ETNOCIDIO IRREVERSIBLE | A pesar de la Constitución indigenista que prioriza los derechos territoriales de los pueblos vulnerables, la nación emblemática de Pando vive desterrada en el Beni con no más de 20 miembros....

El Estado Plurinacional consumó el exterminio banzerista de la nación Pacahuara

Bose Yacu, la niña Pacahuara que fue «trasladada» contra su voluntad al Beni, desde su territorio originario en Pando, durante la dictadura de Banzer, desatándose un impune etnocidio aún en curso.

El golpe militar que vino a instaurar la dictadura del entonces coronel  Hugo Banzer Suárez el 21 de agosto de 1971, fue el comienzo del fin para el pueblo Pacahuara, etnia emblemática del departamento de Pando, que a pesar de resistir más de tres siglos de violenta evangelización sufrió en 1973 una masacre definitiva bajo aquel gobierno dictatorial, momento desde el cual los Pacahuara fueron obligados a abandonar Pando para ser desterrados en una reservación Chacoba del Beni (Riberalta). El actual Gobierno, a través del Ministerio de la Presidencia, lejos de revertir esa injusticia histórica aplicando la nueva Constitución que prioriza la preservación de los territorios indígenas originarios, consolidó el destierro Pacahuara “saneando” cuatro concesiones a favor de una empresa maderera que hoy detenta 220.000 hectáreas en el corazón del Bosque Pacahuara…

© Wilson García Mérida
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El 7 de junio del 2011, llevando al lugar donativos como lámparas solares y radio-transistores, funcionarios de la estatal Empresa Boliviana de Almendra (EBA) y representantes de la cooperación alemana que trabajan con el Gobierno, visitaron la reservación Chacobo-Pacahuara en Puerto Tujuré (a 145 kilómetros de Riberalta, Beni), donde los últimos guerreros pacahuaras que fueron forzados a mestizarse con sus parientes lingüísticos chácobos, insisten en denunciar, a quien los oiga, que se encuentran en aquel lugar contra de su voluntad, al haber sido forzados durante la dictadura del general Hugo Banzer Suárez a abandonar su territorio originario que se encuentra cientos de kilómetros más al norte y sobre la frontera con el Brasil, en la provincia Federico Román de Pando.

El periodista Remberto Terrazas Pareja, comunicador de la empresa EBA, se refirió en un reporte de prensa a la familia de los esposos Bose y Buca Yacu como “los últimos pacahuaras que fueron traídos desde Río Negro en Pando”.

Memoria larga de una nación originaria

Los antropólogos Diego Villar, Lorena Córdova e Isabelle Combés, señalan en su libro La reducción imposible: las expediciones del padre Negrete a los Pacaguaras que en junio de 1969 el director del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), había informado que “la tribu de los pacahuaras que vive en la zona del río Abuná (departamento de Pando) es perseguida por cazadores tanto brasileños como bolivianos”; y por tanto aquellos evangelizadores norteamericanos (que luego se demostró realizaban tareas “civilizatorias” como la esterilización de mujeres indígenas dentro un programa de control natal diseñado por la CIA desde las épocas de la dictadura barrientista), decidieron “relocalizar” a los Pacahuara hacia Puerto Tujuré, en la provincia Vaca Diez del Beni, en una reservación Chacoba establecida por los mismos evangelistas, vaciando de toda presencia indígena el rico territorio pacahuara en la provincia Federico Román de Pando, a fin de facilitar el asentamiento de capitales invertidos para la explotación intensiva de madera y otras riquezas naturales que abundan entre afluentes del río Orthon como son el río Negro y el río Pacahuara.

La persecución y asesinatos cometidos contra los líderes pacahuaras por sicarios brasileños y paramilitares bolivianos, ante la complacencia de las autoridades gubernamentales de esa época, fue el pretexto aprovechado por los evangelistas norteamericanos para “reducir” a los Pacahuara, después de varios siglos en los que esa nación había resistido y evadido exitosamente los fallidos intentos cristianizadores de misioneros jesuitas y franciscanos.

Entre los siglos XVII, XVIII y XIX curas españoles como los frailes Francisco Xavier Negrete, fray Martín Pueyo y el padre Nicolás Armentia, libraron batallas de astucia y perseverancia con los irreductibles Pacahuara que se negaban a renegar contra sus propios dioses animistas, a cubrir su natural desnudez como pueblo nómada en aislamiento voluntario, a hablar un idioma diferente al suyo y a adoptar nombres y apellidos castellanizados en detrimento de su identidad colectiva e individual.

