Data: febrero 28, 2020 | 16:20
IN MEMORIAM | A sus 96 años falleció uno de los últimos baluartes del movimiento literario Gesta Bárbara. Deja una memoria pionera de lo mejor en la poesía y la narrativa bolivianas...

LA GESTA DE ARMANDO SORIANO BADANI

Don Armando Soriano, melómano innato, tenía una predilección por el género narrativo del cuento, del cual era un magistral cultor. | Foto archivo Sol de Pando

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© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando

Tres semanas después de haber recibido un homenaje en la Cámara de Senadores en reconocimiento a su trayectoria literaria, la madrugada de este viernes falleció en La Paz el poeta, escritor y diplomático Armando Soriano Badani, a sus 96 años de edad.

Nacido en Cochabamba en 1923, vivió en La Paz desde su adolescencia.  Fue alumno de la Universidad Mayor de San Andrés donde obtuvo licenciatura en Filosofía y Letras, así como en Derecho y Ciencias Políticas. Se especializó en Altos Estudios Sociales en París, Francia.

Integró la segunda generación de la Gesta Bárbara, un movimiento intelectual que según recuerda el poeta Antonio Terán Cavero “surgió en La Paz bajo la batuta de Gustavo Medinaceli, pariente de don Carlos Medinaceli, el fundador de la primera Gesta Bárbara de Potosí”.

La segunda Gesta Bárbara nació en diciembre de 1944 simultáneamente a la emergencia del nacionalismo revolucionario que se fraguó en la Guerra del Chaco. El primer movimiento se fundo em Potosi el año 1918 por iniciativa de Carlos Medinaceli y Gamaliel Churata, cultores del modernismo.

“Todos éramos absolutamente libres, tanto que si bien algunos teníamos nuestras inclinaciones izquierdistas, había otros con inclinaciones opuestas, pero todos éramos respetados, éramos igual queridos”, dijo Armando Soriano de Gesta Bárbara en un testimonio publicado por Ivonne Juárez en noviembre de 2014.

Según una reseña publicada por Página Siete, Armando Soriano formó parte de la Academia Boliviana de la Lengua desde el 27 de julio de 1978 y también formó parte de la Asociación de Periodistas de La Paz. Como profesional ocupó varios cargos, entre los cuales destacan: embajador de Bolivia ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), encargado de Negocios de Bolivia en París, director de la Fundación del Museo Marina Núñez del Prado, director de la Caja Petrolera de Seguridad Social, asesor de la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados y asesor de la Comisión de Desarrollo Social de la Cámara de Senadores, entre otros.

Su vasta obra literaria

Su faceta de escritor abarca todos los géneros. Entre sus obras se  destacan:
El cuento boliviano: 1900-1937 (1964); Alba rota (poesía, de 1969); El cuento boliviano: 1938-1967 (1969); Antología del cuento boliviano (1975 y 1992); El Illimani en la literatura (1976); Perfil del atardecer (poemas, de 1976); Poesía boliviana (1977); Agonía de las viñas (poemas, de 1985); y Rumbo de la fatalidad (cuentos, de 1989).
Perennidad de los ensueños (poemas,  1991); Pintores bolivianos contemporáneos (1994); Rebelión de los anhelos (poemas,  1997); Visiones de vida (cuentos,  1998); Fuego incesante (poemas,  2002); Unos pasos por el cielo (cuentos, de 2003); Escondida en mis sueños (novela,  2004); Lumbre de invierno (poemas,  2005); Ensayos sobre cultura boliviana (2007) y Asedio de nostalgias (poemas,  2008).
Especialista en crítica literaria y arte, sus principales obras como ensayista son La lengua culta y las incorrecciones; Tamayo y Horacio; Calancha y su obra; El modernismo y Jaimes Freyre; Bolívar, filósofo; La poesía en Bolivia; La escultura de Marina Núñez del Prado y Poetas paceños.
Ha sido distinguido, entre otros, con el Premio de Cultura Pro Arte, el Premio de Cultura del Club de La Paz y el Premio de Cultura Manuel Vicente Ballivián.

Los soldados de la Gesta Bárbara

Algunos integrantes de Gesta Bárbara, entre ellos Julio de la Vega, Armando Soriano Badani (al centro) y Jacobo Liberman. | Foto archivo Sol de Pando

Según refiere Raúl Alcazar Machicado, Soriano Badani y Antonio Terán Cavero son los últimos sobrevivientes de aquel movimiento que revolucionó la literatura bolivina en dos períodos importantes de la historia nacional. “Ambos símbolos vivientes de una portentosa era llena de notables y prominentes ciudadanos y ciudadanas” —escribió Alcazar Machicado— “Soriano y Terán, los últimos hidalgos, la sal y la pimienta, la dama y el vagabundo. Patriarcas vivos de esta Bolivia tan ingrata”.

En un texto publicado el 20 de mayo de 2018 en el suplemento literario El Duende del periódico La Patria de Oruro, Terán Cavero deslizó una lista aproximada de los integrantes de aquella Gesta Bárbara, “lista seguramente incompleta por las limitaciones de la desmemoria”: Germán Céspedes Barbery, Mario Guzmán Aspiazu, Jacobo Liebermann, Ramiro Bedregal, Armando Soriano, Beatriz Shulze, Jaime Saenz, Silvia Mercedes Ávila, Edgar Ávila Echazú, Oscar Alfaro, Roberto Echazú, Mery Monje, Alberto Guerra, Mario Lara López, Mario Lara Claros, Oscar Arze Quintanilla, Edmundo Camargo, Rolando Arze Quintanilla, Mery Flores, Luis Fuentes, Milena Estrada, Alcira Cardona, Héctor Borda, Eliodoro Ayllón, Valentín Abecia, además, por supuesto, de sus fundadores Gustavo Medinaceli y Julio de la Vega. Yolanda Bedregal frecuentó asiduamente a los bárbaros de La Paz y recibió de ellos nutridos homenajes, habiéndosela declarado «Yolanda de América».

Don Armando Soriano, melómano innato, tenía una predilección por el género narrativo del cuento, del cual era un magistral cultor. “Conservo los ejemplares subrayados por Armando Soriano de su ‘Antología del cuento boliviano’, género en el que es verdadero maestro y que tenía que leer por las tardes, después de las 4, en la sala de espera de sus oficinas, en la calle Loayza, ‘Estudio Jurídico Soriano’ (porque el horario no me permitía asistir a sus clases magistrales en la UMSA y aún no se había publicado) y quien ante la primera pregunta replicara festivamente: ‘Hijito, tienes que leer a Nicolás Fernandez Naranjo y sus géneros literarios’”, rememoro Raúl Alcazar.

“Don Armando” —prosigue Alcazar— “ha publicado en honor al amor de sus amores, su esposa fallecida, su libro Número 31, un sobrecogedor volumen que a pesar de que el autor cumpliera 94 años, cala hondo en el alma de sus lectores”.

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