El tapir que habita en la Amazonia boliviana concita interés de científicos de todo el mundo
Bolivia, que integra el Gran Paisaje Madidi-Tambopata compartiendo ese territorio amazónico con el Perú, alberga una población significativa del Tapir amazónico, conocido también como el «Jardinero de la selva», una especie que atrae el interés de científicos de todo el mundo…
© Silvia Antelo Aguilar
Más de 14.000 tapires amazónicos (Tapirus terrestris), también conocidos como data, anta, mbeorí o sachavaca, recorren el paisaje amazónico de Bolivia y Perú, según una nueva investigación de científicos que colaboran con la Sociedad para la Conservación de la Vida Salvaje (Wildlife Conservation Society, WCS). Usando una cámara oculta de control remoto, miles de registros de distribución y entrevistas, los investigadores valoraron la abundancia de tapires amazónicos en el programa Gran Paisaje Madidi-Tambopata compuesto por tres parques nacionales en Bolivia (Madidi, Pilón Lajas y Apolobamba) y dos en Perú (Tambopata y Bahuaja Sonene).
«Se calcula que el paisaje de Madidi-Tambopata tiene una población de al menos 14.500 tapires amazónicos, lo que le hace uno de los baluartes más importantes para la conservación del tapir amazónico en el continente» dijo el autor principal Robert Wallace. «Estos resultados subrayan la gran importancia de las áreas protegidas para la conservación de las especies más grandes amenazadas por la caza y la pérdida de hábitat.»
Ésta es una gran noticia para especies que en la actualidad están consideradas vulnerables por la Lista Roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), y permanece en gran peligro por la pérdida de hábitat, la pesca furtiva, caza de animales salvajes por su carne y la competencia con la ganadería.
Usando cámaras ocultas a lo largo del río Tuichi en el Parque Nacional Madidi, los investigadores han descubierto que la población de los tapires amazónicos se está recuperando tras décadas de una caza insostenible. Los tapires son objetivos frecuentes de los cazadores de Sudamérica por su gran tamaño, y una fuente de proteínas importante para los grupos indígenas. Sin embargo, un ciclo de reproducción bajo significa que las especies pueden desaparecer rápidamente a nivel local si hay demasiada caza. El crecimiento de la población y un incremento de mercado de su carne ha llevado a muchas poblaciones de tapir al límite.
Maestro jardinero
De acuerdo a la bióloga brasileña Patricia Medici, quien lleva más de una década estudiando al tapir, éste es un animal clave para los bosques sudamericanos. Según la investigadora, es un verdadero ingeniero ecológico, cuya presencia da forma a la estructura y diversidad del bosque.
«Lo llaman el jardinero de la selva, porque tiene un papel fundamental en la dispersión de semillas. Además es selectivo al elegir alimentos, por lo que se suele decir que este animal manipula el bosque, manteniendo la diversidad de su estructura».
El tapir se desplaza en áreas gigantescas, moviéndose entre tres y cuatro kilómetros por noche, por lo que es una «especie paraguas». En otros términos, protegiendo al tapir se estaría protegiendo a otras especies como el jaguar que usan los mismos hábitats.
Los bosques serían extremadamente diferentes, más pobres y menos diversos si no existiera el tapir, explica Medici, quien hizo su doctorado en la Universidad de Kent y trabaja actualmente en el Instituto de Investigaciones Ecológicas de Brasil, Instituto de Pesquisas Ecológicas, IPE.
A pesar de su importancia en la conservación de los bosques, el tapir sigue siendo un animal poco conocido.
La consolidación de parques nacionales es vital para la conservación de esta especie dado su largo ciclo de reproducción. Comienza a reproducirse a los cuatro años y la gestación dura 14 meses, al cabo de los cuales nace una única cría, y la hembra demora hasta seis meses para volver a estar en celo. «Esto significa que el ciclo reproductivo tarda dos años para producir un único hijo que puede no sobrevivir. Si una población sufre algún tipo de impacto y un declive grande, difícilmente podrá recuperarse sin ayuda», señaló Medici.
