Aumenta aridez del desierto de Atacama, Chile se aferra al manantial del Silala
Un estudio científico divulgado este lunes por El Mercurio de Santiago, confirmó que las reservas de agua subterránea acumuladas durante casi 20.000 años en el desierto de Atacama están disminuyendo drásticamente en este territorio del norte de Chile que perteneció a Bolivia antes de la Guerra del Pacífico. La disminución de aquellas napas subterráneas agudiza la crisis de agua dulce en el país vecino, coincidiendo con el anuncio del Gobierno boliviano para exigir pagos compensatorios y la rectificación del cauce original del manantial del Silala, en el departamento de Potosí, que forma parte del mismo ecosistema del Atacama que es un gran desierto costero enclavado en la cordillera de Los Andes.
“Las reservas de agua del desierto de Atacama están llegando a su límite”, titula hoy el diario chileno en primera plana, dando cuenta de un informe elaborado por académicos de la Universidad Católica de Chile. «Las napas no se recargan a la velocidad que se está sacando el agua. Es como cuando uno tiene una cuenta corriente bancaria y está sacando más plata de la que tiene. Esa es una conducta que no es sostenible en el tiempo», advirtió el paleocólogo Claudio La Torre, uno de los investigadores del proyecto. «La mayoría de las napas subterráneas se formaron hace milenios», precisó La Torre. Según sus estimaciones, “probablemente el último gran evento de recarga tuvo lugar hace 17 mil años y posteriormente hubo períodos menores hace mil y 500 años”.
Por su parte el arqueólogo Calogero Santoro, que lidera el equipo investigador, describió tres ciclos diferenciados de uso de agua en Atacama. El primero, dijo, ocurrió cuando llegaron los primeros habitantes a la zona. «Había muchos más recursos, animales y plantas, pero hace unos 10 mil años se produjo un fuerte cambio climático y una transformación ecológica, haciendo que la pluviosidad disminuyera hasta los niveles actuales. Eso produjo una diáspora hacia la costa y el altiplano». Durante los siguientes ocho milenios se produjo un período en que los habitantes se dedicaron a la caza y recolección. Pero todo eso cambió entre los 3 mil a 2 mil años antes del presente, cuando ocurrió lo que Santoro denomina un segundo pulso de agua, por un aumento de las precipitaciones, que permitió una reactivación vegetal, por lo que la gente retornó al desierto. «Si uno tuviera una imagen de Google de la época, en la zona interior de Tarapacá observaría canales de regadío, cultivos y arboledas por todos lados». Pero esa bonanza fue temporal. El último ciclo benigno, de mucha menor magnitud, se produjo entre el siglo XVIII y XIX, también seguido por una severa disminución de las precipitaciones que se mantiene hasta hoy.
El gran Desierto Andino en la costa del Pacífico
El desierto de Atacama es el más árido del planeta. Es un lecho seco del mar que se habría originado en la era Cuaternaria paralelamente a los salares (Uyuni y Coipasa en Bolivia, Atacama en Chile y Hombre Muerto en Argentina) que forman parte de esta mega-región en la costa del Pacífico. Abarca una superficie aproximada de 105.000 kilómetros cuadrados sobre la franja norte de Chile, limitando con Perú, Bolivia y Argentina. Este desierto se formó como un fenómeno climatológico relacionado con la corriente de Humboldt (traslado de corrientes frías de la Antártida hacia el norte de la cordillera sudamericana hasta llegar a la Amazonia) propio de la cordillera de los Andes denominado “Efecto Fohen”, el cual “provoca que las nubes descarguen sus precipitaciones en una cara de la montaña en su ascenso vertical, por lo que, al sobrepasar la cordillera las nubes no poseen agua, generando así un desierto al bloquear por completo todas las precipitaciones posibles provenientes del Oeste”. Toda la humedad creada progresivamente por las brisas marinas se condensa a lo largo de las escarpadas laderas de la cordillera de la Costa que dan hacia el Pacífico, creando ecosistemas costeros altamente endémicos compuestos por cactus, suculentas y otros ejemplares de flora xerófila.
