Data: junio 20, 2024 | 16:04
LA ORDEN RELIGIOSA LLEGÓ A AMÉRICA CON LA CONQUISTA ESPAÑOLA | Casos de sodomía en misiones jesuíticas están registrados en archivos coloniales. Surgieron denuncias después de ser expulsados por la Corona en 1767. Aquí la investigación de Sol de Pando…

JESUITAS ABUSAN A MENORES DESDE LA COLONIA

La doctrina evangelizadora de Ignacio de Loyola produjo desde la conquista española una práctica colonial de perversión sexual como la que representan en este siglo, para Bolivia, el cura Alfonso Pedrajas y muchos otros “educadores” de la Orden clerical-castrense. | Fotomontaje Sol de Pando

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© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando | Investigación Datos & Análisis

Durante la colonia, los conquistadores españoles cometieron cuantiosos abusos contra los derechos humanos, especialmente entre la población más vulnerable como fueron los pueblos indígenas. En medio de la explotación esclavista junto a torturas y asesinatos, la violación sexual fue uno de los crímenes más recurrentes; aunque el menos visibilizado en ese contexto histórico.

El estupro contra niñas indígenas, y actos de sodomía homosexual contra niños, eran muy frecuentes dentro la sociedad colonial entre los siglos XVI y XIX. Llama la atención que algunos casos notables se cometieron en las misiones jesuíticas del Chaco, la Chiquitania y Mojos.

Recordemos que la Compañía de Jesús —cuya organización es de tipo castrense— llegó a América como parte de las expediciones punitivas de la conquista española. Es una fuerza colonialista que pervive hasta nuestros días con los mismos hábitos y prácticas coloniales de hace cinco siglos, entre ellas la violación sexual a niños y adolescentes como una rutina tolerada, normalizada y fomentada por la jerarquía jesuita desde los orígenes de esta Orden en tiempos de la Colonia.

Apropiándose de los cuerpos de los niños indígenas conquistados y colonizados, con el ardid de una rigurosa educación humanística, los jesuitas creían estar expiando la imposibilidad fisiológica de cumplir sus votos de castidad. El celibato —entidad enemiga del poder terrenal— ha sido abolido de facto en la Compañía de Jesús, desde sus altos mandos.

Sol de Pando ha accedido a información registrada en archivos coloniales, acerca de procesos judiciales por delitos de sodomía (violación homosexual de niños) en jurisdicciones educativas de la Compañía de Jesús, concretamente en comunidades guaraníes dispersas sobre las fronteras entre Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay.

Hay un caso muy esclarecedor que se ventiló públicamente en estrados judiciales, con detalles pormenorizados, tras la expulsión de los jesuitas de las colonias españolas en el siglo XVIII, evento que destrabó los mecanismos de impunidad y encubrimiento instaurados en la cúpula clerical ignaciana.

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UN CASO DE HACE TRES SIGLOS, COMO SI FUERA HOY

En enero de 1775, se conoció judicialmente el caso de cinco niños y adolescentes indígenas, de entre 9 y 16 años de edad, que habían sido violados por dos maestros de un colegio jesuita, dentro la antigua reducción jesuítico-guaraní de San Ángel, una zona misional de la Compañía de Jesús en la frontera entre Uruguay y Brasil.

Según el proceso legal descrito por la antropóloga argentina Bettina Sidy en su ensayo “Cuerpo, violencia sexual y minoridad en el periodo tardo-colonial” publicado en 2022, los cinco menores fueron sometidos a una violación homosexual por parte de los dos profesores de origen también indígena pero con formación jesuita.

El expediente del juzgado colonial que procesó el caso por los delitos de abuso contra menores y estupro, informa lo siguiente:

Los dos acusados negaron los hechos. Sin embargo, unos meses después fueron llevados a declarar ante el Corregidor y el Alcalde de primer voto, donde finalmente confesaron y fueron condenados a trabajar en el presidio de Montevideo por un tiempo indeterminado por el abuso cometido contra (los menores, nr) Domingo Caguari, Gaspar Tapari, Francisco Borja, Rafael Irucuzi y Cecilio Guarapi”.

Al admitir su homosexualidad, los dos profesores —Miguel Ignacio Guarapi maestro de música y Juan Caguari maestro de danza, ambos “indios naturales del pueblo”, según el expediente— dieron evidencia de que el sometimiento sexual era una condicionante para ganar un lugar en la estructura de poder jesuita. Dichos maestros habían sido, a su vez, pupilos de evangelizadores jesuitas que abusaron de ellos al extremo de forzarles a tomar la opción homosexual al momento de iniciar sus magisterios, reproduciendo esta práctica de “santa perversión” arraigada en los internados jesuitas desde la Colonia, hasta nuestros días.

Aquel escándalo sexual en la misión jesuita estalló ocho años después de la expulsión de la Compañía de Jesús del imperio español.

