Data: julio 1, 2018 | 5:07

Carlos D. Mesa Gisbert | MÉXICO Y LA SILUETA DE AMLO

América Latina no se puede pensar sin México. De las dos grandes potencias regionales, la otra –por supuesto- es Brasil, por muchas razones México es la más latinoamericana de las dos. La que ha mirado más a la región y se ha comprometido más con ella.

México tiene una historia intensa que retrata nuestro sino. Desde las brumas del mundo indígena de los orígenes hasta la gran civilización azteca y el drama del choque entre la figura gigantesca e implacable de Cortés y la atribulada y fatalista de Moctezuma. México fue una de las perlas del imperio hispánico, protagonista del heroico camino de la independencia de la mano de Hidalgo y fuego de Revolución a principios del siglo XX, aquella que inspiró las mayores transformaciones continentales de la pasada centuria.

México está hoy frente al espejo. En las elecciones más grandes y complejas de su historia se pregunta a sí misma sobre su destino. ¿Puede sobrevivir el sistema político al escepticismo y hartazgo de los mexicanos? ¿Tiene una respuesta mínimamente viable a la violencia brutal que ha metido en el mismo pantano al crimen organizado y a las fuerzas del orden? ¿Está en condiciones de responder al estrafalario gobernante del norte y su actitud ante la migración, o ante sus amenazas de terminar con el TLC? ¿Construirá una respuesta creíble a la corrupción galopante que amenaza muchas de sus estructuras nacionales?

Andrés Manuel López Obrador (AMLO), hijo al fin de la impresionante maquina priista de sus años dorados, que pareció muerto y enterrado políticamente después de su testarudo cerco a Felipe Calderón y, más aún, tras su segundo fracaso frente a EnriquePeña Nieto, demuestra no sólo que es incombustible, sino que tiene las respuestas útiles en aguas turbulentas y ante rostros desencantados.

Su figura, que todos dan por seguro Presidente tras las elecciones presidenciales del 1º de julio de 2018, es una incógnita ¿Cuál AMLO será Presidente? ¿El eficiente y exitoso Jefe de Gobierno de México DF (hoy Ciudad de México)? ¿El líder estridente que hizo tomar la testera del Congreso el día en que juró Calderón? ¿El populista de discursos inflamados y propuestas inciertas? ¿El posible heredero del fuerte peso estatal del mítico Cárdenas?

Me da la impresión, si se sigue su tradición política, que de ser elegido López será un gobernante pragmático. No es un bisoño ni mucho menos, ha afrontado muchos y distintos desafíos. Ha sido capaz de entender que el agotamiento del PRI, el PAN y ni digamos el PRD, hizo que los gritos de estos partidos que buscaron ganarle por el miedo con la amenaza de ¡Qué viene el lobo!, cayeran en saco roto. Lo que la gente quiere en México es que venga porque en opinión de muchos, el lobo está encarnado en el sistema. AMLO es, paradójicamente, quien representa el cambio que todos anhelan, a pesar de la evidencia de que nació en el seno de los viejos partidos y allí se formó. Por eso, la creación de MORENA, su nuevo partido, fue un acierto político. No sólo por el nombre, que tiene una clara intención de identificación en un país en el que la piel morena es un símbolo ardiente de mexicanidad, sino porque marcó la idea de la ruptura en un momento en que la ruptura era imprescindible…

La palabra populismo, concepto que tal como actuó en los últimos años parece identificarlo, abarca, igual que la palabra nacionalismo, muchos sentidos. Cómo decía Walter Guevara en ese recipiente cabe igual el agua que el aceite o que el vino, por definir no define nada, por abarcar lo abarca todo. La teoría es que el populismo, hijo de la abundancia, es sólo una suma de promesas, un camino sin retorno a la distribución de lo que se tiene y lo que no se tiene… pero quizás en este caso esa interpretación no sea suficiente.

López Obrador si llega, llegará a un país de una gran complejidad, una potencia de rango mundial en el contexto de contradicciones, debilidades y pobreza que la lastran, pero sobre la realidad de una base industrial respetable, de unas exportaciones millonarias, un crecimiento en recuperación y unas condiciones institucionales más fuertes de las que los propios mexicanos se atreven a reconocer, golpeados por la sensación de un mar de sangre sin control.

Si es lo que parece, el buen sentido le indicará un camino relativamente heterodoxo pero no delirante, una política social agresiva pero no irresponsable, una postura firme pero no suicida con su vecino más importante, y una reelaboración serena de los doce años de una política estéril y contraproducente contra el crimen organizado. A fin de cuentas lo que el probable ganador de las elecciones tendrá que responder es si se trata del último Presidente del viejo esquema o el primero de una nueva estructura política.

Todavía es pronto para saber si el canto de sirena del poder total resuena o no en sus oídos.

 A fin de cuentas lo que el probable ganador de las elecciones tendrá que responder es si se trata del último Presidente del viejo esquema o el primero de una nueva estructura política.

Todavía es pronto para saber si el canto de sirena del poder total resuena o no en sus oídos.

 A fin de cuentas lo que el probable ganador de las elecciones tendrá que responder es si se trata del último Presidente del viejo esquema o el primero de una nueva estructura política.

Todavía es pronto para saber si el canto de sirena del poder total resuena o no en sus oídos.

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