En el desierto de Atacama, una lluvia posible de ser medida —es decir, de 1 mm o más— puede tener lugar una vez cada 15 o 40 años —se han registrado periodos de hasta 400 años sin lluvias en su sector central—. Esta zona registró dos récords meteorológicos mundiales: Arica anotó el promedio anual de lluvias más bajo del mundo, alcanzando tan solo 0,5 mm; e Iquique registra la sequía más larga del mundo al contar 16 años sin una sola gota de lluvia.
Hasta antes de la Guerra del Pacífico que se produjo entre 1879 y 1884, el desierto de Atacama perteneció en gran proporción a Bolivia y en menor parte al Perú. Tras la Fundación de la República, Atacama fue una provincia del departamento de Potosí con su capital San Pedro de Atacama, colindante con la provincia Lípez, y en 1867 Melgarejo creó el departamento del Litoral son sus dos secciones provinciales: Cobija y San Pedro de Atacama. La parte peruana del desierto abarcaba Arica y Tarapacá.
La derrota del Pacífico le permitió a Chile apoderarse de este ecosistema marítimo-andino donde la escasez de agua dulce —recurso oculto en manantiales y lagunas al otro lado de la cordillera, en Bolivia— es compensada con ingentes riquezas minerales en yacimientos de Antofagasta, Calama, Mejillones, Chuquicamata, Loa y otros territorios uru-aymara-puquinas que pertenecían a Bolivia antes de la invasión chilena de 1879. Gracias a ello Chile es hoy uno de los principales exportadores mundiales de cobre, mineral explotado con agua dulce de Bolivia proveniente ilegalmente del Silala.
En el desierto de Atacama se halla también el observatorio astronómico natural más importante del planeta. Su altura respecto al nivel del mar, la escasa nubosidad, la casi inexistente humedad del aire y la lejana contaminación lumínica y radioeléctrica hacen que la visibilidad de su cielo nocturno sea muy nítida. Debido a esto, más de una docena de observatorios se ubica en este lugar como Paranal, el complejo astronómico más avanzado y poderoso del planeta; ALMA, el mayor proyecto astronómico del mundo; y La Silla, entre otros.
El desierto crece y amenaza a Santiago de Chile
El 8 de julio del pasado año 2015, el periódico chileno La Tercera informó que el desierto de Atacama está expandiendo su aridez más allá de su territorio natural, acercándose a la ciudad de Santiago, la capital de Chile. “El desierto de Atacama se encuentra a menos de mil kilómetros de Santiago, si se considera el norte de la ciudad de Copiapó como su frontera natural”, advierte el informe.
Según Francisco Ferrando, geógrafo de la Universidad de Chile, citado por La Tercera, el desierto de Atacama viene rompiendo su frontera natural que terminaba en el municipio minero de Copiapó, y se está expandiendo hacia la Cuarta Región afectando las tierras del puerto de Coquimbo. “La región sobrevive con apenas un 6% de la capacidad de agua embalsada”, informó La Tercera.
Algunas estimaciones apuntan a que el desierto está “avanzando” un kilómetro por año. Sin embargo, Pablo Sarricolea, geórafo de la U. de Chile, aclara que no es tan fácil determinarlo. “Hay muchas cifras preliminares. Hace un par de años se hablaba de 400 metros por año, pero no hay nada concreto”, dijo Pablo Sarricolea, otro de los investigadores.
El caso de la Región de Coquimbo ha demostrado que las actividades humanas propician el avance del desierto con el mal manejo del pastoreo, por ejemplo, que compacta el suelo y hace que cuando llueve la pérdida sea más rápida. Una gestión integral podría detener o ralentizar el avance.
“El desierto no es sólo ausencia de agua, sino que la pérdida total de condiciones de fertilidad de los suelos”, explica Sarricolea. En las regiones de Valparaíso y Metropolitana, más pobladas, los incendios se están transformando en el gran aliado de la desertificación. “Hay que poner atención a ellos y generar nuevas áreas protegidas, parques naturales o reservas, cosa que estas zonas no sean usadas productivamente y con ello disminuyen las posibilidades de que el suelo pierda su fertilidad”.