Cerca del 60% de su dieta son frutos y el resto gajos, brotes y hojas de árboles. Es nocturno y solitario, por lo que «es probable si ustedes se encuentran algún día con un tapir esté sólo, y si ven a dos seguramente serán un macho y hembra en época de reproducción o una hembra con su cría».
En cautiverio puede llegar hasta los 40 años de vida, pero en el medio silvestre el promedio es de 24 años.
En su trabajo de conservación, la bióloga utiliza desde radiotelemetria con collares transmisores para determinar el espacio por el que se desplazan los animales, hasta análisis genético de materias fecales y cámaras trampa. Éstas últimas permiten investigar el comportamiento social y reproductivo.
Con cámaras trampa en el Pantanal, Medici descubrió por ejemplo que las crías permanecen con sus madres cerca de15 meses pero aún después de volverse independientes «van a visitar a su madre con regularidad y se quedan con ella algunas horas antes de volver a estar solos».
Amenazas
El tapir se encuentra en 11 países de Sudamérica a lo largo de 23 biomas diferentes, desde Misiones en Argentina, al Chaco en Bolivia y la Amazonia de Ecuador y Colombia y los llanos de Venezuela.
En Brasil, vive en cuatro regiones ecológicas diferentes, la Amazonia, el bosque atlántico, el Pantanal y el Cerrado, como se denomina a la ecoregión de sabana tropical al sur de la Amazonia, en los estados de Mato Grosso y Minas Gerais, entre otros.
Pero de acuerdo a Medici, no debe pensarse que por existir en zonas extensas no es vulnerable. No hay aún estimaciones precisas del número de tapires en América del Sur, donde las áreas de distribución son tan amplias que sólo el Pantanal cubre 160 mil kilómetros cuadrados.
La necesidad de proteger esta especie queda en evidencia al recordar que ya se extinguió localmente debido a la caza en la Caatinga, una zona extremadamente seca del noreste de Brasil donde vivía hace décadas.
«Y pensemos que del bosque atlántico sólo resta hoy el 7% del bosque original, con pequeñísimos fragmentos a veces con poblaciones de dos o tres individuos. Y el Cerrado es el bioma que más sufre en Brasil, debido a la expansión de la soja, la caña de azúcar y el agronegocio, de modo que también aquí podría extinguirse muy rápido».
Las principales amenazas según Medici son la caza por comunidades indígenas de manera no sustentable o la caza deportiva ilegal. Hay una ley que la prohíbe pero no es respetada.
«El atropellamiento en las carreteras es también un problema muy serio en Brasil y el uso de radares de velocidad está dando en algunos casos buenos resultados. Otra amenaza es la desforestación y una problemática que venimos investigando es la transmisión de enfermedades infecciosas por animales como el ganado y los caballos».
«Hoy en Brasil, sólo podemos decir con seguridad que hay poblaciones relativamente grandes y saludables en el Pantanal y la Amazonia».
Animal del Pleistoceno
Los tapires son una megafauna que sobrevivió la extinción del Pleistoceno que eliminó a la mayoría de los grandes mamíferos de Sudamérica, como el perezoso gigante y los smilodontes o tigres diente de sable. El tapir amazónico, el segundo animal más grande de Sudamérica después del tapir centroamericano o de Baird, puede llegar a pesar hasta 661 libras (300 kilogramos) y medir más de un metro de altura. A pesar de su peso, los tapires pueden ser atacados por el jaguar, el caimán y las anacondas.
Hay tres especies de tapir en Latinoamérica: el tapir amazónico, el tapir de Baird (Tapirus bairdii) y el tapir andino o danta de montaña (Tapirus pinchaque). Una cuarta especie, el tapir malayo o asiático (Tapirus indicus), se encuentra en Indonesia, Malasia, Birmania y Tailandia. El danta de montaña, el tapir de Baird y el malayo están en peligro de extinción según la Lista Roja de la UICN.
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