Los jesuitas y franciscanos en la época de la Colonia y en el primer siglo republicano, crearon las llamadas “reducciones” donde los indígenas de distintas etnias de la Amazonia, tentados por abalorios y chucherías con que alucinaban a los inocentes “infieles”, eran obligados a vestir ropas “decentes” y bautizados a la fuerza. Son célebres las misiones de Cavinas, Exaltación, Ixiamas y Reyes, entre otras, donde los curas intentaron “uniformizar” religiosa, lingüística y culturalmente a etnias como los Tacana, Moxos, Baures, Movimas, Etirumas, Tapacuras, Itonamas, Huarayos, Canichanas, Bolepas, Hericecobonos, Rotoroños, Pechuyos, Coticiaras, Meques, Mures, Sapis, Cayubabas, Canacures, Ocoronos, Chumannos, Mayacamas, Tibois, Nayras, Norris, Pacahuaras, Pacanabos, Sinabos, Cuyzaras y Cabinas, que son algunos de los grupos étnicos citados por el cosmógrafo Cosme Bueno en 1773. Muchas de estas etnias, pertenecientes a las matrices lingüísticas Pano y Tupiguaraní, ya no existen en nuestros días.

En 1795, comisionado por el Gobernador de Moxos Miguel Zamora Treviño, el padre Francisco Javier Negrete llegó a este “país pacaguara” que contaba con miles de habitantes “caripunas” ocupando más de la mitad del territorio dentro el actual norte amazónico de Bolivia.

El sabio d’Orbigny alcanzó a verlos en su travesía sin fin, vagando nómadas con el septo nasal atravesado por tacuaras y plumas y tembetas en los labios; los contó por millares, dispersos a lo largo y ancho de la selva lindante con los llanos de Mojos, en la confluencia de los ríos Negro, Beni y Mamoré.

Resistiendo al cristianismo colonial

Los Pacahuara fueron los más indóciles e irreductibles entre todas las etnias originarias de la selva boliviana, en virtud a su fortaleza numérica y cultural que dominaba en todo el norte amazónico del país. Ya en 1764 se tienen referencias de la violencia etnocida que provocaba la existencia libertaria y nómada de los Pacahuara dueños del vasto bosque, cuando el jesuita Eusebio Mejía, prefecto de la reducción de Ixiamas, “llega a cortar las orejas y a matar a unos indios indóciles (pacahuaras) que no quieren obedecerle”.
En octubre 1796, el padre Negrete había logrado introducir a 43 pacahuaras en la reducción de Exaltación donde coexistían bajo el signo de la cruz cristiana indígenas de otras etnias como los Cavineños, Itonamas, Esse Ejjas y Tacanas. Negrete bautizó a los pacahuaras “reducidos” cambiándoles sus nombres; a un indígena originalmente llamado Yona lo nombró Timoteo, a otro de nombre Coya lo llamó José, y un tal Buca comenzó a llamarse Rafael. Entre las mujeres pacahuaras bautizadas, Yuca se llamó Isabel, Naba se hizo Manuela y a Bari la llamó Josefa. Los apellidos les serían dados por sus futuros patrones en las haciendas feudales: Suárez, Soria, Gómez, etcétera.
El modo de vida cristiano de aquellos pacahuaras “reducidos” sería muy efímero. No eran indios para vivir entre cuatro paredes. Cedían a las tentaciones de los curas sólo para obtener utensilios y herramientas que atraían su interés práctico y luego huían furtivamente de las reducciones cristianas multiétnicas para desvestirse nuevamente y vagar libres y a sus anchas en el infinito bosque mezclándose con la demás fauna sin más pretensión que ser tan intangibles como la naturaleza pura.

La República Exterminadora

Bosé Yacu, la última heroína Pacahuara, desterrada de su territorio natal.

Bosé Yacu, la última heroína Pacahuara, desterrada de su territorio natal.

El advenimiento de la República y sus secuelas bélicas especialmente tras las guerras del Acre y del Chaco, sustituyó la presencia “civilizatoria” de la cruz católica en la Amazonia indígena con las armas de un ejército creado para imponer los intereses del capital depredador. En la era del caucho, potentados como Nicolás Suárez expandieron su emporio extractivo en las áreas más pródigas del bosque amazónico, cuyo centro era nada menos que el territorio indígena Pacahuara en el extremo norte de Pando. En la provincia Federico Román, el cantón Manoa por donde atraviesan los ríos Negro y Pacahuara colinda con Cachuela Esperanza, ya en el municipio beniano de Guayaramerín, donde el imperio cauchero de Nicolás Suárez tenía su principal base de operaciones, chocando violentamente con los indígenas Pacahuara a quienes Suárez pretendía, además de cristianizarlos, incorporarlos como pongos (siervos) de sus haciendas gomeras.

