Data: marzo 13, 2016 | 5:52
COLUMNA VERTEBRAL | Todo proyecto humano se desgasta, se degrada, pierde impulso, envejece, es parte íntima de lo que somos como especie…

Carlos D. Mesa Gisbert | RECORDEMOS QUE SOMOS MORTALES

Grabado Decadencia

Hacer apologías de una persona, llevar los elogios y los ditirambos al exceso, acaban convirtiendo a quienes los pronuncian en caricaturas. No sería ocioso que quienes con obsecuencia sin límites están dispuestos a convertir en dioses a los líderes bajo cuyas alas se calientan, leyeran los excesos que hoy producen vergüenza que se han dicho y escrito sobre muchos de nuestros conductores políticos en la historia republicana…

http://carlosdmesa.com/La política en su mirada más sofisticada, la de los grandes pensadores griegos, se refiere a la más noble de de las actividades humanas. No en vano de lo que se trata es de ocuparse de los asuntos de la sociedad, de contribuir desde el servicio al mejor funcionamiento de una comunidad, de administrar, organizar y dirigir sus activos materiales y espirituales en busca del bienestar de todos.

A la política, sin embargo, le pasa lo que al sexo, en su versión más descarnada (o más carnal según se mire), acaba siendo un objeto de deseo puro y duro: la toma del poder (el cuerpo) por el poder mismo (por la estricta carnalidad corporal). Se dirá en rigor que es un camino imprescindible para lograr los objetivos superiores que se quieren alcanzar, que no hay otra opción que la búsqueda legítima y la conquista incuestionable del poder mediante el voto popular para hacer realidad un proyecto de futuro, aquel que nace de la demanda de la sociedad que apuesta por ese proyecto, que le permitirá vivir mejor (o vivir bien en los términos conceptuales de la cosmogonía indígena).

El drama comienza cuando lo que debiera ser un principio intrínsecamente democrático, el de la limitación del poder, uno de cuyos ingredientes es la alternancia, se sustituye por otro principio, el de la legitimidad indiscutible de ese proyecto como el único posible, en tanto —cual si de un dogma religioso se tratara— es una forma de verdad política revelada, el único camino, la única forma de llegar al bienestar colectivo. Si soy poseedor de una verdad absoluta ¿por qué razón debiera dejar de gobernar? O peor, ceder el poder a quienes son portadores de una propuesta política herética, en tanto es contraria a los intereses del pueblo, es una forma de traición a la gran causa que hemos conquistado.

https://twitter.com/carlosdmesagEl razonamiento enfrenta una dificultad, la presunción de que esa verdad revelada gozará del respaldo de la mayoría de manera indefinida. Los líderes que llegaron al poder mediante una revolución o una acción violenta de otra naturaleza, basaron su permanencia indefinida en el poder en dos cosas: la supuesta razón de poseer la fórmula para conseguir la utopía y la fuerza de un poder absoluto apoyado por la administración indiscriminada de la violencia del Estado. Pero cuando los lideres y los procesos políticos que conducen, se han instalado en el poder mediante el voto legítimo, transparente y secreto a través de mayorías absolutas, deben someterse a la prueba de consistencia del voto. Suponiendo que hayan impuesto la reelección indefinida, podrán ganar más de una vez, pero mientras haya un resquicio de libertad, mientras haya una mínima certeza de que la voluntad popular puede expresarse de una forma razonablemente creíble, es inexorable la evidencia de que es imposible la renovación indefinida de ese líder y aún de ese proyecto.

La libertad consolida lo evidente, nuestra naturaleza refleja exactamente nuestra razón y nuestra emoción. Es posible que un proyecto político tenga un vigor tal que resista en el tiempo, nunca de manera perpetua, pero si por periodos considerables, siempre que sea concebido como un esfuerzo colectivo. Pero aún sobre ese supuesto debemos admitir que el cambio es necesario, lo es incluso para aquellos que creen haberlo encarnado mejor que nadie en la historia. Todo proyecto humano se desgasta, se  degrada, pierde impulso, envejece, es parte íntima de lo que somos como especie, es —mientras no se demuestre lo contrario— la raíz del sentido de la vida, nacer y morir. Todo aquello que tiene una raíz humana nace y muere. Incluso los valores que nos acompañan por siglos y milenios, han requerido de momentos de transformación, adaptación y adecuación a los nuevos tiempos. Lo inmanente requiere de una lectura adecuada al momento y debe siempre re elaborarse.

https://www.facebook.com/people/Carlos-D-Mesa-Gisbert/623809066Hacer apologías de una persona, llevar los elogios y los ditirambos al exceso, acaban convirtiendo a quienes los pronuncian en caricaturas. No sería ocioso que quienes con obsecuencia sin límites están dispuestos a convertir en dioses a los líderes bajo cuyas alas se calientan, leyeran los excesos que hoy producen vergüenza que se han dicho y escrito sobre muchos de nuestros conductores políticos en la historia republicana. Y que conste, no se trata de olvidar méritos ni tamaño históricos, por supuesto que no. Hay que tener la honestidad intelectual de reconocer los incuestionables aportes de figuras que han cambiado nuestras vidas y no ser mezquinos en ese reconocimiento, algo muy distinto al coro de desmesuras que pretenden que una persona deja de ser de carne y hueso para convertirse en un dios.

No era tonto ni ingenuo aquel de los Césares de Roma que decidió que cuando desfilaba triunfante después de un gran éxito militar o político, en medio de los gritos de júbilo, de las alabanzas y los coros de admiración de los ciudadanos, un servidor griego le recordara sin descanso y al oído que, el, el gran conductor del imperio, era mortal como todos los que se inclinaban a su paso.

Mientras la democracia perviva, mientras seamos libres para expresar nuestra voluntad a través del voto individual, libre y secreto, no habrá líder político que sea elegido indefinidamente, suponiendo claro, que tenga la fortuna de gozar de una larga y saludable vida. Una cosa es reconocer que hay personas sin cuyo liderazgo determinadas cosas no hubiesen sucedido y otra muy distinta es suponer, a la vez, que las causas por las que lucharon no pueden permanecer sin ellos. Hay una verdad biológica que lo avala y otra aún más contundente. Una sociedad libre no apuesta nunca por una sola persona para conseguir sus objetivos. A fin de cuentas, en una comunidad hay muchos hombres y mujeres capaces, vigorosos, inteligentes y comprometidos para abrazar una causa y llevarla sucesivamente a buen destino.

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