Data: julio 16, 2017 | 1:03
COLUMNA VERTEBRAL | Este edificio pensado y construido hace nada menos que setenta años, se convierte en el testimonio hasta hoy más logrado en el difícil camino para lograr una arquitectura nacional y universal…

Carlos D. Mesa Gisbert | LA OBRA ESTELAR DE EMILIO VILLANUEVA

«La distribución del cuerpo central del frontis guarda indudable relación con la Puerta del Sol; quedando el vano de la puerta tiahuanacota delimitado por todo el espacio ocupado por las puertas y ventanas de la fachada, lo que nos da la pauta de que por una vez en Bolivia, se hizo el aprovechamiento adecuado de los motivos originales, dándoles sentido dentro de una arquitectura funcional…»

RESEÑA BIOGRÁFICA
Emilio Villanueva Peñaranda nace en La Paz el 28 de noviembre de 1884, hijo del médico José Gabino Villanueva y la señora María Peñaranda. Estudió en el Colegio San Calixto donde fue un destacado alumno. Terminado el bachillerato se traslada a Santiago donde ingresa al Instituto Nacional de Chile. Estudia luego en la Universidad de Estado de la misma ciudad en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. En esta Universidad recibe galardones por una carrera brillante, consiguiendo las más altas calificaciones en varias materias. En 1907, a los 23 años, se recibe como ingeniero arquitecto y retorna a Bolivia, donde comienza su trabajo profesional como ingeniero adscrito a la Dirección de Obras Públicas del Departamento de Oruro y de la Alcaldía Municipal de La Paz.
Desde su retorno a La Paz hasta su viaje a París, su obra profesional es ya importante, con proyectos como el del Colegio Militar, el Hospital General, y un primer proyecto para ensanchar la vieja calle del Recreo.
Al comenzar la década de los 20 comienza a frecuentar los más importantes círculos intelectuales del país. Forma parte del Círculo de Bellas Artes, núcleo fundamental para las letras de este período del que salieron autores consagrados en la narración, la poesía y el ensayo. Escribe junto a Ricardo Jaimes Freyre, Juan Francisco Bedregal, Adolfo Costa Du Rels, Alcides Arguedas, Gregorio Reynolds y otros, en la revista del Círculo que dirigían Arguedas y Bedregal.
A finales de 1925 se traslada con toda su familia París, donde escribe sobre problemas de geopolítica a raíz de la gran propaganda desplegada por la Embajada del Paraguay en Francia en torno a los problemas de límites paraguayo-bolivianos en el Chaco, que desencadenaría la guerra de 1932.
En 1927 retorna a Bolivia e inmediatamente se aboca a la concepción del proyecto de urbanización del barrio de Miraflores que por entonces apenas si nacía. A fines del 27 entrega los primeros proyectos a la Alcaldía y se inicia una áspera polémica.
Para entonces, se habían construído los edificios de la Alcaldía de La Paz y el Banco Central de Bolivia, dos de sus obras más importantes de este período.
Vinculado ya con la Universidad Mayor de San Andrés desde su llegada a París, es nombrado Rector en 1929. Su labor universitaria la consignamos en un acápite aparte.
En 1930 es nombrado ministro de Instrucción Pública por el presidente Hernando Siles. Desde su alto cargo sigue estrechamente vinculado a los asuntos universitarios, paralelamente inaugura el Estadio Hernando Siles proyectado por él.
En 1941 realiza el proyecto del Complejo Universitario de la Avenida Villazón, que recién se concluiría, en parte, en 1948, y dedica toda su actividad a la Universidad de San Andrés. Dicta varias cátedras hasta 1953, en que se retira de la enseñanza a los 69 años de edad.
El 14 de mayo de 1970 muere a la edad de 86 años en La Paz ciudad a la que dedicó toda su vida.

Entre 1910 y 1950, por más de 40 años, Emilio Villanueva revolucionó los moldes tradicionales de la arquitectura boliviana, y plasmó en la construcción y en el urbanismo conceptos que eran hasta entonces desconocidos en nuestro medio. El arquitecto buscó un estilo nacional que no consideraba ya la posibilidad de una arquitectura puramente boliviana, al ser esta una expresión universal que responde a necesidades y problemas comunes, y en definitiva a una cosmovisión global, que permitían la búsqueda de soluciones similares en muchas partes del planeta.

