Data: septiembre 25, 2012 | 21:31
La intangibilidad, en las áreas protegidas del planeta, incluye a los seres humanos integrados al bosque tropical. En Bolivia este concepto está siendo corrompido por el Estado "plurinacional"

Ellos son el bosque, intangibles como el río y la fauna que protegen con su libre existencia

Los Akuntsu, grupo nómada que habita en el territorio de Rondonia, Brasil, fronterizo con Bolivia. | Foto Survival

Un Informe del Banco Mundial asegura que los pueblos indígenas en aislamiento voluntario son la mejor barrera contra la deforestación del planeta, y la prueba de ello es que la incidencia de los incendios forestales es menor en los bosques habitados por pueblos indígenas en aislamiento voluntario. Esto supone que la intangibilidad de los bosques y rios protegidos incluye necesariamente a estos singulares seres humanos que son parte esencial de la biodiversidad. En Bolivia este concepto es tergiversado por el régimen del presidente Evo Morales: les dice a los pueblos indígenes que si sus territorios son declarados intangibles, ellos perderán su derecho a disfrutar los recursos naturales de sus ríos y bosques…

© Wilson García Mérida

LA DESTRUCCIÓN ETNOCIDA DE LA INTANGIBILIDAD
El pasado 30 de julio, un cabildo en la comunidad de Oromomo “coptado” por el Gobierno de Evo Morales mediante el obsequio de motores fuera de borda y otras prebendas, decidió “levantar” la intangibilidad del Tipnis y anular la Ley 180 de Intangibilidad promulgada por el mismo Evo Morales en octubre del 2011, tras la VIII Octava Marcha Indígena, prohibiendo obras en la reserva. El Gobierno intentó anular esa Ley, por presion de sus bases cocaleras para construir una carretera por medio del bosque, lo que motivó una nueva marcha indígena, la misma que fue neutralizada por el Ministro de la Presidencia dividiendo y corrompiendo a algunos dirigentes indígenas.
Los indígenas “oficialistas” fueron convencidos por Quintana que si se mantiene la intangibilidad “ni ellos mismos podrán explotar los recursos naturales de la zona”.
El dirigente Gonzalo Mayko justificó la decisión de anular la intangibilidad, destacando que “el Gobierno se preocupó por nuestros pueblos y quiere desarrollo para nosotros. No podemos decir que no, queremos progreso y eso lo alcanzaremos anulando la intangibilidad y construyendo la carretera”.
Durante una incursión del Evo Morales llevando sus «regalos» a los indígenas, el propio gobernante dijo que «cuando algunos hermanos nos dicen que esta zona debe ser intangible nos dicen que no debe haber ningún desarrollo, no puede haber industria ni minería, no podemos hacer camino».
Dentro su política «desarrollista», Evo Morales insiste en construir la carretera por medio del territorio protegido, a partir de destruir el autogobierno indígena en la zona prescrito por el actual régimen constitucional de autonomías.

Según un nuevo estudio del Banco Mundial, que promueve la participación de las poblaciones indígenas en el desarrollo, los pueblos originarios son la clave para preservar los bosques del planeta; y las reservas medioambientales que los excluyen, sufren como resultado de esa exclusión.

La deforestación —la destrucción de la masa forestal—  disminuye sustancialmente en lugares donde los pueblos indígenas continúan viviendo en las áreas protegidas y no se los obliga a marcharse de ellas. Este dato se debe al fuerte vínculo entre un pueblo indígena y su territorio, y el respeto fundamental que las comunidades indígenas tienen hacia los ecosistemas de los que dependen. Según la organización conservacionista WWF, el 80% de las ecorregiones más ricas del mundo están habitadas por comunidades indígenas ancestrales. Survival Internacional, entidad proteccionista de la vida en aislamiento voluntario, el nexo íntimo entre la selva virgen y el hombre no contactado, no es mera coincidencia: «los expertos reconocen cada vez más el vínculo entre la presencia de pueblos indígenas y su capacidad para beneficiar a los bosques inhibiendo la deforestación».
Survival asegura que mediante datos obtenidos por satélite monitoreando  incendios forestales para establecer niveles de deforestación, se mostró que la incidencia fue de un 16% menor en las zonas indígenas, para el periodo 2000-2008.
Pero a pesar de que el Banco Mundial ha reconocido los beneficios que los pueblos indígenas suponen para esos territorios, esta misma entidad, lo dice Survival, ha prestado su apoyo a varios proyectos polémicos que amenazan directamente su existencia.
Más de 200 millones de terrícolas dispersos en 70 países son indígenas, y han sido tradicionalmente tratados como habitantes de segunda clase por los Estados «modernos». Sus identidades, culturas, tierras y recursos se encuentran estrechamente entrelazados y son especialmente vulnerables a los cambios que causan los programas de desarrollo.

