ARMAS QUE ASPIRAN SER INNECESARIAS | El submundo literario del sub Marcos
En el acto inaugural de la Convención Nacional Democrática, se presentaron desfilando las tropas combatientes del EZLN con sus armas al hombro, y cada fusil llevaba una rosa roja introducida en el cañón. «Nuestras armas son armas que aspiran a ser innecesarias», aclaró el Sub. Al fin y al cabo las armas son instrumentos de muerte que estamos obligados a empuñar por la fuerza de la intolerancia, del racismo, de la corrupción y el autoritarismo que no nos dejan vivir. La lucha libertaria de los zapatistas no es pues una lucha por el poder, es una lucha por la vida. Es decir, es una lucha de verdad…..
Texto original publicado en Rebelion.org | Marzo 20, 2001
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© Wilson García Mérida
«No se cómo le hago para que entiendan que lo que decimos es. Que si decimos una cosa, esa cosa es», reclama el subcomandante Marcos cuando termina su entrevista con Julio Sherer García, difundida por Televisa la noche previa a la entrada al Zócalo.
En el ideologema zapatista el significado de la palabra no da vueltas, como efectivamente se acostumbra en la política dominante que es nada más «el arte de la simulación y el engaño«. Fox lo invita con rimbombante despliegue de prensa para tomarse un café en el Palacio de Los Pinos (para la foto y salir en primera plana, dice Marcos), pero los congresales le niegan una audiencia ante los 620 legisladores de la nación (a los que quiere explicar la importancia de la Ley Indígena), acordándose la partidocracia, a estas alturas, que este tipo «se alzó en armas» y no merece la tribuna del Parlamento. Los zapatistas reniegan de este uso corrompido de la palabra.
Nuestra palabra tiene historia, dice Marcos, y con esa palabra, que es la palabra del mañana, «hemos venido a darle cuerda al reloj«.
¿DISCURSO O DECLAMACIÓN?
Uno de los mayores aportes del movimiento zapatista y de Marcos al establecimiento de una verdaderamente nueva concepción de la política y del poder, es la compleja y eficaz articulación del discurso y la acción. La palabra y el hecho mantienen una relación de transparencia que transgrede la rutina de la demagogia. La nueva ética política, en este sentido, es una imaginativa creación de símbolos arraigados en la memoria y las esperanzas de los sin voz. Esa construcción, más declamatoria que discursiva, se da en un ámbito rigurosamente literario donde es posible prever las tácticas y estrategias de este singular movimiento ético y cultural. «Hemos recurrido al arte de leer lo que no se ha escrito todavía» explicaba Marcos durante su encuentro con los intelectuales que lo visitaron al día siguiente del Zócalo.
Maestro de la paradoja, el Sub antepone al mundo real un mundo imaginario y fantástico del cual él mismo forma parte, al lado de un escarabajo vivaz llamado Don Durito, de un niño descalzo pero futbolista que se llama Olivio, del Viejo Antonio que fue su maestro espiritual en la selva, de la «Jeniferr», una india todavía sin voz pero que va mirando con miradas que matan. Y junto a ellos millones de cronopios que navegan en una barca de papel sobre las aguas de la historia.
La red de paradojas zapatistas comienza en sus banderas que flanquean sus cuarteles: A la derecha, la bandera oficial de la república mexicana heredada de Morelos, colorida y luminosa con sus franjas verde, blanca y roja, flameando como una esperanza de mejores días para toda la República. Y a la izquierda la bandera del EZLN, trágica, negra y sombría, con un rojo sol de fuego guerrero al centro, invocando la memoria de los muertos y aspirando a desaparecer, a ser innecesaria.
La marcha de los indígenas de Chiapas a la cuidad de México está representada, en su afiche oficial, por la imagen de una hacinada barcaza que surgiere el arca de Noé.