En 1906, finalizada la guerra del Acre que favoreció a la familia Suárez gracias al heroísmo de flecheros indígenas tacanas que expulsaron a los brasileños de sus barracas gomeras de Porvenir, el explorador Percy Fawcett registró testimonios acerca de que los ríos Abuná y Acre, en el actual territorio de Pando, se hallaban “infestados de pacahuaras” y que en Cachuela Esperanza, base de los hermanos Suárez, se veían canoas con pacahuaras “enteramente vestidos con sus pinturas de guerra”. En los años 20, el hermano de Nicolás Suárez, Gregorio, fue atrapado por unos guerreros pacahuaras que lo mataron en un acto de guerra territorial. En represalia, para vengar la muerte de su hermano, Nicolás Suárez organizó tropas del Ejército que le debía su existencia en esta región tras la guerra del Acre, y con apoyo de sicarios brasileños y paramilitares nativos, ese Ejército feudal desató una despiadada persecución contra los indígenas panos, en una frontal guerra de exterminio que duró todo el siglo XX y se prolongó hasta nuestros días incluso.

pueblos-indigenas

Exterminio Pacahuara por obra de Banzer

El dictador Banzer durante una de sus frecuentes «visitas» a Pando, a mediados de los setenta.

Bose Yacu, la última heroina Pacahuara; después de ella se extingue una de las 36 naciones constitucionales del Estado Plurinacional de Bolivia.

Bose Yacu, la última heroina Pacahuara; después de ella se extingue una de las 36 naciones constitucionales del Estado Plurinacional de Bolivia.

Bose y Buca Yacu son descendientes directos de aquellos guerreros indomables que resistieron cinco siglos de un coloniaje que se salió con la suya al fin, a pesar del rimbombante discurso descolonizador del actual régimen populista boliviano. A estos últimos indígenas Pacahuara les tocó enfrentar la batalla final de la guerra de exterminio desatada contra ellos por la “civilización” moderna, traicionados y burlados por un “Estado Plurinacional” que los exhibe como una de las 36 naciones y lenguas originarias reconocidas por la actual Constitución Política, sin impedir en absoluto su anunciada extinción.

Aunque no está debidamente certificado y esclarecido el momento preciso en que los últimos pacahuaras fueron desterrados de Pando con “ayuda” de las ONG’s vinculadas al ILV y la CIA —evidencias fotográficas indican que fue en 1973–, se sabe que los misioneros evangélicos norteamericanos Guy East y Gilbert Prost fueron quienes inicialmente “redujeron” a los indígenas Chácobo (parientes lingüísticos de los Pacahuara) en una aldea de Puerto Tujuré que se irá poblando, entre 1955 y 1980, con varias parcialidades indígenas dispersas. 

Aquellos pacahuaras “contactados” por East y Prost eran, evidentemente, el padre de Buca Yacu y sus dos esposas, una de ellas madre de Bose. Una de las hermanas casada con Papa Yacu es la madre de Buca y la otra hermana de esa relación polígama es la madre de Bosé que al enviudar se casó con el cuñado. El padre de Bose, hermano de Papa Yacu, murió asesinado en los bosques de Pando.

De acuerdo al relato de Villar, Córdoba y Combés, los esposos Gilbert y Marian Prost, misioneros norteamericanos del ILV, habían logrado reducir desde 1955 a varios grupos dispersos y nómadas de indígenas Chacobo, logrando constituir hasta mediados de los setenta “dos grandes concentraciones de chacobos”, una sobre el rio Yata y otra sobre el río Benicito, cerca a Riberalta. “Pronto”, afirman los investigadores, “se suma más al norte, el Puerto Tujuré, un pequeño grupo de pacaguaras —un hombre casado con sus dos hermanas y sus respectivos hijos— al borde de la extinción, debido a las epidemias y los conflictos con los caucheros, que son contactados en la margen izquierda del rìo Negro (Pando, nr) por el misionero Guy East, el mismo Prost y los chacobos Paë Durán y Caco Morán”.

La periodista Gisela López Rivas, de El Deber, entrevistó en agosto del 2004 al chacobo Caco Morán, quien recordó que el “hospedaje” a los sobrevivientes Pacahuara en Puerto Tujuré fue gestionado por los misioneros norteamericanos. “Esa vez, los Chacobo se pusieron de acuerdo con los gringos para aceptarlos a los Pacahuara”, recordó el anciano chacobo, Morán.

El “hombre casado con sus dos hermanas y sus respectivos hijos” era el padre de Buca Yacu, aquel sobreviviente Pacahuara que intentó volver en el 2009 de Puerto Tujuré a su territorio originario sobre el Río Negro de Pando, actualmente ocupado por una empresa maderera que detenta una concesión de más de 220.000 hectáreas. Remberto Terrazas informó que Buca Yacu relataba las circunstancias en que mataron al padre de su esposa Bose (o Busi) y a todos los de su pueblo: “Mi padre murió aquí, nosotros llegamos pequeños a este lugar. A su padre de Busi lo mataron”.

