¿QUÉ TAN GENEROSA ES LA RENUNCIA DE MESA A SU CANDIDATURA?

La llegada de Evo Morales al poder, en 2006, fue abiertamente aplaudida y apoyada por Carlos Mesa, quien declaró al cocalero “un gran Presidente histórico”. | Foto archivo Sol de Pando
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© Wilson García Mérida | Columna Sopa de Maní
Ha causado beneplácito general la renuncia de Carlos Mesa a su candidatura presidencial, nadie lo lamentó, ni los pocos partidarios que le quedan; pero se han sobredimensionado los elogios al convertir ese acto de mero sentido común en un hecho heroico y ejemplo de acrisolada moral, lo cual no es verdad.
Mesa renunció porque sabe que ha perdido apoyo ciudadano, sus posibilidades electorales eran ínfimas. En todas las encuestas de los últimos meses, el ex Presidente figura en el sótano de las preferencias, por debajo de candidatos emergentes como José Carlos Sánchez Berzaín, Vicente Cuéllar, Rodrigo Paz, Amparo Ballivián o Chi Yung Chu.
Mientras líderes como Tuto Quiroga y Reyes Villa (incluso Evo Morales según la encuesta de Claure) compiten por romper la barrera del 35% de las preferencias, Mesa, con no más del 2%, disputa el último lugar con Luis Arce.
Entonces, pretender ser candidato sabiendo que apenas 2% del electorado le apoya, resultaría irracional. Por tanto, la renuncia de Mesa a candidatear no es un acto de generosidad y desprendimiento, es un acto de lógica resignación, algo fríamente calculado.
UN “LIDERAZGO MORAL” SIEMPRE CODICIOSO Y LUCRATIVO
Como todo hábil político, de esos que han medrado y medran con lucrativa impostura a costa del creciente drama nacional, Mesa utiliza su declinatoria electoral para “capitalizar” un “liderazgo moral” dentro el Bloque de Unidad, e incluso para asegurarse una “mega-pega” (de las que le encantan) si es que dicho movimiento logra desplazar al narco-estalinismo del poder estatal.
Samuel Doria Medina, que ya se siente Presidente electo (nadie le niega el derecho), ha dicho que el generoso Mesa será su asesor en un futuro co-gobierno con Comunidad Ciudadana, el partido mesista que ya no existe pues ha sido deglutido por el manfredismo.
“En adelante, Carlos Mesa será el eje de esta unidad” —dijo el empresario—. “También será un importante asesor y protagonista del próximo gobierno. Comunidad Ciudadana será clave en el proceso de cambio del país que se avecina”. Se ve que Doria Medina será postulado por Comunidad Ciudadana, o lo que queda de ella.
Más desopilante aún es el Negro Arias, en la misma línea de Doria Medina, dice que al dar “un paso al costado”, el ex Presidente se constituye en “un articulador clave en la búsqueda de consensos políticos”, es decir Mesa es ahora el adalid de la unidad.
Pero la historia de los últimos 25 años en la democracia del país, deja constancia que el rol que ha jugado Carlos D. Mesa en la política boliviana no ha sido precisamente el de construir una unidad de las fuerzas éticas, sino todo lo contrario. Mesa hizo de la política un negocio muy lucrativo, practicando un egoísmo recalcitrante y fragmentario que lo ubica entre los políticos más prósperos del país, dedicado en sus tiempos libres al negocio de bienes raíces.
Decir que Carlos Mesa es el principal y directo responsable de la persistencia prorroguista de Evo Morales, de la violenta crisis del 2019, del ascenso fascista con Añez y Murillo y del retorno del MAS con Luis Arce, no es exageración alguna, para nada. Los hechos están ahí, tangibles.
EL MUSEO DE ORINOCA Y UN SILENCIO CÓMPLICE
La llegada de Evo Morales al poder, en 2006, fue abiertamente aplaudida y apoyada por Carlos Mesa, quien declaró al cocalero “un gran Presidente histórico”.
Pronto se supo que ese apoyo no era gratuito. Juan Carlos Valdivia, socio y familiar político de Carlos Mesa, fue contratado por Juan Ramón Quintana para realizar el diseño decorativo del Museo de Orinoca, monumento a la magalomanía del pedófilo palaciego que costó más de 7 millones de dólares.
