Data: agosto 6, 2021 | 23:10
OTRO 6 DE AGOSTO: EL DÍA EN QUE SE NOS FUE EL ACRE | Hace 119 años, las guerrillas de Luis Gálvez y Plácido de Castro frenaron la entrega boliviana del territorio acreano a Estados Unidos. Fue la primera revolución anti-imperialista en Latinoamérica que creó una nueva República Independiente, aunque efímera, libre de Brasil y Bolivia…

LA REVOLUCIÓN ACREANA QUE ESTALLÓ EN XAPURÍ

Una revisión hemerográfica en el Museu da Borracha (Museo de la Goma) de Rio Branco, en septiembre de 2016, nos permitió hallazgos históricos esclarecedores sobre la Revolución Acreana. | Foto Sol de Pando

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© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando

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Es irónico y fascinante a la vez: el 6 de Agosto, Día de la Independencia de Bolivia frente al yugo colonial español, es también Día de la Independencia del Acre frente yugo militar boliviano. Y es más sorprendente aún descubrir que la resistencia acreana contra el militarismo andino, vinculado al naciente imperialismo norteamericano, fue gestada por unos españoles colonialistas que combatieron en Cuba contra la marina de Estados Unidos, cuyos descendientes encabezaron medio siglo después la Revolución Cubana.

Por cien días de un corto verano, el Acre fue una República Independiente, un país que nacía libre de Bolivia y Brasil.

Para entender mejor estas bromas de la historia, empecemos por el principio:

Responsables en Bolivia de la pérdida del Acre: el general José Manuel Pando y los altos mandos del Ejército boliviano. Pando promovía la entrega del territorio acreano a un consorcio norteamericano que se encargaría de administrar el cobro de impuestos por la explotación de la goma, durante 30 años. Los militares paceños y cochabambinos cometían abusos contra los pobladores nordestinos del Brasil que habían poblado esa zona amazónica mientras el Estado boliviano, más minero que forestal, ignoraba deliberadamente la existencia de aquella parte remota de Bolivia.

Los datos que Sol de Pando ha recogido durante dos años en archivos históricos, museos, bibliotecas, hemerotecas y librerías de Xapurí, Rio Branco y Brasilia revelan que la llamada Revolução Acreana como se recuerda en Brasil aquel acontecimiento que para los bolivianos fue la Guerra del Acre, resultó en los hechos un acto de resistencia del pueblo acreano a un intento de invasión financiera y militar de Estados Unidos —la primera que se registra en la historia— al territorio amazónico.

Para Bolivia, este territorio que el país heredó de la colonia española no tenía nombre. Era una extensión abstracta del llamado Territorio Nacional de Colonias. El nombre de Acre pusieron los migrantes nordestinos del Brasil. Según el historiador Moisés Souza Lucena, los primeros migrantes buscadores de la siringa que llegaron de Ceará en 1882 se asentaron a orillas del rio Aquiry, toponimia indígena con que este afluente amazónico era conocido por el pueblo Apurina de la etnia Huni Kuin. Siendo que la vocal “e” final se pronuncia “i” en portugués, la  pronunciación correcta de Acre (contracción de Aquiry) es “Acri”.

Cuando estallaba la Revolución Federal en Bolivia, en un acto desesperado, además improvisado, el gobierno conservador de Severo Fernández Alonso envió una misión civil-militar para sentar soberanía en este territorio, por primera vez después de la Fundación de la República. José Paravicini, el delegado boliviano, había instalado un puesto de aduana en el límite inter-estatal con el Estado de Amazonas, cuya capital, Manaos, era el principal punto de acopio de la goma acreana destinada a los mercados de Europa y Estados Unidos. El puesto aduanero creado por Paravicini se llamó Puerto Alonso y el tributo que cobraba a los acreanos encareció el precio de la goma que llegaba a Manaos, lo cual fue el inicio de la revolución en ciernes.

