MURILLO, EL MANEJO FASCISTA DE LA PEDOFILIA DE EVO MORALES
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© Wilson García Mérida | Columna Sopa de ManíEs injusto e inmoral cargar sobre las espaldas de los electores la “culpa” de un posible retorno del narco-estalinismo al poder, y nada menos cuando su endiosado jefe supremo, Evo Morales, enfrenta un escándalo sexual devastador al comprobarse su patológico vicio por amancebarse con niñas vírgenes hasta embarazarlas. Con semejantes denuncias sustentadas en contundentes pruebas producidas eficientemente por peritos de la Policía Boliviana, cualquier político con un mínimo de vergüenza propia se habría suicidado (como lo hizo Alán García tras descubrirse los sobornos que recibió de Odebretch); pero Morales es un sicópata sin sentimientos de culpa y está más envalentonado que nunca. ¿Por qué sucedió esto?
Paradójicamente el partido del autócrata depravado está más fuerte que cuando cayó hace menos de un año tras cometer el colosal fraude, y eso no es culpa de los electores en la sociedad civil, sino de aquellos que hoy nos chantajean desde la sociedad política después de haber permitido y fomentado la rearticulación evista.
Hoy Evo Morales ejerce su rol como jefe de campaña del MAS alzando la voz con su habitual insolencia y dictando normas de conducta a los demás candidatos, cual si fuese un inmaculado “salvador de la patria”. Sus ínfulas de ser la “reserva moral” del planeta han crecido en proporción directa a su degeneración sexual. Su pedofilia no sólo ha pasado a un segundo plano sino incluso se ha legitimado; y en ello tienen mucho que ver —además de la eficacia perversa del aparato neo-estalinista del MAS—, la indolencia expuesta de tipos como el ministro de Gobierno Arturo Murillo.
De darse aquel ominoso retorno tal como “profetizan” encuestas de dudosa idoneidad (en rigor es muy poco probable que el MAS alcance su antiguo 30%), la responsabilidad directa será de Arturo Murillo y de Jeanine Añez que pretendieron prorrogarse en el poder corrompiendo la transición, a costa de hacer crecer la imagen de Evo Morales como “el malo de la película” y ahí lo tenemos, el cholo pedófilo mucho más “empoderado” que antes. Murillo y Añez necesitaban de Evo Morales bloqueando e incendiando las ciudades de Bolivia para justificarse electoralmente y, de paso, comprar insumos represivos con los jugosos sobreprecios que se embolsillaron los amiguitos intermediarios de Murillo. En esa sórdida estrategia de mister Bolas, era imprescindible que Juan Ramón Quintana se mantenga a buen recaudo en la Embajada mexicana para seguir armando su “Vietnam moderno” en lugares como K’ara K’ara y Yapacaní; no otra cosa explica por qué el Gobierno de Añez se negó deliberadamente a romper relaciones diplomáticas con México, manteniendo activo e impune a Quintana. Cuando me reuní con el viceministro Javier Issa (aquel día en que el tipo me contagió el Covid) le expliqué con sumo detalle, con documentos en la mano, por qué era imprescindible romper relaciones diplomáticas con la Embajada de México para poner a Quintana en Chonchocoro; pero nunca pasó nada.
En el afán de ganar votos extrapolándose como “la única alternativa” a Evo Morales, Murillo y Añez rompieron la frágil institucionalidad que quedó tras la huida del tirano, estrellándose innecesariamente contra la Asamblea Legislativa, forzando un conflicto de poderes y provocando que masistas pro-transición como Eva Copa (quien posibilitó el ascenso constitucional de Añez en noviembre) vuelvan “al redil” para operar bajo las sucias directrices rupturistas enviadas por el jefe pedófilo desde su mansión en Buenos Aires.
Haciendo un carnaval mediático con el caso Meneses
La investigación que realizó Sol de Pando sobre los varios casos de pedofilia comprobada de Evo Morales, estableció que el ministro de Gobierno Arturo Murillo había manipulado perversamente el caso referido a Noemí Meneses —la actual concubina infantil que convive con Morales en Buenos Aires—, desjudicializando el proceso y por tanto favoreciendo al delincuente.
Descubrimos que Murillo ordenó la suplantación (en los folios del expediente policial) de la identidad real del padre de la víctima por el de un narcotraficante homónimo que se encuentra prófugo, con el propósito de generar un clima de escándalo extremo para limitar las posibilidades electorales del MAS. El padre verdadero de Noemí no es narcotraficante, sino traficante de tierras del Parque Nacional Tunari en sociedad con el gobernador Iván Canelas, a quien Murillo, su amigo, dejó escapar sin mayores penas.