Esta metáfora ya había sido sugerida en agosto de 1994, durante la Convención Nacional Democrática que reunió a casi 20.000 indígenas en un lugar de Chiapas llamado Aguas Calientes (los «muchos Aguas Calientes» son para Marcos lo que «cientos de Vietnam» fueron para el Ché). Durante aquel memorable discurso registrado en una cinta magnetofónica que conservamos como un tesoro bajo siete llaves, siete, el Sub declamaba:
«Aguas Calientes, Chiapas… ¿un cuartel? ¿un bunker? ¿una fábrica de armas? ¿un centro de adiestramiento militar? ¿una caja de explosivos? Aguas Calientes, Chiapas… el arca de Noé, la torre de Babel, el barco selvático de Fitzcarraldo, el delirio del neozapatismo, el navío pirata, la paradoja anacrónica, la tierna locura de los sin rostro, el despropósito de un movimiento civil en diálogo con un movimiento armado…».
Fue aquella vez cuando Marcos había proclamado la que se convirtió en consigna central del zapatismo: «Todo para todos, nada para nosotros«.
El subcomandante Marcos también es autor de una histórica arenga que después sería plagiada y corrompida en Bolivia para justificar las veleidades populistas de la nueva partidocracia en el poder: «Mandar obedeciendo«, que es el principio fundamental que rige en las comunas autónomas zapatistas de Chiapas, las cuales fueron conquistadas y hoy existen constitucionalmente gracias a la lucha armada y movilizada de los indígenas zapatistas durante los gobiernos de Zedillo y Fox. Las Juntas de Buen Gobierno de las comunas autónomas de Chiapas tienen este lema que se cumple al pie de la letra, sin manipulaciones ni interferencias partidarias de por medio: «Aquí manda el Pueblo y el Gobierno obedece».
La Convención de Aguas Calientes marcó distancias férreas con el vanguardismo de la izquierda tradicional; puso un mojón infranqueable, de facto, entre el pensamiento y la acción libertarias en oposición a las tentaciones totalitarias y reaccionarias de la cultura estalinista que es un virus recurrente en los aparatos partidocráticos del izquierdismo convencional, a pesar de la caída del Muro de Berlín.
En el acto inaugural de la Convención Nacional Democrática, se presentaron desfilando las tropas combatientes del EZLN con sus armas al hombro, y cada fusil llevaba una rosa roja introducida en el cañón. «Nuestras armas son armas que aspiran a ser innecesarias», explicó Marcos con meridiana claridad. Y por ello no había ningún dirigente armado en la tarima. El Subcomandante se niega a encabezar asambleas civiles aclarando con firmeza que “ninguna asamblea ciudadana debe ser presidida por gente armada”.
Al fin y al cabo las armas son instrumentos de muerte que estamos obligados a empuñar por la fuerza de la intolerancia, del racismo, de la corrupción y el autoritarismo que no nos dejan vivir. Entonces declamará ante los miles de convencionales de Aguas Calientes:
«Luchen, luchen sin descanso. Luchen y derroten al gobierno, luchen y derroten a la guerra, luchen y derrótennos… Nunca será tan dulce la derrota, si en el tránsito pacífico la democracia, la libertad y la justicia resultan vencedoras…»
La estrategia zapatista no tuvo ni tiene como fin la captura del Poder, sino la transformación democrática del Estado y la sociedad, profundizando el sistema participativo, radicalizando la democracia, desde la perspectiva indígena como un nuevo referente hegemónico dentro la Sociedad Civil.
En carta dirigida a los jefes maoistas del Ejército Popular del Pueblo (ERP) en el 96, Marcos criticó la estrategia autoritaria de la izquierda siniestra: “Ustedes luchan por el poder” —les decía el Sub a los vanguardistas—. “Nosotros por democracia, libertad y justicia, que no es lo mismo. Aunque ustedes tengan éxito y conquisten el Poder, nosotros seguiremos luchando por democracia, libertad y justicia. No importa quién esté en el Poder, los zapatistas están y estarán luchando por democracia, libertad y justicia”.
Y durante la Marcha al DF, en el 2001, cuando la columna zapatista pernoctó en el municipio de Anenecuilco, Estado de Morelos, donde nació Emiliano Zapata, dijo el subcomandante: «Nuestro general Zapata nos enseñó que el poder pudre la sangre y enturbia el pensamiento»
La lucha libertaria de los zapatistas no es pues una lucha por el poder, es una lucha por la vida, por la libertad, por la democracia y por la justicia. Es decir, es una lucha de verdad.
