PROFECÍAS MAYAS | PACHACUTI ANDINO | ¿Se elevarán las conciencias de la Humanidad a un estado superior de justicia, bondad y honestidad?

Según las profecías indígenas en estos días llegará a su fin “la era del miedo”

Indígenas zapatistas ingresando a la Basílica de Guadalupe. Diciembre de 1914. México, D.F. | Foto Archivo Casasola, Fundación Zapata y los Herederos de la Revolución.

Este 12 de diciembre del presente año 2012 —12,12,12— es un día cabalístico muy importante en el mundo de las supersticiones, pero un simple razonamiento comparativo nos convence de que las coincidencias inmersas en tal fecha no parecen ser sólo azar. En este día los indígenas mexicanos celebran la “aparición” de la Virgen de Guadalupe, imagen sincretizada de una deidad huichole muy vinculada a las profecías mayas que anuncian una ruptura del tiempo en el solsticio del 21 de diciembre de este año, del cual, dice la Profecía, emergerá un Sol con renovadas energías; y por si fuera poco existen sorprendentes coincidencias entre esos oráculos astronómicos mayas y el concepto andino de la historia sintetizado en el Pachacuti aymara…

© WILSON GARCÍA MÉRIDA
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En nuestro ensayo titulado “En los umbrales del horizonte utópico” que incluimos en el libro “Historia del Milagro” (García Mérida – Gonzales Valdivia, Ed. Los Tiempos, 2001), habíamos esbozado una “Teoría del Pachacuti” como un correlato de la dialéctica andina; es decir un concepto del tiempo y de la historia a partir del nexo orgánico, holístico, entre la humanidad y el universo; entre los seres vivos —emocionales, pensantes, sociales, corruptibles— con los elementos de la naturaleza —caóticos, mutantes, dinámicos, divinos—; relación tal que nos remitía a una idea de la evolución más allá de lo biológico-carnal, abarcando también lo espiritual-moral. El hombre aspirando a ser ángel, queriendo imitar a sus dioses más luminosos, como una utopía de la perfección en medio de la más absoluta imperfección humana y dentro una escala zoológica ciertamente inferior con relación a seres-máquinas como los felinos y aves de la Amazonia. (La Amazonia, dicho sea de paso, es una armónica prolongación orgánica del Ande; el devenir amazónico es esencial en la dialéctica andina).

Este travieso esbozo nuestro de una “Teoría del Pachacuti” donde imaginamos un virtual “Estado Comunitario” resultante de un pacto entre las inteligentísimas deidades del politeísmo aymara que cederán su soberanía territorial en favor del monoteísmo quechua (el imperio inca sobre el Collasuyo) obligado a retroceder en su afán de total dominación para poder expandirse sin violencia (hegemonía democrática), nos sugiere también una utopía del perfecto equilibrio entre la sociedad política y la sociedad civil, la diarquía ideal compartida complementariamente entre el Sol único y supremo y las muy plurales Pachamamas locales —eso que las modernas ciencias políticas llaman “contrapesos”—; para lo cual sin embargo debió cumplirse el requisito previo de la armonía plena entre la materia y el espíritu, entre la compulsión y la ética, cosa que la politología moderna se olvidó formular.

Es sorprendente verificar que estos elementos analíticos que desarrollamos en nuestra “Teoría del Pachacuti” sobre la base de una lectura del Manuscrito de Huaruchiri combinada con testimonios familiares herederos de una antigua tradición oral, se encuentran presentes también entre las Siete Profecías mayas contenidas en el Libro Sagrado del Chilam Balam, que hablan de cambios cíclicos en la historia como parte del proceso evolutivo de la humanidad, simultáneamente a las transformaciones geográficas y climáticas que se producen durante grandes bloques periódicos de traslación y rotación del planeta dentro el sistema solar. Dichas profecías nos dicen que “el cambio de los tiempos permite ascender un peldaño en la evolución de la conciencia, dirigirnos hacia una nueva civilización que manifestará mayor armonía y compresión para todos los seres humanos”. Esta coincidencia de elementos comunes entre las cosmovisiones del mundo andino-amazónico en Sudamérica y del mundo azteca-maya en el hemisferio norte del continente americano, atraviesa incluso el sincretismo que es común a ambos escenarios: En México aún se rinde culto a una diosa precolombina encarnada en la Virgen de Guadalupe, y en Cochabamba veneramos a una Virgen de Urkupiña que fue una deidad de la fertilidad muy apreciada en los tiempos del inca Huayna Cápac.