Desde entonces el territorio originario de los Pacahuara en la provincia Federico Román de Pando se convirtió en una propiedad privada forestal que fue sucesivamente transferida, en las tres décadas transcurridas desde el exterminio Pachauara por obra de Banzer, a diferentes empresas madereras, hasta llegar a Mabet, cuya concesión fue «saneada» por el actual gobierno de Evo Morales, consolidando el despojo y contraviniendo el precepto constitucional que prioriza los derechos territoriales de los pueblos originarios, que en este caso debió implicar la restitución de ese territorio en favor de los sobrevivientes Pacahuara, cuya población en un destierro de más de 30 años se redujo drásticamente, hasta contar actualmente con no más de 20 miembros.

El resto de los pacahuaras sobrevivientes de la masacre del río Pacahuara se irán sumando a las aldeas chacobas en los años siguientes, hasta mediados de los setenta; algunas parcialidades huirán al Brasil y otras permanecerán nómadas hasta desaparecer, dejando su territorio en la provincia pandina a merced de los inversionistas privados favorecidos por tan frontal exterminio.

Este proceso, indudablemente, se ejecuta de manera definitiva durante la dictadura del general Banzer, cuando comienzan a aparecer las primeras barracas castañeras y concesiones forestales libres de la incómoda presencia indígena en el ancestral territorio Pacahuara.

Una Nación en el Destierro

Los evangelizadores norteamericanos, y posteriormente misioneros suecos, llegaron a crear tres reducciones agrarias cerca a Riberalta donde juntaron a Chacobos y Pacahuaras: Puerto Tujuré, el principal refugio destinado a las familias pacahuaras, además de Alto Ivón y Cachuelita.

En la comuna de Puerto Tujuré constituida por cuatro rústicas cabañas, viven Bose y Buca Yacu junto con la hermana de ambos, Shaco Pistia, conocida con el nombre cristiano de Guadalupe, quien tiene un hijo llamado Raúl Chávez que se casó con una muchacha chacoba llamada Muha, iniciando una zaga de mestizaje inminente.

A cinco kilómetros de distancia, informa el periodista Remberto Terrazas Pareja, en la comunidad chacoba de Alto Ivon, junto a sus hijos viven las otras hermanas de Bosé y Buca: Baji y Busi Pistia; mientras que a 32 kilómetros de Puerto Tujuré, en Cachuelita, se estableció Maro junto a sus tres hijos y dos nietos.

Los pacahuaras suman 22 personas“ —explicita Terrazas Pareja—: “seis son los pacahuaras originarios, Busi y Buca no tuvieron descendencia, Busi Pistia, Shaco Pistia (Guadalupe), Baji y Maro con parejas del pueblo Chácobo tuvieron 10 hijos los que le dieron seis nietos”.

Un Estado constitutivo que viola su Constitución

En octubre del 2009, Bose y Buca Yacu se adscribieron a una demanda judicial  interpuesta en un juzgado de Cobija por la Central Indígena de Pueblos Originarios de la Amazonía de Pando (Cipoap), demandando al Instituto Nacional de Reforma Agraria (Inra) y a la Autoridad de Fiscalización de Bosques y Tierras (ABT) se restituya el territorio originario Pacahuara en este departamento, actualmente saneado como una concesión maderera detentada por la empresa Mabet.

El juicio no prosperó debido a intereses de unos supuestos loteadores no indígenas que pretendían beneficiase de los recortes impuestos por el Gobierno a la concesión maderera para introducir en ella asentamientos campesinos agrarios, pese a que las concesiones forestales son tierras fiscales no disponibles para la agricultura. Tales intereses agrarios se cruzaron con la aspiración territorial manifiesta de los sobrevivientes Pacahuara para retornar a su bosque originario en Pando.

En el confuso proceso judicial de octubre del 2009 no estuvo claro si la reivindicación territorial debía suponer el retorno de los Pacahuara desterrados en Puerto Tujuré, Alto Ivón y Cachuelita; o permitir el asentamiento de una supuesta parcialidad nómada dispersa en Pando que, al parecer, en realidad no existe.

En todo caso, el juez falló a favor de la empresa maderera, la cual además tuvo el apoyo directo del Inra y la ABT, las mismas que arguyeron, con cierta razón, que detrás del reclamo de los indígenas para ocupar las tierras cedidas a la empresa maderera se hallaba un grupo de “loteadores” que no eran en realidad indígenas, dizque Tacanas. Aquello sólo perjudicó a los verdaderos Pacahuara, ocupantes originarios de las riberas del Río Negro, que en algún momento de su larga agonía étnica fueron desplazados hacia la provincia Vaca Diez del Beni, en tierras de sus parientes Chacobos, engañados por misioneros norteamericanos que comenzaron a vestirlos con poleras usadas que importaron de Miami.

La resolución del juez que rechazó la demanda de los Pacahuara  para retornar a su territorio original entre los ríos Negro y Pacahuara, es insólita:
“No se ha demostrado que las etnias que están asentadas en el territorio indicado, como son Tacana La Selva o Pacahuara, estén reconocidos por el Estado o que hayan nacido a la vida jurídica a través de una OTB o una Resolución Prefectural”.