También comprobamos que Murillo manipuló la información del caso con sobredimensionados tonos escandalosos, para desviar la atención de la opinión pública sobre denuncias en hechos de severa corrupción del actual Gobierno; el más grave: la compra de respiradores inservibles (provenientes de España y China) con altos sobreprecios, lo que causó la muerte de cientos de pacientes de Covid-19 por asfixia prevenible. Otro escándalo que envuelve directamente a Murillo es la compra de miles de proyectiles químicos con sobreprecios —destinados a reprimir a los “vándalos” de Evo Morales— negociado que benefició a un intermediario amigo de Murillo, vinculado al tráfico de armas.
Establecimos que en esa política de manipulación mediática con los detalles íntimos de la pedofilia de Evo Morales, para ganar votos y al mismo tiempo encubrir la corrupción del régimen transitorio, Murillo bloqueó el acceso a la información del expediente policial para el periodismo boliviano, muy especialmente a Sol de Pando, pero concede una “exclusividad” absoluta al periódico sensacionalista español “OkDiario”, constituido en única “fuente oficial” a la que deben acceder los propios periodistas locales para informar del caso, subordinándose vergonzosamente a un llocalla español que, pagado por Murillo, hizo su carnaval sensacionalista con las fotos de Noemí Meneses.
Aquel manejo tan irresponsable y banal de un asunto altamente delicado para la salud moral del país, en las manos torpes de Murillo, debilitó drásticamente el caso judicial y le permitió a Evo Morales re-articular políticamente su organización criminal que hoy maneja la campaña de Arce Catacora lavando a manos llenas dineros provenientes del narcotráfico.
De esa manera Murillo contribuyó al fortalecimiento del MAS, cuya militancia cerró filas en torno a su jefe pedófilo al ser evidente que el llamado Bolas actuó con total estulticia en este escabroso asunto.
No fue casual que en una entrevista con Radio Kausachun Coca el 13 de septiembre, en plena efervescencia mediática del caso de su pedofilia con Noemí Meneses, Evo Morales declaró con soberano cinismo: “Saludar, felicitar a Murillo, es nuestro mejor jefe de campaña”. Estaba en lo cierto el cholo pederasta.
Para las mismas mujeres del MAS como Eva Copa, la pedofilia serial de Evo Morales termina siendo “un problema privado”; y no faltan quienes asumen la depravación sexual de su jefe como un don digno de un macho alfa. En la creativa lógica narco-estalinista, ahora ser pedófilo es una virtud revolucionaria y denunciarlo es obra de la derecha imperialista; con Murillo de por medio no deja de ser cierto. En el discurso electoral del narco-estalinismo, nadie le quita al pedófilo su fama de haber sido “el mejor Presidente de Bolivia”. Esta aberración ideológica está en la base del fortalecimiento del MAS causado por el nefasto Ministro de Gobierno.
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Poniendo a la víctima en manos de su violador
En aquel manejo doloso del caso Meneses, dada su vena fascista, no ha tenido Murillo escrúpulos en vulnerar las leyes que protegen a las víctimas de estupro, violencia intra-familiar o trata y tráfico de personas. Dichas leyes prohíben la difusión de las identidades, nombres e imágenes de las víctimas, resguardados por la reserva legal de las investigaciones. En este caso, convertida por Murillo en su objeto de persecución hasta darle muerte civil, la víctima Noemí Meneses tuvo que huir de Cochabamba hacia Buenos Aires para refugiarse en brazos de su violador. Y Evo Morales jamás declaró ante los fiscales que investigan el caso, quedando un vacío procesal que induce a la impunidad del pedófilo, pues los plazos y omisiones judiciales corren a su favor.
Para colmo, el Gobierno de Jeanine Añez no ha hecho absolutamente nada para concientizar a la población boliviana sobre la monstruosidad del doble crimen de estupro y pedofilia, que destruye inocentes vidas infantiles.
El Ministerio de la Presidencia gasta cientos de miles de dólares en campañas publicitarias contra el feminicidio y la violencia doméstica usando el famoso slogan “Ni una menos”; pero ni un jingle, ni un spot, sobre el peligro latente de la pedofilia para la niñez boliviana, mucho menos la de Evo Morales. El Estado boliviano prácticamente abandonó su responsabilidad del caso, dejando la suerte del proceso en las manos de “OkDiario”. Algo sin precedentes.
