SE FUE LA MÁS LINDA TH’URUCHAPITA
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© Wilson García Mérida | Columna Sopa de Maní
No le dieron el Cóndor de Los Andes que merecía por sobradas razones, pero ella en sí misma era un galardón. No sólo es la escritora más premiada en la historia de la Literatura boliviana, dentro y fuera del país, pues su legado trasciende las letras a través de una obra educativa majestuosa. Su amor por los niños era su amor por la humanidad, el fundamento de su calidad humana y de su ética infinita. Después de Adela Zamudio, no hubo en Cochabamba otra mujer tan valiosa para su pueblo como Gaby Vallejo.
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Su escritura era cósmica, un big bang, abarcaba universos diversos, paralelos, plurales y también singularmente íntimos. Su visión revolucionaria de la historia nacional en novelas como “Hijo de Opa”, no era ajena a su fina sensibilidad plasmada en los cuentos eróticos de su libro “Del Placer y del Fuego”. Pero su pasión más intensa, su vocación innata, era escribir cuentos para niños. Nos ha dejado obras maestras de la literatura infantil en relatos como “Amor de Colibrí”, “Wara y el sudor del Sol” o “Juvenal Nina”.
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Sin ser indigenista a ultranza, sin dobles poses ni imposturas, con la naturalidad de ser un fruto genuino de esta tierra, una auténtica hija del pueblo, tenía un fervor sincero por la cultura indígena, un amor inclaudicable por los niños indios, esos que andan mendigando tras las flotas en la carretera a Oruro o invadiendo la ciudad en los días de navidad pidiendo pan en las aceras, con sus caritas quemadas por el sol y pintadas con el color del agreste polvo: los th’uruchapitas. Esas tiernas mejillas de barro, según me explicó la maestra en sus propias palabras, “es lo que tienen los niños pobres en la cara, resultado del viento, la tierra, el frío, el sol del altiplano, que no se lava con nada”. Th’uruchapitas, ese nombre le puso a la Biblioteca Infantil que creó con sus propios recursos y que ahora debe ser declarada patrimonio nacional.
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Gaby Vallejo Canedo ha sido el fruto maternal de nuestro fértil valle cochabambino; su obra y su palabra son el alma y la voz de esta tierra fecunda. Nació en Mamanaca, comarca mágica de emblemático nombre, en la vecindad de Tarata, de donde vino mi abuelo de madre don Alejandro Mérida Ureña. Por eso la maestra escribió el prólogo de mi tercer libro, Textos Maternos; nadie más que ella podía haberlo hecho.
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Se nos fue la reina th’uruchapita, alma bendita.
Fue mi maestra, mi amiga, mi confidente, mi ángel de la guarda. Cómo olvidarla…
*Doña Gaby Callejo Canedo falleció ayer sábado, 20 de enero, en Cochabamba.
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