Data: julio 16, 2025 | 16:44
MOVILIDAD SOCIAL DESDE EL USUFRUCTO DEL PODER POLÍTICO | Durante el populismo neo-estalinista, el ascenso social no dependía de los méritos profesionales o la cualificación de los oficios, sino del acceso prebendal a los privilegios del poder mediante el uso abusivo de bienes del Estado, la corrupción y el narcotráfico…

LA DESINDIANIZACIÓN NEO-ESTALINISTA

En el cénit de su posicionamiento pequeño burgués, Andrónico Rodríguez surge como símbolo de la nueva sociedad boliviana construida durante 19 años de un régimen neo-estalinista que ha consolidado un capitalismo voraz, donde el lujo y la lujuria son el sustrato ideológico de una cultura dominante basada en la coca-cocaína. Es el candidato del narcotráfico señorial cruceño. | Fotomontaje Sol de Pando

© Redacción Sol de Pando | EDITORIAL

Hijo de una madre de pollera y un padre agricultor. Candidato a la Presidencia. Presidente del Senado. Vicepresidente de las Seis Federaciones del Trópico”. Con esa impactante descripción, Andrónico Rodríguez marca su perfil en las redes sociales. El discurso pinta a un hombre de pueblo que ha llegado al poder para luchar por una causa plebeya, nacional-popular-indígena.

Pero la realidad objetiva dista años luz del discurso. Durante un lustro de ejercicio como Presidente del Senado, el hombre del pueblo se ha transformado en un hombre de Estado y ha experimentado una movilidad social ascendente hasta transfigurarse en un “dandy” que encandila a las clases medias por su elegante apariencia. Es el hijo aburguesado de una madre de pollera, no queda nada de indígena en su exitoso ascenso social.

En el cénit de su posicionamiento pequeño burgués, Andrónico Rodríguez se erige como el símbolo de la nueva sociedad boliviana construida durante 19 años de un régimen neo-estalinista que ha consolidado un capitalismo voraz, donde el lujo y la lujuria son el sustrato ideológico de una cultura dominante basada en la coca-cocaína.

Estamos ante una sociedad política cuya ideología no es la utopía del Tiahuanaco como un retorno revolucionario al origen del ser andino-amazónico, sino la instrumentalización “fashion” de lo indígena como un retroceso histórico reaccionario. Es lo “sexy” del Poder a lo JP Velasco, ni más ni menos.

En sociedades con revolución triunfante donde la ideología revolucionaria calaba en la médula del ciudadano promedio, los gobernantes se hacían crecer la barba, se remangaban la camisa y usaban cachucha, cantando las trovas poéticas de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. En México zapatista, el pasamontañas era la conexión entre la palabra y los hechos. Esa era la única movilidad social posible, en una revolución.

En la sociedad boliviana del “proceso de cambio” gestionado durante dos décadas de partidocracia neo-estalinista, quienes gobiernan se respingan la nariz si la tienen aguileña, se blanquean la tez si son morenos, visten ropa de alto diseño y bailan al ritmo de Maroyu, jamás de Luzmila Carpio.

Lo indígena es apenas un pretexto y la careta para trepar hasta las cimas concupiscentes del poder y del placer. Se ha impuesto el “cholo proceder”.

A Evo Morales, la rosca narco-estalinista de su entorno le destruyó la identidad originaria y le construyó una “Casa Grande del Pueblo” cual si fuese el Palacio de un jeque árabe, le compró un avión presidencial usado como un bulín aéreo para seducir y embarazar quinceañeras, y hasta le hizo un museo en culto a su creciente megalomanía. Fue corrompido hasta los huesos. | Fotomontaje Sol de Pando

EL ASCENSO EJEMPLAR DE EVO MORALES Y EL SURGIMIENTO DE UNA OLIGARQUÍA NARCO-ESTALINISTA

Andrónico Rodríguez y Eva Copa son la cristalización más depurada del producto social del “proceso de cambio”. Representan el pensamiento y la ideología de la codicia, del egoísmo, de la frivolidad y de la mediocridad intelectual, vaciados de toda generosidad y desprendimiento solidario en su espíritu corrompido. Son el modelo a seguir, el desalmado paradigma de la movilidad social en Bolivia.

Ni qué decir del actual Presidente, Arce Catacora, un magnate de nuevo cuño que ha transformado a su familia en una próspera empresa capitalizada con los recursos del Estado, una familia que roba para enriquecerse alzando el puño izquierdo.

Si entendemos por movilidad social la capacidad de una persona o grupo para cambiar su posición socioeconómica dentro de una sociedad, este indicador del desarrollo humano refleja, en Bolivia, la profundización de las desigualdades y de la ausencia de equidad en las políticas públicas gestionadas por el neo-estalinismo, a la cabeza de Evo Morales. El régimen partidocrático redujo las oportunidades de superación social y personal a la prebendalización del derecho laboral y empresarial: No triunfarás en la vida si no te sometes a nuestros designios políticos; si no militas en el MAS, no existes, ni aunque seas indígena.

La nueva rosca narco-estalinista terminó pisando fuerte a costa de vaciar a Evo Morales de su memoria y conciencia indígenas. Le destruyeron la identidad originaria y le construyeron una “Casa Grande del Pueblo” cual si fuese el Palacio de un jeque árabe, le compraron un avión presidencial usado como un bulín aéreo para seducir y embarazar quinceañeras, y hasta le hicieron un museo en culto a su creciente megalomanía. Le corrompieron hasta los huesos. Y le hicieron creer que estaba ahí para quedarse por toda la eternidad, que cuando muriera sería enterrado en una cripta de oro dentro el mismísimo Palacio.