En otras palabras, los Pacahuara fueron declarados ilegales.

El «puente loco» de Mabet

Durante el procesamiento de la demanda planteada por los Pacahuara a través de la Cipoap, se reveló que la empresa maderera que hoy ocupa el territorio indígena originario, venía cometiendo delitos ambientales al derribar árboles de castaña para obstruir el río Negro con una improvisada represa que permitía el paso de los camiones «tronqueros» de la empresa.
«Lo que encontramos en ese territorio de la patria excede nuestra capacidad de sorprendernos e indignarnos. Se constató la ausencia total del Estado, lo que se agrava porque las concesiones de Mabet son continuas y limitan con el Estado brasilero«, informaron los miembros de una Comisión conformada por la Cipoap y el Foro Boliviano del Medio Ambiente (Fobomade).
Derribando árboles de castaña, goma y palmito, la empresa maderera había represado el río Negro, afluente principal del Abuná de más de 300 kilómetros de longitud, que atraviesa aquella enorme concesión forestal en la provincia Federico Román.
«No puede ser que una empresa se tome la vida de la gente, se apropie de los recursos del país y haga el uso que quiera con las aguas de sus ríos«, reclamaron entonces el secretario de Tierra y Territorio de la Cipoap Mario Duri y la vicepresidenta de Fobomade Evelin Mamani.

Con visibles características de una extorsión muy al estilo del Ministro de la Presidencia, la empresa Mabet fue obligada a ceder como un forzoso “recorte” aproximadamente 69.500 hectáreas, de las 293.975 inicialmente concesionadas, reduciéndose la concesión a una superficie de 224.504 hectáreas. Las áreas recortadas beneficiaron con títulos agrarios a ocho comunidades de campesinos colonos vinculados políticamente con el Gobierno. Varias de esas comunidades están constituidas por campesinos evangelistas provenientes del occidente del país y que conforman una leal masa electoral manejada personalmente por el Ministro de la Presidencia.

Los sobrevivientes Pacahuara de Alto Ivón —encabezados por Bose y Buca Yacu— intentaron acceder a un recorte en Mabet a fin de retornar, después de casi 40 años, a su territorio originario en Pando. Curiosamente el Gobierno, a pesar de la voluntad positiva de Mabet, no consideró la posibilidad de salvar del mestizaje y la extinción etno-cultural a los Pacahuara desterrados en la reservación Chacoba del Beni, al considerarlos excesivamente minoritarios y con nula importancia electoral, con lo cual se consumó el inminente exterminio desatado por la dictadura de Banzer.

Lo más alarmante del caso es que la política gubernamental dirigida por el ministro Quintana con respecto a los derechos territoriales indígenas en la amazonia boliviana, en ningún momento aplicó el precepto constitucional de priorizar esos derechos ante todo, tal cual establece el artículo 31 de la Constitución Política del Estado Plurinacional:

  1. Las naciones y pueblos indígena originarios en peligro de extinción, en situación de aislamiento voluntario y no contactados, serán protegidos y respetados en sus formas de vida individual y colectiva.
  2. Las naciones y pueblos indígenas en aislamiento y no contactados gozan del derecho a mantenerse en esa condición, a la delimitación y consolidación legal del territorio que ocupan y habitan.

La aplicación simple y llana de este precepto constitucional habría implicado el desarrollo de una política de protección a uno de los pueblos indígenas más vulnerables de Bolivia y en peligro inminente de extinción, con el establecimiento de un Santuario Pacahuara dentro un razonable recorte en la misma concesión Mabet, tal como sugirió la dirección de Sol de Pando al ministro Quintana en el 2009, lo que habría posibilitado revertir eficazmente y muy a tiempo el etnocidio desatado por Banzer. En Brasil y Perú, si bien no existe una Constitución indigenista tan avanzada como la de Bolivia, los pueblos amazónicos en aislamiento voluntario y los que se hallan en vías de extinción son protegidos por el Estado mediante parques nacionales y santuarios de biodiversidad que garantizan el repoblamiento de pueblos disminuidos en su lucha por sobrevivir. La etnia de pescadores Enawene Nawe originaria del Mato Grosso brasileño tenía una población de tan sólo 97 individuos en 1974, a consecuencia del avasallamiento empresarial, pero la delimitación de un área de intangibilidad para su protección permitió que ese pueblo amazónico incremente su población a 500 habitantes que continúan reproduciendo su cultura y su estilo de vida sin perder ninguna esperanza de continuar siendo una nación con territorio propio, autónoma e intangible respecto al Estado «civilizado».

