Data: agosto 6, 2017 | 10:24
MI PAÍS, UN POEMA EN ESPAÑOL Y PORTUGUÉS | Homenaje a Gonzalo Vásquez, el poeta de la última gran generación de vates libertarios en Bolivia…

“ESTE PAÍS TAN MÍO, HA DESCENDIDO AL FONDO DE LA PENA…”

«Este país tan solo en su agonía, | tan desnudo en su altura, | tan sufrido en su sueño, | doliéndole el pasado en cada herida. | Su nostalgia se pierde | más allá de la piedra; | su metal designado estuvo ya en la sangre, | ardiendo en el destino de su nombre…”.

© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando en Brasília

«En sus mejillas | hay lágrimas que bajan solitarias, | imágenes que horadan su pupila, | despavorido asombro de la historia…».

“Este país tan solo en su agonía, | tan desnudo en su altura, | tan sufrido en su sueño, | doliéndole el pasado en cada herida…”

Así empiezan los versos de aquel memorable poema escrito por Gonzalo Vásquez Mendez, poeta cochabambino nacido en La Paz que dejó de existir hace 17 años, legando una obra que sintetiza los sentimientos de una generación, como tantas, que no pudo comprender por qué los bolivianos, según reclamó en su tiempo Sergio Almaraz Paz, “somos una raza perdida de la mano de Dios”.

El poema de Vásquez, “Mi País”, es un grito desgarrador que se estrella contra los muros de la afasia y el silencio, provocando un eco que retumbará en el devenir de una nación que no logra conciliar su pasado con su futuro, el incierto devenir.

“Su nostalgia se pierde | más allá de la piedra; | su metal designado estuvo ya en la sangre, | ardiendo en el destino de su nombre…”.

Zavaleta nos enseñó el rostro abigarrado de Bolivia intentando inventar una forma nacional y popular de construir algo parecido a una República de hombres libres, y la razón sucumbió ante la naturaleza indomable de una geografía humana anti-estatal.

“De donde el río oscuro  | que hace a su rostro duro como el aire, | hondo como el silencio de las rocas”.

Jaime Sáenz puso en voz y pensamiento de Felipe Delgado una ansiedad político-poética, un absurdo apasionado, como era la idea de fundar el “Partido Fanático Boliviano”, un partido que tenga la fuerza suficiente, según le decía Delgado al señor Oblitas, “para redimir a los descreídos, aniquilar a los oportunistas, y hundir a los masones”. Pero no hay partido que valga cuando la desolación es la base de un proyecto histórico sin alma, sin el ajayu de un pueblo que alguna vez conoció la felicidad. La remota felicidad, la alegría secuestrada, la soledad de las multitudes. Ese es nuestro país, el país de Vásquez, Mi País, ayer como hoy.

“Este país sin nadie que acompañe | su tristeza, | sin mano que detenga | el viento de odio | que corre por sus calles…”.

A diferencia del Felipe Delgado de Sáenz, solitario acompañante, el Fernando Ducrot de Marcelo Quiroga Santa Cruz, en Los Deshabitados, nos habla de un sujeto boliviano poblado de soledades, el hombre pensante que se angustia ante la necesidad de acción para vencer el vacío que llena nuestras vidas. Es el país que sucumbe como un niño desposeído en su orfandad latente.

“En sus mejillas | hay lágrimas que bajan solitarias, | imágenes que horadan su pupila, despavorido asombro de la historia”.

Es el país que siempre se nos muere, para resucitar y volver a morir sin haber vivido la vida plena….

“Su corazón oculto | se ha gastado en la muerte; | sólo queda un hueco, | una negra caverna de gusanos”.

Estos versos tristes, que Gonzalo Vásquez escribió una tormentosa noche, son la adivinación fatalista del yatiri visionario que no posee otro país sino este que tenemos.

“Este país tan mío, ha descendido al fondo de la pena…”.