Se hacía eco entonces de una arquitectura que a partir del racionalismo de Le Corbusier planteaba sistemas de aplicación mundial.  El concepto superaba el lirismo chauvinista y buscaba la integración de la arquitectura boliviana a la universal, imprimiendo en ésta algunas características que la identificaran.

Si bien las ideas racionalistas que se estaban aplicando en Europa fueron acogidas plenamente por Villanueva, el academicismo al que había estado apegado en sus inicios no había desaparecido totalmente. Su primer gran proyecto en la nueva dirección fue el Estadio Hernando Siles (1930). Pero donde realmente estableció su visión de una nueva arquitectura fue en el monoblock central de la Universidad Mayor de San Andrés estrenado el 24 de julio de 1948. Se planteó allí la cuestión del estilo. Villanueva se refirió al tema y dijo: “independiente del estilo, está la rúbrica que imponen las condiciones locales y de origen.  Para imprimir esta fisonomía se han insinuado dos figuraciones de la arqueología tiahuanacota; el “signo escalonado” y el “signo sol”.  Estas alusiones no pretenden dar un tono, ni en la estructura ni en el detalle”.

Por eso aplicó el motivo recurrente en el frontis del monoblock, un gran cuerpo central y dos laterales a modo de alas, el frontis principal superpuesto a los brazos, y éstos terminados en dos pequeños añadidos escalonados detrás de las alas.  De este modo la planta del frontis repite la figura escalonada.  No es casual que Villanueva volviera a recurrir a una forma clásica, que implica simetría y figuras geométricas. El funcionalismo superó y rechazó totalmente la simetría, sin embargo, no podemos negar una búsqueda funcionalista en el monoblock.  Conscientemente o no, Villanueva aplicó formas estructurales que querían imprimir una característica nacional y ecuménica. En el caso concreto del frontis del edificio universitario debemos considerar la influencia de los diseños de Kis sobre la ciudad de Tiwanaku, que el autor reprodujo en uno de sus libros teóricos y que después quedaron desechados por investigadores como Ponce en base a las excavaciones posteriores a la romántica y puramente teórica imagen que tenía Kis.

Una solución de planta cuadrada para el bloque central del edificio parecía inverosimil.  Villanueva la justificó así: “También se ha dicho que la planta del cuerpo elevado debió ser rectangular y no cuadrada.  Esta apreciación es errada.  Lo que se busca en un plano típico, ante todo, es la economía de costo y de espacio sin afectar la parte funcional.  Una buena planta es una planta compacta, y el perímetro de una planta compacta, no puede ser sino un cuadrado”. Hay que añadir que la planta cuadrada responde a esta extraña mezcla de formas simétricas y aplicación funcional en el uso, características del último período de nuestro autor.

Como él mismo dice, dos son los signos utilizados en lo decorativo, el signo escalonado, y el signo sol, imagen de la divinidad solar en la cosmogonía de esa gran cultura andina.  Ambos aparecen en el frontis y en la coronación del edificio; se repiten en las puertas de ingreso, muy bien terminadas y de un gran sentido plástico, en el enrejado que rodea al edificio, en la parte superior del escenario del Paraninfo y en los diseños interiores de los ascensores. El signo imperante es el escalonado, muy propio para rejas y puertas.  El signo sol y los guerreros de la puerta del sol, se aplican en el bloque central del frontis, estilizados aún más que los originales.  El remate del piso 13, además de los frisos zigzagueantes y escalonados, termina en cuatro pequeñas cabezas al estilo de las del templete semisubterráneo.

La distribución del cuerpo central del frontis guarda indudable relación con la Puerta del Sol; quedando el vano de la puerta tiahuanacota delimitado por todo el espacio ocupado por las puertas y ventanas de la fachada, lo que nos da la pauta de que por una vez en Bolivia, se hizo el aprovechamiento adecuado de los motivos originales, dándoles sentido dentro de una arquitectura funcional.

Con el monoblock de la UMSA, Emilio Villanueva culminó su larga carrera como arquitecto, en él plasmó y aplicó todas sus ideas respecto a la arquitectura. Este edificio se convierte, por esto, en el testimonio hasta hoy más conseguido en el difícil camino para lograr una arquitectura nacional y universal. Fue pensado y construido hace nada menos que setenta años.

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