Data: agosto 13, 2014 | 14:21
CONTAMINACIÓN AMBIENTAL Y ETNOCIDIO | La sobre-explotación pesquera y los desechos mineros en afluentes del río, dejaron sin hábitat a todo un pueblo originario en el Chaco tarijeño…

Las lágrimas del Pilcomayo y el dramático éxodo del pueblo indígena Weenhayek

Vista general de Capirendita, comunidad Weenhayek ubicada a cinco kilómetros de la ciudad de Villamontes, Tarija (Noviembre de 2008).

Vista general de Capirendita, comunidad Weenhayek ubicada a cinco kilómetros de la ciudad de Villamontes, Tarija (Noviembre de 2008).

Esta es la historia de un pueblo indígena boliviano que hace más de 500 años habita en la margen derecha del río Pilcomayo, en los municipios de Villamontes y Yacuiba del Chaco Tarijeño. Más de 150 familias ya emigraron por la enfermedad del río. Esta, como todas las del abandono estatal y la codicia capitalista, es una desdicha ampliamente anunciada desde hace muchos años y nunca escuchada. Una crónica donde nadie pensó que el mañana llegaría ya…

© Carmen Miranda Castillo | Tomado de la edición impresa de Sol de Pando

A pesar de ser considerado un pueblo nómada, la comunidad indígena Weenhayek, vocablo que en la lengua del mismo nombre significa “diferente”, nunca se imaginó que tendría que emigrar a otros países por la enfermedad del río Pilcomayo, que ha sido depredado en sus riquezas piscícolas y contaminado por los residuos minerales.

Este pueblo que desde sus orígenes se ha alimentado del río, ahora lo debe abandonar. Y todo por la codicia de los depredadores que los empujan a zonas alejadas. Sin embargo, todos siguen manteniendo la esperanza de encontrar vida en la naturaleza que nunca les ha fallado.

Contrario a sus creencias en “ajats” o dioses de la naturaleza, nadie respetó a la Madre Tierra en la región villamontina donde aparecieron “dueños” del río y de los peces del Pilcomayo. Algunos incluso de alto rango militar, que se enriquecieron obligando a trabajar ilegalmente a los conscriptos, y utilizando métodos de pesca prohibidos, como trampas y explosivos, ante la mirada pasiva de las autoridades, o sea ante la mirada ciega de ellos mismos.

El pueblo “diferente” nunca fue comprendido por sus vecinos, quienes, con una visión totalmente occidental de desarrollo, y tratando siempre de imitar a las culturas más progresadas, solo pensaron en el beneficio económico inmediato y no en el futuro de los recursos naturales.

Los problemas comenzaron a escucharse luego de los estudios realizados por diversos científicos sobre la contaminación minera que sufrían las aguas del Pilcomayo, según ellos, causada por toneladas de minerales que se depositan diariamente en las aguas de las minas de Potosí, lugar en el que nace el cauce de este río.

Más adelante, la sobreexplotación de la riqueza piscícola y la implementación de un proyecto llamado Pantalón en aguas argentinas y paraguayas que desvió el cauce del río para utilizarlo en forma de riego acabaron con el río. Los pescadores nativos además de su voz tienen varios videos para probar las acciones ilícitas cometidas con el río. Nunca fueron tenidos en cuenta, nadie los vio ni oyó.  Lo que si llegó fue la desaparición casi total del sábalo, el pez más apetecido de toda la región.

Los esfuerzos internacionales realizados por Bolivia para evitar este proyecto y sus consecuencias no fueron suficientes. Ni siquiera con la enorme cantidad de recursos erogados para defenderlos en temas como la instalación de la Oficina Técnica de los ríos Pilcomayo y Bermejo en Tarija, en la capital del departamento. Ni quienes trabajaban en esa repartición, cuya sede ahora es Formosa, lugar donde se está ejecutando el proyecto en Argentina, ni los representantes de Bolivia en diálogos internacionales, pudieron llegar a un acuerdo con los países vecinos.

