ROXANA SÉLUM | Misoginia de Estado
©Texto publicado originalmente en el diario Opinión, 30 de marzo, 2016
La misoginia del Estado patriarcal en el que vivimos ha llegado a la paranoia, ha pasado los límites de la mente concreta y ha vulnerado derechos hasta el hartazgo. Podría ser el guion de un thriller estadounidense o una historia sacada de la Dra. Polo, pero no, es la triste historia de nuestro Presidente y de la mujer más mentada en las redes sociales, Gabriela Zapata Montaño.
No sé si a todos les pasó igual, pero después de haber visto a esta señora ostentando las dichas del poder, modelando en una casa carísima y luciendo su curvilínea figura, cual travesti de pacotilla, me entró un sentimiento nefasto. ¡Que pague! Que la juzguen por falsear su título, por mentirnos y robarnos. Pero no queremos un proceso así, solo a ella, a su amiga Cristina Choque y al chofer. No, no queremos eso, queremos una investigación real por tráfico de influencias, donde el causante de todos los males salga a la luz y también pague.
Como el MAS nos tiene acostumbrados a hacer desmanes, a robar, a traficar influencias, a mentir y envolvernos con estrategias del vicepresidente Linera y otras estratagemas maléficas del Ministro de la Presidencia, tuvimos una leve alegría. Pero no, ahí está la única culpable del gran robo al Estado, del tercer o cuarto gran robo a los bolivianos. Hablamos de un caso que en otros países ya hubiera hecho temblar los cimientos de cualquier Gobierno.
Al parecer, Zapata es una mujer solitaria, caída en desgracia porque su familia no aparece. Su hermana, su padre y su madre no la respaldan, no luchan por su sangre, simplemente se desligan de ella como si fuera la lepra. Solo aparece una tía a la que se ve como una sombra por los alrededores de la cárceles de Obrajes y Miraflores o declarando alguna que otra cosita. Ella está temerosa, asustada y sin resguardo.
Gabriela, caíste en la red de una jauría de lobos y no te diste cuenta, porque claro, el poder emborracha, trastorna y vuelve viles gusanos a quienes no logran dominar sus emociones. Creíste que ellos eran buenos, que eran tus amigos, que eran tus socios, pero no. Cuando la sangre corre por el río, todos se esconden, todos te ignoran, todos te maldicen.
Una vez más vemos que se avala, se ampara al hombre y se degrada a la mujer llevándola a extremos. Se la presiona, se la coarta, la silencian, la amenazan. Estamos ante un Estado y un Gobierno que no tienen límites a la hora de querer mantenerse en el poder. No se respeta las leyes y se mancilla una y mil veces a la mujer.
Volvemos a la vieja retórica feminista, donde el sujeto simbólico del amor en diversas culturas y épocas ha sido el hombre y los amantes han sido los hombres. La mujer, cautiva del amor, ha simbolizado a las mujeres cautivas y cautivadas por el amor. Se trata del amor patriarcal y de los amores patriarcales.
En efecto, los cautiverios de las mujeres se han estructurado en torno al amor que envuelve la sexualidad erótica y procreadora. La maternidad, la filialidad, la conyugalidad, la familiaridad y la amistad implican al amor considerado inmanente de las mujeres. Sexo, sexualidad y amor son una tríada natural asignada a las mujeres. Son la esencia del mito sobre la naturaleza femenina… Aquí, en esta novela, la mujer procreadora ahora ha sido sujeto de un machismo vil que no le permite hablar, decir su verdad, arremete contra ella y sigue siendo una esclava del amor pasado, de la política y de la maldad.
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