Veamos, pues, de qué modo coinciden ambas cosmovisiones indígenas que tuvieron la virtud anticipar el tiempo en que vivimos y en el que podríamos comenzar a vivir casi ya nomás, si es que las profecías resultan siendo certeras:

La “Teoría del Pachacuti”

Los mitimaes quechuas de Huayna Cápac atravesando desde el Cuzco los territorios del Collasuyo tras la paz con los aymaras mediante un pacto religioso.

En la dialéctica andina, que es holística, los fenómenos naturales ejercen un rol social determinante y la historia tiene por demiurgos al sol, la lluvia, las semillas y los ríos. La fecundidad y la fertilidad se rigen por el tipo de relación que establecen los seres humanos entre sí y con los demás eslabones del ciclo evolutivo, incluyendo diosas y dioses. De ahí llega la definición de Pachacuti: “Una especie de renacer de las personas que se produce a partir de un fenómeno climático o un gran movimiento social que deriva en una transformación total de las conciencias”, según Victor Hugo Sepúlpeda.

Aunque su génesis es profundamente religiosa, el Pachacuti tiene una dimensión histórica y política muy concreta. Puede constituirse en un modelo de interpretación de procesos sociales y culturales en un contexto integral, abarcando las «coyunturas» ecológicas. Es una herramienta para la posmodernidad que supera la camisa de fuerza clasista del marxismo clásico.

Que caiga nieve en verano, que los inviernos sean calurosos, que el otoño tenga cálida brisa y sea útil abrigarse en primavera, que las estaciones estén mutando, es la base del caos. Es tiempo de la anarquía, momento emergente, axial. Como en la tragedia griega, la contradicción hombre-mundo nos plantea el dilema de seguir siendo antropófagos, bestias, predadores, o dar un salto cualitativo hacia un estadio superior del espíritu en evolución, renacer en nosotros mismos. Pacha en aymara significa Tierra, Mundo; Cuti es re-torno. En la tradición oral que persiste aún en nuestros días, este ancestral concepto pervive en ciertas zonas urbanas y rurales de Bolivia en forma cotidiana. Entre los niños bolivianos es usual aplicar el aymarismo “cuti-vuelta” para denotar nueva oportunidad en los juegos, jugar de nuevo.

La historia da cuenta de dos Pachacutis claramente reconocibles, aunque algunos estudiosos sostienen que ya han habido once hasta nuestros días. Uno de ellos se asocia con el gran terremoto del Cuzco Perú de 1949 que destruyó muchas iglesias y gran parte de la hermosa ciudad colonial.

Históricamente, el primer renacer se produjo en el periodo del Tiwanacu temprano, 1.500 años antes de Cristo aproximadamente, cuando un gran diluvio elevó el nivel de las aguas del lago Titicaca. Tunupa, el dios que navegaba sobre en su manta convertida en balsa, abrió la tierra hacia el sur entre cerros y pampas mediante un serpenteante camino que dio origen al río Desaguadero, cause natural del Titicaca que desembocaría formando los lagos Uru Uru y Poopó, con sus primeras estribaciones en Pampa Aullagas, donde el agua es absorbida por la tierra. Allí termina su navegación el dios Tunupa  y comienza su largo peregrinar por los salares y regiones del altiplano. Su misión era salvar a los pueblos de la barbarie en que se encontraban y para eso les enseñaba técnicas de cultivos y la crianza de animales, además de predicarles la paz, la solidaridad y la amistad entre todos. Ese largo recorrido que llega hasta las costas del Océano Pacífico ha quedado inscrito en los innumerables petroglifos de antigua data que fueron quedando a su paso, tallados en las rocas o dibujados con piedras de gran tamaño en el faldeo de los cerros. Este cataclismo formador de nuevas hidrografías unificó a las etnias que hicieron del Tiwanacu una esplendorosa civilización.