Gonzalo Vásquez y los 15 de Gesta Bárbara

Primera fila, parados: Vasco, Benjamín Chávez, Jorge Zabala, NN, Gonzalo Vásquez Méndez, Eduardo Kunstek, Edwin Guzmán, Marcelo Arduz y Jorge Campero.
Segunda fila, sentados: Rubén Vargas, Alberto Guerra, Antonio Terán, Iván Decker.
Tercera fila, abajo, extrema derecha: Fernando “Zeke” Rosso y René Antezana. | Foto Edwin Guzmán Ortiz

Gonzalo Vásquez junto a Eduardo Kunstek y Edwin Guzmán durante un encuentro de los “15 Poetas de Bolivia” en el Centro Simón I. Patiño de Cochabamba, a fines de los años ochenta. | Foto Edwin Guzmán Ortiz

El autor de este hermoso poema, Gonzalo Vásquez Méndez, nació en La Paz en 1927 y murió en Alexandria, Virginia (Estados Unidos) en el año 2000, después de radicar durante los años más prolíficos de su labor poética en la ciudad de Cochabamba.

Perteneció a la segunda generación de Gesta Barbara, a la Unión Nacional de poetas y escritores de Bolívia, al Pen Club Internacional,y a Ia Unión Boliviana de Escritores. Premio Municipal de Poesia (Cochabamba 1965), con su poemario “Del sueño y la vigília”. Fue codirector de la «Sección literaria» del periódico cochabambino Prensa Libre (1967).

Su obra fundamental consta de los poemarios “Alba de ternura” (1957); “Del sueño y la vigília” (Premio Municipal de Cbba. de 1965, ed. 1966); “Del fuego en la ceniza” (1984); y “Antología personal 1956-2000” (2000).

Es un vate representativo de la segunda generación del movimento Gesta Bárbara, del cual se desprendió otro movimiento generacional conocido como “15 poetas de Bolivia” (aunque eran muchos más) el cual “tuvo una presencia activa en la vida cultural del país, las décadas del 80 y 90 del siglo pasado”, según escribió Edwin Guzmán Ortiz, integrante de aquella agrupación poética de transición entre una generación a otra. “Se asumía el ‘15’ como número cabalístico, clave numerológica en el juego iniciático del desborde creativo, cifra de abiertas genealogías” explica Guzmán Ortiz.

Parte medular del Movimiento, los maestros, junto a Gonzalo Méndez, fueron los poetas Antonio Terán Cabero, Héctor Borda Leaño, Alberto Guerra Gutiérrez y Roberto Echazú.

“El Movimiento de los 15 poetas de Bolivia, fue un acelerador de energía poética” —escribió Edwin Guzmán en septiembre del 2015— “Se trataba de una troup combativa, exigente en su escritura. En medio de sus afinidades ideológicas manifestaban una identidad propia en su trabajo literario. En ellos se expresaba una pasión sincera por el acontecer histórico del país, y un sentimiento de justicia social extendido a parte de su obra poética. Persecución, cárceles y exilio fueron parte de su condición creativa”.

Otros habitués del Movimiento fueron el Fernando “el Zeke” Rosso (Una gota, el horizonte / mi mano, la lejanía), Álvaro Diez Astete de quién Guzmán recuerda “su monumental antropología del psiquiátrico además de sus memorables versos de Homo Demens”. El luminoso Jorge Zabala, “descifrando y cifrando universos en su mesa portátil de café, tramando poesía más allá de las palabras”. Los infaltables Iván Decker, Jorge Alcoba, con lámpara y fierro propios. Se trataba de otra generación con apetencias plurales y búsquedas personales. Jorge Suárez, Jaime Nisttahuz, Jorge Calvimontes no estuvieron ausentes, a su vez, otros poetas, escritores, trovadores y pintores, con quienes se compartió y conjugó apetencias.

René Antezana, Igor Quiroga, Marcelo Arduz, Jorge Campero, Edwin Guzmán, Eduardo Nogales, Eduardo Kunstek, Rubén Vargas, Adhemar Uyuni, Juan Carlos Ramiro Quiroga, Benjamín Chávez, Marlene Durán, fue otra tanda de poetas que encuentros más, encuentros menos, estuvieron presentes en el tinglado de los 15.

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