EN PANDO EL GUAJOJÓ SE PROTEGE CON SU CANTO
Un fragmento del taquirari de Gladys Moreno | VIDEO
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© Redacción Sol de Pando en Cobija
Estigmatizado injustamente por su apariencia desaliñada y su figura fantasmagórica, pero también por su canto que parece más un gemido que un trino —algo así como “un sonido de larga como ondulante inflexión, agudo, vibrante, estremecedor” según describió el escritor cruceño Hernando Sanabria Fernández—, el guajojó es un ave inofensiva, fantástica y bella, muy útil para la preservación del bosque. Tiene un importante hábitat en el departamento de Pando, Bolivia.
El guajojó, cuyo nombre científico es Nyctibius, puede ser visto y oído en los bosques que rodean a la ciudad de Cobija sobre las rutas que van a Bolpebra camino al Perú; sobre las orillas del río Abuná rumbo al Brasil; o por el camino a Porvenir para llegar al Beni a través de los ríos Tahuamanu, Orthon y Madre de Dios.
Luis Alberto Durán Cartagena convive con el canto de los guajojós desde su niñez. Mora en la zona de Villa Busch, a 19 kilómetros de la ciudad de Cobija, donde el sonido nocturno del bosque es un recital de la biodiversidad amazónica con el croar de los sapos castañeros, el ulular de los búhos y lechuzas, el chillido de los tejones y guichis, y sobretodo el canto lastimero de los guajojós.
“Es muy difícil verlos de día, permanecen camuflados gracias a su plumaje que se confunde con las ramas de los árboles; pero de noche salen volando para cazar insectos, especialmente escarabajos y mosquitos, que atrapan en pleno vuelo con la boca abierta; así ayudan a preservar las plantas libres de plagas. Cuando se posan en el follaje, sus enormes ojos brillan como estrellas y comienzan a cantar hasta el amanecer”, explica Luis Alberto.
Según el promotor ambiental cobijeño, el guajojó es un animalito tierno e inofensivo para los humanos. “Son igual que los sumurucuco, esas lechucitas que no le tienen miedo a las personas y son muy amistosas”, explica.
Sin embargo, aclara Durán Cartagena, los niños se asustan al verlo y cuando escuchan su canto. “A ello contribuyen las leyendas populares que relacionan al guajojó con tragedias románticas e historias de terror. También hay la creencia de que matarlos trae mala suerte” —comenta—. “Sin embargo, ese prejuicio tiene algo de positivo porque así los guajojós logran preservarse, y el miedo humano causado por su canto y su apariencia los protege”.
Luis Alberto recuerda una anécdota acaecida en septiembre de 2008: “Un día apareció un guajojó en plena plaza principal de Cobija. La gente, que ya estaba muy tensa por los problemas políticos, interpretó esa aparición como un mal augurio. A los pocos días sucedió aquello que recordamos como la masacre de Porvenir”.
La fascinación por el guajojó ha sido plasmada en aquel célebre taquirari cantado por la diva cruceña Gladys Moreno, con letra y música del compositor Percy Ávila. Dice: “El guajojó | caminante en pena como yo | lleva mi voz | de guapomó en guapomó”.
Las tres especies de guajojó en Pando
Según un diagnóstico emitido por el Ministerio de Medio Ambiente del Gobierno boliviano, en la Reserva Nacional de Vida Silvestre Amazónica Manuripi, Pando, existe una importante población de guajojós, concentrada especialmente en el municipio de Puerto Rico, aunque dicha población no ha podido ser cuantificada con exactitud. Esta ave existe en todas las zonas tropicales y subtropicales de Bolivia, y parte de los valles en Tarija y Chuquisaca.
La lista oficial de aves amazónicas en Pando, incluye tres de las siete especies de la familia Nyctibiidae:
Nyctibius grandis, que es el guajajó de mayor tamaño, con una longitud de 48 a 60 centímetros, siendo un poco más grande que un cuervo. Su plumaje es de color café entremezclado de gris claro hasta blanco. Su cola y sus alas son relativamente largas, lo que permite distinguirla de las lechuzas.
Nyctibius griseus, que tiene de 33 a 38 centímetros de largo total y es pálido grisáceo tirando a castaño, finamente rayado con negro. Tiene los ojos color naranja o amarillo, relativamente grandes.
Nyctibius bracteatus, especie conocida también como Nictibio rufo, es de tamaño similar al griseus pero de una coloración más rojiza.
En otras regiones de Bolivia y Sudamérica también habita la especie Nyctibius maculosus, conocida también como nictibio andino.
Expansión continental con diversos nombres
Estas especies, endémicas del continente americano, están diseminadas en Centroamérica y Sudamérica, desde la región sureste de México al norte y noreste de Argentina y al sur de Paraguay.
En cada país se las conoce con diversos nombres:
En Brasil “urutaú” y “mãe da lua” (madre de la luna); en Paraguay también “urataú” (vocablo de origen tupi-guaraní, que significa pájaro duende), además “guaimingüe” que significa alma salida del cuerpo. En Argentina igualmente “urutaú” y también “vieja de monte”. En Perú “ayaymama” debido a su canto semejante al lamento de un niño que dice “¡Ay, ay, mamá!”, canto que, además, dio lugar a una leyenda de la mitología amazónica peruana. En Ecuador “punta estaca”; en Colombia “pájaro bruja”; en México “serena”. En las Antillas de habla inglesa “potoo”, que es una onomatopeya del lenguaje jamaiquino criollo.
En Bolivia llaman a los nictibios “guajojó”, vocablo indígena sirionó que se usa en todas las regiones tropicales, incluyendo el Chapare, en Cochabamba. En el sur del país (Tarija, Chuquisaca) y parte del norte argentino (Salta, Tucumán, Jujuy) los llaman “kakuy”, vocablo quechua que significa permanecer quieto.
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