Data: junio 16, 2021 | 17:06
SU RENUNCIA SE ENMARCÓ EN LA ESTRATEGIA DE POLARIZAR AL PAÍS TRAS EL FRACASO PRORROGUISTA | La huida del entonces Vicepresidente negándose a tomar el mando reemplazando a Morales por sucesión constitucional, permitió el ascenso del grupo ultra-derechista al mando de Murillo…

HUIDA DE GARCÍA LINERA CAUSÓ EL VACÍO DE PODER

Así renunció a la sucesión constitucional | VIDEO

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© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando

El 10 de noviembre de 2019, simultáneamente a la renuncia del presidente Evo Morales, el vicepresidente Álvaro García Linera también dimitió a su cargo. Con ese acto revestido de una muy bien calculada “lealtad al jefe”, García Linera abandonó su deber moral y constitucional de asumir la Presidencia Transitoria desde la cual estaría obligado a administrar nuevas elecciones (tras el contundente fracaso prorroguista del líder cocalero).

La renuncia malintencionada de García Linera generó un enorme vacío de poder que —a la luz de los hechos posteriores— resultó ser el inicio de una estrategia rupturista orientada a “retomar” el Gobierno por la vía armada, aplicando la tesis neo-estalinista de “Bolivia, Vietnam moderno” propugnada por Juan Ramón Quintana.

En el momento mismo de sus renuncias tanto Evo Morales como García Linera perfilaron la opción “guerrillera” de su futuro “retorno”, justificando su auto-exilio como respuesta al supuesto “golpe de estado” digitado desde la Embajada norteamericana. “Hoy estoy renunciando a mi cargo de Vicepresidente, el Golpe de Estado se ha consumado”, dijo García Linera al momento de dimitir desatando el efecto dominó.

Pocas horas después de las renuncias de Morales y García Linera, el mismo 10 de noviembre, la entonces presidente del Senado Adriana Salvatierra también renunció a su cargo inviabilizando toda sucesión constitucional, y tras ella renunciaron los cuadros legislativos del MAS que seguían en la línea sucesoria, acatando nítidamente la consigna partidocrática de “volveremos y seremos millones” proclamada por García Linera al momento de huir a México.

El posterior ascenso de la facción más corrupta, fascista y genocida de la derecha boliviana a la cabeza de Oscar Ortiz y Arturo Murillo —ascenso delincuencial consumado además ante la ausencia de una alternativa de izquierda no estalinista capaz de llenar el vacío que dejó el autócrata-pedófilo Evo Morales—, fue perfectamente funcional al plan del “Vietnam moderno” acariciado por Quintana, Morales y los hermanos García Linera. La mafia fascista hizo todo lo necesario para alimentar el discurso estalinista de “golpe de estado” en la derrota del prorroguismo evista.

El actual “debate nacional” acerca de si la caída de Evo Morales fue resultado de un “golpe de estado” o de un “monumental fraude”, es un falso debate que está desgastando y debilitando al régimen de Arce y Choquehuanca, quienes llegaron al Gobierno con el voto ciudadano no gracias al aparato neo-estalinista sino al repudio general expresado en las urnas contra la corrupción cínica y criminal del grupo de Murillo y Añez, quienes desde un ejercicio abusivo, nepótico y delincuencial del poder desnaturalizaron y ensangrentaron el proceso de la transición.

Carlos Mesa por su parte, durante los 14 años del régimen neo-estalinista, fue un activo promotor del Gobierno de Evo Morales lucrando políticamente y recibiendo prebendas en beneficio de su entorno íntimo desde el Ministerio de la Presidencia; y tras su rotundo fracaso en el liderazgo para conformar un bloque opositor unitario que pudo hacerle frente al prorroguismo evista con eficacia electoral, terminó actuando como el principal aliado y cómplice de la banda mafiosa y genocida de Murillo y Añez.

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