Evo Morales es el paradigma de la movilidad y el ascenso social que se han basado en el usufructo autoritario y corrupto del poder político. Su transformación autócrata y pequeño-burguesa es el origen del actual drama nacional.

A la hora de la decadencia terminal, cuando el proyecto neo-estalinista ha colapsado haciéndose trizas por la inviabilidad moral de su irrupción a-histórica, el destino final de Evo Morales será el de ser un Pol Pot del Siglo XXI, allá en el Kamer Rojo chapareño —el “Vietnam moderno”, por fin—, desterrado en medio de una desmembración territorial “interna” del Estado Plurinacional, sin precedentes en la historia de Bolivia. 

Como Andrónico Rodríguez, Eva Copa es otra cristalización del producto social del “proceso de cambio”. Encarna el pensamiento y la ideología de la codicia, del egoísmo, la frivolidad y la mediocridad intelectual, vaciada de toda generosidad y desprendimiento solidario en su espíritu corrompido. Es un modelo a seguir, el desalmado paradigma de la movilidad social en Bolivia. | Fotomontaje Sol de Pando

PODER POLÍTICO Y MOVILIDAD SOCIAL A PARTIR DE LA COLONIZACIÓN DE LA HOJA DE COCA

El Estalinismo del Siglo XXI convirtió a Bolivia en un santuario de narcotraficantes brasileños y colombianos, y al Chapare en un mega-laboratorio tipo Huanchaca multiplicado por cien. Fue toda una revolución del narcotráfico, no hubo otra tan intensa sino con García Meza. Somos el país del narco-estalinismo.

Evo Morales quedó prisionero de un Palacio tomado por impostores de toda laya: ex adenistas, ex miristas, ex gonistas, ex manfredistas, ex ucesistas, todos militantes fanáticos de última hora del MAS, despotricando sin ninguna convicción contra el imperio yanqui, pijchando coca ante las cámaras y proclamando la venida del Dios-Evo, el Gran Hermano, mientras amasaban fortuna con las mismas mañas neoliberales intactas en el aparato estatal, incluyendo la inamovible práctica oficial de extorsión y volteos en la llamada “lucha contra el narcotráfico”.

Fue así cómo el líder cocalero terminó perdiendo su esencia indígena.

Su primera claudicación ante sí mismo ha sido un imperdonable acto de colonialismo: permitió que la sagrada hoja de coca, emblema ancestral de la Madre Tierra, sea corrompida en gran escala para su transformación en cocaína, la droga símbolo del capitalismo más salvaje y colonial, de la decadencia de Occidente.

La tarea de descolonizar la hoja de coca y reencaminar con pragmatismo social el narco-excedente financiero que sólo sirve para enriquecer a los políticos corruptos de todo el sistema —oficialistas y opositores—, es un asunto que aún no está debatiéndose como corresponde en esta crucial coyuntura electoral.

El régimen neo-estalinista ha revolucionado la cadena productiva del narcotráfico, transformando a los campesinos productores de la hoja de coca en emprendedores de la cocaína cristalizada, lo cual ha generado un boom del clorhidrato con una oferta al mundo de 500 toneladas al año. En el Chapare ha nacido una nueva clase social: la burguesía chola coca-cocainera. Es la real base social hegemónica de Evo Morales, nacional y popular, sin duda. Esa clase social llegó para quedarse, no se la puede extinguir a bala. Hay que abrir el diálogo.

Pero simultáneamente, aquel boom del clorhidrato de cocaína que sale del Chapare, ha terminado por incorporar en el corazón del capitalismo boliviano a otra clase social que está en la cúspide de la cadena productiva de la cocaína: los empresarios exportadores de la droga, una élite señorial y racista asentada en el oriente boliviano desde los tiempos de Banzer y García Meza, que detenta el monopolio del espacio aéreo y el consiguiente control en las rutas del monstruoso comercio exterior de la cocaína chapareña. Actualmente, la base territorial de esta casta narcotraficante es Santa Cruz, desde donde se motoriza una economía de lavado de activos que la está legitimando no sólo económicamente, también política y socialmente, e incluso electoralmente. Todos ellos fueron amigos de Marset. Este pujante sector está imbricado en la “alta” sociedad cruceña, marca una cultura de derroche y glamour y un estilo de vida “sexy”, a lo Miami. Este sector señorial y aeronáutico-exportador que es el eslabón más lucrativo en la cadena productiva de la cocaína, tiene como su candidato presidencial a Andrónico Rodríguez. Evo conserva su bastión en el Chapare productor, atrincherándose entre los cocales y sus laboratorios.

La movilidad social en Bolivia emerge de este esquema capitalista basado en la acumulación originaria de la cocaína.

Las condiciones de vida mejoran sólo en el círculo poder-Estado-Partido-narcotráfico. El buen vivir está vedado a quienes quedaron fuera de ese círculo.

Existen miles de profesionales, científicos, intelectuales y artistas bolivianos que viven de su trabajo en condiciones de creciente precariedad y sub empleo, marginados de todo privilegio laboral. Y ni qué decir del aumento de la mendicidad de niños, ancianos y mujeres indígenas que invaden las ciudades cuando llega la Navidad.

Todo esto nos ha traído el “proceso de cambio” en 19 años de régimen neo-estalinista. A ver quién se atreve a desmontarlo, sin horrorizarse en el intento.


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