Mabet defiende sus cuatro concesiones en territorio Pacahuara

Mauricio Etienne, principal accionista de ma empresa Mabet. | Foto Archivo Sol de Pando

Mauricio Etienne, principal accionista de la empresa maderera Mabet. | Foto Archivo Sol de Pando

El 16 de noviembre del 2011, Sol de Pando, a través de su blog, publicó una importante entrevista con el propietario de la empresa maderera Mabet, Mauricio Etienne, quien detenta cuatro concesiones  en el antiguo territorio Pacahuara.
El señor Etienne admitio que  «la empresaen sociedad anónima “Maderas de Bolivia Etienne” (MabetS.A.) que surgió a mediados de los ochenta como una empresa manufacturera de muebles e insumos para la construcción derivados de madera, opera desde el año 2005  —con el advenimiento del nuevo Gobierno que preside Evo Morales— como una empresa forestal que consolidó su propiedad sobre cuatro concesiones en la provincia Federico Román de Pando, abarcando una superficie actual de 224.504 hectáreas debidamente saneadas por el Inra (Instituto Nacional de Reforma Agraria) y con informes favorables de la ABT (Autoridad de Fiscalaización de Bosques y Tierras), entidades estatales que protegen una inversión privada de aproximadamente 6 millones de dólares realizadaas por esta empresa.
Vista panorámica de una de las cuatro concesiones de Mabet, "Los Indios", que abarcaba originalmente 123.000 herctáreas, de las cuales 48.000 han sido recortadas en favor de asentamientos agrícolas para poblaciones migrantes movilizadas por el Ministerio de la Presidencia.

Panorámica de una de las cuatro concesiones de Mabet, «Los Indios», que abarcaba originalmente 123.000 hectáreas, de las cuales 48.000 fueron recortadas en favor de asentamientos agrícolas para poblaciones migrantes movilizadas electoralmente por el Ministerio de la Presidencia.

El aserradero principal de Mabet en Riberalta, al que se llega atravesando el rio Negro.

El aserradero principal de Mabet en Riberalta, al que se llega atravesando el rio Negro.

El empresario confirmó también que entre las cuatro concesiones de Mabet se produce una exportación regular de madera por  un valor de siete millones de dólares anuales.  en madera procesada «dirigida principalmente al mercado de los Estados Unidos, contando con financiamientos de entidades externas y de dos bancos bolivianos: el privado Banco Nacional y el estatal Banco Unión», según informó a Sol de Pando.
«A partir del año 2013, por recomendación de la Certificadora y de la ABT, el área de aprovechamiento anual se reducirá a 1/25ava parte, puesto que el ciclo de corte se aumentará a 25 años, con lo cual el área en la que podremos trabajar se reducirá a alrededor de 6.000 hectareas por año», informó.
Respecto a los reclamos de parcialidades pacahuaras que reclaman su derecho a retornar a sus bosques originarios en la provincia Federico Román de Pando, el empresario sostiene lo siguiente: «El dato especifico que manejan autoridades públicas como entes académicos y entre la población del departamento de Pando es que no solamente la zona donde la empresa Mabet S.A tiene presencia, sino en todo el departamento de Pando existió presencia del pueblo originario Pacahuara. Como lo certifica el proceso de saneamiento llevado adelante por el Inra y nuestra certificación FSC, en la actualidad no se ha detectado presencia del Pueblo Pacahuara más allá de las dos o tres familias acogidas por las comunidades Chácobo asentadas en la provincia Vaca Diez en el departamento del Beni».

 

Mapas oficialmente contradictorios

¿PANDO CON PACAHUARAS?Mapa1
El Gobierno de Evo Morales todavía difunde mapas de la población indígena de Bolivia señalando como territorio Pacahuara a la provincia Federico Román de Pando. Este mapa fue elaborado por la Dirección de Gestión Territorial Indígena del Viceministerio de Tierras en el año 2007, durante la gestión de Alejandro Alamaraz. En el 2008, tras la masacre de Tahuamanu perpetrada por sicarios del narcotráfico ahora ligados a Quintana, el Ministerio de la Presidencia publicó asimismo un mapa similar afirmando que los Pacahuara “habitan la región comprendida por los ríos Acre, Abuná y Madera, desde su confluencia con el Itenez, pasando por la desembocadura del Madre de Dios…”.
¿PANDO SIN PACAHUARAS?Mapa2
Contradictoriamente, el mismo Viceministerio de Tierras, también bajo la gestión de Almaraz, mediante su misma Unidad de Gestión Territorial Indígena, publicó este otro mapa en el año 2009 eliminando a la etnia Pacahuara del territorio de Pando y del país mismo. La paradoja es que el mapa detalla a los pueblos indígenas más vulnerables de Bolivia, identificando como tales sólo a etnias donde algunas ONG’s ejecutan proyectos “sustentables” financiados con recursos de Europa y Estados Unidos.  Este mapa fue diseñado bajo el criterio de que los pacahuaras no existen ni como un problema para la burocracia “proyectista” de las ONG’s.
PANDO CON CONCESIONES MADERERASMapa3
A fines del 2010, el Inra elaboró y publicó este mapa que refleja la estructura de concesiones forestales en la franja fronteriza de Pando hacia el lado brasileño, mostrando con claridad que la zona que hasta antes de la dictadura de Banzer era territorio indígena Pacahuara, es hoy un área de explotación maderera concesionada a varias empresas forestales, algunas de las cuales exportan productos maderables especialmente al mercado norteamericano.  Un total de 19 concesiones han sido saneadas por el Viceministerio de Tierras,  el Inra y la ABT entre el 2008 y el 2009, sobre una superficie total de 1’568.149 hectáreas. Las áreas amarillas del mapa son los «recortes» destinados, dentro las concesiones forestales, a comunidades campesinas «interculturales» leales al Ministro de la Presidencia.