Hoy, no solo el pueblo “diferente” sufre por la contaminación del río, sino que toda la población de la región villamontina, conocida por su tradición en la comercialización y pesca del sábalo, se está viendo afectada.

Se conocen datos que dicen que la actividad pesquera movía 15 millones de bolivianos anuales por venta directa en el río. Y aunque las autoridades tomaron algunas medidas preventivas como la suspensión de concesiones pesqueras a los militares, todo se hizo demasiado tarde. Tan tarde que ahora ni a ellos mismos les interesa la pesca en ese río, pues ya dejó de ser un negocio.

DESPIADADA CONTAMINACIÓN DEL RÍO PILCOMAYO Y ATENTADO A LA VIDA DE UN PUEBLO DE PESCADORES

Conscriptos recolectando pescado de las trampas colocadas en la concesión pesquera otorgada a los militares en el Pilcomayo (Junio de 2009).

Conscriptos recolectando pescado de las trampas colocadas en la concesión pesquera otorgada a los militares en el Pilcomayo (Junio de 2009).

Concesiones pesqueras a militares
Se calcula que la concesión pesquera de los militares en aguas del Pilcomayo duró cerca de cuarenta años. Tiempo en el que los de más alto rango llenaron sus bolsillos cobrando cincuenta bolivianos a cada comerciante que quería ingresar a la zona del Kilómetro Nueve, que se sumaba a las ganancias por la venta de pescado.
Era de conocimiento general que utilizaban métodos prohibidos, como trampas y explosivos. Al menos 30 conscriptos realizaban estas actividades diarias en la Tercera División y en otras divisiones del Grupo Pisagua y del Regimiento Campero.
Comercio indiscriminado
Hasta hace unos años, los comerciantes aprovechaban la época de pesca para ganar mucho dinero sobreexplotando el río y engañando a los indígenas. Se conoce que no respetaban ni siquiera las épocas de veda.
Según publicó el periódico El Deber en un reportaje realizado a principios de 2012, se sacaron hasta 1.440 mil toneladas de pescados durante el año 1986, cantidad que en 2001 disminuyó a 946 mil toneladas y luego a 474 mil toneladas el 2010. Actualmente la pesca es muy escasa.
Migración forzosa
Se calcula que son 5,670 familias de las cuales en los últimos tres años emigraron 150 a la República Argentina donde como indígenas reciben cada mes una canasta familiar y tienen una pensión, según afirmó Moisés Sapiranda en una entrevista con ERBOL publicada por el periódico tarijeño El Nacional, el 12 de julio de 2012.
Contaminación del agua
Un análisis realizado en 1999 por la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA), mencionó los elevados índices de contaminación en el río. “Los ríos potosinos de Tarapaya y La Ribera que sirven de afluentes del Pilcomayo tenían una concentración de arsénico mil veces más que el valor señalado por la Ley del Medio Ambiente, y 5.000 veces superior a lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Se encontraron 99 miligramos de plomo en cada litro de agua y lo permisible es tan sólo de 0,05 mg/l”.
Según esta investigación, un total de 20 ingenios mineros botaban cada día más de 1.200 toneladas de desechos contaminantes a los ríos Tarapaya y La Ribera, que se convirtieron en canales conductores del material minero hacia la cuenca del Pilcomayo.
Asimismo, otro estudio realizado por las universidades Juan Misael Saracho (Bolivia) y Nijmegen (Holanda), publicado en 2001, evidenció que las concentraciones de zinc y cobre en el hígado de los peces del río Pilcomayo, eran de tres a cuatro veces más altas que en los del río Bermejo.
VIDEO DEL TEMA «LÁGRIMAS DEL PILCOMAYO» DEL TROVADOR CHAQUEÑO YALO CUÉLLAR, EN EL CUAL SE INSPIRA EL TITULAR DEL PRESENTE ARTÍCULO

https://www.youtube.com/watch?v=oTeGLFx6gMw

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