LITERATURA SUB & PULP
es el título de una de las más bellas piezas literarias en la que Marcos despliega el fondo ético y estético de la lucha zapatista. En este ensayo, el Sub revela sus múltiples identidades, las ajenas y las propias, la suya misma, la del desaparecido e insignificante universitario de apellido Guillén. Los personajes van apareciendo uno por uno. «Ponencia a siete voces, siete»
Un ch’iti que se llama Olivio:
«El Olivio es un niño tojolabal. Tiene menos de cinco años y todavía está dentro del límite mortal que aniquila a miles de infantes indígenas en estas tierras. Las probabilidades de que Olivio muera por enfermedades curables antes de los cinco años es la más alta de este país que se llama México. Pero el Olivio está vivo todavía. El Olivio se presume de ser un amigo del ‘Zup’ y de jugar fútbol con el mayor Moisés. Bueno, eso de jugar fútbol es arrogante. En realidad, el Mayor se limita a patear el balón lo suficientemente lejos como para librarse de un Olivio que considera, como cualquier niño lo haría, que el trabajo más importante de los oficiales zapatistas es jugar con niños».
El viejo Antonio, que anunció el hoy, «pero hace diez años»:
Anciano tzotzil. Un personaje entrañable en la memoria de Marcos y muy ligado a la formación del EZLN a fines de los 80. El Viejo Antonio extendía su mano hacia las estrellas mientras hablaba, recuerda Marcos, «y me acordé de un proverbio que dice más o menos así: Cuando el dedo señala el sol, el tonto mira el dedo». Y el viejo Antonio replicó, con su abrumadora lógica indígena: «Más tonto sería si mirara el sol. Se quedaría ciego». Entonces Marcos enciende su pipa y prefiere escuchar al viejo Antonio:
«Hace rato no te estaba señalando la estrella con la mano. Estaba pensando en cuánto se necesita caminar para que mi mano pueda tocar esa estrella allá arriba. Te iba a decir que calcularas la distancia que hay entre mi mano y la estrella, pero tú te saliste con lo del dedo y el sol. Yo no te estaba mostrando mi mano, pero tampoco la estrella. Ese tonto del que habla tu proverbio no tiene alternativa inteligente: si mira el sol y no se queda ciego, entonces se va a tropezar mucho por estar mirando hacia arriba; y si mira el dedo no va a tener camino propio, o se queda parado o camina detrás del dedo. Total que los dos son tontos: el que mira el sol y el que mira el dedo. Caminar, vivir pues, no se hace con verdades grandes que, si uno las mide, resulta que son bastante pequeñas. Va a llegar la noche en que empecemos a caminarla para llegar al día. Si sólo vemos muy cerca, entonces nomás por ahí nos vamos a quedar. Si sólo vemos muy lejos, entonces vamos a tropezarnos mucho y a perder el camino». –reposa la palabra el Viejo Antonio con la sabiduría del caracol.
Y Marcos le pregunta: ¿Y cómo vamos a saber mirar lejos y mirar cerca? El Viejo Antonio reanuda el cigarro y la voz:
«Hablando y escuchando. Hablando y escuchando a los que están cerca. Hablando y escuchando a los que están lejos…. Cuando se sueña hay que ver la estrella allá arriba, pero cuando se lucha hay que ver la mano que señala la estrella. Eso es vivir. Un contínuo sube y baja de la mirada».
EL HIDALGO DON DURITO
El Ingenioso Hidalgo Don Durito de Lacandona es el personaje por antonomasia, cervantino de pura cepa, aunque con notables rasgos cortacianos. Este caballero de la triste figura, blindado como un tanque de guerra o como una armadura andante, es un escarabajo que se le apareció a Marcos, como un cronopio, una tarde en que descansaba a la sombra de un ceibo.