Silala: Agua o muerte para Chile
Chile demandará a Bolivia si éste país presenta a su vez una querella ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) por el uso de las aguas del río Silala, en la zona limítrofe, anunció este lunes la presidenta Michelle Bachelet.
«Chile va a contrademandar a Bolivia para resguardar sus derechos», dijo hoy la presidenta Michelle Bachelet, tras reunirse con el canciller Heraldo Muñoz, donde se trató el anuncio oficial de Bolivia de iniciar una nueva demanda contra el Estado chileno en la Corte Internacional de Justicia de La Haya por el uso de las aguas del Silala.
Al parecer, la nueva ofensiva boliviana en La Haya afectará los intereses empresariales más poderosos de Chile que siguen beneficiándose con el desvío ilegal del Silala para el desarrollo de actividades mineras en la región de Atacama. El Gobierno chileno intenta hacer prevalecer una cláusula del Tratado de 1904 que le permitía acceder a esas aguas dentro el territorio boliviano para activar el tren de Antofagasta a Oruro. Chile desvirtuó esa cláusula canalizando el manantial hacia su territorio para usos ajenos a los previstos en el Tratado del 904.
Hace 98 años, el 23 de septiembre de 1908, y en el marco del Tratado de 1904, la Prefectura de Potosí otorgó la «concesión y consiguiente adjudicación del uso de las aguas que forman unas vertientes denominadas Siloli (Silala) existentes en la comprensión del Vicecantón Quetena de la provincia Sud Lipez de este departamento».
La concesión del flujo de los manantiales fue otorgada a la empresa chilena «The Antofagasta (Chili) and Bolivian Railway» para abastecimiento de las locomotoras a vapor del ferrocarril. En dicha concesión se olvidó el detalle de especificar el monto que la empresa concesionaria debería pagar por su uso del agua, y si el pago debería ser mensual o anual. Así que hasta ahora los concesionarios no pagan ni un centavo por el uso de estas aguas.
A partir de los años cuarenta del pasado siglo XX, las locomotoras a vapor del ferrocarril chileno fueron sustituidas por máquinas a diesel, las cuales no requerían agua para funcionar. «Por tanto», explicó el escritor bolivianista Cástulo Martínez, «la concesión terminaba en ese mismo momento; pero la empresa Railway, que ya no tenía derecho a seguir usando dichas aguas, las usó para venderla a consumidores chilenos de las ciudades aledañas, dando así un uso distinto al previsto en la concesión original». Las poblaciones chilenas que se benefician con la aducción de los manantiales de Quetena son principalmente Calama, Chuquicamata y Antofagasta, dentro la región de Atacama.
«Antofagasta (Chili) and Bolivian Railway» cambió de razón social y actualmente es conocida como «Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia (FCAB)» y pertenece al grupo económico chileno Luksic (que vendió sus acciones el pasado año al inversor venezolano Carlos Gill, aparentemente a espaldas del Estado boliviano).
Andrónico Luksic, uno de los más grandes potentados chilenos ligado a capitales norteamericanos y asiáticos, con intereses agroindustriales en el oriente de Bolivia, se negó a pagar al Estado boliviano una deuda aproximada, según la Comisión de Política Internacional de la Cámara de Diputados, de 900 millones de dólares acumulados desde 1908 por el uso ilegal de las aguas del Silala, arguyendo que dicha fuente es un río internacional y no un manantial.
En 1997, durante el régimen de Sánchez de Lozada, la prefectura de Potosí decidió revertir esas aguas a dominio fiscal, en un proceso que culminó con la rescisión de un contrato con la empresa boliviana Ductec, que presionaba para cobrar en su favor la deuda chilena ($us 7 millones a partir de la concesión Ductec), “en un conflicto binacional que podría ser resuelto arbitralmente en el Tribunal de La Haya, si es que antes no surge algo más violento”, según advertimos en un artículo que publicamos en octubre del 2006.
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