Después de haber desbaratado el normal curso judicial de aquel expediente, promoviendo un innecesario show mediático extremadamente sensacionalista, que favoreció al pedófilo, Arturo Murillo viene ahora a exigirnos a los electores, suelto de cuerpo, que emitamos un “voto útil” para Carlos Mesa so pena de ser, los ciudadanos libres, únicos culpables de un posible retorno de Evo Morales. Con ese cínico chantaje, además, Murillo está violentando nuestra libertad de elegir según la conciencia íntima de cada quien. Está causando daño a la sociedad boliviana rompiendo amistades y dividiendo a las familias bajo esa consigna abusiva, extorsiva e inmoral.
Manipulador compulsivo, Murillo manipuló y tergiversó la investigación de aquellos eficientes y laboriosos policías nacionales que trabajaron en el caso Meneses; y ahora manipula el miedo de una mayoría inocente del pueblo boliviano, que evidentemente, desde la buena fe ciudadana, guarda natural terror ante un posible retorno del impune pedófilo. Murillo es el tipo más nefasto que le tocó sufrir a la democracia boliviana en los últimos años.
Esperemos que el próximo Gobierno elegido en las urnas, le aplique justicia y lo encierre junto a Morales y Quintana.
Mesa, de octubre a octubre y el voto ético extraviado
Carlos Mesa ha cometido errores que en la política son habituales, inherentes a la descarnada lucha por el poder. Nadie es impunemente inmaculado en el accionar político; lo importante es aprender de los errores mediante una sana y honesta autocrítica, lo cual requiere de una cierta dosis adecuada de humildad. En esa concepción dialéctica del error radica la posibilidad de dar los saltos cualitativos que exige esta frágil democracia post narco-estalinismo.
Sin bien los errores de Mesa han afectado perjudicialmente al proceso de la lucha para derribar al tirano inmoral, el mayor perjudicado ha sido él mismo; tal la lección.
Fue uno de los artífices del movimiento ciudadano de las plataformas del 21F que nació en el auditorio de la UCB San Pablo de Cochabamba, el 26 de julio de 2018, encumbrado él como líder nato que tomó en sus manos la misión que le encomendaron los jóvenes bolivianos de hacer “bajar” a Evo Morales de su abusiva re-postulación; pero fue corto el verano.
A poco del fracaso de La Haya, dejó en off side a las plataformas del 21F precipitando su candidatura bajo la sigla de un partido político tradicional, el FRI, lo cual —además de legitimar la ilegal re-postulación del jefe narco-estalinista— atomizó a las plataformas haciendo explosionar una dispersión de candidatos opuestos a Evo Morales. Y esa dispersión le favoreció estratégicamente a Morales. Se negó a promover la candidatura única aprovechando las primarias del 27 de enero de 2019, lo que le habría posibilitado liderar una plancha con figuras como Jaime Paz, Tuto Quiroga, Doria Medina, etcétera, entre sus futuros ministros y legisladores.
Carlos Mesa sabe que si habría sido fiel a su palabra empeñada el 26 de julio de 2018 buscando construir con ahínco la unidad para derrotar a Evo Morales, haciendo cumplir el mandato del 21F, su candidatura habría llegado a las elecciones del 20 de octubre del 19 con una fortaleza demoledora, en este momento estaríamos celebrando su primer año de mandato; le habría aplastado al MAS con una votación superior al 50% y entonces habría sido muy difícil para Quintana fraguar el fraude.
El fraude fue factible por la debilidad con que Mesa y su partidocracia llegaron a ese octubre (el guión lo marcaron las encuestas de Ciesmori), obteniendo un magro cuasi empate que fue el caldo de cultivo ideal para manipular el TREP.
También sabe Mesa (si no lo sabe debería saberlo) que si el fraude armado por Quintana no hubiese podido romper su aplastante victoria basada en la unidad, no habría sido necesario sacar a patadas a Evo Morales, y por tanto jamás tendría que haber sido posible la irrupción “transitoria” de personajes nefastos como Arturo Murillo y Jeanine Añez, este fascismo al que nos trajo esa cadena de errores de Carlos Mesa originados en el incumplimiento de su palabra empeñada en el auditorio de la UCB de Cochabamba.
Murillo y Añez —incluyendo Camacho y ese entorno de niños mimados haciendo pingues negocios en compras con sobreprecios— son el resultado de los errores de Mesa y son los causantes de que que el cadáver insepulto de Evo Morales haya revivido bajo la bizarra forma de un zombi pedófilo y bullicioso.
