MESA DESMOVILIZÓ PLATAFORMA DEL 21F, AYUDÓ AL RETORNO DEL MAS

El ex presidente Carlos Mesa durante el conversatorio en la U Católica de Cochabamba donde se produjo su lanzamiento político como nuevo líder del movimiento 21F, el 26 de julio de 2018. | Foto Los Tiempos
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© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando
Carlos Mesa ha cometido errores que en la política son habituales, inherentes a la descarnada lucha por el poder. Nadie es impunemente inmaculado en el accionar político; lo importante es aprender de los errores mediante una sana y honesta autocrítica, lo cual requiere de una cierta dosis adecuada de humildad. En esa concepción dialéctica del error, radica la posibilidad de dar los saltos cualitativos que exige esta frágil democracia post narco-estalinismo.
Sin bien los errores de Mesa han afectado perjudicialmente al proceso de la lucha para derribar al tirano inmoral, el mayor perjudicado ha sido él mismo; tal la lección.
Fue uno de los artífices del movimiento ciudadano de las plataformas del 21F que nació en el auditorio de la UCB San Pablo de Cochabamba, el 26 de julio de 2018, encumbrado él como líder nato que tomó en sus manos la misión que le encomendaron los jóvenes bolivianos de hacer “bajar” a Evo Morales de su abusiva re-postulación; pero fue corto el verano.
A poco del fracaso de La Haya, dejó en off side a las plataformas del 21F precipitando su candidatura bajo la sigla de un partido político tradicional, el FRI, lo cual —además de legitimar la ilegal re-postulación del jefe narco-estalinista— atomizó a las plataformas haciendo explosionar una dispersión de candidatos opuestos a Evo Morales. Y esa dispersión le favoreció estratégicamente a Morales. Se negó a promover la candidatura única aprovechando las primarias del 27 de enero de 2019, lo que le habría posibilitado liderar una plancha con figuras como Jaime Paz, Tuto Quiroga, Doria Medina, etcétera, entre sus futuros ministros y legisladores.
Carlos Mesa sabe que si habría sido fiel a su palabra empeñada el 26 de julio de 2018 buscando construir con ahínco la unidad para derrotar a Evo Morales, haciendo cumplir el mandato del 21F, su candidatura habría llegado a las elecciones del 20 de octubre del 19 con una fortaleza demoledora, en este momento estaríamos celebrando su primer año de mandato; le habría aplastado al MAS con una votación superior al 50% y entonces habría sido muy difícil para Quintana fraguar el fraude del prorroguismo.
El fraude, si hubo, fue factible por la debilidad con que Mesa y su partidocracia llegaron a ese octubre (el guión lo marcaron las encuestas de Ciesmori), obteniendo un magro cuasi empate que fue el caldo de cultivo ideal para manipular el TREP.
También sabe Mesa (si no lo sabe debería saberlo) que si el fraude armado por Quintana no hubiese podido romper su aplastante victoria basada en la unidad, no habría sido necesario sacar a patadas a Evo Morales, y por tanto jamás tendría que haber sido posible la irrupción “transitoria” de personajes nefastos como Arturo Murillo y Jeanine Añez, este fascismo al que nos trajo esa cadena de errores de Carlos Mesa originados en el incumplimiento de su palabra empeñada en el auditorio de la UCB de Cochabamba.
Murillo y Añez —incluyendo Camacho y ese entorno de niños mimados haciendo pingues negocios en compras con sobreprecios— son el resultado de los errores de Mesa y son los causantes de que que el cadáver insepulto de Evo Morales haya revivido bajo la bizarra forma de un zombi pedófilo y bullicioso.