De ese derroche, por hacer el “decorado cinematográfico” del asqueroso Museo, Valdivia se benefició con casi un millón de dólares y pasó la factura diciendo de Evo Morales, en una entrevista: “lo amo”; su mentor, Mesa, experto en patrimonios arquitectónicos, no dijo absolutamente nada sobre esa horrorosa obra, ni un tuit, ni una letra en su columna dominical, silencio cómplice total.
Cuando investigaba ese asunto, le mandé un cuestionario periodístico que nunca respondió. Por hacer mi trabajo, perdí un colega y me gané otro acérrimo enemigo más.
EL JUICIO DE LA HAYA Y UN PACTO CON EVO INCUMPLIDO
En abril de 2013, Evo Morales entabló la demanda marítima de Bolivia contra Chile ante el Tribunal de La Haya, incorporando en el plan a Carlos Mesa, que como historiador había diseñado una rimbombante estrategia más mediática que jurídica.
Antes de su incorporación al juicio de La Haya —y esto lo sé de fuente muy solvente— Juan Ramón Quintana, el Ministro de la Presidencia, se reunió con Mesa para informarle que ese abordaje del asunto marítimo tenía el objetivo principal de “potenciar” la figura de Evo Morales para garantizar sus futuras re-elecciones.
Mesa aceptó apoyar esa estrategia prorroguista instrumentando la demanda marítima y le juró a Quintana que él nunca usaría lo de La Haya para beneficio propio, prometió que mientras Evo siga vigente, él nunca sería candidato presidencial y que apoyaría al cocalero en todas sus reelecciones.
Con tal pacto de lealtad, el gobierno de Evo Morales, a través del Ministerio de la Presidencia, le otorgó a Mesa todas las prerrogativas en el juicio de La Haya, sobrepasando incluso las competencias del representante de Bolivia en Ginebra: el ex presidente Eduardo Rodríguez Veltzé. A raíz de ello, Mesa y Rodríguez no se tragan hasta hoy, y tal vez eso explique por qué Rodríguez Veltzé está al margen del Bloque de Unidad.
En apariencia, los servicios que prestó Mesa a Evo Morales durante los cinco años que duró el juicio de La Haya, fueron ad-honorem. Pero no podía dejar pasar el negocio para esquilmarle al Estado de todos modos, cobrando por trabajitos extras como el “Libro Azul” con que vendió su charque a través de una costosa “consultoría”. Manejó un dispendioso presupuesto de comunicación, sin contar los viáticos en euros y dólares para pasarla bien lindo en Ginebra.
Durante la campaña para el Referéndum del 21 de febrero de 2016, que consultó al país si el cocalero podía ser re-elegido eternamente, reformando la Constitución, Carlos Mesa mantuvo una obscena neutralidad, más inclinada a avalar el prorroguismo del pedófilo. De hecho, un mes antes del referéndum, el tipo seguía elogiando la “trascendencia histórica” de Evo Morales; el 24 de enero de ese año, a propósito de los 10 años del gobierno del MAS, escribió que Morales había demostrado que “el país puede sostener una posición digna e independiente y una política marítima que puede conseguir una negociación que nos de un acceso soberano al mar”. Aunque reconoció que su aliado del Chapare mostraba una tenue tendencia al autoritarismo, concluyó que “en el balance, sin embargo, es imprescindible reconocer de nuevo que el gobierno de Evo Morales está sin duda entre los más significativos de nuestros casi dos siglos de vida independiente”.
Pero ese discurso desembozadamente pro-Evo Morales, cambiaría radicalmente después del Referéndum del 21-F, cuando el país le negó al cocalero modificar la Constitución para instaurar su re-elección perpetua. Mesa aprovechó la crisis del prorroguismo, causada por el Referéndum, para tomar distancia de Evo Morales, atacándolo furiosamente para constituirse en “alternativa al autoritarismo”, y arrebatándole al jefe del MAS la paternidad de un posible triunfo en La Haya.
Carlos Mesa se había bajado “oportunamente” del barco evista, del mismo modo en que se desmarcó del gonismo durante la crisis octubre del 2003 pese a que el MNR, según reveló Mauricio Balcázar, le había pagado más de un millón de dólares para ser el acompañante de fórmula de Sánchez de Lozada.