En mayo de este año, tomé contacto con Ricardo Paz y Saúl Lara, principales operadores políticos de Carlos Mesa, sugiriéndoles la necesidad de que el candidato que había entablado un juicio penal contra los autores del fraude de octubre (entre ellos Quintana), exija al Gobierno de Jeanine Añez la pronta ruptura diplomática con México, país que al impedir la notificación a Quintana y Héctor Arce con la querella de Mesa, estaba interfiriendo en la aplicación de la justicia boliviana. Les advertí a Paz y Lara que Quintana era el principal artífice del fraude que impidió el ascenso de Mesa, y que sólo la ruptura con México haría factible sentarlo frente a un juez y encerrarlo en Chonchocoro. Ambos colaboradores del ex Presidente se mostraron inicialmente inclinados a exigir la expulsión del Embajador mexicano en los términos que sugerí. Ignoro si consultaron el asunto con Mesa; lo cierto es que desde entonces ni Ricardo Paz ni Saúl Lara respondieron mis mensajes; es más, Lara cortó mi llamada cuando intenté comunicarme telefónicamente con él. Espero ferviente que ni Saúl ni Ricardo —dado el caso altamente probable de que Mesa asuma la Presidencia— se constituyan en los nuevos Quintana y Murillo del régimen; los insto a que no caigan en esa recurrente tentación autoritaria y hagan prevalecer sus dones humanistas, el país no necesita más sanromanes ni más vladimiros montecinos.
Por lo demás, debe ser dramático para Mesa estar rodeado en su entorno íntimo por personas como aquel cineasta que se enriqueció gracias a Quintana participando lucrativamente en obras como el funesto Museo de Orinoca, produciendo audiovisuales laudatorios para el autócrata, de quien decía “lo amo”. En algún momento el posible nuevo Presidente de Bolivia tendrá que optar por entramparse en lealtades afectivas y familiares con su silencio cómplice, o salir dignamente por los fueros del interés colectivo nacional.
A pesar de sus errores, que son subsanables según su capacidad de autocrítica, la candidatura de Carlos Mesa tiene la virtud de contar entre sus bases de sustentación con sectores muy honestos de la intelectualidad democrática del país. Pienso en compañeros entrañables como Carlitos Balderrama Mariscal y Maricruz Canedo en Santa Cruz, Yoyo Komadina, Jaime de Ugarte, los hermanos Hoffmann y Elizabeth Landaeta en Cochabamba, o Carlos Tiburcio Amuruz en Cobija. Si Comunidad Ciudadana logra derrotar al MAS (ojalá), me alegraré por esa noble gente más que por Mesa mismo.
Espectaré la primera vuelta desde mi posición equidistante del “voto útil” (mientras Murillo lo siga esgrimiendo extorsivamente), y si la segunda vuelta nos pone ante el dilema de hierro entre Mesa y Arce Catacora, desearía votar por Mesa siempre y cuando el candidato invocara para sí un voto ético bajo los siguientes fundamentos esenciales:
- Romper relaciones diplomáticas con México para enjuiciar sin obstáculos a Quintana, entre otros asuntos por los atentados criminales que el sátrapa ha cometido persiguiendo y proscribiendo sañudamente a Sol de Pando.
- Reivindicar el Estatuto del Funcionario Público para la institucionalización de cargos públicos mediante concurso de méritos, evitando que el aparato estatal sea un vulgar botín partidario como en tiempos de Evo Morales y Jeanine Añez. Nunca más las fachadas de las instituciones del Estado tienen que pintarse con los colores del partido gobernante.
- Separar rigurosamente el interés privado del interés público para conjurar cualquier germen de corrupción funcionaria vía nepotismo o tráfico de influencias. Mesa debe romper con gente de su propio entorno que se ha enriquecido en el anterior régimen recibiendo dinero de Quintana. No tendrían que asomarse por ningún motivo al Palacio Quemado ni al Ministerio de la Presidencia.
- Impulsar el Juicio de Responsabilidades contra Añez, Murillo y López por las masacres de Huayllani y Senkata, y por criminales negociados como la compra con sobreprecios de respiradores e insumos de bioseguridad, lo que causó y sigue causando dolor y muertes durante esta pandemia.
Si Mesa no da señales de esa invocatoria necesaria al voto ético, quizá resulte más saludable ejercer el voto suicida y permitir nomás el retorno de Evo Morales, Quintana y toda la crápula narco-estalinista fortalecida gracias a Murillo. Al menos sabremos a quién tenemos al frente, sin incertidumbre alguna.
En cualquier caso, como diría el subcomandante Marcos, nuestras armas en permanente apronte son armas que aspiran a ser innecesarias.
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