Derrota indígena en el “Estado Plurinacional”

El gobierno de Evo Morales tenía todas las condiciones favorables para salvar de su inminente extinción a la nación Pacahuara. Mas, en vez de revertir una política devastadora que data desde las épocas de la dictadura banzerista, los funcionarios del actual régimen “aprovecharon” el exilio forzado que sufrieron los Pacahuara desde los años 70, para favorecer a una empresa maderera que explota los recursos forestales de la zona siguiendo los criterios dictados por la ONG “certificadora” Rainforest Alliance, socia de Usaid dentro un programa financiado por esta agencia norteamericana denominado “Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina”.

El artículo 31 de la Constitución, adscrito a la Declaración Universal de los Derechos Indígenas de la ONU, le permitía al estado Plurinacional repoblar el ancestral territorio indígena en Pando y experimentar en ese laboratorio de la biodiversidad amazónica un modelo revolucionario de reconstitución cultural Pacahuara que abarcaría no solamente el rescate de un idioma casi extinto, sino ante todo su propia reproducción vegetativa en términos de fortalecer la identidad étnica encarnada heroicamente por Bose y Buca Yacu.

Esta iniciativa, rechazada por el ministro Quintana con displicencia castrense, se hubiera facilitado además con la predisposición manifiesta de la empresa Mabet de ceder partes de su concesión para albergar a los últimos pacahuaras en un santuario étnico a orillas de los ríos Negro y Pacahuara de Pando.  Para Quintana era más importante y rentable políticamente disponer los recortes arrancados a Mabet en beneficio de agricultores de interior del país dentro una pragmática estrategia de proselitismo electoral.

En el colmo de este continuismo banzerista en la estrategia etnocida, Quintana usó dineros de la cooperación externa destinada a la defensa y protección de los pueblos indígenas vulnerables, para fines estrictamente proselitistas, partidarios y personales.

La transversalización corrupta

Durante la gestión de Juan Ramón Quintana en el Ministerio de la Presidencia entre los años 2006 y 2010, funcionó en dicho Ministerio, financiado con recursos donados por el gobierno de Dinamarca, una unidad denominada «Componente de Transversalización Indígena» creada para promocionar los derechos constitucionales de los pueblos indígenas dentro el Estado Plurinacional, en reemplazo del Ministerio de Asuntos Indígenas y Pueblos Originarios creado por el anterior régimen de Sánchez de Lozada. El tema indígena no debía circunscribirse a un solo Ministerio de modo aislado, sino ser transversal en el conjunto de la estructura estatal bajo un concepto interministerial. Para facilitar el trabajo con los otros ministerios involucrados en el Componente (Educación, Defensa, Salud, Justicia y Trabajo), el Ministerio de la Presidencia estableció un equipo de consultores y se suscribieron los respectivos convenios, también para los temas de difusión y pueblos vulnerables.

La cooperación danesa (Danida) desembolsó en el 2006 un total de 2’655.071 dólares que permitieron organizar una red institucional y de consultorías orientadas a transversalizar los derechos indígenas como prioridad estatal, en ajuste a la Constitución Política y la Declaración Universal de los Derechos Indígenas de la ONU y la Convención 169 de la OIT.

Pero aquellos fondos fueron malversados por Quintana con fines exclusivamente electorales y de mera propaganda gubernamental, mediante «foros», «seminarios» y lujosas publicaciones pletóricas de imágenes originarias, entre otros suntuosos gastos a nombre de la «transversalización indígena»,  que en ningún momento y de ninguna manera fortalecieron los derechos sociales y territoriales de los pueblos vulnerables y en vías de extinción.

Caricatura publicada en la edición Nro. 18 de Sol de Pando, marzo del 2011.

Caricatura publicada en la edición Nro. 18 de Sol de Pando, marzo del 2011.