Armado de valor y montando sobre una tortuga llamada «Pegaso», Don Durito de Lacandona es una guía en el tortuoso camino de Marcos, su fiel escudero. Por eso es que Don Durito está siempre un paso más adelante.
Entre Don Durito de Lacandona y Marcos el Sancho de Chiapas hay una relación conflictiva, mucha discrepancia. Cuenta Marcos en la posdata de una carta dirigida (el 24 de octubre del 96) a la señora «doña Sociedad Civil», que cierto día, Don Durito, pasadito en copas, exclamó: «la humanidad debe beneficiarse de mis grandes conocimientos». Marcos criticó tamaña pedantería; pero el escarabajo salió por sus fueros asegurando que «los andantes caballeros no son pedantes sino que, simplemente, son sabedores de lo fuerte de su brazo y lo grande de su talento, cuando de azotar malandrines y de burlar bellacos se trata».
Don Durito apareció por primera vez en público durante una conferencia organizada por la UNAM, en mayo de 1995, cuando Marcos fue invitado (y contratado) para redactar una ponencia por la cual se le había pagado un honorario de mil nuevos pesos que serían donados al sindicato huelguista de los obreros de la FIAT, en Italia. El Sub no pudo cumplir ese compromiso, no obstante que el cheque llegó a los obreros italianos, pues Marcos andaba huyendo de Zedillo que le perseguía para quitarle el pasamontañas. Fue cuando el desesperado Marcos le encomendó la tarea a su amigo Durito, quien, en la carta enviada al rector de la UNAM, como una posdata del documento «La historia de los espejos», aclaró la situación:
«Yo, señor mío, soy un caballero andante y los caballeros andantes no podemos dejar de socorrer al necesitado, por más narizón y delincuente que sea el desvalido en cuestión. Así que acepté de buen grado otorgar la ayuda que se me demandaba y por eso le escribo yo y no el Sup».
En julio de 1996, a propósito del Primer Encuentro Internacional Pro Humanidad y contra el Neoliberalismo, al que asistieron casi 5.000 delegados de 42 países, la ponencia zapatista fue elaborada otra vez por Durito, en ausencia de Marcos. En dicha exposición, que forma parte del referido ensayo «Ponencia a siete voces, siete», don Durito proponía que para derrotar al neoliberalismo, había que globalizar el uso de pantuflas en vez de botas para cruzar el lodo, repartir peines para fabricar armónicas con un pedazo de papel seda y cepillos de dientes para rascase la espalda.
«Las pantuflas demuestran que la lógica y las botas no sirven para nada, cuando de soñar y bailar se trata. Los peines demuestran que para la música y el amor todo es un pretexto. Los cepillos de dientes demuestran que se puede ser diferente y ser iguales» –sentenció Don Durito– «Baile, música, placer y conciencia del otro, éstas son banderas por la humanidad y contra el neoliberalismo. El que no lo entiende es, seguro, porque tiene un cartón por alma».
LAS POSDATAS
Ya son célebres las «posdatas» que el subcomandante Marcos suscribe al final de sus innumerables cartas y manifiestos. Muchas veces aquellos apéndices epistolares son más extensos que las cartas en sí. En ocasiones van varias posdatas a la vez.
Se trata de auténticas piezas literarias en las que el humor y la sátira se entrelazan en un magnífico estilo narrativo. Marcos y Durito son co-autores de bellos cuentos, fábulas y parábolas que caen casualmente al pie de solemnes cartas oficiales y de comunicados a la opinión pública.
En una posdata al final de «La historia de los espejos» escrita en mayo del 95, Marcos anticipa la llegada de los zapatistas al Distrito Federal, «el día por venir«, a través de una incursión encubierta de Don Durito, quien deambula de madrugada por las calles aledañas al Zócalo, «con una gabardina y un sombrero calado a lo Humphrey Bogart en Casablanca…».
