Data: octubre 8, 2016 | 11:23
MEMORIA | Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir visitaron La Habana en marzo de 1960 y tuvieron un memorable encuentro con Ernesto Che Guevara a media noche, entre el humo febril de un habano, cuando la insomne revolución tenía el vigor de un sueño juvenil. No podemos pasar por alto que en dicho encuentro estuvo también presente el erudito cubano Antonio Núñez Jiménez...

EL CHE EXISTENCIAL

Entonces, el Che activa su encendedor ofreciéndole un fuego que allí, a esa hora de la medianoche, parecía un átomo luminoso chispeando en la atmósfera insomne de la revolución...

Entonces, el Che activa su encendedor ofreciéndole un fuego que allí, a esa hora de la medianoche, parecía un átomo luminoso chispeando en la atmósfera insomne de la revolución…

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© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando en Xapurí

GALERÍA | Una charla a media noche

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Entonces, el Che activa su encendedor ofreciéndole un fuego que allí, a esa hora de la medianoche, parecía un átomo luminoso chispeando en la atmósfera insomne de la revolución...

A mi compadre Jorge Campero, el poeta de los árboles eventuales, le debo una primera noticia sobre aquella hermosa fotografía de Korda: el Che encendiéndole un puro a Jean Paul Sartre, mientras Simone de Beauvoir los observa complacida en aquella enorme sala del Banco Central de La Habana.

Algún tiempo después de ver aquella foto, pude obtener el libro («Sartre Visita Cuba», La Habana, 1960, Ediciones R) en el cual el filósofo narra la historia de ese encuentro celebrado durante su visita a Cuba en 1960, a meses del triunfo revolucionario.

Sartre llegó a La Habana cuando entraban en vigor el sabotaje económico de Estados Unidos y la conspiración de la CIA contra la isla socialista. Las fiestas de carnaval se habían suspendido y Fidel organizaba una colecta nacional para comprar armas y aviones que permitirían proteger a la revolución naciente.

Durante el mes que duró la visita, el pensador del Existencialismo se entrevistó con intelectuales —poetas y escritores— como Nicolás Guillén y Lisandro Otero. La desestalinización del régimen cubano o las diferencias sustanciales con el proceso soviético en la Europa del Este, eran temas favoritos en aquel Sartre enamorado de Cuba y su futuro.

El autor de «El ser y la nada»conversó también con el Che, a quien identificaba como el símbolo viviente de la naturaleza juvenil de la revolución cubana. Los ministros de Fidel: Armando Hart, el Che, Oltuski, Raúl Castro, apenas rebasaban la treintena de años en sus edades…

«Puesto que era necesaria una revolución» —escribió Sartre—, «las circunstancias designaron a la juventud para hacerla. Solo la juventud experimentaba suficiente cólera y angustia para emprenderla y tenía suficiente pureza para llevarla a cabo».

La ética del trabajo, sustento vital de la revolución, emergía según Sartre de la cualidad juvenil de los líderes cubanos. Ahí estaba el Che, ministro de Industria y presidente del Banco Central, trabajando en la zafra como el obrero común y trasladando ladrillos en carretillas, en horas de oficina.

El culto a la energía

«Hoy, en el taller, en los campos, en un ministerio, el trabajo es joven, verdaderamente joven«, constata Sartre. «Y el mando avanza en el sentido de las agujas de un reloj: es necesario no haber vivido demasiado para mandar; para obedecer, basta no tener más de 30 años».

Ciertamente, en Cuba su edad preservaba a los dirigentes. Su juventud les permitió afrontar el hecho revolucionario en su austera dureza. Si tenían que aprender, si debían ayudarse con conocimientos técnicos, los responsables no se dirigían a nadie: se las arreglaban por sí solos. He ahí la clave existencial del éxito revolucionario, de su potencial autogestionario aún hoy en proceso de desarrollo, a pesar del vil bloqueo norteamericano.

Y eso también explica la capacidad de alerta que mantiene despiertos a los pueblos revolucionarios ante conspiraciones oscuras como aquellas que suele tramar la CIA. Los cubanos, decía Sartre hace 44 años, casi llegan a repetir la frase de Pascal: «Es preciso no dormir». Se diría que el sueño los ha abandonado, que también emigró a Miami. «Yo solo les conozco la necesidad de velar».

Aquellos jóvenes —agregaba Sartre valorando esta ética revolucionaria— rinden a la energía, tan amada de Stendhal, un culto discreto. «Pero no se crea que hablan de ella, que la convierten en una teoría. Viven la energía, la practican, quizá la inventan: se comprueba en sus efectos, pero no dicen una palabra de ello. Su energía se manifiesta».

Una cita a medianoche

El Che tenía 32 años cuando se entrevistó con Jean Paul Sartre. El filósofo parisino descubrió en Guevara la encarnación de la vigilia revolucionaria, esa que le trajo a morir en Bolivia con el rostro despierto.

«El comandante Ernesto Guevara es considerado hombre de gran cultura y ello se advierte: no se necesita mucho tiempo para comprender que detrás de cada frase suya hay una reserva en oro» —observó Sartre en 1960—. «Pero un abismo separa esa amplia cultura, esos conocimientos generales de un médico joven que por inclinación, por pasión, se ha dedicado al estudio de las ciencias sociales, de los conocimientos precisos y técnicos indispensables en un banquero estatal».

El Che presidente del Banco Central de Cuba, había fijado su cita con Sartre a una hora insólita: medianoche. «Y todavía tuve suerte», recordó, «los periodistas y los visitantes extranjeros son recibidos amable y largamente, pero a las dos o tres de la madrugada».