En mayo de este año, tomé contacto con Ricardo Paz y Saúl Lara, principales operadores políticos de Carlos Mesa, sugiriéndoles la necesidad de que el candidato que había entablado un juicio penal contra los autores del fraude de octubre (entre ellos Quintana), exija al Gobierno de Jeanine Añez la pronta ruptura diplomática con México, país que al impedir la notificación a Quintana y Héctor Arce con la querella de Mesa, estaba interfiriendo en la aplicación de la justicia boliviana. Les advertí a Paz y Lara que Quintana era el principal artífice del fraude que impidió el ascenso de Mesa, y que sólo la ruptura con México haría factible sentarlo frente a un juez y encerrarlo en Chonchocoro. Ambos colaboradores del ex Presidente se mostraron inicialmente inclinados a exigir la expulsión del Embajador mexicano en los términos que sugerí. Ignoro si consultaron el asunto con Mesa; lo cierto es que desde entonces ni Ricardo Paz ni Saúl Lara respondieron mis mensajes; es más, Lara cortó mi llamada cuando intenté comunicarme telefónicamente con él. Espero ferviente que ni Saúl ni Ricardo —dado el caso altamente probable de que Mesa asuma la Presidencia— se constituyan en los nuevos Quintana y Murillo del régimen; los insto a que no caigan en esa recurrente tentación autoritaria y hagan prevalecer sus dones humanistas, el país no necesita más sanromanes ni más vladimiros montecinos.
Por lo demás, debe ser dramático para Mesa estar rodeado en su entorno íntimo por personas como aquel cineasta que se enriqueció gracias a Quintana participando lucrativamente en obras como el funesto Museo de Orinoca, produciendo audiovisuales laudatorios para el autócrata, de quien decía “lo amo”. En algún momento el posible nuevo Presidente de Bolivia tendrá que optar por entramparse en lealtades afectivas y familiares con su silencio cómplice, o salir dignamente por los fueros del interés colectivo nacional.
A pesar de sus errores, que son subsanables según su capacidad de autocrítica, la candidatura de Carlos Mesa tiene la virtud de contar entre sus bases de sustentación con sectores muy honestos de la intelectualidad democrática del país. Pienso en compañeros entrañables como Carlitos Balderrama Mariscal y Maricruz Canedo en Santa Cruz, Yoyo Komadina, Jaime de Ugarte, los hermanos Hoffmann y Elizabeth Landaeta en Cochabamba, o Carlos Tiburcio Amuruz en Cobija. Si Comunidad Ciudadana logra derrotar al MAS (ojalá), me alegraré por esa noble gente más que por Mesa mismo.
Espectaré la primera vuelta desde mi posición equidistante del “voto útil” (mientras Murillo lo siga esgrimiendo extorsivamente), y si la segunda vuelta nos pone ante el dilema de hierro entre Mesa y Arce Catacora, desearía votar por Mesa siempre y cuando el candidato invocara para sí un voto ético bajo los siguientes fundamentos esenciales:
- Romper relaciones diplomáticas con México para enjuiciar sin obstáculos a Quintana, entre otros asuntos por los atentados criminales que el sátrapa ha cometido persiguiendo y proscribiendo sañudamente a Sol de Pando.
- Reivindicar el Estatuto del Funcionario Público para la institucionalización de cargos públicos mediante concurso de méritos, evitando que el aparato estatal sea un vulgar botín partidario como en tiempos de Evo Morales y Jeanine Añez. Nunca más las fachadas de las instituciones del Estado tienen que pintarse con los colores del partido gobernante.
- Separar rigurosamente el interés privado del interés público para conjurar cualquier germen de corrupción funcionaria vía nepotismo o tráfico de influencias. Mesa debe romper con gente de su propio entorno que se ha enriquecido en el anterior régimen recibiendo dinero de Quintana. No tendrían que asomarse por ningún motivo al Palacio Quemado ni al Ministerio de la Presidencia.
- Impulsar el Juicio de Responsabilidades contra Añez, Murillo y López por las masacres de Huayllani y Senkata, y por criminales negociados como la compra con sobreprecios de respiradores e insumos de bioseguridad, lo que causó y sigue causando dolor y muertes durante esta pandemia.
Si Mesa no da señales de esa invocatoria necesaria al voto ético, quizá resulte más saludable ejercer el voto suicida y permitir nomás el retorno de Evo Morales, Quintana y toda la crápula narco-estalinista fortalecida gracias a Murillo. Al menos sabremos a quién tenemos al frente, sin incertidumbre alguna.
En cualquier caso, como diría el subcomandante Marcos, nuestras armas en permanente apronte son armas que aspiran a ser innecesarias.
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