Data: marzo 9, 2014 | 3:34
Aunque pocos conocen su existencia, Bolivia cuenta con una Escuela Nacional de Teatro que desde hace diez años viene formando profesionales en distintas ramas del arte escénico. La revista 88 grados publicó el testimonio y homenaje de uno de sus primeros egresados, el destacado actor y director Antonio Peredo Gonzáles...

La Escuela Nacional de Teatro y sus caminos: de diez en diez seremos millones

El egresado de la carrera de Teatro es el profesional capaz de interpretar la cosmovisión de la sociedad en que se desarrolla, en un contexto de responsabilidad social, respetando los valores tan diversos del país, sin perder de vista los avances en el campo escénico de la práctica profesional. Será apto para desempeñarse como actor, crear espectáculos, realizar proyectos individuales de teatro y crear compañías de teatro estructuradas tanto artística como administrativamente.

El egresado de la carrera de Teatro es el profesional capaz de interpretar la cosmovisión de la sociedad en que se desarrolla, en un contexto de responsabilidad social, respetando los valores tan diversos del país, sin perder de vista los avances en el campo escénico de la práctica profesional. Será apto para desempeñarse como actor, crear espectáculos, realizar proyectos individuales de teatro y crear compañías de teatro estructuradas tanto artística como administrativamente.

El actor Antonio Peredo.

El actor Antonio Peredo.

Por si no fuera bastante mérito, la Escuela no se dedica exclusivamente a formar, sino que, en los últimos años, ha dedicado esfuerzos a la producción artística y el intercambio con la comunidad. Así, además de presentar al menos un espectáculo por año, uno de sus más importantes logros ha sido la creación de un elenco permanente. Nacido el año pasado y conformado por egresados de la misma Escuela, el elenco está realizando un proyecto en coproducción con Francia, cuyos frutos se verán en la gira por Europa planificada para este año 2014…

© Antonio Peredo Gonzáles

Una mañana lluviosa, el micro avanza hacia quién sabe dónde por las afueras de la ciudad de Santa Cruz. Un cartel dice “Ciudad de la Alegría”. Pido bajar y me digo que es toda una alegría haber dado con la dirección. Camino por una calle semi inundada y veo algunas casas y una Iglesia grande. Veo una persona conocida en la puerta de un edificio de dos pisos y me hace señas. Parece que he llegado al lugar.

Así empezó este proyecto, en un edificio prestado, con aulas para materias teóricas y un salón más grande en el que teníamos que caber treinta y cinco soñadores venidos de varios rincones del país, pensando en que algún día saldríamos licenciados en Artes Dramáticas. Sí, la Escuela Nacional de Teatro iniciaba sus actividades con todas las materias que uno pudiera imaginarse, desde Danza, con barras hechas de tuberías, hasta Acrobacia, con colchonetas rotas en medio de un jardín. Sin reparos en las condiciones, comenzamos este proyecto, los estudiantes y los docentes, pero sobre todo, quienes lo idearon.

Marcos Malavia, director, dramaturgo y actor boliviano, después de largos años en Francia, había regresado en procura de hacer realidad un sueño. Calculo que cuando comenzó haciendo teatro en las minas de Huanuni –con artistas de la talla de Liber Forti–, Marcos se imaginó la posibilidad de estudiar teatro, pero en la Bolivia de esos años era casi impensable. Las dictaduras lo obligaron a irse a Francia, donde pudo estudiar en la Escuela de Marcel Marceau y trabajar con personalidades del teatro mundial como Jean Lois Barrault o Maximiliane Decroux. Un privilegio, imagino, del que obtuvo conocimiento y toda la mística que es ahora también parte nuestra.

Caminos de guerrilla

«Aquí están siendo educados para ser guerrilleros del teatro”. “Un guerrillero no es el que toma el fusil y dispara, sino el que se levanta todos los días a traer los baldes llenos de agua del río”. Estas frases, de Marcos Malavia y el Che Guevara, respectivamente, me hacen pensar que el camino que empezamos en la Carrera de Teatro no fue para ser superstars o actuar todos los días sobre el escenario. Fuimos formados para ser trabajadores, constantes y desinteresados, con el objetivo de crear las condiciones que posibiliten la existencia del Teatro en Bolivia. Abrir la senda a machetazo limpio y dar un lugar a nuestro arte.
Y así –distanciados a veces, y otras lado a lado–, hemos construido un camino cuya extensión no se mide en kilómetros, sino en logros: 10 años de vida, un centenar de egresados, más de una veintena de Licenciados en Artes Dramáticas, una docena de espectáculos teatrales, más de veinte docentes internacionales, cantidad similar de docentes bolivianos y un sinnúmero de proyectos, textos, obras y personajes creados durante esta década.
¿QUIÉN ES MARCO MALAVIA? Marcos Malavia, dramaturgo, novelista y director de teatro boliviano, fiçundador de la Escuela Nacional de Teatro Hombres Nuevos, nació en el centro minero de Huanuni (Oruro). Montó sus primeros espectáculos teatrales mientras estudiaba Abogacía en la Facultad de Derecho. En 1981 ―después del golpe de Estado militar encabezado por Luis García Meza―, fue exilado a Chile. Pero, debido a la dictadura de Augusto Pinochet ―instalado en el poder desde 1973―, emigró a Francia con una beca. En París estudió Derecho pero se interesó mucho por el teatro, que pudo practicar gracia a su beca. Trabajó con el mimo y director francés Jean-Louis Barrault, quien le propuso pasar una audición en presencia del mimo Marcel Marceau. Tras obtener su título, trabajó como asistente del director argentino Alfredo Arias y con la actriz francesa Madeleine Renaud. En 1990, en Bagneux, fundó la compañía Sourous con Muriel Roland. En 2004, Marcos Malavia creó ―con el apoyo de la Universidad Católica Boliviana y la Fundación Hombres Nuevos― la Escuela Nacional de Teatro, que se sitúa en el Plan 3000, uno de los barrios más pobres de Santa Cruz. con más de 200 000 habitantes que viven sin disponer de agua potable. El objetivo de esta escuela es primero de restablecer la imagen de este barrio y luego de profesionalizar el teatro boliviano para crear futuros actores. En efecto, en Bolivia no hay una escuela profesional de teatro. Según Marcos Malavia, en la Escuela Nacional de Teatro "no se trata solo de formar actores, se trata de construir actores y artistas de nuestra sociedad, capaces de acompañar la lucha por la construcción de un nuevo ser de una nueva sociedad, más justa, tolerante y solidaria". La Escuela recibió varios reconocimientos dentro y fuera del país. Cuenta con un edificio propio diseñado y construido de acuerdo a las necesidades pedagógicas de la institución.

