio siglo.

La guerra del Chaco (1932-1935) cierra el periodo geográfico y define de manera permanente las nuevas fronteras del país, muestra las debilidades intrínsecas de quienes condujeron nuestro destino y abrió la puerta a nuevos vientos ideológicos, alimentados por la conciencia de cambio germinada en el campo de batalla. Emergieron partidos jóvenes influidos por el marxismo, el fascismo y el nacionalismo, se pergeñó una nueva Constitución perfilada por los cambios mundiales de principios de siglo y comenzó el protagonismo del Estado en la economía y en tareas prioritarias como educación y salud. Se cuestionó, en suma, el modelo de 1880.

La Revolución de 1952 marca el giro copernicano de la sociedad boliviana, sobre las premisas del nacionalismo revolucionario que impulsó la igualdad a través de la devolución de la tierra, el voto y la educación universal que dieron la primera carta de ciudadanía real a los indígenas. El Estado se convirtió en el centro de todo. El viejo anhelo de articular la nación conquistando el norte, el este y el sur de nuestro territorio, comenzó a hacerse realidad. A pesar de su aporte democrático, este periodo estuvo signado por el autoritarismo de partido y por la dictadura militar.

En 1982 se construye, por primera vez desde 1825, un proyecto cuyo objetivo fundamental es la construcción de una verdadera sociedad democrática basada en instituciones sólidas, vigencia plena de la Constitución y ejercicio de un modelo político republicano. Sus innegables avances, cuyas conquistas siguen disfrutágena en todos los estamentos de la sociedad. El eje de su la movilidad social y el protagonismo ind de Estado hundido tras la hindose hoy, se vieron frenados por una partidocracia miope, la desnaturalización de los pactos (inicialmente una virtud para lograr gobernabilidad) y la insuficiencia de sus logros sociales. El cambio de un modelo de Estado hundido tras la hiperinflación por otro, basado en la economía abierta y la inserción en el mundo globalizado, se enfrentó a una presión imparable de un bloque social cuyas demandas fueron respondidas adecuadamente.

En 2006 la emergencia de una nueva propuesta política y social se resuelve, tras dos años de grandes tensiones, a través de un nuevo texto constitucional que formuló la idea de una nación de naciones bajo el paraguas intocado de la República, que consolidó los logros de 1952 y 1982 aumentando la movilidad social y el protagonismo indígena en todos los estamentos de la sociedad. El eje de su funcionamiento es la excepcional bonanza económica (la mayor en estos 191 años) y la recomposición de una hegemonía concentrada en la figura de una sola persona.

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