El 2 de abril 1767, el rey Carlos III decretó que los jesuitas debían abandonar el territorio hispano-americano debido a que los curas seguidores de Ignacio de Loyola (un concupiscente ex militar que fundó la Compañía de Jesús en 1540 para “reforzar” la conquista europea en América, Asia y África), confabulaban contra la Corona española pretendiendo entregar las colonias a potestad del Papa. Los clérigos conspiradores y ávidos de poder ya habían sido expulsados de Portugal y sus colonias en 1759, y de Francia y sus colonias en 1764. Y no fue porque los jesuitas apoyaban la emancipación de las colonias, sino porque pretendían convertir al Vaticano en la principal metrópoli imperial del mundo, subordinando bajo el poder del Papa a todos los reyes y virreyes europeos. La Compañía de Jesús recuperó sus privilegios coloniales medio siglo después, en 1815.

Cuando la justicia colonial uruguaya inició el proceso por la sodomía colectiva perpetrada en la reducción de San Ángel, en enero de 1775, los curas jesuitas ya no estaban en ese territorio para rendir cuentas. La administración de los colegios y latifundios jesuitas en las comunidades guaraníes, después de la expulsión, había sido transferida a la Orden de los Franciscanos, enemigos seculares de los jesuitas dentro la Iglesia Católica. Tras la expulsión, los frailes obtuvieron información de primera mano acerca de las atrocidades cometidas por los jesuitas en las misiones y escuelas indígenas. Aquella información se encuentra inédita en los claustros franciscanos.

En 1767, el rey Carlos III expulsó a los jesuitas del imperio hispano-americano debido a que los curas seguidores de Ignacio de Loyola confabulaban contra la Corona española pretendiendo entregar las colonias a potestad del Papa. | Foto Reporte Católico Laico

LA SODOMÍA EN LA SÁDICA RITUALIDAD JESUÍTICA

Había sido precisamente un cura franciscano quien “destapó” la sodomía cometida contra los cinco niños indígenas en el colegio jesuita de San Ángel. Veamos el relato que nos brinda Bettina Sidy:

José Ignacio Aguirre, administrador del pueblo (…), hizo comparecer a Gabriel Moreno, cirujano de los siete pueblos a quien se atribuía la primera denuncia realizada. Contaba el cirujano que en su recorrido lo interceptó uno de los curas y le indicó que se acercara a ver a un niño que tendría entre 9 y 10 años y que se hallaba enfermo. Luego de efectuar el reconocimiento se le preguntó, por intermedio de un lenguaraz, quién lo había dejado en ese estado: ‘dijo el muchacho que su maestro Juan Caguari lo había hecho habiéndole cogido un día en la huerta detrás del común’. Pasado un par de días, el administrador volvió a acercarse al cirujano, esta vez junto a dos muchachos más que acusaban las mismas dolencias. A partir de allí, se procedió a la prisión de ambos maestros”.

En el proceso aparecieron varios testigos, y uno de ellos resultó ser otra víctima:

Uno de los testigos, tras ser reconvenido respecto a las prácticas de los maestros, terminó admitiendo no sólo que eran ciertas las acusaciones, sino también que él mismo había sido víctima y que una vez que se negó a seguir consintiendo; ‘se vengaba de él desollándole a azotes’”.

Sorprendentes descripciones gráficas acerca de la sodomía jesuita, ofrece aquel documento judicial del siglo XVIII estudiado por Sidy:

“…Trajo el administrador al cuarto del declarante dos muchachos que en el semblante estaban bastante enfermos y/o en sus portes indicando que se los veía caminar con cierta rareza. Asimismo, hacía notar un cambio en el estado de ánimo de aquellos al marcar que los oía muy aniquilados, habiendo sido siempre robustos”.

El encargado de revisarlos y de atenderlos fue Gabriel Moreno, el cirujano de la reducción” —remarcó Bettina Sidy— “Le incumbió a él tanto la revisión formal de aquellos cuerpos como su posterior tratamiento y la administración de las curaciones correspondientes”.

El documento colonial incluye un informe forense, realizado por dicho cirujano Moreno, con todos los detalles del crimen:

(…) Se bajó los pantalones (sin forzarle) y vido que estaba descuadernado todo el nabo con muchas llagas y inmundicias y bien usado y que habiendo salido aquel de su cuarto entró el otro y vido que estaba lo mismo y que los curó. Vio que estaba incapado y lleno de cresas… vido que tenía todo el orificio llagado y ensangrentado… que habiendo visto que el muchacho tenía toda la parte trasera lastimada y llena de verrugas”.

No son diferentes los informes y testimonios de los mismos vejámenes cometidos en colegios y seminarios jesuitas de Latinoamérica, 300 años después.

CONTINUARÁ

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