El segundo Pachacuti se registró en la última mitad del siglo XV post Cristo. Quechuas y aymaras, de común matriz tiwanacota, se enfrentaron porque los primeros emprendían un proceso civilizatorio pretendiendo imponer un culto monoteísta al dios sol de los incas; en tanto que los aymaras, aferrados al comunitarismo politeísta, oponían tenaz resistencia a esa expansión incaica planteando una guerra santa. El inca Pachacutec inició la conquista quechua sobre el mundo aymara y fracasó militarmente, dejando a su hijo Tupac Yupanqui la tarea resolver el conflicto en el plano religioso, para lo cual este monarca quechua “negoció” con los dioses aymaras un pacto de respeto mutuo y se comprometió a ser “huacsa” (sacerdote devoto) de esa comunidad de deidades, desistiendo del original plan monoteísta.  El dios aymara Macahuisa aceptó la oferta del inca, y “comenzó, poco a poco, a caer bajo la forma de lluvia. Los hombres de las comunidades rebeldes empezaron a organizarse, preguntándose que podría significar este fenómeno. Atacándolos son sus rayos, Macahuisa aumentó la lluvia y así abrió quebradas por todas partes, y arrastró a los miembros de todas estas comunidades rebeldes con sus aguas torrenciales”. Luego vino la paz entre aymaras y quechuas; y correspondió al inca Huayna Cápac ejercer la nueva hegemonía en el emergente Estado Comunitario, en un proceso que fue liquidado abruptamente por la irrupción del conquistador español.

Las Siete Profecías Mayas

Traducciones eruditas y profanas del Sagrado Libro del Chilam Balam revelan que los mayas adivinaron en siete profecías lo que acontecerá a partir de los últimos días de este año 2012, en un contexto de severos cambios climáticos producidos tanto por la acción depredadora de los seres humanos como por los naturales comportamientos de la masa solar.
Profecía 1
La primera profecía habla del final del miedo y nos dice:
”En el trece Ahau al final del último katum, el itzá será arrollado y rodará Tanka, habrá un tiempo en el estarán sumidos en la oscuridad y luego vendrán trayendo la señal futura los hombres del Sol; despertará la tierra por el norte y por el poniente, el itzá despertará”.
Esta profecía nos habla del “tiempo del no-tiempo”, un periodo de 20 años llamados por los mayas un katum, los últimos 20 años de ese gran ciclo solar de 5.125 años, es decir desde 1.992 hasta el año 2.012. Profetizaron los mayas que hasta ese tiempo manchas del viento solar cada vez más intensas aparecerían en el sol, desde 1.992 la humanidad entraría en un último periodo de grandes aprendizajes, grandes cambios
Basados en sus observaciones, los mayas predijeron que a partir de la fecha de su civilización desde el 4 Ahau 8 Cumku, es decir desde el año 3113 AC, 5.125 en el futuro o sea el 21 de diciembre del año 2.012, el sol al recibir un fuerte rayo sincronizador proveniente del centro de la galaxia cambiará su polaridad y producirá una gigantesca llamarada radiante.
Para entonces la humanidad debe estar preparada para atravesar la puerta que nos dejaron los mayas, transformando la civilización actual, basada en el miedo, en una vibración mucho más alta de armonía. Sólo de manera individual se puede atravesar la puerta que permite evitar el gran cataclismo que sufrirá el planeta para dar comienzo a una nueva era, un quinto ciclo del sol.
Así pues, el mundo de odio y materialismo terminará el sábado 22 de de diciembre del año 2012 y con ello el final del miedo, en este día la humanidad se tendrá que escoger entre desparecer como especie pensante que amenaza con destruir el planeta, o evolucionar hacia la integración armónica con todo el universo, comprendiendo y tomando conciencia de todo está vivo y que somos parte de ese todo y que podemos existir en una nueva era de luz.
Profecía 2
La segunda profecía maya anunció que el comportamiento de toda la humanidad cambiaría rápidamente a partir del eclipse de sol del 11 de agosto de 1999. Aquel día se vio cómo un anillo de fuego se recortaba contra el cielo, fue un eclipse sin precedentes en la historia, por la alineación en cruz cósmica con centro en la tierra de casi todos los planetas del sistema solar.
Profecía 3
La tercera profecía maya dice que una ola de calor aumentará la temperatura del planeta, produciendo cambios climáticos geológicos y sociales en una magnitud sin precedentes, y a una velocidad asombrosa. Los mayas dicen que el aumento de la temperatura se dará por la combinación varios factores, uno de ellos generados por el hombre que en su falta de sincronía con la naturaleza solo puede producir procesos de auto destrucción; otros factores serán generados por el sol que al acelerar su actividad por el aumento de su vibración produce más radiación, aumentando la temperatura del planeta.
Profecía 4
La cuarta profecía dice que el aumento de temperatura causado por la conducta antiecológica del hombre y una mayor actividad del sol provocará un derretimiento de hielo en los polos. Si el sol aumenta sus niveles de actividad por encima de lo normal habrá una mayor producción de viento solar, más erupciones masivas desde la corona del sol, un aumento de la irradiación y un incremento en la temperatura del planeta.
Profecía 5
La quinta profecía dice que todos los sistemas basados en el miedo sobre el que se fundamenta nuestra civilización se transformarán simultáneamente con el planeta y el hombre para dar paso a una nueva realidad de armonía. Según las creencias ancestrales de la humanidad, finales de ciclos catastróficos como el que estamos viviendo se han producido en varias ocasiones y, a pesar de todo, el ser humano ha sobrevivido y ha seguido evolucionando, alcanzando nuevas cotas de conocimiento y expansión por todo el planeta, con el desarrollo de grandiosas civilizaciones, entre ellas la maya en su momento.
Profecía 6
La sexta profecía dice que en los próximos años aparecerá un cometa cuya trayectoria pondrá en peligro la existencia misma del hombre.  Los mayas veían a los cometas como agentes de cambio que venían a poner en movimiento el equilibrio existente para que ciertas estructuras se transformasen permitiendo la evolución de la conciencia colectiva. Todas las cosas tienen un lugar que les corresponde.
Profecía 7
La séptima profecía describe el momento en que el sistema solar, en su giro cíclico, sale de la noche para entrar al amanecer de la galaxia. Dice que los 13 años que van desde 1999 al 2012, la luz emitida desde el centro de la galaxia sincroniza a todos los seres vivos y les permite acceder voluntariamente a una transformación interna que produce nuevas realidades.  Que todos los seres humanos tienen la oportunidad de cambiar y romper sus limitaciones, recibiendo un nuevo sentido, la comunicación a través del pensamiento. Los hombres que voluntariamente encuentren su estado de paz interior, elevando su energía vital llevando su frecuencia de vibración interior del miedo hacia el amor, podrán captar y expresarse a través del pensamiento y con él florecerá una nueva conciencia.

