Data: abril 16, 2015 | 17:06
IN MEMORIAM | Falleció este jueves, a sus 72 años, el Director Ejecutivo de la ANP...

Testimonio de Raúl Peñaranda sobre la trayectoria del periodista Juan León Cornejo

"Aprendí de Juan que el periodista debe mantener distancia, desconfiar del poder, tener la cabeza fría, no dejarse obnubilar por los  pajpacus  de cada época, asumir una mirada crítica, estar atento a los probables conflictos de intereses y, sí, cuando se debe, difundir sin complejos las cosas positivas. Y también saber admitir los errores..." | Fotomontaje Sol de Pando

«Aprendí de Juan que el periodista debe mantener distancia, desconfiar del poder, tener la cabeza fría, no dejarse obnubilar por los pajpacus de cada época, asumir una mirada crítica, estar atento a los probables conflictos de intereses y, sí, cuando se debe, difundir sin complejos las cosas positivas. Y también saber admitir los errores…» | Fotomontaje Sol de Pando

Los gremios del periodismo boliviano están de luto por el fallecimiento del Director Ejecutivo de la Asociación Nacional de la Prensa (ANP), quien dejó de existir la mañana de este jueves, a sus 72 años, aquejado por un cáncer de páncreas según informó su familia. Sus restos son velados en la capilla del Cementerio Jardín. El 24 de marzo pasado la Asociación de Periodistas de La Paz le otorgó un galardón declarándolo “Periodista Destacado, Defensor de la Democracia y de la Libertad de Expresión”. El 26 de marzo, su discípulo y colega Raúl Peñaranda escribió a propósito en su columna de Página Siete un homenaje en vida que reproducimos a continuación…

El martes asistí al acto en el que la Asociación de Periodistas de La Paz declaró «Periodista destacado, defensor de la democracia y de la libertad de expresión” al colega Juan León Cornejo. Él estuvo ausente por motivos de salud, pero la ocasión fue propicia para que varios de sus colegas recordáramos la valía, humana y periodística, del homenajeado, que su hija Romina se comprometió a transmitirle.

Por una rara coincidencia, estuve pensando mucho en Juan estos días en que empecé un nuevo trabajo como editor general de ANF, una agencia de noticias. Las oficinas están en el edificio Ayacucho, un piso más abajo que las de otra agencia, AP, en la que en 1989 fui admitido precisamente por Juan. Primero para hacer una pasantía y luego como redactor. Juan fue mi primer jefe.

Pero no sólo fue un jefe, sino también un maestro. Por alguna razón me agarró cariño y dedicó muchas horas a enseñarme el oficio.

Me pedía que escribiera notas sobre los asuntos noticiosos del día y después se ponía a la máquina (y también al télex, en realidad). Luego, los dos, solos en la oficina, empezaba a editar mis textos en voz alta. Yo sentado a su lado.

«No, esto no se hace así, se hace asá, Raulito”; «no, esto no se escribe de esta manera, se escribe de esta otra, Raulito”; «no, esto no se cita de esta forma, se cita de esta otra, Raulito”. Así por meses. Su paciencia, persistencia y generosidad conmigo fueron infinitas. Y después de redactar notas me alentó a que hiciera también análisis periodísticos y luego crónicas. En realidad, ya salido de la universidad, obtuve de él una maestría en géneros periodísticos.

Años después yo pensaba cuánto hubieran costado unas clases personalizadas como las que él me dio, todos los días, por un período largo. Uno de los mejores periodistas de Bolivia dedicado a enseñarme el oficio en exclusiva, sólo porque él era una buena persona y quería pasar sus conocimientos. Yo me sentía como el albañil novato que aprende de su maestro la mejor forma de tomar la espátula y esparcir el estuco. Tengo los mejores recuerdos de ese tiempo.

La otra coincidencia es que Juan tenía entonces 48 años, los mismos que tengo yo en este momento. Me toca a mí ahora, también en una agencia de noticias, también en el edificio Ayacucho, también respecto a géneros noticiosos, enseñarles a otros aprendices a tomar la imaginaria espátula y empezar de nuevo el ciclo.

Aspiro a hacerlo con la misma sabiduría que él y su paciencia. Dentro de años, los actuales bisoños redactores y redactoras de ANF seguramente enseñarán algunos de esos trucos a otros periodistas del futuro que estén empezando el oficio en ese momento.

Pero hubo más. También aprendí de Juan que el periodista debe mantener distancia, desconfiar del poder, tener la cabeza fría, no dejarse obnubilar por los  pajpacus  de cada época, asumir una mirada crítica, estar atento a los probables conflictos de intereses y, sí, cuando se debe, difundir sin complejos las cosas positivas. Y también saber admitir los errores.

Al declararlo «Periodista destacado, defensor de la democracia y de la libertad de expresión”, la APLP recordó que Juan ha consagrado su carrera, de más de 50 años, a luchar por la libertad de expresión, por la dignidad del periodismo, por la autonomía que debe tener la prensa respecto de los gobiernos de turno y por su lucha contra las dictaduras (en 1971 fue exiliado a Uruguay).

También se recordó que Juan, todavía adolescente, fue corrector de pruebas de Presencia, cuando éste era un semanario, y luego redactor cuando fue convertido en diario.

Después del exilio y su paso por AP, fue jefe de redacción de la agencia ANSA para América Latina (en Buenos Aires) y, desde 2012, se desempeña como director ejecutivo de la ANP, un puesto desde el que defiende a los periodistas y los medios de las presiones que ejerce el Gobierno. Larga y fructífera carrera.

Mientras tanto, gracias y hasta pronto, maestro.

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