No esperó mucho para encontrarse con el Che. «Se abrió una puerta y Simone de Beauvoir y yo entramos: un oficial rebelde, cubierto con una boina, me esperaba: tenía barba y los cabellos largos como los soldados del vestíbulo, pero su rostro terso y dispuesto, me pareció matinal. Era Guevara».

A la hora de aquel encuentro, medianoche, el visitante francés notó que el Comandante acababa de salir de la ducha.

«Lo cierto es que había empezado a trabajar muy temprano la víspera, almorzado y comido en su despacho, recibido a visitantes y que esperaba recibir a otros después de mí. Oí que la puerta se cerraba a mi espalda y perdí a la vez el recuerdo de mi viejo cansancio y la noción de la hora. En aquel despacho no entra la noche. En aquellos hombres en plena vigilia, al mejor de ellos, dormir no les parece una necesidad natural sino una rutina de la cual se han librado más o menos. No sé cuándo descansan Guevara y sus compañeros. Supongo que depende: el rendimiento decide; si baja, se detienen. Pero de todas maneras, ya que buscan en sus vidas horas baldías, es normal que primero las arranquen a los latifundios del sueño».

Mientras cavilaba, Sartre llevó a sus labios un habano apagado; y entonces el Che activó su encendedor ofreciéndole un fuego que allí, a esa hora de la medianoche, parecía un átomo luminoso chispeando en la atmósfera insomne de la revolución…

El Che tenía 32 años cuando se entrevistó con Jean Paul Sartre. El filósofo parisino descubrió en Guevara la encarnación de la vigilia revolucionaria, esa que le trajo a morir en Bolivia con el rostro despierto. Lo mataron a sus 39 años, el 9 de octubre de 1967. | Foto archivo Sol de Pando

Hasta Siempre Comandante Che Guevara |Canta Jahmila|VIDEO CLIP

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A LA MEMORIA DE ANTONIO NÚÑEZ JIMÉNEZ 

Escribí este tributo libertario a la memoria del comandante Guevara, originalmente para una edición especial que elaboramos con Walter Chávez en El Juguete Rabioso, en octubre del 2003, conmemorando los 36 años de la muerte del Che. Lo titulamos en principio como «El Che visto por Sartre, crónica de un encuentro». Al año siguiente este mismo artículo recorrió el mundo bajo el título «El Che Existencial», mediante publicaciones electrónicas como Rebelión de España, Adital del Brasil, La Fogata de Chile, La Jiribilla de Cuba, además de Granma y Juventud Rebelde en la Isla, y por supuesto Bolpress en el país, entre otros. Scott Campbell, un noble compañero anarquista que deambula entre Connecticut y Oaxaca, lo tradujo para los lectores de habla inglesa; Anné Courrèges lo puso en francés. La foto que extraje del libro que me había enseñado Jorge Campero contribuyó a que los compañeros cubanos reaviven apasionadamente aquel episodio referido a la visita de Sartre y Beauvoir a La Habana, refrescando testimonios y desempolvando viejos registros.

En junio del 2010 la casa Dominic Winter subastó en Londres varias fotos de Alberto Korda, y entre ellas las más cotizadas fueron los fotogramas originales del encuentro entre el Che y la pareja filosófica. Pero indudablemente el más importante aporte a la reconstrucción de aquella visita en la memoria histórica de nuestros pueblos fue la aparición de una foto editada para Wikipedia en enero del 2010, donde se observa un cuarto personaje durante la tertulia del Banco Central; se trataba nada menos que de Antonio Núñez Jiménez, el gran erudito de la Revolución Cubana. Mucho antes de alistarse a la filas de la resistencia contra Batista, Núñez Jiménez había participado con apenas 19 años, en 1940, en la fundación de la Sociedad Espeleológica de Cuba.

Este cubano de privilegiada inteligencia entendía que el desarrollo científico de los pueblos es un hecho revolucionario; y que ser científico implicaba ser revolucionario indefectiblemente. Compartió con el Che médico su pasión por la ciencia y ambos fueron entrañables colegas, más que camaradas. Al parecer, Núñez Jiménez, estuvo unos minutos acompañando la tertulia con Sartre en el despacho del Che, posiblemente al inicio de la reunión. Hay dos fotos de Korda donde queda el registro de su presencia; pero luego desaparece de la escena.

Antonio Núñez Jiménez se alistó en la revolución armado de ciencia hasta los dientes. Se graduó el 51, en La Habana, como doctor en Filosofía y Letras; y en 1960 obtuvo en Moscú un doctorado en Ciencias Geográficas; fue autor del más avanzado Tratado de Geografía de Cuba; en 1972 participó en expediciones al Polo Norte y en 1982 a la Antártida. Y fue un atípico Embajador de Cuba en el Perú; se la pasaba haciendo exploraciones paleontológicas en la cordillera de los Andes, la cual atravesó hasta llegar a Venezuela realizando hallazgos que han revolucionado el valor científico de los vestigios rupestres en el conocimiento arqueológico y antropológico.

Llevó a cabo investigaciones geográficas en China, África, Islas Galápagos, Isla de Pascua y otras partes del mundo. Dirigió la expedición “En Canoa del Amazonas al Caribe” entre 1987 y 1988, recorriendo veinte países de las cuencas del Amazonas, del Orinoco y del Mar de las Antillas.<br>Desde la Amazonia boliviana, vaya nuestro tributo de respeto y admiración a ese gran cubano que compartió, con Sartre y su mujer, aquella conversación de media noche junto al Che. (WGM).

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