El día de Guadalupe

Este 12 de diciembre se celebra en México y en muchos lugares del mundo, el Día de la Virgen de Guadalupe, en honor de la imagen mariana más importante en el mundo cristiano. La tradición cristiana señala que un día como hoy, en 1532, hace 480 años, su imagen apareció plasmada en un lienzo que se dibujó cuando unas rosas de invierno que crecían en el cerro de Tepeyac se apiñaron en la tilma de cáñamo de un indio chichimeco llamado Juan Diego. Esa imagen es especialmente venerada por los indígenas mexicanos que la identifican con una diosa ancestral advocada en ella.

Según un texto escrito en lengua náhuatl llamado “Nican Mopohua” (como el de Huaruchiri), antes de la Conquista el Tepeyac era un centro de devoción religiosa para los habitantes del valle de México, sobre la ribera occidental del lago de Texcoco donde se encontraba el santuario más importante de la divinidad nahua de la tierra y la fertilidad. Esta diosa era llamada Coatlallope, “la que aplasta a la serpiente”. Conocedores de la importancia religiosa de este santuario originario, los franciscanos decidieron mantener allí una pequeña ermita con la imagen de María pintada en el lienzo de Juan Diego, como parte del proceso de “extirpación” de las deidades mesoamericanas, a los que se veía como una amenaza para la cristianización de los indígenas. Los indígenas mexicanos aceptaron a Guadalupe como una continuidad intemporal de su diosa Coatlallope, a la que nunca dejarán de venerar. Durante la revolución mexicana de 1910, los zapatistas, y zapata mismo, convirtieron el lienzo de Guadalupe en su bandera de lucha, asumiendo que eran protegidos por su diosa Coatlallope.

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