Una plaqueta conmemorativa del centenario de la Revolución Acreana, evidenciando que los antiguos habitantes nordestinos de este territorio reconocen que perteneció a Bolivia, hasta antes del conflicto desatado por el militar boliviano José Manuel Pando en su afán de entregar el Acre a dominio norteamericano. | Foto Sol de Pando

Pando y el negocio de entregar el Acre a Estados Unidos

Severo Fernández Alonso cayó el mismo año en que Bolivia pretendía sentar soberanía en el Acre. Se hizo cargo de la situación el inefable José Manuel Pando, quien intensificó la militarización del territorio ocupado, avasallando a los antiguos pobladores nordestinos del lugar, quienes desde 1879 habían comenzado a habitar este territorio abandonado, expulsados del nordeste brasileño (Ceará, Pernambuco, Bahía, Piaui, etcétera) por una apocalíptica ola de plagas y sequías. En aproximadamente dos décadas de éxodo hacia la Amazonia, el Acre fue ocupado por casi 3.000 familias nordestinas y unas 100 familias sureñas. Cuando llegaron las tropas enviadas por Pando, entre los abusos que se cometían, coinciden los historiadores brasileños, estaba el obligarles a escribir y comunicarse en español. Los militares bolivianos incluso cambiaron arbitrariamente toponimias originarias como la de Xapurí, ciudad a la que denominaron “Villa Mariscal Sucre”.

Los habitantes nordestinos reconocían la potestad boliviana del territorio acreano. Intentaron conciliar con las fuerzas militares de Pando aceptando someterse a las leyes bolivianas, a cambio de una razonable disminución en la tasa del tributo para enviar la goma a Manaos, y se respete el uso de la lengua portuguesa en esta zona. El hacendado Neutel Maia, un noble cearense que fundó la villa de Volta da Empreza (hoy Rio Branco), era de los que intentó permanentemente conciliar con los bolivianos. En sus memorias, Nautel Maia recuerda que negociaba amigablemente la compra de ganado con comerciantes bolivianos que llegaban al Acre desde la zona de Riberalta, mucho antes de las misiones púnicas del presidente Pando.

El Gobierno Federal del Brasil se mantuvo al margen de la confrontación, lo mismo que el Ejército brasileño. Los gobernantes brasileños reconocían la propiedad de Bolivia sobre el Acre, en virtud del Tratado de Ayacucho de 1867 firmado entre ambos países ratificando la repartición colonial de esa zona amazónica entre Portugal y España. Por ello mismo, los habitantes mayoritariamente nordestinos del Acre estaban dispuestos a negociar con el Gobierno boliviano su permanencia y su vida adquirida en este territorio.

Pronto se llegaría a descubrir el por qué de la obstinación militarista de José Manuel Pando. En 1898, el “barón del estaño” Víctor Avelino Aramayo, con apoyo de políticos liberales como José Manuel Pando e Ismael Montes, había promovido la creación de una compañía con capitales de la banca inglesa y norteamericana, con sede en Nueva York, denominada “Bolivian Syndicate”, uno de cuyos accionistas era Archibald Roosvelt, hijo del entonces presidente de Estados Unidos. Este grupo comprendía que sería imposible para Bolivia por si sola dominar y controlar a los miles de nordestinos asentados durante dos décadas en aquel territorio rico en goma. Se necesitaba de una fuerza mayor. Desde su gestación, el plan para la intervención norteamericana en el Acre era, además de financiera, militar.

En su investigación histórica, Sol de Pando estableció que la resistencia al plan norteamericano de invadir el Acre con la complicidad boliviana, partió de Cuba, vino con el equipaje de un fascinante anarquista andaluz de fines del siglo XIX: Luis Gálvez Rodríguez de Arias, un combatiente de la guerra hispano-norteamericana que aconteció exactamente en el mismo periodo en que sucedió lo del Acre. Fueron conflictos simultáneos en el Caribe y la Amazonia que Gálvez unió, diríamos, artísticamente.