TRAICIÓN DESALMADA A LA PLATAFORMA DEL 21-F
El 26 de julio de 2018, en la Universidad Católica de Cochabamba Carlos Mesa fue ungido como el líder supremo de decenas de agrupaciones, mayoritariamente juveniles, en todo el país, que conformaban la plataforma del 21-F. Mesa se había constituido en un referente central de la oposición a Evo Morales, obstinado en su re-elección pese a que la Constitución y el Referéndum lo prohibían.
El mandato de aquella asamblea, presidida nada menos que por el rector de la UCB, Alfonso Vía Reque, era que Mesa debía liderar una candidatura única, aglutinando a todas las fuerzas opositoras, de izquierda y derecha, para defender el resultado del Referéndum ante el persistente prorroguismo narco-estalinista.
Era un movimiento maravillosamente plural, con una hegemonía democrática. Y muy generacional. Los antiguos líderes, desde Paz Zamora hasta Tuto Quiroga, se habían subordinado con buena voluntad a esta emergencia juvenil que puso en manos de Carlos Mesa el futuro inmediato del país. El mismo Mesa tenía en su entorno una vanguardia intelectual de primer nivel.
Si Mesa se hubiese mantenido fiel al pacto generacional del 21F, su candidatura habría arrasado en las elecciones del 20 de octubre de 2019, con más del 60% de la votación nacional. Evo Morales habría sido aplastado en las urnas sin ningún margen para la duda ni para el fraude.
Pero, como Mesa es Mesa, el sueño unitario del 21F se esfumó como una efímera ilusión. De la noche a la mañana, apareció lanzando su candidatura solitaria con un partido propio, ajeno al 21-F, y la dispersión del movimiento emergente terminó favoreciendo al proceso prorroguista.
Había sucedido que el 1 de octubre de 2018, el Tribunal de La Haya emitió su fallo a favor de Chile. Bolivia sufrió una derrota diplomática tan desastrosa como la derrota de 1879. Perdimos el mar una vez más. Los responsables de aquella derrota eran Evo Morales y Carlos Mesa.
Morales cargaba su derrota en el Referéndum de febrero, la derrota de La Haya empeoró su caída. Pero Mesa estaba en pleno ascenso gracias al 21-F; debía evitar que el fallo de La Haya desportille su fortalecida imagen. Así que precipitó su candidatura, sin esperar que la unidad del 21-F termine de madurar.
El 6 de octubre de 2018, menos de una semana después del fallo de La Haya, Mesa anunció su postulación presidencial como candidato del FRI, y luego fundaría su propio partido, Comunidad Ciudadana. El 21-F, como plataforma plural de masas, se desintegró y terminó reducido a un grupo paramilitar dirigido por el re-bolas Arturo Murillo.
En las elecciones de 2019, la oposición anti-evista que se aglutinaba en el 21-F se dispersó en varias candidaturas, Paz Zamora por un lado, Tuto Quiroga por otro, Doria Medina allá. La diferencia de votos entre Mesa y Evo Morales era estrechísima, menor a 5 puntos.
El cocalero se salió con su gusto de ser reelegido, por culpa de Mesa. La ciudadanía salió a las calles en una eclosión insurreccional, Evo y sus cortesanos huyeron a México, y ante el vacío de un real liderazgo democrático, por culpa de Mesa, tomaron el palacio las fuerzas más retrógradas de la política boliviana.
El ascenso fascista de Añez y Murillo que pervirtieron la transición post-evo, gracias a Mesa, demostró que si Bolivia no articula un Bloque de Unidad desde la más estricta Centralidad Ética, los autoritarismos —de izquierda estalinista o de derecha fascista— siempre estarán gobernando al país con toda su carga de corrupción, sectarismo y maldad organizada.
En las elecciones de 2020, Mesa volvió ser derrotado por el MAS, esta vez frente a Luis Arce, después de negarse a impulsar una candidatura única de la oposición en alianza con Tuto Quiroga y Jaime Paz Zamora.
Tal, el generoso aporte de Carlos Mesa a la democracia boliviana.
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