Data: mayo 6, 2018 | 2:04
COLUMNA VERTEBRAL | Heredero del banzerismo, trató de ir contra la historia y sucumbió. Su propuesta no era otra que el poder por el poder, la alianza con los sectores más oscuros del narcotráfico y los resabios de las posiciones más reaccionarias de la sociedad…

Carlos D. Mesa Gisbert | GARCÍA MEZA: EL PEOR EFECTO DE LAS DICTADURAS MILITARES

La muerte de Luis García Meza encuentra al país en la tensión entre autoritarismo y democracia, pero en un contexto muy diferente al que tuvo que enfrentar la derrocada Presidenta Lidia Gueiler, que en 1980 luchaba por encaminar por la vía de las urnas una idea todavía incipiente en torno a la consolidación de los derechos y las libertades ciudadanas.

Han pasado casi cuarenta años de ese aciago golpe de Estado que representó el peor efecto de las dictaduras militares iniciadas en Bolivia en 1964. El asalto al poder por la cúpula militar liderada por García Meza, representó la degradación de un camino que había tenido figuras significativas como René Barrientos y Hugo Banzer, u Alfredo Ovando y Juan José Torres. La continuación de las ideas nacionalistas impuestas por la Revolución de 1952 tuvo, tras el golpe de 1964, tanto secuelas anticomunistas radicales como intentos por recuperar el nacionalismo revolucionario, en el contexto de una polarización provocada por la guerra fría.

En el periodo 1964-1982 el país vivió dos interregnos democráticos. El más relevante el de la elección de Barrientos y el periodo constitucional 1966-1969, en el que confluyeron cuatro acontecimientos que expresan muy bien las grandes paradojas del momento: la promulgación de la primera Constitución que se probó en una democracia real desde 1982, la vigencia del pacto militar-campesino, la guerrilla del Che y la masacre de San Juan. Periodo clausurado por la muerte de Barrientos, a pesar del breve periodo de unos meses de la presidencia de Luis Adolfo Siles. El otro, mucho más turbulento, que abarcó el periodo 1979-1980 (Guevara-Gueiler) que fue brutalmente cortado por Natusch y García Meza.

En ese escenario, nadie duda de que la dictadura que dejó mayores secuelas fue la de Banzer, no sólo por su duración sino por que representó un proyecto claro como parte de una estrategia regional. Precisamente esa es su diferencia con la chapuza de García Meza. Banzer resolvió en sangre una división política y social que entonces la democracia no podía solucionar, porque ni existía ni estaba en el horizonte ideológico de los protagonistas de esa historia. El modelo del banzerismo era el nacionalismo desarrollista, anticomunista y antiobrero. Su sustento de “orden, paz y trabajo” se afianzó en la violencia, la represión y la supresión de las libertades ciudadanas, pero la alianza del dictador con el MNR y FSB, mostró que contaba con una base de respaldo político y social en un país partido ideológicamente.

García Meza, heredero del banzerismo, trató de ir contra la historia y sucumbió. Su propuesta no era otra que el poder por el poder, la alianza con los sectores más oscuros del narcotráfico y los resabios de las posiciones más reaccionarias de la sociedad. Su gobierno intentó quebrar un camino incontenible hacia la recuperación de la libertad y la construcción de la democracia como opción de largo plazo. Tal despropósito no tenía otro destino que el desastre. Por ello el costo para Bolivia fue alargar la lucha popular iniciada en 1971 y cobrar vidas como la irreparable pérdida de Marcelo y otros patriotas como los caídos en la COB, en la calle Harrington y en las minas. Fue una agonía innecesaria y brutal.

Muchos piensan que García Meza pagó por cuenta propia y por cuenta ajena el precio de la larga dictadura militar. Probablemente sea cierto, pero como fue el más lamentable efecto de tal periodo, es entendible que así haya sido. Pocos han subrayado que la democracia hizo posible un juicio al dictador y a la dictadura, que  fue propiciado por valientes que no se rindieron ante la fuga del acusado y otras adversidades. Juan del Granado, Cristina Trigo, Gloria Ardaya… y tantos otros como representantes de la parte civil, consolidaron una acusación precisa de las responsabilidades del dictador. Finalmente, la Corte de Justicia dictó una sentencia de treinta años de cárcel sin derecho a indulto contra él y su lugarteniente Luis Arce Gómez. No olvidemos que García Meza llevaba veintitrés años preso en Chonchocoro cuando murió y Arce, tras una larga condena en Estados Unidos, cumple también su sentencia en Bolivia.

Toda una generación que ya ha superado los treinta años de edad y que con buenas razones crítica nuestra democracia, no había nacido cuando se produjo el golpe del 17 de julio de 1980. El personaje y los dramáticos hechos de entonces son para ellos parte de las brumas del pasado. Sólo recordando ese tiempo desolador, no como autoflagelación sino como enseñanza, podremos valorar en su exacta dimensión el heroico logro colectivo del 10 de octubre de 1982 que se pretende minimizar, como si fuera un episodio secundario frente a los hechos de 2006-2009. Ese 10 de octubre fue uno de los momentos estelares de la historia boliviana, entre otras cosas porque puso fin a una excrecencia de la historia, el peor efecto de las dictaduras militares.        

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