El monumento desvencijado y descolorido del libertario español Luis Gálvez Rodríguez de Arias, en el umbral del Palacio Legislativo de Rio Branco. | Foto Sol de Pando

La efímera República Independiente del Acre y el legendario Luís Gálvez

La vida y las aventuras de aquel extraordinario anarquista español que convirtió el Acre en una efímera República Independiente, son el insumo de una novela negra y su película aún no concebidas. Las biografías que se han escrito sobre Luis Gálvez Rodríguez de Arias, nacido el 26 de enero de 1864 en San Fernando de Cádiz, Andalucía, nos muestran a un intelectual de fina alcurnia, agente de Inteligencia de la Corona española durante la guerra hispano-norteamericana de Cuba, un periodista de erudita pluma y seductor impenitente.

Los libros “La Estrella Solitaria” del periodista español Alfonso Domingo y “Galvez, emperador del Acre” del brasileño Márcio Gonçalves Bentes de Sousa, describen su trayectoria novelesca. Estudió ciencias jurídicas en la Universidad de Sevilla y se capacitó en las más altas escuelas militares de Europa, incluyendo la academia naval de Lisboa; fue políglota, trotamundos y espía al servicio del rey de España. En el fragor de la decadencia colonialista, abrazó las ideas anarquistas de Bakunín y se afilió al pensamiento de los socialistas utópicos pre-marxistas.

Era sobrino de Alejandro Rodríguez de Arias, Gobernador de Cuba hasta un lustro antes de la invasión de Estados Unidos que arrebató el control de la isla a la Corona española. Luís Gálvez  fue combatiente en aquella guerra y perteneció a la Fuerza Naval de España que hundió al acorazado norteamericano Maine, el 15 de febrero de 1899. Como espía, dos  años antes de aquel memorable combate naval en el mar Caribe, tuvo conocimiento que un buque mellizo del Maine, el Wilmington —construido en un astillero de Carolina del Norte—, sería emplazado a Sudamérica por la ruta del Atlántico para dar apoyo militar a la Bolivian Syndicate en el plan de tomar el Acre. Fue así que la guerra hispano-norteamericana de Cuba se expandió hacia el conflicto boliviano con los nordestinos acreanos.

Luis Gálvez llegó a la Amazonia a fines de 1897. Gracias a su dominio de la lengua portuguesa se enroló en los periódicos Correio do Pará, en Belém, y O Comércio do Amazonas de Manaos. Usando un seudónimo para proteger su identidad, escribió artículos informando de la invasión norteamericana al Acre a través de la Bolivian Sindycate, advirtiendo de tal peligro a las autoridades brasileñas. El Gobierno Federal no dio importancia a los informes militares del español. Sin embargo el Gobernador del Estado de Amazonas, Ramalho Junior, tomó en serio las advertencias de Gálvez y le encomendó una misión militar para organizar una guerrilla con el objetivo de expulsar del Acre a los bolivianos que actuaban como avanzada de la invasión norteamericana. Gálvez aceptó el financiamiento y las armas que le entregó el Gobernador de Manaos. Organizó una columna con varios otros españoles que llegaron con él de Cuba, entre ellos unos hermanos gallegos de apellido Castro que, según las fuentes entrevistadas por Sol de Pando en Rio Branco, serían parientes del padre del futuro presidente cubano Fidel Castro Ruz.

Lindando en la leyenda, los biógrafos de Gálvez afirman que durante los preparativos de su guerrilla, el español sedujo a la esposa del delegado boliviano José Paravicini, obteniendo por esa vía amorosa información que le permitió tomar ventajas en su campaña para expulsar a las tropas bolivianas y abolir la aduana de Puerto Alonso.

Cuando los bolivianos fueron expulsados por la guerrilla de Gálvez, a fines de junio de 1899, el libertario español decidió separar el Acre del propio Gobierno del Brasil, creando un nuevo país al que llamó República Independiente del Acre, del cual se declaró emperador. Fundó el nuevo Estado con estas palabras:

“Si la Patria no nos quiere, haremos nuestra propia Patria… Si Brasil no quiere que seamos brasileños, tampoco seremos bolivianos, seremos lo que somos: acreanos”.