Si se hubieran cumplido los términos bajo los cuales Dinamarca donó aquellos millonarios recursos para el Componente de Transversalización Indígena, los Pacahuara no tendrían que haberse extinguido de ninguna manera. Una nación sin territorio propio, sin autonomía territorial, independientemente de su cantidad de habitantes, está condenada a dejar de ser nación. Las responsabilidades de Quintana en este tema son tan insoslayables como en otros casos; pero también su impunidad está garantizada gracias a la proverbial indolencia cómplice del presidente Evo Morales. La historia los juzgará.

El informe de la cooperación danesa (Danida) sobre los resultados de gestión en el Componente de Transversalización Indígena es pesimista. El documento presentado con un prefacio de Morten Elkjær, Embajador de Dinamarca en Bolivia, sostiene al respecto que “la puesta en funcionamiento del componente de transversalización tuvo dificultades desde su inicio… El contexto de conflicto social y político que vivió el país en los últimos años, determinó la realización de sucesivos procesos electorales (referendos por autonomías departamentales, revocatorios de mandato, aprobatorio de la nueva Constitución y elecciones generales, entre otros) que, sin duda, afectaron el normal funcionamiento de las instancias estatales en general e imposibilitaron realizar el trabajo previsto con los departamentos y municipios, especialmente en tierras bajas”. En otras palabras, la Transversalización Indígena manejada por Quintana fue atravesada por gastos electorales y campañas proselitistas durante todo el tiempo que duró ese programa tan estratégico para el proceso de cambio.

Danida decidió suspender su colaboración financiera y la oficina  creada para promocionar, proteger y defender los derechos indígenas fue definitivamente cerrada en el 2010.

En la etapa “Ademaf” (la Agencia para el Desarrollo de las Microregiones y Fronteras, un aparato de inteligencia encubierta en tareas productivas) tras su repliegue del Ministerio de la Presidencia, el ex militar promovió la creación de dos empresas estatales en Riberalta, EBA (procesadora de almendra) y EBO  (comercializadora de oro). Mediante dichas empresas se tendió un cerco prebendal sobre los pacahuaras de Puerto Tujuré, usando la imagen de estos indígenas en agonía como parte de las nuevas estrategias proselitistas del “hombre fuerte” de la amazonia. A Bose Yacu se la mostró recibiendo feliz lamparitas solares donadas por la cooperación alemana (GTZ), radio-transistores y otros regalitos y abalorios que mellaron su inocencia indígena. Quintana reproducía así las tácticas etnocidas de los curas coloniales del siglo XVIII y de los evangelizadores norteamericanos del siglo XX que buscaban a toda costa reducir a su mínima expresión la autonomía indígena. El entonces director de Ademaf llevó a Evo Morales hasta Puerto Tujuré y le sacó fotos junto a Bose Yacu.

Ya de retorno en el Ministerio de la Presidencia, en pleno fragor del conflicto del Tipnis, en marzo del 2012 Quintana llevó a Buca Yacu al Palacio Quemado junto con una delegación indígena cooptada por el ex militar, y Buca  quedó impactado con semejante experiencia de sentarse en el mismo trono del gran hermano Evo. De ese modo Bose y Buca Yacu, diría Quintana, tenían algo más que un añorado territorio para su esmirrada nación selvática: el majestuoso Estado bajó hacia ellos llevándoles su “poder y placer”, más que eso no se podía pedir. Y  Evo ganó los 20 votos pacahuaras para las próximas elecciones; al menos los de Buca y Bose, agradecidos por tanta gentileza estatal.

La habilidad castrense de Quintana le ha permitido usar aquellas viejas tácticas de reducción y sometimiento, que son las mismas que se usaron durante la dictadura de Banzer para doblegar a los pueblos indígenas. No en vano Quintana trabajó estrechamente para Banzer bajo las órdenes de Fernando Kieffer en el Ministerio de Defensa.

Durante el último gobierno de Hugo Banzer Suárez, Juan Ramón Quintana realizó una consultoría para el Ministerio de Defensa produciendo un estudio que, a iniciativa del entonces ministro Fernando Kieffer, dio paso a la creación de una “Unidad de Análisis Estratégico”. Dicha Unidad terminó siendo dirigida por el propio Quintana con una oficina que Kieffer le asignó en el mismo edificio del Ministerio de Defensa. Desde ese momento Quintana comenzó a ejercer como asesor de Banzer en materia de Seguridad e Inteligencia, celebrando reuniones periódicas con el entonces Presidente de la República y el ministro Kieffer. Queda constancia de esa vinculación contractual de Quintana con el gobierno de Banzer en el archivo ministerial de contrataciones, así como en el Sicoes, el Sigma y en planillas de pago respectivas. Aquella “Unidad de Análisis Estratégico” que Quintana diseñó para Banzer, contenía exactamente los mismos elementos teóricos y doctrinales que el ex militar aplicaría luego en su diseño coercitivo de “Ademaf”, esta vez al servicio de Evo Morales.

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