Data: octubre 25, 2015 | 5:48
COLUMNA VERTEBRAL | se está considerando colocar al lado del monumento a nuestro fundador, el capitán Alonso de Mendoza, la imagen de un cacique indígena que simbolice a la población originaria que habitaba el valle de Chuquiago antes de la fundación de la ciudad…

Carlos D. Mesa Gisbert | LA PAZ: REPENSANDO EL PASADO

Monumento en la Plaza Alonso de Mendoza, en el centro de la ciudad, en el lugar de la fundación de Nuestra Señora de La Paz. | Fotomontaje Sol de Pando

Monumento en la Plaza Alonso de Mendoza, en el centro de la ciudad, en el lugar de la fundación de Nuestra Señora de La Paz. | Fotomontaje Sol de Pando

http://carlosdmesa.com/Al recordarse 467 años de la fundación de La ciudad de La Paz, Pedro Susz, Presidente del Concejo, volvió a poner sobre el tapete la reflexión a propósito de lo que significó el hecho mismo de la creación de la ciudad. Hizo las preguntas básicas sobre la conquista y la colonización europea. ¿Descubrimiento? ¿Encubrimiento? ¿Encuentro? ¿Choque? ¿Destrucción? ¿Construcción? No son preguntas banales ni tampoco nuevas, por el contrario, en las últimas décadas, particularmente desde 1992 cuando recordamos los 500 años de la llegada de Colón a lo que hoy conocemos como América, son muy pocos quienes defienden que un hecho de tamaña dimensión pueda leerse de forma unívoca. El 12 de octubre de 1492 se inició un proceso cuya complejidad permite varias lecturas y muchas interpretaciones frecuentemente contradictorias. Pero lo que está claro es que fue uno de los momentos más importantes de la historia de la humanidad, que transformó la realidad, la visión del planeta y la construcción de lo que genéricamente se conoce cómo mundo moderno.

Si algún salto cualitativo estamos experimentando en Bolivia en la lectura de nuestro pasado —precisamente en el epicentro de un proceso político que se ha bautizado como del Estado Plurinacional—, es que hoy más que nunca se asienta el reconocimiento de las dos grandes vertientes que alimentaron con su savia la edificación de esta realidad plurinacional.

https://twitter.com/carlosdmesagEl gobernador de La Paz, Félix Patzi, en su breve intervención en la conmemoración paceña hizo énfasis en que recordamos 467 años de una fundación que tiene que ver con la inserción en nuestra historia de la denominada cultura occidental, cultura que se asentó en este territorio, que es parte de nuestro pasado, de nuestro presente y será parte de nuestro futuro. Dijo también que, a la vez, debemos recordar una cultura anterior que tiene un largo pasado, que es parte del presente y que será parte de nuestro futuro. Ambas, subrayó, seguirán conviviendo como un testimonio de lo que somos.

El Alcalde Luis Revilla adelantó que se está considerando colocar al lado del monumento a nuestro fundador, el capitán Alonso de Mendoza, la imagen de un cacique indígena que simbolice a la población originaria que habitaba el valle de Chuquiago antes de la fundación de la ciudad.

Finalmente, llegamos a una propuesta cargada de sensatez. La idea no es expulsar a uno para entronizar al otro, sino, como debe ser, asumir que somos hijos de esas dos raíces y que debemos ratificar con claridad y sin equívocos que nos asumimos herederos de ambas. Es perfectamente posible, en consecuencia, que ambas estatuas compartan un mismo espacio. Es un salto cualitativo extraordinario que debiera imponerse como visión en todo el país. Terminar con la negación para afirmar. Ser capaces de integrar conceptos que, con una mirada crítica imprescindible, nos permitan asumir la totalidad sin mutilaciones, sin vergüenza, sin rencor, sin complejos.

https://www.facebook.com/people/Carlos-D-Mesa-Gisbert/623809066Si tuviéramos que escoger los aportes más significativos y relevantes de la acción de gobierno del imperio español en América, uno de los más importantes sería sin duda la fundación y edificación de ciudades. Las ciudades fueron en América el rosario a partir del cual se construyó el entramado social, político, cultural y por supuesto económico, que permitió la dinámica que hoy vivimos. La ciudad fue el eje sobre el que se cimentó la visión de mundo de los españoles en estas tierras, eje en torno al que giró el proceso colonial que dejó una marca indeleble sobre nuestra propia concepción de funcionamiento social. Pero no fue- está es la particularidad- una construcción que estuviera exenta de sus propias características. Las ciudades andinas reflejaron la estamentación marcada de la sociedad colonial, la de la «República de españoles» y la de la «República de indios». En La Paz una muralla separaba los dos mundos, el río Choqueyapu era la frontera entre la trama ajedrezada del centro hispano y el desperdigado escenario urbano indígena, de Churubamba, San Francisco o San Pedro. Vida cotidiana, tránsito por las calles, comercio, actividades de servicio, tambos, «cada cosa en su lugar». La ciudad definía los rangos y los sitios de peninsulares, criollos, mestizos, indígenas y esclavos. Era un retrato, era un espacio de compartimentos estanco que la propia República heredó y tardó mucho en modificar para integrar. Estamos en pleno proceso, en un camino en el que rompemos las últimas compuertas, en el que, además, de modo artificioso y absurdo hemos quebrado la ciudad y la hemos hecho dos con el nacimiento de El Alto, aunque ambas urbes sean una sola a despecho de sus formas administrativas.

La ciudad tal como hoy la conocemos, fue un «invento» español, distinto de los centros urbanos prehispánicos, pero evidentemente permeado por la profunda impronta indígena.

El debate se está decantando para bien. Debe acabar la historia de héroes y villanos y  recuperarse aquello que se quedo por siempre como una evidencia que no es parte sino totalidad dentro de nosotros mismos.

Sería por eso absurdo «desterrar» monumentos. Colón, para poner un ejemplo obvio, no desaparecerá ni será menos o más porque su efigie fuera destruida o degradada de lugar. Por eso, esta mirada renovada e integradora de las autoridades del Departamento y de la ciudad de La Paz reconforta, porque comenzamos a romper estereotipos lugares comunes y maniqueísmos estériles.

carlos-mesa

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