Intelectual libertario y ex guerrillero uruguayo, fue elegido Presidente de su país el 29 de noviembre del 2009. Crónica de un gobierno que predica con el ejemplo, de hacer lo que se dice...

José Mujica, el primer Presidente anarquista en la historia latinoamericana

El Presidente uruguayo reside en su casa de clase media empobrecida, de tres ambientes, paredes grises con humedad, un sillón raído de cuero rojo junto a la estufa, una cocina modesta y una repisa de libros.

El Presidente uruguayo reside en su casa de clase media empobrecida, de tres ambientes, paredes grises con humedad, un sillón raído de cuero rojo junto a la estufa, una cocina modesta y una repisa de libros.

Al margen de donar el 90% de su salario para fondos de ayuda a los más pobres del Uruguay, el presidente Mujica propone donar las jubilaciones presidenciales —esas grandes sumas de dinero que cobran los ex presidentes latinoamericanos—, al menos la suya. Durante el pasado invierno que azotó con una severa ola de frío a Montevideo, Mujica ofreció la lujosa residencia presidencial, que él no ocupa,  para alojar a los indigentes que carecen de viviendas. Mujica vive en su modesta casa rural en las afueras de la ciudad y llega cada mañana al Palacio de Gobierno conduciendo su «peta» azul modelo 1987, como cualquier trabajador uruguayo de su clase…

© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando

El expediente judicial de José Mujica como combatiente guerrillero en los años setenta y ochenta. | Fotomontaje Sol de Pando

Tuvo un activo pasado guerrillero.  Pero guerrillero de verdad; no solo un tirabombas desesperado de poder y protagonismo ni un mero asaltante de remesas universitarias. Un Guerrillero con mayúsculas, en la misma línea firme y libertaria del Che. En los años sesenta se integró al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Como miembro de dicha organización, Mujica participó en operativos guerrilleros al tiempo que trabajaba en su chacra, hasta que, requerido por la policía, se refugió en la clandestinidad. En enfrentamientos armados fue herido de seis balazos. Fue apresado cuatro veces y, en dos oportunidades, se fugó de la cárcel de Punta Carretas. En total, Mujica pasó casi 15 años de su vida en prisión. Su último período de detención duró trece años, entre 1972 y 1985, siendo particularmente duro. Fue uno de los dirigentes tupamaros que la dictadura cívico-militar tomó como «rehenes» durante 11 años, lo que significaba que serían ejecutados en caso de que su organización retomara las acciones armadas.

Tras algunos años de la apertura democrática creó, junto con otros referentes del MLN y otros partidos de izquierda, el Movimiento de Participación Popular (MPP), dentro del Frente Amplio. En las elecciones de 1994 fue elegido Diputado por Montevideo. Manifestó sentirse «como un florero» al comenzar su actividad parlamentaria. y en las elecciones de 1999 fue elegido Senador.

Es archiconocida la historia de su llegada al Congreso, recién electo, en motoneta y con buzo. El guardia no lo dejó acomodar su moto «Vespa» en el ostentoso estacionamiento de los diputados, y cuando el vigilante le preguntó si se quedaría mucho rato, «el Pepe», como le dicen todos, contestó que cuatro años, «si no lo echaban antes».

Pepe Mujica, el Presidente libertario

El ex guerrillero fue elegido Presidente del Uruguay en las elecciones realizadas el 29 de noviembre del 2009, hace tres años. Obtuvo más del 56% de los votos, lo que permitió a demás a su esposa y compañera de lucha, Lucía Topolansky que candidateó para Senadora, asumir la Presidencia del Senado, por lo que el 1 de marzo del 2010 el Presidente electo tuvo que jurar ante su propia esposa el compromiso de acatar y hacer cumplir la Constitución del Uruguay. Durante su campaña, Mujica se ganó la simpatía del electorado uruguayo por sus modos sencillos, que lo llevan a prescindir de la corbata, conducir un viejo pero bien cuidado Volkswagen, y vivir en una granja a las afueras de Montevideo con su mujer y sus perros.