Las flechas del bosque

Arrows

Los arcos y las flechas, que simbolizan la existencia real de estos pueblos únicos en el mundo —el más importante patrimonio cultural de la humanidad en el siglo XXI—, son su nexo vital con el bosque. Sin arco y flechas no hay pueblos en aislamiento voluntario.
Aquellos awás que aún viven sin contacto en la selva cazan con arcos de dos metros de longitud. Las flechas, silenciosas, vuelan alto hacia las copas de los árboles, lo que les permite disparar varias veces antes de que los animales se percaten de la presencia de los cazadores. Las mujeres animan a sus maridos a que regresen con abundante carne. Y el bosque, siempre recíproco, se los dará generosdamente.
“Cuando mis hijos tienen hambre, tan solo tengo que internarme en la selva y les encuentro comida”, explica Pecarí Awá. Las mujeres animan a sus maridos a que regresen con abundante carne de caza, y los hombres les hacen caso. Aquellos awás que aún viven sin contacto en la selva cazan con arcos de dos metros de longitud. Las flechas, silenciosas, vuelan alto hacia las copas de los árboles, lo que les permite disparar varias veces antes de que los animales se percaten de la presencia de los cazadores.
 Algunos awás sedentarizados han confiscado rifles a los furtivos y se han convertido en habilidosos tiradores. Pero todos los cazadores siguen contando con un arco cuidadosamente fabricado y un juego de flechas para cuando se acaba la munición.

El fracaso boliviano

En la Amazonia boliviana prácticamente ya no existen estos pueblos libres, no contactados. En más de 300 años de evangelización y capitalismo, muchos de ellos se han extinguido definitivamente y los que quedan están condenados al mestizaje, la aculturación y el “desarrollo”, que son las nuevas formas del colonialismo interno.

La última etnia que aún conservaba su memoria nómada y sus prácticas selváticas, los Pacahuara, se han extinguido definitivamente tras la muerte de su solitaria heroína, Bose Yacu, en diciembre pasado.

Con la irremediable extinción de los Pacahuara, Bolivia fracasó en su precepto constitucional de priorizar los derechos territoriales de los pueblos en vías de extinción según estipula el artículo 31 de la Constitución Política del Estado.

La extinción Pacahuara

El actual Gobierno boliviano tenía todas las condiciones favorables para revertir eficazmente el exterminio de la Pacahuara desatado durante el septenio de Banzer. El artículo 31 de la Constitución —adscrito a la Declaración Universal de los Derechos Indígenas de la ONU y el Convenio 169 de la OIT— permitía repoblar el ancestral territorio indígena en Pando y experimentar en ese laboratorio de la biodiversidad amazónica un modelo revolucionario de reconstitución cultural Pacahuara que abarcaría no solamente el rescate de un idioma casi extinto, sino ante todo su propia reproducción vegetativa en términos de fortalecer la identidad étnica encarnada heroicamente por Bose y Buca Yacu.

En Brasil y Perú, si bien no existe una Constitución indigenista tan avanzada como la de Bolivia, los pueblos amazónicos en aislamiento voluntario y los que se hallan en vías de extinción son protegidos por el Estado mediante parques nacionales y santuarios de biodiversidad que garantizan el repoblamiento de pueblos disminuidos en su lucha por sobrevivir. La etnia de pescadores Enawene Nawe originaria del Mato Grosso brasileño tenía una población de tan sólo 97 individuos en 1974, a consecuencia del avasallamiento empresarial, pero la delimitación de un área de intangibilidad para su protección permitió que ese pueblo amazónico incremente su población a 500 habitantes que continúan reproduciendo su cultura y su estilo de vida sin perder ninguna esperanza de continuar siendo una nación con territorio propio, autónoma e intangible respecto al Estado «civilizado».

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