¿QUIÉN ES MARCOS MALAVIA?
Marcos Malavia, dramaturgo, novelista y director de teatro boliviano, fundador de la Escuela Nacional de Teatro Hombres Nuevos, nació en el centro minero de Huanuni (Oruro). Montó sus primeros espectáculos teatrales mientras estudiaba Abogacía en la Facultad de Derecho. En 1981 ―después del golpe de Estado militar encabezado por Luis García Meza―, fue exiliado a Chile. Debido a la dictadura de Augusto Pinochet ―instalado en el poder desde 1973―, emigró a Francia con una beca. En París estudió Derecho pero se interesó mucho por el teatro, que pudo practicar gracia a su beca. Trabajó con el mimo y director francés Jean-Louis Barrault, quien le propuso pasar una audición en presencia del mimo Marcel Marceau. Tras obtener su título, trabajó como asistente del director argentino Alfredo Arias y con la actriz francesa Madeleine Renaud. En 1990, en Bagneux, fundó la compañía Sourous con Muriel Roland. En 2004, Marcos Malavia creó ―con el apoyo de la Universidad Católica Boliviana y la Fundación Hombres Nuevos― la Escuela Nacional de Teatro, que se sitúa en el Plan 3000, uno de los barrios más pobres de Santa Cruz. con más de 200 000 habitantes que viven sin disponer de agua potable. El objetivo de esta escuela es primero de restablecer la imagen de este barrio y luego de profesionalizar el teatro boliviano para crear futuros actores. En efecto, en Bolivia no hay una escuela profesional de teatro. Según Marcos Malavia, en la Escuela Nacional de Teatro «no se trata solo de formar actores, se trata de construir actores y artistas de nuestra sociedad, capaces de acompañar la lucha por la construcción de un nuevo ser de una nueva sociedad, más justa, tolerante y solidaria». La Escuela recibió varios reconocimientos dentro y fuera del país. Cuenta con un edificio propio diseñado y construido de acuerdo a las necesidades pedagógicas de la institución.

Labor silenciosa

Pocos saben que en Santa Cruz existe una Escuela Nacional de Teatro, ubicada en el Plan 3000, menos aún, que existe hace diez años.

No es poca cosa en un país donde menos del uno por ciento del presupuesto nacional está destinado a cultura y solo una pequeña parte de ese porcentaje está destinado al teatro. En un país donde el promedio de representaciones por día no supera las veinte, a nivel nacional –cuando únicamente en Sao Paulo, por ejemplo, son casi doscientas cincuenta diarias–, tener una escuela de teatro no solo es increíble, es un privilegio.

Por si no fuera bastante mérito, la Escuela no se dedica exclusivamente a formar, sino que, en los últimos años, ha dedicado esfuerzos a la producción artística y el intercambio con la comunidad. Así, además de presentar al menos un espectáculo por año, uno de sus más importantes logros ha sido la creación de un elenco permanente. Nacido el año pasado y conformado por egresados de la misma Escuela, el elenco está realizando un proyecto en coproducción con Francia, cuyos frutos se verán en la gira por Europa planificada para 2014.

A esto se suma la organización de los concursos para autores de teatro y de lectura teatral con colegios, como también la formación especial para estudiantes de intercambio y el desarrollo de una técnica especial, la Biodinámica del Actor, aporte y legado del director Marcos Malavia.

Más que gratitud

Lógicamente, hay un sentimiento de gratitud por este proyecto: a Marcos Malavia y a su compañera, Muriel Roland, por la misión emprendida, cual quijotes; a todos los directores y colegas de otros países que han aportado incluso del propio bolsillo para poder generar procesos formativos y creativos en la Escuela; también a todos los que han participado desde la docencia o la parte administrativa, que ciertamente, durante estos años, a su manera, han inventado lo que es ahora la institución.

Pero, más que un “gracias”, es el deseo de un futuro cada vez más intenso y creativo. El deseo de que el teatro en Bolivia ya no sea un acontecimiento exótico o exclusivo. El deseo de que la profesión, el oficio del actor, del director y del autor sean reconocidos plenamente y apoyados por la sociedad a la que pertenecen. El deseo de una transformación interior y colectiva. El deseo de que jamás olvidemos lo aprendido en estos diez años: que las utopías son posibles y que no son responsabilidad de unos cuantos, sino de todo un pueblo. El deseo de que se cumplan muchos años más.

Logo88gradosArtículo publicado originalmente en la Revista 88 grados, edición de enero, 2014
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