Data: octubre 22, 2017 | 3:17
COLUMNA VERTEBRAL | Si algo caracteriza esta andanada es la completa ausencia de argumentos, de ideas, de conceptos. Todo se reduce al ataque sistemático para destruir la credibilidad, el prestigio, el perfil personal y el perfil político. El adversario es un enemigo al qué hay que pulverizar a cualquier precio...

Carlos D. Mesa Gisbert | NADA PERSONAL…

Lo ocurrido el 17 de octubre de 2017, ha sido una de las experiencias más interesantes que me ha tocado vivir. Desde los dos extremos del espectro político han confluido las más duras acusaciones en mi contra, por motivos y con fundamentos qu son las antípodas unos de otros, pero que confluyen por una razón básica, porque la reivindicación de los valores democráticos genuinos, despojados de un interés personal o de grupo, sin la meta de justificar o defender acciones concretas, no forman parte del adn de quienes entienden las ideas más valiosas como meros instrumentos de uso.

Si algo caracteriza esta andanada es la completa ausencia de argumentos, de ideas, de conceptos. Todo se reduce al ataque sistemático para destruir la credibilidad, el prestigio, el perfil personal y el perfil político. El adversario es un enemigo al qué hay que pulverizar a cualquier precio.

Nada se hace por acaso. Se diseña una táctica comunicacional, se instruye a los funcionarios cumplir su tarea. Los soldados obedecen las órdenes con esmero, sean presidentes de las cámaras legislativas, ministros de Estado, viceministros, parlamentarios, responsables de medios y periodistas del oficialismo y -cómo no- esta nueva forma de equipos de presa que conocemos popularmente como “troles”, con la tarea es inundar las redes sociales de insultos, descalificaciones, mentiras y medias verdades, cuya línea de trabajo es la destruccion de la verdad, su fragmentación hasta construir lo que hoy ya se define como “posverdad”.

En este caso -qué tan importante sería el blanco- el propio Presidente envió un Twitter recordando el 17 de octubre con un video convenientemente editado para mezclar el grano con la paja. Fue esclarecedor apreciar la diligencia de media docena de altas autoridades siguiendo al pie de la letra el guion, pero fue más esclarecedor todavía comprobar la total coincidencia entre estos y los conspicuos representantes de uno de los partidos emblemáticos del proceso político que concluyó el 2003. La tregua, en este caso, les permitió disparar toda su carga contra una sola persona para concluir, ambos, qué hay un único responsable de octubre…

En medio de esta acción turbulenta, el ministro de Relaciones Exteriores, cumplió también su instrucción específica, pedirme un informe administrativo vinculado a mi responsabilidad en el tema del mar, cuando sabe mejor que nadie que todas mis actividades se han descargado con detalle exhaustivo en DIREMAR.

Por supuesto, esto es política y no hay razón alguna ni para sorprendese ni para lamentarse. Faltaría más. Es simplemente una constatación de cómo se hace política con minúscula cuando se carece del más mínimo argumento para hacer Política con Mayúscula.

El gobierno ha llegado a la conclusión de que quien escribe estas líneas quiere ser candidato a la presidencia, las encuestas le indican que entre los potenciales rivales del candidato ilegal del MÁS, aparezco como el mejor posicionado y, aunque en primera vuelta la diferencia es amplia en favor del postulante ilegal, dicen también que en una eventual segunda vuelta podría ganarle. No hay tiempo que perder, hay que aplastar la figura del supuesto contendiente. Primero lo intentan por la vía del descrédito masivo. Toda el fuego contra la muralla de la credibilidad, si no se consigue, se irá por la inhabilitación, escogiendo el camino más expedito para lograrlo. Sin duda, es preferible algún candidato funcional que uno que realmente pueda poner en aprietos a quien quiere ser el primer presidente vitalicio de nuestra historia.
Pero, pase lo que pase, hay una trinchera de la que no me moveré, la de la democracia que está fundamentada en la separación e independencia de poderes y la alternancia en la presidencia como imperativos imprescindibles para limitar el poder. Pero sobre todo, no me moveré de la defensa del principio de que la soberanía reside en el pueblo que, en el caso que nos ocupa, dijo su palabra vinculante y de cumplimiento obligatorio el 21 de febrero de 2016.

Hago política, claro que si, es mi derecho ciudadano y constitucional. Y, por si lo olvidan, no tengo partido ni soy candidato.

Soy consciente de que mi palabra ejerce alguna influencia en mis compatriotas, pero nunca pensé que la dimensión de lo que hago y digo sea de tal importancia que desde los dos polos del espectro político me hayan honrado en estos días con una avalancha de esta magnitud.

Como te dice susurrando el compadrito a tiempo de meterte un cuchillo en el estómago : “nada personal, hermano…

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