Fiel a la máxima del precursor del anarquismo Pedro de Kropotkin: «Mientras existan miserables, el lujo es un crimen», el presidente Mujica comenzó a predidcar con el ejemplo, siguiendo al pie de la letra la sabia consigna zapatista: «Lo que se dice, eso es».

Tras su asunción en marzo de 2010, «el Pepe» permanece viviendo en su chacra en la zona rural de Montevideo junto a su esposa, la ex tupamara y senadora Lucía Topolansky, donde cultivan flores y hortalizas. En la entrada de su vivienda hay un cuarto de estar lleno de fotos y recuerdos, y detrás una cocina donde Mujica lava a mano unos vasos para servir un trago a las visitas. Se trata de una casa de clase media empobrecida, de tres ambientes, paredes grises con humedad, un sillón raído de cuero rojo junto a la estufa, una cocina modesta y una repisa para libros. Entre ellos están «El diario del Che en Bolivia»; «La rebelión de Tupac Amaru», esos dos fabulosos tomos de Boleslao Lewin; «Deuda externa del Tercer Mundo» de Éric Toussaint, y «El arte ético de vender mejor», de Alberto Tortorella. Es un auténtico intelectual anarquista.

«Para vivir preciso dos o tres piecitas, una cocina, lo elemental que yo con mi compañera lo arreglamos en un momentito», dice. La austeridad en que vive es parte de una «lucha por la libertad», dice el Presidente libertario. «Si, tengo pocas cosas, necesito poco para sostenerlas», razona. «Por lo tanto, mi tiempo de trabajo que dedico es el mínimo. ¿Y para qué me queda tiempo? Para gastarlo en las cosas que a mí me gustan. En ese momento creo que soy libre».

La riqueza de un hombre honrado

Su patrimonio —la chacra, dos automóviles y tres tractores— asciende a unos US$ 200.100, según su declaración jurada de este año, y dona casi el 90% de su salario de unos US$ 12.400 mensuales para ayuda social. Vive con solo 1.250 dólares al mes y quiere que se elimine la pensión de jubilación presidencial. Su perra no tiene ningún pedigree y su «vehículo oficial» es ese modesto escarabajo Volkswagen. “Con ese dinero me alcanza, y me tiene que alcanzar porque hay otros uruguayos que viven con mucho menos”, explica.

Y no hay el menor asomo de demagogia en este estilo presidencial. “No es una carga ni una pose, es una filosofía decantada en años de privacidad”, y dice ser feliz con lo que tiene. Sigue viviendo en su chacra a las afueras de Montevideo, en Rincón del Cerro, tal como prometió antes de convertirse en Presidente, y no cambió en 20 años su escarabajo (que en Bolivia conocemos como «peta») Volkswagen de 1987 valorado en $us 1.945, con el cual se dirige de su casa a su oficina del Palacio de Gobierno para trabajar gobernando a todo un país. La «residencia presidencial», a donde no se mudó, es usada para acoger a indigentes, como en el invierno pasado, cuando la ola de frío azotó a los desamparados de Montevideo, quienes para este Gobierno son la prioridad en las políticas públicas que impulsa el Presidente con la finalidad de erradicar la pobreza extrema especialmente.

La prensa internacional lo calificó como «El Presidente más pobre del mundo»; pero él rechazó ese calificativo con estas declaraciones que conmovieron a los pueblos latinoamericanos:

«No soy el Presidente pobre; pobres no son los que tienen poco. Pobres son los que quieren mucho, pobres son los que quieren más de lo necesario… Yo no vivo con pobreza, vivo con austeridad, con renunciamiento. Preciso poco para vivir. Tengo pocas cosas, es cierto, las mínimas, pero sólo poder ser rico de paz y  libertad».

A pesar de críticas severas y a veces certeras con que la oposición juzga a su gobierno democrático, lo que nadie le cuestiona a Pepe Mujica es su honradez y transparencia. Parece poco probable que al final de su mandato, que tendrá lugar en marzo del 2015, se compruebe que este granjero se enriqueció. Tan poco probable como era hace un lustro que este revolucionario anti-autoritario se convirtiera en Presidente de Uruguay o que un líder latinoamericano le apostara a la despenalización de la marihuana.

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