«Durito pretende pasar desapercibido. No son necesarios ni el vestuario ni el lento arrastrarse de Durito, pegado a las sombras que huyen de los escaparates iluminados. Sombra de la sombra, callado andar, sombrero calado, gabardina que arrastra. Durito camina por la madrugada de la ciudad de México. Nadie se percata de él. No lo ven, y no porque esté bien disfrazado, o porque esa figura pequeña, diminuto quijote vestido de detective de los años 50, apenas se distingue entre los montones de basura… nadie ve a Durito por la sencilla razón de que, en esta ciudad, nadie ve a nadie».
Hallamos en este fragmento aquello que Octavio Paz había observado en la conducta de Emiliano Zapata 80 años atrás: «ese roce entre el zapatismo y dos entidades que le son ajenas y aún contrarias: la Ciudad y el Estado».
En algunas otras posdatas, Marcos cuenta sus cotidianas anécdotas en la selva. Como ésta hallada en una de sus inumerables misivas para «La Doña» (la Sociedad Civil), donde Marcos relata que el pequeño Olivio, un día que los guerrilleros salían del campamento, se despidió del Sub con esta frase:
«Adiós compañero Supcomandante Sup».
¿Que tal?, inquiere el aludido.
«¿Por qué me pasa ésto a mí? Yo que siempre soñé remedar a James Bond en su primera película y decir: Mi nombre es Marcos, Subcomandante Marcos».
Se anuncia que Don Durito publicará todo este material narrativo en un libro que se titulará «Cuentos para una soledad desvelada». Hay en esa pretensión un dejo de exilio afectivo que habla de desamores, quizá no las de Marcos, ni las de Durito, tal vez las de Rafael Guillén, el abandonado, el prófugo, el ausente.
Roque Dalton escribió en sus «Historias prohibidas de Pulgarcito» este famoso soneto:
«Ya me voy porque estoy viejo | y ya la muerte me llama. | En el testamento digo | que me entierren en tu cama».
Y Marcos de la Montaña escribió ésto, con la voz de Durito, en una posdata perdida entre las arengas:
«El Sup escondido debajo de la cama, no porque tenga miedo de que lo maten, sino porque, dice, esa cama siempre es demasiado ancha cuando uno se está solo».
Tal la dimensión lúdica y humana que subyace en la concepción ética de la guerrilla zapatista.
ALGUNOS CUENTOS BREVES DEL SUB
El costurerito
Había una vez un costurerito que mucho y muy bien cosía en su máquina de coser. Los machines del barrio se burlaban de él y le decían: «maricón», «sólo las viejas son costureras», etcétera. Entonces el costurerito le cosió la boca a todos los que lo burlaban y ya no supimos cómo terminó el cuento porque nadie pudo contarlo.
La historia de la persona viva y la persona muerta
Había una vez una persona viva y una persona muerta.
Y entonces la persona muerta le dijo a la persona viva:
— Ay, que envidia tú, tan quieta.
Y entonces la persona viva le dijo a la persona muerta:
— Ay, que envidia tú, tan tranquila
Y en eso estaban, o sea envidiándose, cuando pasó, a todo galope, un bayo caballo bayo.
Fin del cuento y moraleja: Reitero que toda opción terminante es un trampa. Es preciso encontrar al bayo caballo bayo.
Don Durito en el DF
«Esta ciudad está enferma» —me escribe Durito— «está enferma de soledad y de miedo. Es una gran colectividad de soledades. Es muchas ciudades, una para cada una de los que la habitan. No se trata de una suma de angustias (¿conoces alguna soledad que no sea angustiosa?), sino de una potencia; cada soledad se multiplica con el número de soledades que la circundan. Es como si la soledad de cada uno se metiera en una de esas Casas de los Espejos que hay en las ferias de provincias. Cada soledad es un espejo que refleja la otra soledad que, como espejo, rebota soledades».