Instituyó como fecha de fundación de la nueva República el 14 de julio de 1899, en homenaje a la Revolución Francesa. Designó embajadores para los países miembros de la Liga de las Naciones en procura de reconocimiento internacional del naciente Estado. Y, por supuesto, el Gobierno español que presidía Práxedes Mateo Sagasta, bajo la corona del rey Alfonso XIII, no demoró en reconocer al nuevo país.

Aunque la República Independiente del Acre tuvo una efímera vida de tres meses y unos pocos días, Luis Gálvez sentó las bases institucionales y autonomistas del actual Estado do Acre. Creó una policía propia, un cuerpo de bomberos, escuelas y hospitales modelo, y había proyectado la futura Universidad del Acre. Creó la bandera del país que es la misma que actualmente flamea en el moderno Estado do Acre: un pabellón rectangular dividido en dos triángulos, uno amarillo y otro verde, colores que lleva la bandera del Brasil simbolizando el oro y la floresta, con el agregado de una estrella roja (la “estrella solitaria”) en la esquina superior izquierda. Casualmente, esos tres colores coinciden con los de la tricolor boliviana.

Galvez intentó experimentar sus ideas socialistas buscando abolir la propiedad privada, lo que causó el espanto de los hacendados caucheros que financiaron su guerrilla. La República Independiente del Acre fue el primer país socialista en la historia moderna de la humanidad, mucho antes de la propia Revolución Rusa. Quiso beneficiar a los peones siringueros de origen nordestino con medidas sociales que afectaban los intereses de los propietarios de las siringas, en su mayoría provenientes del sur oligarca del Brasil. En noviembre de 1899 sufrió un golpe de Estado oligárquico que debilitó drásticamente su precaria gobernabilidad.

Finalmente, su proyecto socialista fue visto como una amenaza por el mismo Gobierno Federal del Brasil. En marzo de 1900, por primera y única vez en el curso del conflicto acreano, una flotilla de la Marina de Guerra del Brasil desembarcó en Porto Acre (ex Puerto Alonso), tomando preso a Gálvez y extraditándolo a Rio de Janeiro; luego de transcurrir algunos días en la cárcel fue deportado a España, donde falleció en 1935.

Tras la abolición de la República Independiente del Acre, el Gobierno Federal del Brasil devolvió el territorio acreano al Gobierno de Bolivia que restableció el puesto aduanero de Puerto Alonso.

En septiembre de 1900 las tropas de José Manuel Pando volvieron al Acre pisando más fuerte y elevando los impuestos para el tránsito de la goma al vecino Estado de Amazonas.

Y el buque Wilmington, mellizo del Maine, se acercaba a Manaos, con rumbo al Acre.

La controvertida Casa Branca de Xapurí, cuando era restaurada hace un lustro. Hay quienes afirman que aquí estuvo el cuartel boliviano donde Plácido de Castro inició la Revolución Acreana el 6 de agosto de 1902. Otras fuentes desmienten y aseguran que el fortín estuvo allí donde hoy funciona un hospital. | Foto Sol de Pando

“Es temprano para la fiesta”

Cuando cundió la noticia sobre la llegada del acorazado Wilmington al puerto de Manaos, de lo cual Gálvez había advertido dos años antes, en diciembre de 1900 los acreanos se volvieron a unir organizando una nueva guerrilla —recordada como la “Expedición de los Poetas”— que fracasó estrepitosamente.

Finalmente, el 11 de junio de 1901 el Gobierno de Pando y la Bolivian Sindycate consumaron el contrato de arriendo para la administración norteamericana del territorio del Acre, firmado en Nueva York por el embajador plenipotenciario de Bolivia en Estados Unidos Félix Avelino Aramayo y Frederick Whitrideg, socio y representante del grupo Roosvelt.

Mediante aquel contrato, la compañía norteamericana obtenía el derecho de administrar la economía gomera del Acre durante 30 años manteniendo una fuerza armada apoyada desde Estados Unidos, con una compensación del 60% de las rentas para el Estado boliviano.

