Data: abril 12, 2020 | 11:04
MENSAJE POLÍTICO DEL CORONAVIRUS | Con un escenario totalmente reconfigurado, corresponde lanzar una nueva convocatoria a elecciones inscribiendo nuevas candidaturas. La senadora Añez debería limitarse a administrar la transición y el ex presidente Morales asumir responsabilidades por sus vínculos con el narcotráfico...

EL NECESARIO REPLIEGUE DE EVO MORALES

Durante su Gobierno, Evo Morales mantuvo una relación fluida con el Gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, quien promueve la candidatura forzada de la presidente transitoria Jeanine Añez. | Foto archivo Sol de Pando

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© Wilson García Mérida | Columna Sopa de Maní

Es una total desgracia que el único referente del bloque nacional-popular y de la izquierda boliviana siga siendo el Movimiento al Socialismo (MAS). Los hechos muestran que el neo-estalinismo ha fagocitado toda posible expresión libertaria en el campo revolucionario. Las pocas voces críticas de la izquierda democrática que surgieron durante la autocracia de los 14 años, o han quedado aisladas o terminaron devoradas por la derecha que hoy domina.

El enorme vacío libertario y democrático que causaron —dentro la izquierda— la corrupta claudicación del MAS y la caída de Evo Morales, le habían permitido a la ultraderecha boliviana no sólo rearticularse sino también ponerse en la cresta de ola para derribar al caudillo cocalero, imponiendo una tenebrosa hegemonia neo-fascista promovida frontalmente desde la Embajada de Estados Unidos.

La tendencia “anarquista” que encabezaba Filemón Escóbar acompañó la caída de Evo Morales sin haber superado su frustración grupal por haber perdido prebendas y privilegios de los que gozaron durante los primeros años del régimen neo-estalinista. Se olvidaron del poder dual en la Asamblea del Pueblo del 71 y no fueron capaces de recrear las tesis comunitarias y autonómicas que en los años ochenta ponían énfasis sobre los órganos naturales de poder, como la COB y la CSUTCB. Permitieron que los “movimentos sociales”, base de sustentación del proceso de cambio, se imbriquen y subordinen a la cúpula partidocrática del MAS controlada por tipos como Quintana, Romero, Arce y los García Linera, hijitos de mamá. El movimiento indígena fue condenado a la más desoladora orfandad, subsumido en el aparato partidario. El sangriento derrocamiento de Evo Morales halló a esta izquierda disidente en paños menores, mientras la derecha señorial se los devoraba cariñosamente.

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Cuando Evo Morales renunció y huyó tras descubrirse el grosero fraude que su partido cometía en las elecciones del 20 de octubre, se operó una transición al vacío; el país descubrió que el derrocamiento de Morales fue el resultado de una magnífica movilización ciudadana con ribetes insurreccionales; pero absolutamente controlada y dirigida por la oligarquía oriental y los sectores más reacionarios y racistas de la ultraderecha boliviana. Camacho entrando de rodillas al Palacio Quemado con una enorme Biblia, simbolizó el nuevo esquema.

Ahora, en esta inesperada y vil transición del neo-estalinismo al neo-fascismo, el lado más siniestro está en el anverso y en el reverso. Son lo mismo. O estás con Jeanine Añez o estás con Evo Morales. No parece haber salida digna a este retroceso por doble vía. Si criticas a la presidente-candidata y a sus ministros represores, te dicen que eres un vulgar masista. Y el perverso MAS, que causó esta tragedia al país con su nefasto narco-prorroguismo, les dice gracias.

La estrategia, también prorrogista, de Jeanine Añez gobernando con asesoramiento directo de la CIA, sólo podrá prosperar con Evo Morales erigiéndose como el único “opositor de izquierda”. Y Evo Morales necesita de Jeanine Añez, de su fascismo y de su corrupción, para justificar su vigencia, acariciar su retorno y encubrir su propia inmoralidad que llevó al país al desastre que hoy vivimos.

Evo Morales es el menos indicado para denunciar el desgobierno prebendal y los abusos represivos que comete el régimen cada vez menos transitorio de Añez. El jefe del MAS no tiene moral para fiscalizar ni aconsejar nada al actual Gobierno fascista de Bolivia. El de Añez es un Gobierno que debe su existencia a Evo Morales y su entorno. Es la reacción al prorroguismo desaforado de Quintana y los García Linera.

Evo Morales es un ex presidente corrupto que gobernó rodeado de narcotraficantes y damas de compañía, llevando su promiscuidad al Palacio y delegando en Quintana decisiones políticas como hacer pactos electorales con los empresarios de la cocaína. Intentó evitar su caída promoviendo narco-guerrillas con personal de las FARC asentado en Yapacaní y Villa Tunari. Utilizó a sus leales bases como carne de cañón y provocó que el Ejército bajo la presidencia de Añez cometa las masacres de Senkata y Huayllani.

Y aunque parezca una paradoja, se halla en el mismo seno del MAS la posibilidad de replegar a Evo Morales y su banda de narco-estalinistas. Al fin y al cabo, la caída del caudillo de los cocales excedentarios ha tenido la virtud de liberar ciertas fuerzas reprimidas que latían dentro de este partido y que eran aplacadas por los “señoritos” que rodeaban a Morales durante los años del narco-régimen. Son estos sectores auténticamente populares del MAS la base de sustentación de un urgente proyecto libertario, libre del pragmatismo neo-estalinista.

Jeanine Añez y los fascistas de su entorno íntimo (especialmente Murillo y López) dan por sentado que gobernarán indefinidamente —mediante un nuevo fraude electoral como en las épocas del MAS con un uso abusivo y doloso de recursos gubernamentales—, teniendo como único opositor visible a Evo Morales. Añez y Morales necesitan interpolarse mutuamente para seguir engañando al pueblo.

La pandemia del coronavirus le brinda a Bolivia una posibilidad de romper el maleficio y de sanear el enrarecido ambiente político de la transición.

Después de la cuarentena, la problemática nacional ya no será la misma. La agenda política se está modificando substancialmente y serán otros los actores que protagonizarán el desemboque electoral de la compleja crisis en esta coyuntura. Con un escenario totalmente reconfigurado, deberá elaborarse una nueva convocatoria a elecciones inscribiendo nuevas candidaturas.

La senadora Añez debe limitarse a administrar la transición y al mismo tiempo rendir cuentas de los ampulosos casos de corrupción y nepotismo que están manchando su accidentada gestión transitoria.

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