El Olivio y la Fuerza Aérea
Corrió el Olivio detrás de la pelota justo cuando un avión militar de tropas especiales paseaba sobre La Realidad. El Olivio tropezó con una piedra y se cayó. Olivio cumplió con su deber con toda entereza, es decir empezó a chillar con una dedicación que era digna de admiración. En eso estábamos, o sea que el avión buscaba transgresores de La Realidad, el Olivio lloraba y yo fumaba debajo de un árbol, cuando pasó lo increíble: el Olivio dejó de llorar y comenzó a sonreir. Sí, resulta que el Olivio estaba jalando aire para reanudar su chillido cuando levantó la cabeza y se quedó mirando el avión militar. Suspendió entonces su aspiración y la truncó con una risa. Yo puse cara de «te lo dije, siempre pensé que ese niño acabaría por volverse loco». Me acerqué con cuidado para saber la sinrazón de su desvarío. A una distancia prudente me detuve y le pregunté con mucho tacto:
— ¿Por qué estabas chillando hace rato y ahora estás riendo?
El Olivio me sonrió y se levantó diciéndome:
— Lo miré el avión de los soldados. Yo, si me caigo, pues lloro y me levanto. Pero el avión si se cae, no va a llorar ni a levantarse.
Se fue el Olivio detrás de la pelota. Yo me volví corriendo sobre mis pasos, y envié un parte de guerra al CCRI informándoles que íbamos a ganar y que prepararan el ascenso de Olivio, cuando menos, a General de División.
Relatos tomados de varias posdatas
LA PARADOJA DEL PASAMONTAÑAS
Al atardecer del martes 6 de marzo (2001, NR), en la ruta zapatista al Distrito Federal, la caravana del subcomandante Marcos se detuvo en Tepoztlan. Un tepozteco inconforme se preguntaba quién era realmente Marcos detrás de ese pasamontañas. Y el subcomandante aclaró la figura:
«Marcos no existe, no es, es una sombra, es el marco de una ventana… es la ventana que sirve para que ustedes se asomen y ven lo que hay detrás mío, y detrás de mis comandantes: los pueblos indígenas, y toda la situación de injusticia, de miseria…; es también una ventana para que las comunidades indígenas vieran del otro lado, se asomaran y los vieran a ustedes, para que vieran que la bondad y la maldad no tienen nada que ver con la lengua o el color de los ojos».
Marcos es y no es. Hijo de la diversidad, de la multiplicidad y de sus murmullos, prisionero de lo abigarrado, el Sub como lo conoce la prensa, el Sup o pinche Sup como lo identifican los indígenas de su ejido, es apenas un prefijo. De su identidad real, a la cual nos referimos en una nota anterior (ver OH del pasado domingo), resulta insulso ocuparse.
Cuando Marcos hizo su aparición en 1994 llevando su guerra de guerrillas a los medios, una de las claves de su «estrategia virtual» fue el pasamontañas, «la identidad fugada de los rebeldes«, escribió Juan Villoro, «su condición de vengadores anónimos, a la manera de Batman o los encapuchados de Popol Vuh«. O a la manera de Blue Demon —diremos nostros— o como Santo el Enmascarado de Plata, tan mexicanos como él.
En el testimonio que ofrece al semanario Brecha, en una extensa entrevista que le concediera a Samuel Blixen, Marcos revela el origen del pasamontañas. Cuando se definían los últimos detalles para la sublevación de enero, Marcos propone:
«Usemos pasamontañas. Nuestra fuerza va a seguir el esquema zapatista de sercombatientes de noche y campesinos de día».
Y luego explica el porqué del pasamontañas:
«Como nuestra guerra es una guerra de medios de comunicación, hay que ganar la batalla en los medios. Tenemos que mostrarnos pero al mismo tiempo tenemos que ocultarnos. Está la paradoja de que nosotros, para mostranos, nos escondemos en un pasamontañas, y para escondernos nos quitamos el pasamontañas».
El pasamontañas es el verdadero rostro de la multitud.
© DD.RR. | Prohibida la reproducción total o parcial de este material sin autorización expresa del autor
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Declamaciones del Sub Marcos en la Convención Nacional Democrática Zapatista de Aguas Calientes, noviembre de 1994
«Luchen, luchen sin descanso. Luchen y derroten al gobierno, luchen y derroten a la guerra, luchen y derrótennos… Nunca será tan dulce la derrota, si en el tránsito pacífico la democracia, la libertad y la justicia resultan vencedoras…»
https://www.youtube.com/watch?v=v-zK5DAnNqk
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