El Gobernador recién elegido del Estado de Amazonas, Silverio Néri, propuso organizar una nueva guerrilla para frenar aquel perverso avance boliviano-norteamericano, y esta vez el mando fue encomendado a un miembro prominente de la casta feudal: José Plácido de Castro, un experimentado topógrafo y ex combatiente de la Guerra Federal, proveniente de una familia distinguida de Porto Alegre, en el próspero sur del Brasil.

Inteligente como era, Plácido de Castro planificó un ataque a las fuerzas bolivianas que estaban concentradas en Xapurí, aprovechando las fiestas patrias del 6 de agosto, cuando Bolivia celebra la efemérides de su fundación.

En la víspera, la noche del 5 de agosto, las tropas comandadas por el intendente de Xapurí (que los bolivianos denominaron “Villa Mariscal Sucre”), Juan de Dios Barrientos, habían celebrado una fiesta con abundancia de bebida y mujeres. “Hicieron traer niñas de programa desde Manaos, festejaron toda la noche, hasta el amanecer del 6 de agosto”, nos dijo el joven intelectual xapurense Haroldo Zaine. Aquel fortín boliviano se encontraba en el lugar donde hoy funciona el Hospital Municipal Epaminondas Jácome; aunque otras fuentes indican que el cuartel se instaló en un caserón conocido como la Casa Branca, el cuál estaba siendo restaurado en 2016, cuando Sol de Pando llegó a Xapurí.

Juan de Dios Barrientos era uno de muchos tarateños que llegaron al Acre con las tropas del Regimiento Avaroa. Fue designado Intendente de la Villa Mariscal Sucre por el coronel Lino Romero, que reemplazó al delegado José Paravicini en el puesto aduanero de Puerto Alonso.

La madrugada de aquel 6 de agosto, al salir el sol, las tropas de Plácido de Castro se aproximaron al cuartel boliviano en Xapurí, sin ningún alboroto.  Tocaron la puerta con cierta amabilidad. Les abrió el intendente Barrientos con los ojos somnolientos y el tufo a “ch’aquí”, pensando que los brasileños venían a saludarlo por el 6 de agosto. Entonces se produjo aquel memorable diálogo que conmociona al sólo imaginarlo:

“Caramba, es muy temprano para la fiesta” —le dijo Barrientos a Plácido de Castro.

“No es fiesta señor intendente” —le respondió el guerrillero acreano—. “Es una revolución”.

Rendidos por el “ch’aquí” y la sorpresa, Juan de Dios Barrientos y los soldados a su mando fueron apresados sin ninguna resistencia ni violencia.

La primera medida de Plácido Castro fue restituir el nombre de Xapurí a una «Villa Mariscal Sucre» que desfiguraba la identidad acreana forjada en más de 20 años de una cultura siringuera fruto de un éxodo nordestino demasiado humano.

Ahora sí, la Revolución Acreana había logrado su objetivo de detener el plan de Pando para entregar el Acre a la Bolivian Sindycate y a las tropas norteamericanas agazapadas en el buque Wilmington.

Después de Xapurí, las tropas guerrilleras de Plácido de Castro y el Ejército boliviano libraron varias batallas en una confrontación que expuso enormes gestos de heroísmo en ambos bandos, y concluyó en noviembre de 1903 con la firma del Tratado de Petrópolis, mediante el cual Brasil le compró el Acre a Bolivia para evitar una conflagración con el Ejército combinado de Estados Unidos. Bolivian Sindycate recibió una gran parte de esa paga.

Fue así que la revolución triunfó con los nordestinos acreanos ejerciendo sus derechos en este territorio abandonado por Bolivia.

Si bien no fue una revolución en el sentido de transformar las relaciones de explotación social que prevalecían en la extracción de la goma, como intentó fallidamente Luis Gálvez, lo fue en el sentido de ser el primer levantamiento anti-imperialista en la historia contemporánea de Latinoamérica, sin duda alguna.

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